S. S. describe a un melancólico
Lo cataloga como torpe y lento,
uno que tiende
a exagerar su lentitud, torpeza,
y no obstante dueño de sombrío
poder de atracción saturnina,
el encanto
de los que denotan arrastrar
grandes fervores, sólo que brumosos,
añorados,
la singularidad
de que en él tiempo y espacio
obran como corriente única, cauce
sosteniéndolo de presente a futuro
por el ancho espacio con desvíos,
vueltas en redondo, intersecciones.
Pero qué si agregara
que la melancolía bien puede
transformarse en hedonismo;
qué de esquivar
los ojos cuando lo miran a los ojos,
hacer una diversión, placentero
confundir a quienes lo aborden,
socarrones contagios
de sus expectativas
colmadas de ansiedad.
Pero qué, todavía.
Que acaso su hedonismo encierre
una sutil maniobra de acercamiento,
¡todos terminando por compartir
la mesa de los melancólicos,
todos melancólicos!
Pero qué,
¿la melancolía como misericordia?
Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), "Homenaje a W. C. Williams", 1981, Obra Poética IV, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1984
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Ilustración: Melancolía, 1895, Edvard Munch
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