sábado, julio 27, 2024

Mark Weiss / De "Apuntes de campo"




Elegías 8

siempre hay casos apartatados en una bandada de palomas, hoy
una de ellas, sostenida en el viento, planea inmóvil, mientras
     la bandada
gira a su alrededor.

importante notar que el cielo
estaba gris y luminso.

colgado como un adorno

como un emblema


Elegías 9

justo antes de la primavera
y fantasmas de árboles en la autopista.

manejando a través de las sombras de ramas desnudas.

por las sombras de ramas desnudas.

todas estas cosas que no nunca deberían haber pasado.

"Charlotte es la madre porque,
les dice a los demás, usa los zapatos plateados".


Elegías 34

tenemos estrellas
y una nube plateada.

algunas estrellas se mueven.

escribí una novela llamada La venganza de Fido.

lagos de ácido en las minas de molibdeno.

ya no vienen a las aguas ocultas.

Mark Weiss (Nueva York, Estados Unidos, 1943-2023), "III Elegías 1-46"
Versiones de Judith Filc

Apuntes de campo
,
Buenos Aires, 2023









Más poemas de Mar Weiss en Otra Iglesia Es Imposible
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Foto: Zeta, Tijuana, México

viernes, julio 26, 2024

Pablo Caramelo / De "Impresión, Oscuridad"



También el vacío es un paisaje

Del fundamento del lar
hablábamos con miedo.

Enfrente están los que vinieron 
a echar un vistazo y cabecean,
o paladean reminiscencias,
pedazos de bromas piamontesas, 
poemas preparatorios:
sin saber adónde ir, se quedó en casa.

Amoladora y masa, metro y
niveles, sogas, cinceles y cucharas,
la vieja carretilla verde transporta
la mezcla futura. Descansan las jaulas
con pajaritos cuyo canto es similar
afuera y adentro, ahora o antes.  
Los lindes anfitriones fingen 
fechas de exterminios ilustres. 
El catastro borronea parcelas en el tiempo. 

Lo que se ve es tan hermoso
como lo que no se ve.
So beautiful el mapa que deambula.
So beautiful. So beautiful el calor 
de los nombres afuera de la mente. 

Enfrente se despereza el plan
de los objetos tumbados. 
Nadie desea nada, pero el miedo
es una voluntad que se hereda.

Un brazo llega a estirar lo que no está.
Discreción

La mesa de conversar mudábamos
detrás del rastro furtivo de la luz.

¿Temíamos despertar al demonio 
de la solemnidad, dormido junto 
a otros pasmos como la Hidra
o el Abuelo Descamisado? 

Como si hubiésemos cortado la cabeza 
del ansia que no nos dejaba suspirar.
Con la exhalación triunfante, resistimos.
Ni siquiera la noche nos deja adornar 
los bordes de las palabras. Tan discreto.
Susurrar casi besándonos arrastra 
la misma nimiedad, el mismo ayuno.


Los muebles cambian de lugar

Un presidente sueña. 
Aquellos a quienes nadie habla, 
escuchan a un predicador. 
Hace rato dejamos de reír, 
aunque en los rostros congelados
se conserva una mueca iluminista. 
Así nos despedimos. Palabras tuyas, 
mías, vanas, no bastaron. 
Enfermás, animal altruista, 
un pensamiento de higiene te masturba 
y te hace suspirar. También te dormís.
El predicador subasta imágenes 
contra lo indigno. Son baratas, eficaces.
Los sordos del mundo transfieren dinero 
a cambio de la palabra que nadie les dirige. 
Un presidente despierta solo. Mira en el espejo 
la palabra vos escrita con rouge. 
Vas a ganar la guerra, piensa.  

Alguien prende una vela blanca contra sí mismo.


Nómades

Medicinas, víveres, colchones, 
mantas tejidas por la vacilación,
estertor de la estación retrasada: 
nace muriendo la cala, embebe
los ojos del chico que la percibe 
no del todo blanca, plomiza, 
pues brotó para opacar la mirada 
del que aún aprende a vivir entre pares, 
a mortificarse solo y preguntar al viento.

Golpean los hielos en el vaso de whisky, 
algo se desprende: viene de lejos 
la mole fría que nos arrasa. 

(¿Hay tiempo para el cuento del ciego 
que ve el color blanco al acariciar un cisne?)

Pablo Caramelo (Junín, Argentina, 1964)

Impresión, Oscuridad
,
Buenos Aires, 2024









Más poemas de Pablo Caramelo en Otra Iglesia Es Imposible, Voces del Extremo
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jueves, julio 25, 2024

Tennessee Williams / Insinuaciones



No creo que deba mostrarme en público 
más abajo de los hombros. 
Hasta el nacimiento del cuello estoy vendado. 
Ninguna herida seria he recibido todavía, 
aunque espero recibirlas. 
Un resplandor oblicuo me recuerda las lanzas de hierro. 
Mi barriga se estremece, el bajo vientre se contrae. 
Una venda aplicada de antemano no sirve para nada. 
Durante la noche, mientras la paralizada víctima duerme, 
misteriosamente la herida se produce sin que la venda 
     haya sido traspasada. 
Y entonces deben admitir: ¡oh sí!, tenía razón, 
al parecer, sus ansiedades no carecían de fundamento. 

Moviendo los ojos por encima de la pálida sábana, trata 
de hablar: 
sus ojos, apesadumbrados, son dos rimas gastadas, 
dos estribillos lamentables sobre un tema épico... 

Tiendo la mano para tomar el anotador blanco: 
¡Volverán! 
¡Volverán y no estaré preparado! 

¡Oh sí!, yo sé que junto al velador encendido quedarán 
     calcinadas 
las píldoras curalotodo, semejantes a pedazos de un 
     conejo de porcelana
en la botella que lleva un rótulo puesto por el médico: 
imperecedero
Pero también observé el guiño cómplice y la mueca burlona 
mientras escuchaba, a través del estetoscopio, el estruendo 
de la muerte 
en mis venas... 

Sola, después de medianoche, en una casa barroca, 
una poetisa de edad madura, soltera, 
y pasada de moda hace veinte años, 
enloquecía entre los restos del cacareo romántico. 

Llevando su conocida caparazón a cuestas, la botella 
     y el anotador, 
bajó las escaleras y se sentó a esperar ansiosamente 
como una solterona, el llamado de un visitante que no llega. 

Su soledad habría sido menor 
si ella no hubiese colocado la botella de vino un escalón 
     más abajo 
antes de morir... 

Debajo de la alta y eterna oscuridad sonora 
la ramera Du Barry, 
la hombruna mujer de Arc, 
el cura en llamas, el ardido Savonarola, 
toda la cohorte herética vociferante exclamó 
o murmuró detrás de la máscara de hierro del silencio: 

¡Espera! ¡Espera! 

El azul es un pedazo de papel muy delicado.

Tennessee Williams (Columbus, Estados Unidos, 1911-Nueva York, 1983), En el invierno de las ciudades, Ediciones De la Flor, Buenos Aires, 1968 
Traducción de Juan José Hernández y Eduardo Paz Leston

Más poemas de Tennessee Williams en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: Tennessee Williams, 1966 Jack Mitchell / Vanity Fair / Getty Images

miércoles, julio 24, 2024

Henri Michaux / De "Paz en las fisuras", 2



(...)

es innoble haber vivido

aplastado por toda esta multitud
     ¡cuántas multitudes!
la multitud que expulsa al ángel

en el alma paralizada, ¡todo lo que pasa!
     monstrualmente…
el ser agotado, pero genitor, tanto más genitor
genitor sin saberlo

la torsión de las líneas: signo de los vicios

ahora sé
 yo sé
la línea que pervierte
que arrastra
y el barroco…

yo sé

sin embargo el espacio y el espacio mío que me pica
continuamente rebullimos y bullimos 

(...)

Henri Michaux (Namur, Bélgica, 1899-París, 1984), Paz en las fisurasCuadernos de Traducción, Buenos Aires, 2021
Versión de Laura Crespi


c’est ignoble d’avoir vécu

foulé par toute cette foule
    que de foules!
la foule qui refoule l’ange

dans l’âme tétanisée, tout ce qui passe!
     monstruellement…
l’être épuisé, mais géniteur, d’autant plus géniteur
géniteur sans le savoir

la torsión des lignes: signe des vices

je sais maintenant
     je sais
la ligne qui pervertit
qui entraîne
et le baroque…

je sais

cependant l’espace et l’espace mien qui me démange
continuellement bougeons et bouillonno
---
Foto: Henri Michaux, 1983. Roger Viollet/Getty Images/Babelio

martes, julio 23, 2024

Cecilia Arellano / De "A través"




Ping Pong

De la matemática, la lógica
de la música, la abstracción
de la poesía, la precisión
de la historia, el relato
de la psicología, los vericuetos
de los viajes, las perspectivas
de las redes sociales, lo descononexo
de la música barroca, el flotar
del cantar, el cuerpo
de los tambores, el trance
del amor, el sentido


CV distraído

Nací en Rosario,
de allí me llevo el pasaporte italiano con
      su pompa y locura.
Su anarquía y aristocracia intercaladas,
su distinción aspiracional
y sentimiento popular disipando gestos, decisiones.
La escritura y la oralidad
lo clásico y lo popular
lo académio y lo callejero.
Binarios, binomios entrelazados.
Quedó Mafalda dibujada en el pasado
y una ilustración difusa y desorientada.

Cecilia Arellano (Rosario, Argentina)

A través
,
Buenos Aires, 2024









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Foto: Cecilia Arellano /Facebook

lunes, julio 22, 2024

Hart Crane / De "El puente"




V. Tres canciones

        "Una es Sestos, la otra la altísima Abidos."
                                                        Marlowe

La Cruz del Sur

Yo te deseaba, Mujer del Sur, sin nombre,
no eres espectro, sino absoluta -aún más sola
que la Cruz del Sur cuando toma la noche
y le quita las fajas, una a una-
alta, serena,
            lejos del lento fuego humeante
de los cielos bajos-
                   ¡vaporosas cicatrices!
¡Eva! ¡Magdalena!
¿o eres María?

Llamémosla como queramos -su nombre cae, vano, sobre la ola.
¡Ay, Venus simiesca, Eva desamparada,
si casar, vacilante, sin jardín, que te lamentas
por siempre con guitarras arrebatadas por el viento sobre cubiertas
     soltiarias,
¡por fin todas responderán en una misma tumba!

¡Y esa larga estela de fósforo,
iridiscente
surco de nuestro viaje, rezagado escarnio!
Ante su beso se desintegra la mirada. Su lento conjuro
provoca un alarido. Obsesionada por esa visión pasada
la mente se deshace en saliva, y murmura el infierno.

Yo te deseaba... Las ascuas de la Cruz
trepaban al sesgo y se apiñaban, aromáticas.
Es sangre recordar; es fuego
volver a balbucear... Es
Dios-tu falta de nombre. Y la estela-
la noche entera el agua se encrespaba con negra
insolencia. Tú escurrías, sosegada, consumada.
El agua batía esa atormentante espiral, tu

acariciado pelo-dócil, ¡ay! de tantos brazos.
Sí, Eva, ¡espectro de mi simiente no amada!

La Cruz, un fantasma, curvada-caía bajo la aurora.
La luz sofocaba los líticos trillones de tu desove.


Jardín Nacional de Invierno

Contundentes traseros con rosados abalorios
invitan el necesario forcejeo nebuloso
de aviesos ojos... Aquí no hay trapos que amortigüen:
el mundo es algo fácil, flagrante y sudoroso.

Y mientras las piernas provocan ensaladas en la mente
uno prolijamente elige a su rubia entre el humo.
Sin embargo, siempre se espera a otra persona, siempre -
(luego uno se dirige a la primera salida entre el humo).

Siempre y por fin, antes del último son,
cuando estallan los fuegos de artificio, comienza
en algún lado una escaramuza retumbante de violines,
un eco barato de todo eso comienza.

Y ¿diremos que es más blanca que la nieve?
Rociada primero de rubí, luego de brillo esmeralda,
menos llorosa y menos feliz (¿quién conoce su sonrisa?)
el desliz de una mirada muestra su arenisca gris.

Sus ojos existen en el menear de sus tetas,
las perlas sacuden sus caderas como aluvión de remolineantes
     sartas.
Sus inanes anillos serpenteantes entre ellos se montan,
falsas turquesas en manos de oropel.

Esperamos que caigan las perlas en un contorsionante charco
-todo, salvo su panza, en el piso se ha desmoronado-
y con el lascivo azote del último compás enmudecido
huimos de sus espasmos por un portal descarnado...

Pero al vacío trapecio de tu carne,
¡ay Magdalena! para morir solos volvemos al redil.
LUego tú, parodia de nuestra lascivia-y de nuestra fe-
nos arrastras de vuelta a la vida, hueso tran infantil hueso.


Virginia

Ay, lluvia a las tres,
cheque a las diez-
sonríe y rechaza a tu jefe,
¿qué harás, María?
Pasan las tres, pasan las diez,
y te aguardo todavía-

¡Ay María de los azules ojos y el clarete chal,
María de los sábados, mía!

¡Agudo carrillón
de campanas de rosetón!
Palomas por un millón
y en la calle del Príncipe es primavera
y el verdor de los higos reverbera
junto a las ostras.

¡Ay, María, asomada a la alta torre güera,
suéltate la rubia cabellera!

En lo alto del mediodía de primavera
sobre las cornisas de narcisos
brotan, descarriadas, las violetas.
En Bleecker juegan a los dados las pandilas-
peonías con crines de caballo-
y hay nomeolvides en los cristales:

¡Desde la alta torre resplandece,
María de las Catedrales,
resplandece!

[1930]

Hart Crane (Garretsville, Ohio, Estados Unidos, 1899 - Golfo de México, 1932), "El puente", Hart Crane y El puente, Colihúe, Buenos Aires, 2008
Introducción y versión de Rolando Costa Picazo

Más poemas de Hart Crane en

Se puede consultar la obra poética de Hart Crane en inglés en Voetica y en Internet Archive


V. THREE SONGS 

The one Sestos, the other Abydos hight
Marlowe


SOUTHERN CROSS 

I WANTED you, nameless Woman of the South, 
No wraith, hut utterly — as still more alone 
The Southern Cross takes night 
And lifts her girdles from her, one by one — 
High cool, 
       wide from the slowly smoldering fire 
Of lower heavens, — 
       vaporous scars! 

Eve! Magdalene! 
or Mary, you? 

Whatever call—falls vainly on the wave. 
0 simian Venus, homeless Eve, 
Unwedded, stumbling gardenless to grieve 
Windswept guitars on lonely decks forever; 

Finally to answer all within one grave! 

And this long wake of phosphor, 
iridescent 
Furrow of all our travel—trailed derision! 
Eyes crumble at its kiss. Its long-drawn spell 
Incites a yell. Slid on that backward vision 
The mind is churned to spittle, whispering helL 

I wanted you . . . The embers of the Cross 
Climbed by aslant and huddling aromatically. 

It is blood to remember; it is fire 
To stammer back ... It is 
God—your namelessness. And the wash — 
All night the water combed you with black 
Insolence. You crept out simmering, accomplished. 
Water rattled that stinging coil, your 

Rehearsed hai—docile, alas, from many arms. 
Yes, Eve—wraith of my unloved seed! 

The Cross, a phantom, buckled — dropped below the dawn. 
Li^t drowned the lithic trillions of your spawn. 


NATIONAL WINTER GARDEN 

Outspoken buttocks in pink beads 
Invite the necessary cloudy clinch 
Of bandy eyes. ... No extra mufflings here: 
The world’s one flagrant, sweating cinch. 

And while legs waken salads in the brain 
You pick your blonde out neatly through the smoke. 
Always you wait for someone else though, always — 
(Then rush the nearest exit through the smoke). 

Always and last, before the final ring 
When aU the fireworks blare, begins 
A tom-tom scrimmage with a somewhere violin. 
Some cheapest echo of them all—begins. 

And shall we call her whiter than the snow? 
Sprayed first with ruby, then with emerald sheen — 
Least tearful and least glad (who knows her smile?) 
A cau^t slide shows her sandstone grey between. 

Her eyes exist in swivellings of her teats, 
Pearls whip her hips, a drench of whirling strands. 
Her silly snake rings begin to mount, surmoimt 
Eadi other — turquoise fakes on tinselled hands. 

We wait that writhing pool, her pearls collapsed, 
— All but hmr belly buried in the floor; 
And tibe lewd trounce of a final muted beat! 
We flee her spasm through a fleshless door...

Yet, to the empty trapeze of your flesh, 
0 Magdalene, each comes back to die alone. 
Then you, the burlesque of our lust — and faith, 
Lug us back lifeward—bone by infant bone. 


VIRGINIA 

0 RAIN at seven, 
Pay-check at eleven — 
Keep smiling the boss away, 
Mary (what are you going to do?) 
Gone seven— gone eleven, 
And I’m still waiting you — 

0 hlue-eyed Mary with the claret scarf, 
Saturday Mary, mine! 

It’s high carillon 
From the popcorn bells! 
Pigeons by the million — 
And Spring in Prince Street 
Where green figs gleam 
By oyster shells! 

0 Mary, leaning from the high wheat tower. 
Let down your golden hair! 

High in the noon of May 
On cornices of daffodils 
The slender violets stray. 
Crap-shooting gangs in Bleecker reign, 
Peonies with pony manes — 
Forget-me-nots at windowpanes; 

Out of the way-up nickel-dime tower shine. 
Cathedral Mary, 
shine! — 
---

domingo, julio 21, 2024

Hart Crane / Dos poemas




Extracto del jardín 

La manzana en su tallo es el deseo de ella,
suspensión brillante, mímica del sol.
El tallo ha capturado el aliento de ella, y su voz,
silenciosamente articulada en la inclinación y la subida
de rama en rama hacia arriba, enturbia sus ojos.
Está presa del árbol y de sus dedos verdes.

Y entonces ella viene a soñar que es el árbol,
el viento poseyéndola, trenzando sus nervaduras jóvenes,
alzándola hasta el cielo y su azul vivo,
sumergiendo la fiebre de sus manos en la luz del sol.
No tiene memoria ni miedo ni esperanza
más allá de la hierba y las sombras a sus pies.

[The Little Review, vol. 7,  n° 3, 1920 / Poems Org.]


Un nombre para todo
 
Mariposa y langosta que huyen de nuestra página
y aún aletean, no empañadas por el nombre
que sujetamos a sus cuerpos para aplacar
nuestra envidia de su libertad -̶ debemos mutilar 

porque somos usurpadores afligidos-̶ ,
omamos el ala y la marcamos sobre la mano.
Nombres que tenemos, incluso, para aplaudir en el viento;
pero debemos morir, como ustedes, para entender.
 
Soñé que todos los hombres abandonaban sus nombres y cantaban
como solo pueden alabar quienes construyen sus días
con aleta y pezuña, con ala y colmillo endulzado
descubiertos, libres y sagrados, en un solo Nombre siempre.

[Key West, póstumo; c.1932]

Hart Crane (Garretsville, Ohio, Estados Unidos, 1899 - Golfo de México, 1932), Otro Páramo, n° 24
Traducción de Yanina Audisio

Más poemas de Hart Crane en

Se puede consultar la obra poética de Hart Crane en inglés en Voetica y en Internet Archive


Garden Abstract 

The apple on its bough is her desire,—
Shining suspension, mimic of the sun.
The bough has caught her breath up, and her voice,
Dumbly articulate in the slant and rise
Of branch on branch above her, blurs her eyes.
She is prisoner of the tree and its green fingers. 

And so she comes to dream herself the tree,
The wind possessing her, weaving her young veins,
Holding her to the sky and its quick blue,
Drowning the fever of her hands in sunlight.
She has no memory, nor fear, nor hope
Beyond the grass and shadows at her feet.


 A Name For All 

Moonmoth and grasshopper that flee our page
And still wing on, untarnished of the name
We pinion to your bodies to assuage
Our envy of your freedom—we must maim 

Because we are usurpers, and chagrined—
And take the wing and scar it in the hand.
Names we have, even, to clap on the wind;
But we must die, as you, to understand. 

I dreamed that all men dropped their names, and sang
As only they can praise, who build their days
With fin and hoof, with wing and sweetened fang
Struck free and holy in one Name always.
---

sábado, julio 20, 2024

Daniel Durand / De "Tulang pinoy"




(...)

Yo vivo en el infierno de los perros,
arenales calientes que nunca afilan las garras,
montañas de esqueletos de pescado
y la calor eterna entre vendavales y brisas.
Los perros que muy seguido no comen
le ladran a las olas y rabiosos
andan mordiendo el viento.

Por no haber sido aplicado
ahora estoy condenado
a vivir en esta hamaca
escuchando a los orioles amarillos.
Por no haber sido aplicado
y practicar wingsuit con cromosomas
ahora estoy condenado
para siempre, a la rima y a las bromas.
Acá en la iglesia me dicen el Soga
y en la mezquita de la vuelta, Maderita,
pero mi nombre es Lagarto.
Acá me dicen Botella
pero mi nombre es Bolsita
de plástico.

Alon Niña Maharlika
y el Lobito es toda mi familia.
La casa está llena de vecinos
que a la noche caminan invertidos
por el cielorraso, vecinos fríos de goma blanda,
butikís lizards y lagartijas.

La tabilí es rama de carne
y mi nombre es Tambís.

Ahora resulta que lo mejor que me pasa
es una Go Pro con mango flotante
y toda la humareda circundante
que no se aleja nunca
de aquel lote de barcazas.

La brisa viene a la mesa
a acariciar la comida
y zarparse los vapores de los platos,
la brisa viene a la cama
a refrescar los colchones
y la almohada.
Por esta choza barata
de junco y clavo herrumbrado
la brisa pasa de largo
atravesando
telas cañas y ennipados.
En cambio los vendavales
que se mandan a la noche
se trenzan con las palmeras,
la pelea suele durar la noche entera.
Vendaval encastra en palmeral,
son palabras macho y hembra,
son objetos hembra y macho
y yo en el medio me bautizo basural.

(...)

Daniel Durand (Concordia, Argentina, 1964)

Tulang pinoy (Los días filipinos)
Fadel & Fadel, 
Buenos Aires, Argentina










Más poemas de Daniel Durand:

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viernes, julio 19, 2024

Enrique Lihn / El vaciadero




No se renueva el personal de esta calle: 
el elenco de la prostitución gasta su último centavo 
     en maquillaje  
bajo una luz polvorienta que se le pega a la cara. 
Una doble hilera de caries, dentadura de casas 
     desmoronadas 
es la escenografia de esta Danza Macabra 
trivial bailongo sabatino en la pústula de la ciudad. 

Es una cara conocida llena de costurones con lividas 
     cicatrices bajo unos centavos de polvo, y que 
     emerge de todas las grietas 
de la ciudad, en este barrio más antiguo que el Barrio de 
     los Alquimistas
como la cara sin cuerpo del caracol ofreciéndose en los 
     dos sexos de su cuello andrógino 
blandamente fálico y untado de baba vaginal 
el busto de un boxeador que muestra las tetas en el marco 
     de un socavón.

No avanza ni retrocede el rio en este tramo descolorido y 
     bullente alrededor de la compuerta 
El mecanismo de un reloj descompuesto cuelga como la 
     tripa de un pescado 
de la mesita de noche 
entre los rizos de una peluca rosada 
La fermentación de las aguas del tiempo que se enroscan 
     alrededor del detritus como el caracol en su concha
el éxtasis de lo que por fin se pudre para siempre. 

Enrique Lihn (Santiago de Chile, 1929-1988), A partir de Manhattan, Ediciones Ganymedes, Valparaíso, 1979

Más poemas de Enrique Lihn en Otra Iglesia es Imposible
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jueves, julio 18, 2024

Pancho Muñoz / Haiku





Hay muy poco 
     predicado y mucho
sujeto por ahí.

[inédito]

Francisco Pancho Muñoz (Buenos Aires, 1945)


Más poemas de Pancho Muñoz en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: Pancho Muñoz /Facebook

miércoles, julio 17, 2024

Susana Szwarc / Dos poemas


Romanzas
 
Leves en el país lejano
en vagones subterráneos
a metros bajo tierra
(sin tumbas sin tambores).
 
Un cuerpo cae (lo veo y no alcanza
la mirada a detener
tu mi / caída).
Los golpes resuenan sobre el mismo cuerpo.
Después
alguien hará un hilván
sobre la mano.
 
Se estiran los dedos el lápiz
avisan nuevo surco en las frentes
vías a la vista que cada uno
puede recorrer.

-Ayer la música no me dejaba dormir.
-Ni a mí.
Sin ton ni son
más bien el ruido mantenía despierta
la madrugada y la palma
guarda todavía
tu hilván.
 
Una pierna se rebeló y no ayuda
el pie se niega a seguir
se agarra al suelo
 
En la caminata
honda bajo la tierra

encuentro un botón
lo atesoro
y escuchamos, sordamente,
largamente
romanzas
(número 1 número 2
Beethoven).
 
Los hubiera querido abrazar más fuerte.
 
Leves en el país lejano.


Hacía calor

¿Viste cómo parpadeaba
el terrorista de la esquina?
Un guiño del ojo
del otro
cuando el pájaro justo
asaltó el cableado.

No andaba la luz.
La gente buscaba
a manotazos las tapas
clac clac clac.
Tan oscuro estaba
que no se sabía
cuál era el bueno.

No seas mala
le decía A a B
y B no salía
de su asombro.

No salís Cobarde.
Le gritó una
al terrorista.
No me digas terrorista
esa palabra me resulta
horrible. Me irrita.

Las erres hacían vibrar las paredes
torcidas.
Desarregladas diría el gracioso.

¿Qué?

Susana Szwarc (Quitilipi, Argentina, 1954), Sustento, inédito (Quitilipi, Argentina, 1954), Sustento, inédito

Más poemas de Susana Szwarc en Otra Iglesia Es Imposible
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Foto: Salta 21

martes, julio 16, 2024

Cesare Pavese / La cena triste



Justo bajo el emparrado, comida la cena.
Allí abajo hay agua, que corre mansa.
Callamos, escuchando y mirando el sonido
que hace el agua al pasar por el surco de luna.
Esta demora es la más dulce.

La compañera, que se demora,
parece que aún muerde ese racimo de uva,
tan viva tiene la boca; y el sabor perdura,
como el amarillo lunar, en el aire. Las miradas, en la sombra,
tienen la dulzura de la uva, pero los sólidos hombros
y las mejillas quemadas encierran todo el verano.

Han quedado uva y pan sobre la mesa blanca.
Las dos sillas se miran de frente desiertas.
Quién sabe qué cosas alumbra el surco de luna,
con esa luz, dulce, en los bosques remotos.
Puede suceder, antes del alba, que un soplo más frío
apague luna y vapores, y alguien aparezca.
Una débil luz  mostraría la garganta
sobresaltada y las manos febriles cerrándose
vanamente sobre la comida. Se sobresalta el agua,
pero en la oscuridad. Ni la uva ni el pan se han movido.
Los sabores atormentan a la sombra famélica
que no llega ni siquiera a lamer, sobre el racimo,
el rocío que ya se condensa. Y, cada cosa goteando
bajo el alba, las sillas se miran solas.
A veces, a la orilla del agua un aroma,
como de uva, de mujer, se estanca sobre la hierba,
y la luna fluye en silencio. Aparece alguien,
pero atraviesa las plantas incorpóreo, y se queja
con el gemido ronco de quien no tiene voz,
y se tiende sobre la hierba y no encuentra la tierra:
sólo le tiembla la nariz. Hace frío, en el alba,
y apretar un cuerpo sería la vida.
Más difusa que el amarillo lunar, que tiene horror
de filtrarse en los bosques, es esta ansia inagotable
de contactos y sabores que macera a los muertos.
Otras veces, en el suelo, los atormenta la lluvia.

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, Italia, 1908 - Turín, Italia, 1950), Trabajar cansa. Vendrá la muerte y tendrá tus ojosGriselda García Editora, Ediciones del Dock, Cartografías, Buenos Aires, 2018
Versión de Jorge Aulicino


La cena triste

Proprio sotto la pergola, mangiata la cena.
C'è lí sotto dell'acqua che scorre sommessa.
Stiamo zitto, ascoltando e guardando il rumore
che fa l'acqua a passare nel solco di luna.
Quest'indugio è il più dolce

La compagna, che indugia,
pare ancora che morda quel grappolo d'uva
tanto ha viva la bocca; e il sapore perdura,
come il giallo lunare, nell'aria. Le occhiate, nell'ombra,
hanno il dolce dell'uva, ma le solide spalle
e le guance abbrunite rinserrano tutta l'estate.

Son rimasti uva e pane sul tavolo bianco.
Le due sedie si guardano in faccia deserte.
Chissà il solco di luna che cosa schiarisce,
con quel suo lume, dolce, nei boschi remoti.
Può accadere, anzi l'alba, che un soffio più freddo
spegna luna e vapori, e qualcuno compaia.
Una debole luce ne mostri la gola
sussultante e le mani febbrili serrarsi
vanamente sui cibi. Continua il sussulto dell'acqua,
ma nel buio. Né l'uva né il pane son mossi.
I sapori tormentano l'ombra affamata,
che non riesce nemmeno a leccare sul grappolo
la rugiada che già si condensa. E, ogni cosa stillando
sotto l'alba, le sedie si guardano, sole.
Qualche volta alla riva dell'acqua un sentore,
come d'uva, di donna ristagna sull'erba,
e la luna fluisce in silenzio. Compare qualcuno,
ma traversa le piante incorporeo, e si lagna
con quel gemito rauco di chi non ha voce,
e si stende sull'erba e non trova la terra:
solamente, gli treman le nari. Fa freddo, nell'alba,
e la stretta di un corpo sarebbe la vita.
Più diffusa del giallo lunare, che ha orrore 
di filtrare nei boschi, è quest'ansia inesauta
di contatti e sapori che macera i morti.
Altre volte, nel suolo li tormenta la pioggia.

Poesie, Mondadori, Verona, 1969
---
Foto: Cesare Pavese, 1950 

lunes, julio 15, 2024

Antonin Artaud / Poeta negro / Noche



Poeta negro

Poeta negro, un seno de doncella
te obsesiona
poeta amargo, la vida bulle
y la ciudad arde,
y el cielo se resuelve en lluvia,
y tu pluma araña el corazón de la vida.

Selva, selva, hormiguean ojos
en los pináculos multiplicados;
cabellera de tormenta, los poetas
montan sobre caballos, perros.

Los ojos se enfurecen, las lenguas giran
el cielo afluye a las narices
como azul leche nutricia;
estoy pendiente de vuestras bocas
mujeres, duros corazones de vinagre.

L'ombilic des limbes [1925]


Noche

Los mostradores del cinc pasan por las cloacas,
la lluvia vuelve a ascender hasta la luna;
en la avenida una ventana
nos revela una mujer desnuda.

En los odres de las sábanas hinchadas
en los que respira la noche entera,
el poeta siente que sus cabellos
crecen y se multiplican.

El rostro obtuso de los techos
contempla los cuerpos extendidos.
Entre el suelo y los pavimentos
la vida es una pitanza profunda.

Poeta, lo que te preocupa
nada tiene que ver con la luna;
la lluvia es fresca,
el vientre está bien.

Mira cómo se llenan los vasos
en los mostradores de la tierra
la vida está vacía,
la cabeza está lejos.

En alguna parte un poeta piensa.
No tenemos necesidad de la luna,
la cabeza es grande,
el mundo está atestado.

En cada aposento
el mundo tiembla,
la vida engendra algo
que asciende hacia los techos.

Un mazo de cartas flota en el aire
alrededor de los vasos;
humo de vinos, humo de vasos
y de las pipas de la tarde.

En el ángulo oblicuo de los techos
de todos los aposentos que tiemblan
se acumulan los humos marinos
de los sueños mal construidos.

Porque aquí se cuestiona la Vida
y el vientre del pensamiento;
las botellas chocan los cráneos
de la asamblea aérea.

El Verbo brota del sueño
como una flor o como un vaso
lleno de formas y de humos.

El vaso y el vientre chocan:
la vida es clara
en los cráneos vitrificados.

El areópago ardiente de los poetas
se congrega alrededor del tapete verde,
el vacío gira.

La vida pasa por el pensamiento
del poeta melenudo.

En la calle sólo una ventana,
las cartas batidas suenan.
En la ventana la mujer asexuada
somete su vientre a discusión.

Œuvres complètes (Tome I)

Antonin Artaud (Marsella, Francia, 1896 - Ivry sur Seine, Francia, 1948), Antología de la poesía surrealista en lengua francesa, Editorial Argonauta, Buenos Aires, 2006; Compañía General Fabril Editora, Buenos Aires, 1961
Versiones de Aldo Pellegrini

Poète noir

Poète noir, un sein de pucelle
te hante,
poète aigri, la vie bout 
et la ville brûle,
et le ciel se résorbe en pluie,
ta plume gratte au coeur de la vie

Fôret, fôret, des yeux fourmillent 
sous les pigeons multipliés;
cheveux d’orage, les poètes
enfourchent des chevaux, des chiens.

Les yeux ragent, les langues tournent
le ciel afflue dans les narines
comme un lait nourricier et bleu;
je suis suspendu à vos bouches
femmes, cœurs de vinaigre durs.

Nuit

Les zincs passent dans les égouts,
la pluie remonte dans la lune;
dans l’avenue une fenêtre
nous découvre une femme nue.

Dans les outres des draps gonflés
où la nuit entière respire,
le poète sent ses cheveux
grandir et se multiplier.

La face obtuse des plafonds
contemple les corps allongés
entre le ciel et les pavés,
la vie est un repas profond.

Poète, ce qui te travaille
n’a rien à voir avec la lune;
la pluie est fraîche,
le ventre est bon.

Vois comme montent les verres
sur tous les comptoirs de la terre
la vie est vide,
la tête est loin.

Quelque part un poète pense.
Nous n’avons pas besoin de lune,
la tête est grande,
le monde est plein.

Dans chaque chambre
le monde tremble,
la vie accouche quelque chose
qui remonte vers les plafonds.

Un jeu de cartes flotte dans l’air
autour des verres ;
fumée des vins, fumées des vers,
et des pipes de la soirée.

Dans l’angle oblique des plafonds
de toutes les chambres qui tremblent
s’amassent les fumées marines
des rêves mal échafaudés.

Car ici la vie est en cause
et le ventre de la pensée;
les bouteilles heurtent les crânes
de l’aérienne assemblée.

Le Verbe pousse du sommeil
comme une fleur, ou comme un verre
plein de formes et de fumées.

Le verre et le ventre se heurtent;
la vie est claire
dans les crânes vitrifiés.

L’aréopage ardent des poètes
s’assemble autour du tapis vert,
le vide tourne.

La vie traverse la pensée
du poète aux cheveux épais.

Dans la rue rien qu’une fenêtre ;
les cartes battent,
dans la fenêtre la femme au sexe
met son ventre en délibéré.

Œuvres Complètes,  Gallimard, 1970
---
Foto: Antonin Artaud en la película La Passion de Jeanne d'Arc, de Carl Theodor Dreyer, 1928 Henry Guttmann / Colección Hulton / Getty Images

domingo, julio 14, 2024

Ferreira Gullar / Fotografía de Mallarmé



es una foto
premeditada
como un crimen
basta
fijarse en el arreglo
de las ropas el pelo
la barba todo
adrede preparado
-un gesto y la manta
equilibrada sobre
los hombros
caerá- y
especialmente la mano
como la lapicera
detenida
encima de la
hoja en blanco: todo
a espera
de la eternidad
se sabe:
después del clic
la escena se deshizo en la
rue de rome la vida volvía
a fluir imperfecta
pero
eso la foto no lo
captó porque la foto
es la pose la suspensión
del tiempo
ahora
meras manchas
en el papel raso
pero ocurre que
tu mirada
encuentra la de él
(mallarmé) que
allá
desde el fondo
de la muerte
mira

[Muitas vozes, 1999]

Ferreira Gullar (São Luís do Maranhão, Brasil, 1930 - Río de Janeiro, Brasil, 2016), La Jornada Semanal, n° 268, México, 23 de abril de 2000
Traducción de Alfredo Fressia
Envío de Jonio González

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FOTOGRAFIA DE MALLARMÉ

é uma foto
premeditada
como um crime
basta
reparar no arranjo
das roupas os cabelos
a barba tudo
adrede preparado
— um gesto e a manta
equilibrada sobre
os ombros
cairá — e
especialmente a mão
com a caneta
detida
acima da
folha em branco: tudo
à espera da eternidade
sabe-se
após o clique
a cena se desfez na
rue de Rome a vida voltou
a fluir imperfeita
mas
isso a foto não
captou que a foto
é a pose a suspensão
do tempo
agora
meras manchas
no papel raso
mas eis que
teu olhar
encontra o dele
(Mallarmé) que
ali
do fundo
da morte
---
Foto: Ferreira Gullar, San Pablo, 2015 Greg Salibian/Fronteras del Pensamiento

sábado, julio 13, 2024

Jessie Redmon Fauset / Douce souvenance



De nuevo, como siempre, cuando caen las sombras,
en ese espacio dulce entre la oscuridad y el día,
abandono el presente y sus impacientes reclamos
y busco el borroso pasado donde están mis recuerdos.
Sueño un viejo, olvidado, perdido sueño,
y me asaltan viejos pensamientos y vivo otra vez viejas escenas,
hasta que de pronto alcanzo el corazón de la primavera—
¡la primavera que hasta mí te trajo!
Veo de nuevo un camino boscoso,
la dorada luz de la luna que se abre paso entre los árboles;
oigo el quejumbroso gorjeo de un pájaro adormecido
por el arrullo de una brisa errante y suave;
tomo tu mano, te miro a los ojos,
toco tus labios, ¡oh incomparable, sin igual legado!
¡Oh Memoria que el Tiempo y el Espacio y la Muerte frustras!
¡Oh breve, perfecta hora!

Jessie Redmon Fauset (Lawnside, Estados Unidos, 1882 - Filadelfia, Estados Unidos, 1961), The Crisis, vol. 20, n° 1, mayo de 1920, archivo digital en Marxists Internet Archive / African American Poetry 1870-1928, Amardeep Singh, ed., antología digital, Lehigh University, 1922
Versión de Jonio González.

N. del T.: El título significa "Dulce recuerdo", en francés.


DOUCE SOUVENANCE

Again, as always, when the shadows fall,
In that sweet space between the dark and day,
I leave the present and its fretful claims
And seek the dim past where my memories stay.
I dream an old, forgotten, far-off dream,
And think old thoughts and live old scenes anew,
Till suddenly I reach the heart of Spring—
The spring that brought me you!
I see again a little woody lane,
The moonlight rifting golden through the trees;
I hear the plaintive chirp of drowsy bird
Lulled dreamward by a tender, vagrant breeze;
I hold your hand, I look into your eyes,
I touch your lips,—oh, peerless, matchless dower!
Oh, Memory thwarting Time and Space and Death!
Oh, Little Perfect Hour!
---
Foto: Village Preservation, Nueva York

viernes, julio 12, 2024

Czeslaw Milosz / Dos poemas




Un pobre cristiano observa el ghetto

Las abejas construyen alrededor del hígado rojo,
Las hormigas construyen alrededor del hueso negro,
Comienza el despedazamiento, el pisoteo de las sedas,
Comienza la ruptura del vidrio, de la madera, del cobre, del
 níquel, de la plata, de las espumas
Del yeso, de la hojalata, de las cuerdas, de las trompetas,
 de las hojas, de las bolas, de los cristales —
¡Tric! El fuego fosforescente de las paredes amarillas
Traga el pelo humano y animal.

Las abejas construyen alrededor del panal de los pulmones,
Las hormigas construyen alrededor del hueso blanco, 
Se despedaza el papel, el caucho, el lienzo, el cuero, el lino,
Las fibras, las materias, la celulosa, el cabello, la piel de
 serpiente, los alambres,
En las llamas se derrumban el techo y la pared, el ardor
 abraza los cimientos. 
Ya sólo queda la tierra arenosa, pisoteada, con un árbol
Sin hojas.
Lentamente, perforando un túnel, avanza el topo guardián
Con una pequeña lámpara enganchada en su frente. 
Toca los cuerpos enterrados, los cuenta, sigue avanzando,
Distingue la ceniza humana por su vapor irisado, 
La ceniza de cada hombre por su color distinto en el arco
 iris.

Las abejas construyen alrededor de la huella roja, 
Las hormigas construyen alrededor del sitio que quedó de
 mi cuerpo.
Tengo miedo, tengo tanto miedo del topo guardián. 
Sus párpados están hinchados como los de un patriarca 
Que se sentaba a menudo a la luz de las velas 
Leyendo el gran libro de la especie. 
A él ¿qué le diré yo, judío del Nuevo Testamento, 
Que desde hace dos mil años estoy esperando el regreso 
...de Jesús?
Mi cuerpo roto me entregará a su mirada
Y él me contará entre los ayudantes de la muerte:
Los incircuncisos


No más

Debo decir algún día cómo cambié
De opinión sobre la poesía y cómo sucedió
Que hoy día me considero uno de los innumerables
Mercaderes y artesanos del Imperio del Japón
Que componen poemas sobre el florecer de los guindos,
Sobre los crisantemos y la luna llena.

Si yo pudiera describir cómo las cortesanas de Venecia 
En el patio con un mimbre excitan a un pavo real,
Y sacar de la tela de seda, de la faja de perlas 
Sus senos pesados y la huella rojiza
Que la abrochadura del vestido marcó sobre su vientre, 
Así por lo menos como lo ha visto el capitán de los 
    galeones
Que llegaron aquella mañana con una carga de oro;
Y si a la vez pudiera yo sus pobres huesos
En el cementerio, donde el mar grasiento lame al portón,
Encerrar en una palabra más duradera que su último peine
Que en el humus bajo la losa, solo, espera la luz,

Entonces no perdería la esperanza. De la materia resistente
¿Qué es lo que se puede recoger? Nada, a lo sumo la 
    hermosura.
Y tiene que bastarnos entonces con las flores de los guindos
Y con los crisantemos y con la luna llena.

1957, Montgeron

Czesław Milosz (Szetejnie, Lituania, 1911-Cracovia, Polonia, 2004), Czeslaw Milosz, selección, traducción y nota introductoria de Jan Zych, Material de Lectura n° 108, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2011

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jueves, julio 11, 2024

César Moro / Tres poemas



Abeja negra

Más bien buscar hacia el cisne
Y los blasones cruzados son espadas
Un puñal como almohada
Una lágrima eterna sobre la frente
Bajo el alto tocado
El silencio entre las flores que hacen signos
A la puesta del sol
Una golondrina cayendo verticalmente en un lago
La torre y las cortes de amor
El mar que irrumpe con espuma en los labios
El horizonte regular de una vida bajo la lámpara
Apagadas todas las luces es posible
Escuchar gemir el ave nocturna
En su oído

Le château de grisou, 1942
 

Batalla al borde de una catarata

Tener entre las manos largamente una sombra
De cara al sol
Tu recuerdo me persiga o me arrastre sin remedio
Sin salida sin freno sin refugio sin habla sin aire
El tiempo se transforma en casa de abandono
En cortes longitudinales de árboles donde tu imagen se disuelve en
                humo
El sabor más amargo que la historia del hombre conozca
El mortecino fulgor y la sombra
El abrir y cerrarse de puertas que conducen al dominio encantado de
                tu nombre
Donde todo perece
Un inmenso campo baldío de hierbas y de pedruscos interpretables
Una mano sobre una cabeza decapitada
Los pies
Tu frente
Tu espalda de diluvio
Tu vientre de aluvión un muslo de centellas
Una piedra que gira otra que se levanta y duerme en pie
Un caballo encantado un arbusto de piedra un lecho de piedra
Una boca de piedra y ese brillo que a veces me rodea
Para explicarme en letra muerta las prolongaciones misteriosas
               de tus manos que vuelven con el aspecto amenazante de un
               cuarto modesto con una cortina roja que se abre ante el infierno
Las sábanas el cielo de la noche
El sol el aire la lluvia el viento
Sólo el viento que trae tu nombre.

La tortuga ecuestre, (1936-1939), 1957


El humo se disipa

                                                                                         A donde voraz y ciego
                                                                                      Es el Minotauro el fuego
                                                                                     Y es el laberinto el humo
                                                                                            Calderón de la Barca

Tu aliento es como la mejor mañana fresca de olor de aves y de mar un
            velamen cruza veloz la foresta interdicta de tu aliento donde los
            pájaros se columpian picoteando estrellas mientras un galope
            tendido de gacelas trastorna las flores y las convierte en piedras
            de luna y el silencio recorre la escala de tu aliento de fuente y de
            montaña nevada.
Frente a frente tu aliento el soplo aterrador de la primavera en los
            bosques de nieve eterna iniciando el desfile de los témpanos
            coronados de osos polares flameantes
Tu aliento certero en medio del corazón una piedra que cae en el estanque
            dormido y levanta geiseres de estrellas enloquecidas que buscan su
            origen en tu boca
Tu aliento es un despeñadero en el que caen árboles enteros y el ruido se
            tapiza y las frutas maduran y todo se volatiliza en una caída sin
            término
La mañana perfila los cendales de tu aliento y la tormenta tiene olor de tu
            saliva y tu saliva es el cráter de donde vuelan los peñascos
            enfurecidos portadores de mensajes ilegibles.
Tu aliento de meteorito disparado desde el cielo cayendo en un bosque
            ardiente chamuscando leopardos y provocando el alarido de los
            elementos
Tu aliento es humareda de ignición de poemas obscenos tu aliento
            precipitándose a mansalva sobre campos inmensos bajo la luna
Tu aliento en la mañana la nostalgia de la noche fulgurante de rayos que
            bordan en el cielo las cataratas de tu aliento

La tortuga ecuestre

César Moro (Lima, 1903-1956), Obra poética completa, edición de André Coyné, Daniel Lefort y Julio Ortega, Alción Editora, Córdoba, Argentina, 2015, vía revista Ñ, 6 de julio de 2014

César Moro en Otra Iglesia Es Imposible
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Foto: César Moro, c.1950, Wikimedia Commons

miércoles, julio 10, 2024

María Elena Walsh / El señor Juan Sebastián



No son los ángeles que cantan,
no son los pájaros ni el mar,
es un señor lleno de cielo
el señor Juan Sebastián.

Hace muchísimos inviernos
que, lloriqueando en alemán,
nació entre fusas y corcheas
el señor Juan Sebastián.

Era chiquito y las canciones
que le enseñaba su papá
las repetía para siempre
el señor Juan Sebastián.

Era gordito y con peluca,
indispensable como el pan
y cascarrabias a menudo
el señor Juan Sebastián.

Soñando en órgano y en clave,
a su país angelical
llevaba a príncipes y a pobres
el señor Juan Sebastián.

Está contándonos un cuento
que no terminará jamás.
Dios le dictaba el argumento
al señor Juan Sebastián

María Elena Walsh (Ramos Mejía, Buenos Aires, 1930 - Buenos Aires, 2011), Juguemos en el mundo, II, Sony Music, 1969; Poemas y canciones, Ministerio de Educación, Buenos Aires, 2020

Más poemas de María Elena Walsh en Otra Iglesia Es Imposible
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Foto: Sara Facio

martes, julio 09, 2024

Ellen Bass / Todos los platos del menú



En un poema no importa
si la casa está sucia. El polvo
avanzando sobre las fotos como un amor
sofocante. La arena volcada de la zapatilla de un chico,
los granos facetados que se diseminan
por la alfombra esmeralda
como las estrellas y los planetas de un pequeño
sistema solar. El Monopoly
apretado contra Dostoyevsky.
Un sticker brillante que dice “the ceiling”,
etiquetando el techo
que quedó de un verano en el que un sobrino
estudió inglés.

El moho en el pan de la heladera
es tan interesante como el liquen en un roble
sus cabellos minúsculos como la pelusa
en la cabeza de un bebé, sus azules
delicados y sus verdes primaverales,
su plétora de esporas,
continentes repletos de criaturas
deslumbrando nuestras palmas.

En un poema, la vida y la muerte son iguales.
Aceptamos a una niña, aplastada
como piedritas debajo de una rueda.
Y a su abuelo frente a la tumba abierta
estrujando su remerita azul contra la cara.
Le damos la bienvenida al bebé nacido al alba,
la madre desnuda, en cuclillas,
pujando frente al ventanal
justo cuando ruge el camión de basura
y los hombres bajan de un salto, vaciando ruidosamente
los tachos metálicos dentro de sus fauces.

En un poema, no nos importa si te contrataron
o te despidieron, si perdiste o encontraste el amor,
si seguís tomando o dejaste.
No tenés que ejercitarte
o perdonar. Estamos hambrientos.
Vamos a pedir todos los platos del menú.

En los poemas la alegría y el dolor son amigos.
Se acuestan juntos, se
manosean, los dedos
hinchados dentro de las bocas,
los pezones irritados prendidos fuego, sus sexos
encastrados perfectamente como el día y la noche.
Se arquean sobre nosotros, relucen y corcovean,
son las puertas por donde entramos a nuestras vidas.

Ellen Bass (Nueva Jersey, Estados Unidos, 1947), Todos los platos del menú, Gog y Magog, Buenos Aires, 2022
Versión de Daniela Ema Aguinsky y Valentino Cappelloni
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lunes, julio 08, 2024

John Keats / Al sueño



¡Oh suave embalsamador de la queda medianoche!
Clausurando con cautos y benignos dedos
Nuestros tristes, agradecidos ojos, fugitivos de la luz
Ensombrecidos por el divino olvido.
Si así te place, cierra mis párpados en medio
De este, mi himno.
O espera el amén, antes de que tu adormidera trence
Alrededor de mi cama su silenciosa compasión.
Luego, sálvame, o el día pasado dejará su resplandor
Sobre mi almohada, multiplicando mi aflicción;
Sálvame de la curiosa conciencia cuyo aliento
Reina, aun en la oscuridad, barrenando como un topo.
Gira la llave diestramente en las aceitadas cerraduras
Y sella el callado cofre funeario de mi alma.

John Keats (Londres, 1795-Roma, 1821), Robin Hood y otros poemas, versiones de Jorge Aulicino, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2001

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To Sleep

O soft embalmer of the still midnight,
      Shutting, with careful fingers and benign,
Our gloom-pleas'd eyes, embower'd from the light,
      Enshaded in forgetfulness divine:
O soothest Sleep! if so it please thee, close
      In midst of this thine hymn my willing eyes,
Or wait the "Amen," ere thy poppy throws
      Around my bed its lulling charities.
Then save me, or the passed day will shine
Upon my pillow, breeding many woes,—
      Save me from curious Conscience, that still lords
Its strength for darkness, burrowing like a mole;
      Turn the key deftly in the oiled wards,
And seal the hushed Casket of my Soul.
---
Imagen: Retrato de John Keats por Joseph Severn, 1819, detalle en blanco y negro

domingo, julio 07, 2024

Pablo Seguí / De "Poemas juveniles"




Consagración de apatía 

(a Christian G.; o a su partida

Sabés de los desiertos y del alma, de esa disgregación lenta de tus cosas —sí, asistir a un lento desgastarse los objetos, tenés uno entre las manos y se te va resquebrajando—. Migajas de la arena tuya que te hace, médanos en continua formación y no, porque sólo van a la ruptura: médanos quebrados. Te guardás en piezas silenciosas, en el silencio de algunas horas: sos el que duerme, visto de afuera, tenido entre las manos desde afuera. Monedas pobres del alma, tus cosas van a la deriva, vos mismo sos la deriva de tus cosas, y su sueño. 

Porque podés ver algo claro, de lejos, tus días; pero cuando boyás en ellos todo se te confunde, todo gira en torno a centros ilusorios, varios, efímeros: y qué te ata los días, y cómo atás vos tus días a vos. 

Silencio, entonces, pasividad, apacibilidad: ver cambiar las cosas, sin esperanzas, sin afanes. (Como ante un cuadro postergado: puede acabar. Como el paisaje de una ciudad a oscuras: pensás que, en verdad, no la conoceremos.) 


Voces entre las tumbas 

Aquí diez mil difuntos     hablamos del presente. 
Aquí creció la daga     que llevó a nuestra sangre 
a la pradera negra     de polvo desasido. 
Aquí el verdugo y la razón sin alma. 

Aquí con mis alforjas     y tus alforjas y 
un viento renacido     veníamos cantando. 
Los ojos se elevaban     sobre un mar sin caricias, 
y en las manos había una esperanza. 

Pero llegó la lepra     mordida de alfileres, 
llegó la letanía     que nos midió con plomo, 
y la terca pared,     y el humo y su tormenta, 
detonando su miedo de falanges. 

Ya viene el túnel, ya     se acerca la amenaza 
de la captura ciega,     del desconsuelo ciego, 
ya gritaron el parte,     grises, viejos, oscuros, 
ya se instaló la furia del enano. 

Aquí diez mil difuntos.     La guerra declarada. 
El trueno y su costado.     La evocación del torpe. 
Los vasos que se astillan.     El comedor del sueño. 
Ya nunca volveremos: somos sombras. 


Azar n° 1 

Seguimos siendo brujos 
del sol y de la noche, 
salvajes unitarios 
y cruentos federales. 

Seguimos dando muerte 
y queriendo la vida, 
y somos oro y barro 
y medida del orbe. 

Los mitos no fenecen, 
sólo cambian de efigie: 
otra Esfinge, otro Edipo. 

La música nos nutre, 
la palabra nos alza: 
todo es canción de siempre. 

Domingo 2, julio 2000 

Pablo Seguí (Ciudad de Córdoba, Argentina, 1973)

Poesía juvenil 1995-2011,
Buenos Aires, 2024









Más poemas de Pablo Seguí en Otra Iglesia Es Imposible
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Foto: Pablo Seguí en Facebook