
Aún permanece aquí un material para los cursos de Pregrado de la Universidad de Chile, al parecer utilizado en el segundo semestre de 2003. Refiere a la relación del alcohol con la literatura en términos tales como "relación fructífera, la que ha producido textos literarios de incuestionable calidad". El artículo se centra en la cultura estadounidense, a tal punto impregnada de alcohol desde su fundación, según el apunte, que:
"Pese a estos esfuerzos (la censura religiosa de los tiempos heroicos), el alcohol se quedó para siempre 'en la sangre' de los escritores norteamericanos. Como muestra, un botón: de sus 7 premios Nóbel, 5 de ellos eran alcohólicos (Sinclair Lewis, Eugene O’neill, Wiliam Faulkner, Ernest Hemingway y John Steinbeck). Otros autores, sin embargo, continuaron demostrando el hecho de que, aparentemente, el alcoholismo era la enfermedad de los escritores americanos; entre ellos conocidos escritores como: Jack London, F. S. Fitzgerald, Hart Crane, Thomas Wolfe, Dashiell Hammett, Djuna Barnes, Tennessee Williams, Carson McCullers, John Cheever, Truman Capote, Raymond Carver, Robert Lowell, etc. La mayoría de ellos siempre creyendo, sinceramente, que la forma correcta de acercarse a las 'musas' era bebiendo constantemente."
Hubo debido a ello -sostiene la monografía- obras del alcohol y también obras de la "temperancia", entre éstas, las de Thoreau o Whitman. La monografía da cuenta de la utilización de los discursos de la temperancia para sacar partido literario de ellos: "Para Herman Melville, los discursos irónico y oscuro (de la temperancia) eran paradigmas culturales útiles mediante los cuales se sumergió en la duplicidad y en la ambigüedad humana. Hawthorne exploró las paradojas al (quiere decir 'en el') interior de la temperancia oscura y del modo irónico". La temperancia oscura alude a las campañas sensacionalistas que ponían énfasis en los desastres del alcohol, especialmente en el delirium tremens. La temperancia irónica en cambio aludía a la doble moral del común de los norteamericanos, cuya vida se dividía entre el puritanismo y el exceso alcohólico.
El trabajo pasa por la generación perdida y la exaltación del alcohol como consumo ligado al buen estilo. "Durante estas décadas (1920-1930) el beber grandes cantidades era reconocido por muchos como una señal inequívoca de dedicación al arte lo que reforzaba la expresión 'buenos escritores son escritores bebedores' (good writers are drinking writers). Sin embargo, (Scott) Fitzgerald había estado muriendo como escritor desde el año 1933 (tuvo 2 internaciones en el hospital ese año, 2 en 1934 y 4 entre 1935 y 1936), el mismo tipo de declive literario que sufrió (William) Faulkner después de 1942. (Entre 1935 y 1936, Fitzgerald bebía entre 20 y 30 botellas de cerveza para poder continuar escribiendo, con lo que obviamente, había perdido cualquier capacidad de autocrítica en torno a sus creaciones)."
(...) "Con el tiempo, después, vendrán nombres como Charles Bukowski, que es mucho mejor bebedor que escritor o Raymond Carver, mucho mejor escritor que bebedor".
No es entonces fructífera la relación de la literatura con el alcohol, sino con la mitología del alcohol.
El mito insiste, y probablemente contenga una verdad, como todos los mitos, a contramano de que hay millones de alcohólicos que no son buenos escritores y que no terminan siquiera como Faulkner o Fitzgerald: alcohólicos, pero con el saldo de obras de gran calidad, de los tiempos en que sus neuronas aún desafiaban al mito.
Apoteósis del mito alcohólico, el universal merchandising, claro.