domingo, enero 31, 2010

Alberto Girri / Un diálogo con lectores


de archivo

Propiedades de la magia

“Diálogo abierto” en la Feria del Libro. El autor invitado, el notable y complejo Alberto Girri, llega en punto a la sala Victoria Ocampo. Saco de tweed marrón, corbata al tono. No hay nadie, excepto este cronista, y el poeta opta por darse una vuelta. Cuando regresa al potro de los tormentos, seguramente deseando que los verdugos sean por lo menos formales, unas veinte personas ocupan butacas. El número se duplica mientras se realiza el protocolo de presentación por parte de una representante del Comité Ejecutivo de la Feria. Se cumple lo que el poeta había predicho, en confesión, al cronista: “Hay público para todo”.
Se verá, en estas actas, que lo que el público espera que un escritor le diga, el escritor no lo dice. Esto es, quiere que le diga quién es (el escritor, él mismo), es decir, todo.
En el diálogo con Girri hubo dos o tres –digamos, cuatro- personajes clave. Un lector preocupado por definir, aprehender, un lenguaje complejo, como el de la poesía moderna. Es un hombre honesto y el fenómeno Girri le significa un obstáculo. Lo llamaremos “el Lector Inquieto”. Hubo otro personaje, a quien representaremos como una señora que busca respuestas extraliterarias, predicciones más o menos tranquilizadoras sobre la humanidad en general. La llamaremos “la Dama del Oráculo”. Y hubo también “la Defensora Equivocada” y “la Fiscal Displicente”.
Abrió el fuego el Lector Inquieto. Quiso saber, más o menos, cómo nace un poema.
Girri: El poema se hace. Todo consiste en ser la persona indicada. Si no se es la persona indicada, de nada le va a servir que utilice el arsenal de palabras prestigiosas y situaciones presuntamente poéticas. Si es la persona indicada, así tome una línea de la guía del ferrocarril o el fragmento de un chiste, el resultado será el poema.
De inmediato entró en acción la Dama del Oráculo. Preguntó si Girri cree que en esta época esta naciendo un hombre nuevo.
Girri: En todas las épocas nace un hombre nuevo. La poesía es una expresión de ese nacimiento. El lenguaje no es un hecho natural, sino social; se supone que cada época tiene códigos semánticos y culturales que son diferentes, que configuran puntos de vista diferentes. Si usted me pregunta por un hombre ideal, le diría que, como el superhombre de Nietzsche, nunca llega, siempre está más allá, sabremos mucho después si existe hoy un hombre nuevo.
No perdió oportunidad el Lector Inquieto. Su propósito era evidentemente desmenuzar la roca Girri. Tuvo varias y repetidas intervenciones en ese sentido y, seguramente, se fue insatisfecho. Preguntó el Lector Inquieto si Girri tiene su propio código.
Girri: Por muchos que desarrolle de manera privada su actividad, ningún poeta está apartado del código de la sociedad en la que vive. Cada época transmite sus influencias a los escritores a través del lenguaje. Y ese lenguaje está imbuido de códigos culturales. Por eso, la poesía contemporánea está acusada de ser abstrusa o complicada, situación que proviene de que en realidad está reflejando algo que es muy similar a eso. Usted me pide mi clave. Eso sería suponer que lo que escribo es una caja fuerte de la que basta conocer mi combinación. Yo creo que todo consiste en un estado de atención. En estar leyendo lo que se está leyendo y no lo que uno espera estar leyendo.
Desafortunada intervención de la Defensora Equivocada: He tenido un programa de radio y, para elegir sus poemas, señor Girri, yo se los daba a leer a una mucama analfabeta y oligofrénica. Cuando ella lloraba, yo los elegía.
Girri: No sé si ponerme contento.
Defensora: Es que eran sus mejores poemas; es una cosa muy rara.
Girri: Usted parte de una petición de principios. Da por demostrado que eran los mejores poemas.
Defensora: Eran los poemas que tenían más éxito en mi audición.
Girri: No sé, soy ajeno a eso. Usted sabe que, según el Evangelio, el espíritu sopla donde quiere.
El Lector Inquieto ha tenido tiempo de pensar estrategias y nuevos modos de abordaje. Los intenta pidiéndole a Girri que hable sobre sus gustos literarios. Para Girri, “Borges sigue siendo lo más importante en poesía. Lo curioso es que, para la poesía, su importancia se ha desarrollado desde las particularidades de su prosa. A través de un sentido dramático del lenguaje, a través de una entonación que, sin dejar de ser rioplatense, produce un salto de enorme dimensión en relación con el espíritu tradicional del idioma español. La experiencia fundamental de él, desde el punto de vista lingüístico, abarca prosa y verso. Justamente Italo Calvino ha dado aquí una conferencia sobre el lirismo en la prosa. De eso hablamos”.
Interrogado sobre autores, Girri debió soportar la inquisición de la Fiscal Displicente: ¿Qué opina usted de Alfonsina Storni? Girri: Balbuceo, anécdotas personales sin asidero estético, cosas que impresionan de manera epidérmica. Fiscal Displicente: Figura en antologías, se la estudia en la Universidad. Girri: ¿Sabe usted cómo se llamaba el poeta más importante en la época de Goethe? (Lo dice: es un nombre ignoto). Nadie lo sabe hoy. Fiscal Displicente (acomodando su plata en el monedero): ¿Qué opina usted de Alfonsina Storni? (Caos en la sala).

Jorge Aulicino
Clarín, Buenos Aires, 14 de abril de 1984

sábado, enero 30, 2010

Lawrence Ferlinghetti / Caos





Una vasta confusión

Mucho tiempo estuve tirado en las arenas

Sonidos de trenes en la rompiente
en los subtes del mar
Y un aun más grande sonido subterráneo
de una vasta confusión del universo
un estruendo y un rugido
como si alguna enorme criatura se revolviese
bajo el mar y la tierra
mil millones de sotto voces murmurando
un vasto susurro
un creciente tartamudeo
de los locutores del océano
la garganta del mundo oída con la oreja en la arena
un conmovido eco
un conmocionante griterío
de todas las voces de la vida perdidas en la noche
Y una cinta grabada de eso
de algún modo corriendo hacia atrás ahora
a través de un sintetizador Moog del tiempo
Caos no desmodulado
volviendo a las primeras
armonías
Y a la primera luz

Lawrence Ferlinghetti (Nueva York, 1919)
Versión de J. Aulicino


A Vast Confusion
Long long I lay in the sands // Sounds of trains in the surf / in subways of the sea / And an even greater undersound / of a vast confusion in the universe / a rumbling and a roaring / as of some enormous creature turning / under sea and earth / a billion sotto voices murmuring / a vast muttering / a swelling stuttering / in ocean's speakers / world's voice-box heard with ear to sand / a shocked echoing / a shocking shouting / of all life's / voices lost in night / And the tape of it / somehow running backwards now / through the Moog Synthesizer of time / Chaos unscrambled / back to the first / harmonies / And the first light
poemhunter.com

Ilustración: Amanecer con monstruos marinos, c.1845, Joseph Mallord William Turner

De Ferlinghetti en este blog:
No mucho después

viernes, enero 29, 2010

Arnaut Daniel / Soy el único que sabe...


Soy el único

I
Soy el único que sabe el gran tormento que me nace
en el corazón, sufriendo de amor por tanto amar,
pues mi querer es tan firme y entero
que nunca se desvío ni se apartó de aquella
a quien ansié al ver por primera vez y después;
que en su ausencia siempre le digo ardientes palabras,
mas cuando la veo no sé, tanto tengo, qué decir.

II
Para ver a otras estoy ciego y sordo para oír,
pues solo a ella, veo y oigo y miro,
y en nada de esto le soy falso halagador,
porque más la quiere, de lo que dice la boca, el corazón;
que aunque voy por campos, valles, llanuras y montes
no encuentro en un solo cuerpo tantas buenas cualidades
como las que Dios quiso en ella reunir y poner.

III
Si bien he estado en muchas buenas cortes
aquí con ella encuentro mucho más que alabar:
mesura, juicio, y muchos otros méritos,
belleza, juventud, buenos actos y dulce compañía,
gentilmente la educó Cortesía y la guió;
tanto ha extirpado de sí todo lo desagradable
que no creo que nada bueno de ella quede por decir.

IV
Ningún placer que venga de ella me sería
breve ni corto, a quien ruego lo quiera adivinar,
que de otro modo no lo sabrá por mí,
salvo que el corazón sin palabras se presente afuera;
que por más agua que al Rodano ensanche,
no tiene tal brío como para que en el corazón un río mayor
no me haga un estanque de amor cuando la miro.

V
El placer y el solaz de otra me parece falso y bastardo
que ninguna en mérito se le puede igualar,
pues su compañía es superior a las otras.
¡Ay, pobre de mí, si no la tengo! ¡tanto me ha atrapado!
pero el afán me es diversión, risa y placer,
pues al pensar en ella me vuelvo hambriento y voraz:
¡Ay dios, si gozara de ella de otro modo!

VI
Nunca, les aseguro, me gustaron tanto juegos ni justas,
ni nada en el corazón tanto gozo me dio,
como aquel del que ningún falso adulador
jamás se jactó, que para mí solo es tesoro.
¿Digo demasiado? no, para no molestarla:
bella ¡por dios! el habla y la voz
preferiría perder, antes que decir algo que os desagrade.

VII
Y ruego que mi canción no os sea molesta,
pues, si recibis con gusto el sonido y las palabras,
poco le importa a Arnaut a quien guste o desagrade.

Arnaut Daniel (se supone que nació en Ribérac, en la región de Aquitania, a mediados del siglo XII, y que murió después del 1200)
Versiones de Jorge Salvetti y Darío Rojo


Sols sui qui sai lo sobrafan qe.m sortz

I
Sols sui qui sai lo sobrafan qe.m sortz
al cor d’amor sofren per sobramar,
que mos volers es tant ferms et entiers
c’anc non s’esduis de celliei ni s’estors
cui encubic al prim vezer s’e puois:
c’ades ses lieis dic a lieis cochos motz;
puois quand la vei non sai, tant l’ai, que dire.

II
D’autras vezer sui secs e d’auzir sortz
q’en sola lieis vei e aug e esgar,
e jes d’aisso no.il sui fals plazentiers
que mais la vol non ditz la bocha.l cors,
qu’ieu non vau tant chams vauz ni plas ni puois
q’en un sol cors trob aissi bons aips totz,
q’en lieis los volc Dieus triar e assire.

III
Ben ai estat a maintas bonas cortz,
mas sai ab lieis trob pro mais que lauzar:
mesur’e sen e autres bos mestiers,
beutat, joven, bos faitz e bels demors;
gen l’enseignet Cortesia e la duois
tant a de si totz faitz desplazens rotz
de lieis non cre res de ben si’a dire.

IV
Nuills jauzimens no.m fora breus ni cortz
de lieis cui prec q’o vuoilla devinar,
o ja per mi non o sabra estiers
si.l cors ses dich no.s presenta defors,
que jes Rozers, per aiga qe l’engrois,
non a tal briu c’al cor plus larga dotz
no.m fass’, estanc d’amor, qan la remire.

V
Jois e solatz d’autra.m par fals e bortz,
c’una de pretz ab lieis no.es por egar,
qe.l sieus solatz es dels autres sobriers.
Hai, si no l’ai, las, tan mal m’a comors!
Pero l’afans m’es deportz, ris e jois,
car en pensan sui de lieis lecs e glotz:
hai Dieus, si ja.n serai estieres gauzire!

VI
Anc mais, so.us pliu, no.m plac tant treps ni bortz,
ni res al cor tant de joi no.m poc dar
cum fetz aquel, don anc feinz lausengiers
non s’esbrugic, c’a mi sol so.s tresors.
Dic trop? Ieu non, sol lieis non si’enois:
bella, pero Dieu, lo parlar e la votz
vuoill perdr’enans que diga ren qe.us tire.

VII
E ma chanssos prec que no.us si’enois
car, si voletz grazir lo son e.ls motz.
pauc prez’Arnautz cui que plass’o que tire.



Ilustración: Arnaut Daniel, códice del siglo XII, Biblioteca Nacional de Francia

jueves, enero 28, 2010

Nicanor Parra / Entrevista


de archivo

Ecología y antipoesía

Nicanor Parra, a los 72 años [1986], busca el equilibrio de su sistema de pensamiento. Protagonista de una revolución casi unipersonal -la antipoesía, que pretendía borrar la metáfora prestigiosa y hacer evidente la irrealidad de los objetos concretos- es hoy "ecologista". Es decir, ha terminado con su rechazo visceral por las ideologías y quiere balancear en su espíritu el humor casi macabro de sus antipoemas con la defensa filosófica del medio ambiente.
Este cronista visitó con él y con el escritor Juan José Hernández la catedral de Salta, durante el reciente Congreso Latinoamericano de Poetas y Narradores [noviembre de 1986] y, mientras Hernández oficiaba de anfitrión, mostrando el sagrario labrado en oro, el irreverente inventor de la antipoesía paseaba su mandíbula dura entre los fieles postrados y tomaba notas. "Esta fe... esta fe -comentó- me hace revivir el siglo XVIII".
Después, bajo un sol que mareaba, Parra evocaba a escritores argentinos que había conocido en Santiago de Chile: "Raúl González Tuñón... un alma en pena, un espíritu bondadoso".
Parra sonríe rara vez y, sin embargo, su gesto no es adusto. Su aire de desprolijo profesor de matemática, un gesto sombrío e inerme, despierta hacia él ternura, palabra que no goza seguramente de sus preferencias.
El diálogo fue en las calles, en los intervalos del Congreso, y, finalmente, en la casa centenaria del poeta Raúl Aráoz Anzoátegui, en las afueras de la ciudad. Parra estaba relativamente tranquilo, quizá porque ha demostrado que su revolución, básicamente antinerudiana, tuvo su hora. Pero en los años setenta, cuando en uno de sus "artefactos" poéticos proclamaba: "Cuba sí, yanquis también", la izquierda se crispaba.

-Este invento suyo de la antipoesía llama la atención, sobre todo porque se produce en Chile. Este aggiornamento, esta puesta a punto de la poesía con la sociedad industrial en América latina, nace curiosamente en un país no industrializado, que no está, ni mucho menos, devastado por la contaminación ni al borde del estallido demográfico. ¿Cómo lo explica?
-Lo explico porque es un movimiento de reacción literaria frente al modernismo, llevando el modernismo hasta Neruda. "Qué pura eres de sol / o de noche caída, / qué triunfal desmedida / tu órbita de blanco". ¿Qué es eso? Bueno, musicalidad pura y preciosismo lingüístico. Esta tesis debía tener su antítesis, que podría concebirse más o menos en estos términos: el modernismo es elitista y preciosista, entonces hay que abrirse y desimpostar la voz.
-Preciosismo que llegó a ser popular, paradójicamente.
-Yo creo que lo que pasó allí, simplemente, fue una fuerza social desencadenada paralelamente a la estética. Resulta que Neruda era el poeta de un partido. Puntos suspensivos.
-Me refería a Rubén Darío, que fue bastante popular en vida y mucho más después de su muerte.
-Relativamente popular. Pero eso se debe a la alienación cultural. Fue un poeta alienado dentro de una sociedad alienada. Darío ofrecía un estupefaciente al lector. El antipoeta le arroja un balde de agua fría.
-¿Para ganarse la antipatía del lector?
-Con el objeto de que tomase conciencia... Tratando de explicar el modernismo, Lefebvre [Henri] ha dicho que daba respuesta a la identidad fracturada del hombre del siglo XIX. Es claro, mientras escuchamos una frase bien estructurada nos sentimos bien, pero claro que sólo mientras dura el poema, después volvemos a nuestros conflictos.
-Con la antipoesía, ¿uno se sentiría bien con sus conflictos?
-La otra respuesta generada en en siglo XIX es la respuesta de Marx. Marx decía que la culpa de la fragmentación del individuo no está en él, sino en la sociedad. El individuo recupera su identidad en la lucha social. Pero fíjate que Marx hablaba de "medios de producción" y no de medios de destrucción. El correlato de la mentalidad burguesa, que ponía todo en el individuo, es el modernismo. Quiero decir, el liberalismo produce el modernismo en poesía. Marx produce el realismo socialista. En ninguno de los dos planteos está presente -ni filosófica ni estéticamente- la relación con la naturaleza.
-De modo que en este planteo estriba su antiguo rechazo a las ideologías...
-Hablemos un poco de esto... Yo creo que el ciudadano planetario se define hoy porque actúa puntualmente pero piensa globalmente. No se olvida del hambre, de los problemas puntuales, pero debe colocarlos en la totalidad del problema. Si yo digo que debemos desimpostar la voz y trabajar en el idioma de la tribu, también digo que sólo abordaremos los problemas de la tribu. Y el mayor problema de la tribu es la supervivencia. Nadie se dio cuenta de aquello que estábamos haciendo con la naturaleza, hasta el momento en que, hoy, la situación es casi irreversible. Yo creo que introducir hoy la idea de la ecología -no sólo la ecología como ciencia o la simple ecología municipal- es propender a la autorregulación del sistema espiritual. El sistema espiritual es un sistema ecológico. Incorporemos a los temas puntuales del hombre, a los problemas sociales, la visión del problema ecológico.
-¿Entonces el Parra diabólico de los antipoemas se convirtió en un apóstol?
-No, junto a los textos ecológicos, están los antiecológicos. Un ejemplo de texto ecológico es este: "El error consistió en creer que la tierra era nuestra, / cuando la verdad de las cosas / es que nosotros somos de la tierra". Y al lado un texto del siguiente cariz: "No veo para qué tanta alharaca / ya sabemos que el mundo / se acabó".
-¿El pesimismo del comienzo?
-Es un chiste, como te dije mientras caminábamos, posterior al holocausto nuclear. Pero lo hago con el objeto de mantener el equilibrio del espíritu.
-El antipoeta sigue allí. Parra no es un converso.
-Yo diría que sí, puesto que me veo en la obligación de poner un texto antiecológico junto a un texto ecológico... precisamente por razones ecológicas. Para mantener el equilibrio del sistema. Trabajo según el método taoísta de la oposición. De lo contrario, corro el riesgo de caer en un nuevo realismo socialista.

Jorge Aulicino
Clarín, Buenos Aires, 16 de noviembre de 1986


miércoles, enero 27, 2010

W. H. Auden / Tres poemas


Epitafio sobre un Tirano

Perseguió cierta clase de perfección,
y la poesía que inventaba era fácil de entender;
Conoció la debilidad humana como la palma de su mano,
y estaba muy interesado en ejércitos y armadas;
Cuando reía, senadores respetables estallaban en carcajadas,
y cuando lloraba los niños pequeños morían en las calles.


Mis reflexiones me condenan

Mis reflexiones me condenan,
y me pregunto cómo me atrevo
a mirarte a los ojos.
¿Qué derecho tengo de jurar
siendo la una de la madrugada
que te amaré hasta que muera?
La tierra enfrenta muchos crímenes
para preocuparse por mentiras banales;
si puedo dar mi palabra
el perdón puede repetirse
una y otra vez
en el tiempo. Lo cual es absurdo.
Tempus fugit. Definitivamente.
Así que termina tu trago.
Toda la carne es hierba. Lo es.
¿Pero quién puede decir
con seriedad o liviandad
qué resultará de eso?


Blues del refugiado

Digamos que esta ciudad tiene un millón de almas,
algunas viven en mansiones, otras en agujeros:
pero no hay lugar para nosotros, mi amor, no hay lugar para nosotros.

Una vez tuvimos un país y creímos que era justo,
mira en el atlas y lo encontrarás:
no podemos ir ahí ahora, mi amor, no podemos ir ahí.

En el patio de la parroquia del pueblo hay un tejo añoso,
que vuelve a florecer cada primavera:
los pasaportes viejos no pueden hacer eso, mi amor, no pueden hacer eso.

El cónsul golpeó la mesa y dijo,
‘Si no tienen pasaporte, oficialmente están muertos’:
Pero aún estamos vivos, mi amor, aún estamos vivos.

Fui a un comité; me ofrecieron una silla;
me dijeron gentilmente que volviera al año siguiente:
¿Pero a dónde iremos hoy, mi amor, a dónde iremos hoy?

Fui a un acto público; el orador se paró y dijo:
‘Si los dejamos entrar, nos robarán el pan de cada día’;
Estaba hablando de nosotros, mi amor, hablaba de nosotros.

Creí escuchar un trueno retumbar en el cielo;
era Hitler sobre Europa, diciendo: ‘Ellos deben morir’,
él pensaba en nosotros, mi amor, pensaba en nosotros.

Vi un caniche abrigado con una mantita,
Vi una puerta abierta y entró un gato:
Pero no eran judíos alemanes, mi amor, no eran judíos alemanes.

Fui hasta el puerto y me detuve en el muelle,
vi los peces nadando como si fueran libres:
a solo diez pies, mi amor, a solo a diez pies.

Caminé por un bosque, vi los pájaros en los árboles;
no tenían políticos y cantaban libremente:
no eran hombres, mi amor, no eran hombres.

Soñé que había un edificio de mil pisos,
mil ventanas y mil puertas:
ninguna era nuestra, mi amor, ninguna era nuestra.

Me detuve en una planicie bajo la nevada;
diez mil soldados marchaban de un lado a otro:
buscándonos, mi amor, a ti y a mí.

W. H. Auden (York, 1907- Viena, 1973), Another Time, Random House, 1940
Versiones de Silvia Camerotto


Epitaph on a Tyrant
Perfection, of a kind, was what he was after, /And the poetry he invented was easy to understand; / He knew human folly like the back of his hand, /And was greatly interested in armies and fleets; /When he laughed, respectable senators burst with laughter, / And when he cried the little children died in the streets.

My second thoughts condemn
My second thoughts condemn,/ And wonder how I dare /To look you in the eye. /What right have I to swear /Even at one a.m./ To love you till I die? / Earth meets too many crimes /For fibs to interest her; / If I can give my word, / Forgiveness can recur / Any number of times / In Time. Which is absurd. / Tempus fugit. Quite. / So finish up your drink. / All flesh is grass. It is. / But who on earth can think / With heavy heart or light / Of what will come of this?

Refugee Blues
Say this city has ten million souls, / Some are living in mansions, some are living in holes: / Yet there's no place for us, my dear, yet there's no place for us.// Once we had a country and we thought it fair, / Look in the atlas and you'll find it there: / We cannot go there now, my dear, we cannot go there now. // In the village churchyard there grows an old yew, / Every spring it blossoms anew: / Old passports can't do that, my dear, old passports can't do that. // The consul banged the table and said, / "If you've got no passport you're officially dead": / But we are still alive, my dear, but we are still alive. // Went to a committee; they offered me a chair; / Asked me politely to return next year: / But where shall we go to-day, my dear, but where shall we go today? // Came to a public meeting; the speaker got up and said: / "If we let them in, they will steal our daily bread": / He was talking of you and me, my dear, he was talking of you and me. // Thought I heard the thunder rumbling in the sky; / It was Hitler over Europe, saying, "They must die": / O we were in his mind, my dear, O we were in his mind. // Saw a poodle in a jacket fastened with a pin, / Saw a door opened and a cat let in: / But they weren't German Jews, my dear, but they weren't German Jews. // Went down the harbour and stood upon the quay, / Saw the fish swimming as if they were free: / Only ten feet away, my dear, only ten feet away. // Walked through a wood, saw the birds in the trees; / They had no politicians and sang at their ease: / They weren't the human race, my dear, they weren't the human race. // Dreamed I saw a building with a thousand floors, / A thousand windows and a thousand doors: / Not one of them was ours, my dear, not one of them was ours. // Stood on a great plain in the falling snow; / Ten thousand soldiers marched to and fro: / Looking for you and me, my dear, looking for you and me.

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Ilustración: La huída a Egipto, 1563, Pieter Brueghel, el Viejo

martes, enero 26, 2010

Tuñón


de archivo

Raúl González Tuñón

El que escribe estas líneas redactó más de un artículo sobre Raúl González Tuñón. Nunca supo si lo hacía como periodista, como poeta, para defender posiciones o para atacarlas. Ahora que se cumplen veinte años de la muerte de Raúl [1994], desea empezar esto de otro modo. Y el deseo es decir: “Sea lo que yo sea, Tuñón fue mi maestro”.
Fue parte de una estirpe de intelectuales y hombres de acción que crearon una tradición secreta, tal vez ya desaparecida. Representaban una pureza que no he visto nunca más en mi vida. Vivían en la austeridad y con alegría. Fueron gurúes literarios y políticos, pero imprimieron a dos generaciones de periodistas y escritores una concepción de las cosas que trascendía la doctrina. Una actitud inmanente: aquellos hombres levitaban.
No es una simple cuestión personal que yo los recuerde en una crónica sobre Raúl. Quisiera mostrar, a través de mi experiencia, que ya no hubo, en el país, maestros de aquella naturaleza. Hombres que hayan marcado a nadie con gestos que creaban una nueva realidad. No fui únicamente testigo de la existencia de hombres así. Que yo sea producto de estos hombres, cuya presencia está viva aún, incluso en mis decisiones más íntimas, subraya que han pasado, para peor o para mejor, los tiempos de tan brutales transferencias.
Estos hechos poseían alguna magia. Cómo puede ser, me pregunto hoy, que las inscripciones en las paredes de París, en 1968, tuvieran un espíritu que misteriosamente se relacionaba con Tuñón. Y cómo puede ser que haya, involuntariamente, algo del Tuñón de "Surprise party en Doorn" o del de la canción a George Brantcroft o del de los poemas rojos a Octubre, en Los Redonditos de Ricota. Y cómo puede ser que haya, sin que ellos lo sepan, jirones de Tuñón en el caprichoso blues sobre el tema folclórico del arriero, de Divididos. El violín del diablo (1926), La calle del agujero en la media (1930), Todos bailan (1935), Versos para el atril de una pianola (1965), El rumbo de las islas perdidas (1969): títulos para orientarse, como puntos luminosos, en un autor que mezcló el music-hall, la copla, el himno, el blues, el vals criollo y el tango más simple, a pura guitarra, si se me permiten estas analogías musicales para describir los matices de sus textos.
Los chicos podrán amar siempre a Tuñón, como él amó al Gran Meaulnes. Tengo frente a mí, ahora, una página de la revista Así, en la que hay una foto del entierro de Tuñón el 15 de agosto de 1974. Los muchachos que sostienen el féretro, entre ellos, su hijo, Fito, tienen el pelo largo, pantalones de botamangas acampanadas y sobretodos de solapas anchas y redondeadas, como los de Los Beatles en El submarino amarillo. No parece una casualidad.
Unos días antes, lo fui a ver al hospital. No recuerdo cuál era, pero al atravesar un patio de aquella ruina descascarada, vi a un enfermo asomado a una ventana entre dos plantas de malvón. Tuve la misma impresión que cuando caminaba la primera cuadra de la calle Amenábar para ir a su casa. La primera vez que lo hice, junto con Daniel Freidemberg y Marcelo Cohen, recorrimos todo a lo largo un muro penetrado de humedad, y desde atrás del muro llegaba la música inesperada de una bandita de plaza. Después, tuvimos aquella sorpresa que todos vivieron cuando iban a su departamento -135 de Amenábar, planta baja, al fondo-: el tren pasaba a dos metros de la ventana del comedor, en el que había sólo una mesa cuadrada y unas bibliotecas, y, contra los lomos de los libros, el retrato de Baudelaire –"el padre de la poesía moderna", decía siempre, como si fuera la primera vez-. Todo esto me parece una organización de hechos casuales.
Lo que enseñaba no estaba en las palabras que decía en esos encuentros. Palabras que, mil veces repetidas, eran sólo relumbrones que insistían en hacernos ver a César Vallejo, cantando la Internacional, con el puño en alto, en el tren que llevaba a un grupo de escritores a un congreso de intelectuales en Madrid, durante los años agónicos de la República; o a Bertolt Brecht, miope y vestido con mameluco azul, fumando un habano durante las sesiones de ese Congreso; o a Hemingway, con la cara colorada de risa, después de disparar contra un conejo y provocar un zafarrancho de combate en el frente de Madrid.
Quiero decir: este submundo, este trasmundo en el que vivía, era una realidad que nade dejaba de percibir, no en el sentido de aquellas palabras, sino en el encantamiento que provocaban. Tuñón estaba en las barricadas de París, en 1968, porque sin duda para él, y quizá en mayor grado que para los surrealistas, la poesía era un modo de vivir. Y ya lo de modo, manera, forma, me va molestando. No una forma, sino la vida tal como es, como se presenta en un satori.
Raúl aprendió esta manera oriental de percibir el movimiento contradictorio y espiritual de la cosas en los tugurios del Paseo de Julio, hoy avenida Leandro Alem; y fue más que surrealista sin conocer a los surrealistas; y decía que había aprendido a escribir leyendo a Baudelaire en malas traducciones y al poeta anarquista porteño Héctor Pedro Blomberg; y superponía Chilecito y París, los puertos petroleros y las alucinaciones del teatro de marionetas; y trasmitía esa rara percepción de un mundo borrascoso y a la vez íntimo y misterioso. Y era, sin embargo, un hombre. Pero no podía, por eso, ser menos que un hombre ético, que vivía honestamente sin hacer gala de su honestidad. No se poseía. No era dueño de sí. Descreía profundamente de su magisterio y de cualquier destino.
San Juan de la Cruz debió explicar a la Iglesia, pero quizá también a sí mismo, que sus "ínsulas extrañas" remitían a Dios. Tuñón, que se decía panteísta, sabía que Dios está en cada fragmento, como fragmento y como un todo. Había cambiado la palabra Dios por la palabra futuro. Y usaba el término saudade no como equivalente de nostalgia, sino como el que define esa sensación de añoranza por lo que siempre está ocurriendo y escapando hacia adelante.
Finura, precisión, lirismo, imaginación alucinada, sobriedad porteña y amor por hampones, revolucionarios, conspiradores, marinos, contrabandistas y personajes de circos de mala muerte, conocidos en la realidad, integraban un registro de súper ficción, que lo hace testimonio del proceso en que se forjó parte de la cultura argentina: reciclajes, costuras; y lo hermana en espíritu con Brecht, el de La ópera de tres centavos: "No digan la verdad como césares –mañana habrá pan-, sino como Lenin: mañana estaremos perdidos, a menos que..."
En este hilo tendido sobre una alegre catástrofe de letras, de ideologías, de paisajes y visiones, vividos de veras, pero extremadamente ficcionalizados, se balanceaba Raúl, el funámbulo. Un sabio y un santo. Alguien a quien sólo se puede llamar maestro en ese amplio sentido cultural y religioso que elude la solemnidad y la jerarquía.

Jorge Aulicino
Clarín, Cultura y Nación, Buenos Aires, 18 de agosto de 1994

Foto: Archivo de Clarín

Pier Paolo Pasolini / Dos poemas


De "Apéndice II"

Un pájaro inaudito en la acequia
canta, y una infinidad -mis años-
evoca en la soledad. Siento
así que estoy vivo en la mañana,
siento que me blanquean las manos
y los cabellos me oscurecen la frente,
al pálido grito de este pájaro.

Luego regresa el silencio, espeso, atroz
silencio, y yo siempre lejano, suspendido
en un sueño, apenas vivo, siempre atento
a recordarme.


De "La riqueza, 2"

¡Ah, replegarse en uno mismo, y pensar!
Decirse, sí, ahora pienso -sentado
en el asiento, cerca de la amigable ventanilla.
¡Puedo pensar! Quema los ojos, la cara,
con las podredumbres de Piazza Vittorio,
la mañana, y, mísero, adhesivo,
mortifica el olor del carbón
la avidez de los sentidos: un dolor terrible
pesa en el corazón, de nuevo vivo.

Animal vestido de hombre -un chico
enviado de paseo, solo, por el mundo,
con su abrigo y sus cien liras,
heroico y ridículo voy al trabajo,
yo también, para vivir... Poeta, sí,
pero aquí estoy, en este tren
cargado tristemente de empleados,
como un chiste, blanco de cansancio,
aquí estoy, sudando mi estipendio,
dignidad de mi falsa juventud,
miseria de la que, con humildad interior
y ostentosa aspereza, me defiendo.

¡Pero pienso! Pienso, en el amigable rinconcito,
inmerso, la entera media hora del recorrido
de San Lorenzo a las Capannelle,
de las Capannelle al aeropuerto,
en pensar, buscando infinitas lecciones
en un solo verso, en un bocado de verso.
¡Qué estupenda mañana! ¡A ninguna otra
igual! Ahora, hilos de magra
neblina, ignorada entre los terraplenes
de acueducto, recubiertos
de casuchas pequeñas como caniles,
y calles tiradas allá, abandonadas
al uso de solamente esa gente pobre.
Ahora, arrebatos de sol sobre praderas de grutas
y cuevas, natural barroco, con verdes
extendidos por un mendicante Corot; ahora soplos de oro
sobre las pistas donde, con deliciosas grupas marrones,
corren los caballos, montados por muchachos
que parecen aun más jóvenes, y no saben
qué luz hay en el mundo alrededor de ellos.

Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922-Ostia, 1975), Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 2003
Versiones de Jorge Aulicino


Un inaudito uccello sulla roggia / canta, e un' infinità -i miei anni- / evoca nella solitudine. Sento / così che sono vivo nel mattino, / sento che mi biancheggiano le mani / e i capelli m' ombrano la fronte / al cereo grido di questo uccello. //Poi ritorna il silenzio, fitto, atroce / silenzio, e io sempre lontano, a un sogno / sospeso, appena vivo, sempre intento / a ricordarmi.

Diari 1943-1953, Appendici a "Dal Diario", Appendice II (1945-1947)


Ah, raccogliersi in sé, e pensare! / Dirsi, ecco, ora penso -seduti / sul sedile, presso l' amico finestrino. / Posso pensare! Brucia glio occhi, il viso, / dalle marcite di Piazza Vittorio, / il mattino, e, misero, adesivo, / mortifica l' odore del carbone / l' avidità dei sensi: un dolore terribile / pesa nel cuore, così di nuovo vivo. // Bestia vestita da uomo -bambino / mandato in giro solo per il mondo, / col suo cappotto e le sue cento lire, / eroico e ridicolo me ne vado al lavoro, / anch' io, per vivere... Poeta, è vero, / ma intanto eccomi su questo treno /carico tristemente di impiegati, / come per scherzo, bianco di stanchezza, / eccomi a sudare il mio stipendio, / dignità della mia falsa giovinezza, / miseria de cui con interna umiltà / e ostentata asprezza mi difendo... // Ma penso! Penso nell' amico angoletto, / immerso l' intera mezzora del percorso, / da San Lorenzo alle Capannelle, / dalle Capannelle alle aeroporto, / a pensare, cercando infinite lezioni / a un solo verso, a un pezzetto di verso. / Che stupendo mattino! A nessun altro / uguale! ora fili di magra / nebbiolina, ignara tra i muraglioni / dell' acquedotto, ricoperto / da casette piccole come canili, / e strade buttate là, abbandonate, / al solo uso di quella povera gente. / Ora sfuriate di sole, su praterie di grotte / e cave, naturale barocco, con verdi / stesi da un pitocco Corot; ora soffi d' oro / sulle piste dove con deliziose groppe marrone / corrono i cavalli, cavalcati da ragazzi / che sembrano ancor più giovani, e non sanno / che luce è nel mondo intorno a loro.

La religione del mio tempo, La richezza (1955-1959), 2



Ilustración: Fresco de una casa pompeyana (detalle), entre 25 y 50 d. C.

lunes, enero 25, 2010

Edgar Bayley / Poesía y política



El poeta político

El poeta era también político. Se interesaba por los problemas pequeños y grandes de las gentes y era capaz de encontrar y aplicar soluciones. Su generosidad era eficiente. Podía sostener una empresa. Podía dominar los pequeños detalles. Podía enunciar, exponer. Su elocuencia había superado la impostura, y entre las gentes sencillas y buenas el poeta político había logrado ser uno más. Pero, si el poeta atendía a las cosas del mundo, sintiéndose simplemente vivir, también sentía la urgencia de la palabra misma. También experimentaba la necesidad de demorarse, de interrumpir la fluencia entre el mundo y él. Entonces el poeta empezaba a hablar para sí mismo en un intento de hablar mejor, más hondo, a todos los hombres. Y perdía su voz y rompía su instrumento.

Edgar Bayley (Buenos Aires, 1919- 1990), revista Poesía Buenos Aires, n° 25, 1957. Rodolfo Alonso, Poesía Buenos Aires (1950-1960), antología íntima, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2010


Ilustración: Los poetas, c. 1919, Georgios Roilos

domingo, enero 24, 2010

Milton de Lima Sousa / Adverbial




Formación en el adverbio

Enmascarado en viento y miradas,
sintiendo el bizco fondeadero de la muerte,
llego al Entonces físicamente imantado de vértigos,
y revoloteo -sentido abreviado- entre vicios en formación.
¡Que el espacio de un insecto me socorra!
Interrumpieron el contacto de mi corazón
con una lengua de polvo -me vuelvo espantajo de imágenes,
y doy agua azucarada al ser convulsivo que pasea
por el via crucis de mi sangre.
Mansa es la corrección de poros que me levanta en cruz.
Sí: penetro el adverbio y duermo entre restos de sonrisas.

Milton de Lima Sousa (Vargem Grande do Sul, 1925-Curitiba, 1999), versión de Mario Trejo, revista Poesía Buenos Aires, n° 7, 1952. Rodolfo Alonso, Poesía Buenos Aires (1950-1960), antología íntima, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2010

Foto: De Lima Sousa (izq.) con Rodolfo Alonso, Triplov.com.org

viernes, enero 22, 2010

Martín Prieto / Temas





Los temas de peso

Después de varios años dedicados a la minucia,
al enfermante relevamiento de los detalles,
decidí abocarme a los temas de peso:
el amor, la política, la trascendencia, la gloria.
Finalmente convencido de que el mundo
era más amplio que mi departamento
compré una pila de tarjetas magnéticas
y salí a recorrer la ciudad en colectivo
atento al paisaje y al rumor sordo
en el que se convertía la parla simultánea
de mis contemporáneos. La bruma gris
que se levanta en los barrios de la quema
y la otra, prístina, que emerge rosa del agua
del río león, envolvían mis paseos en un aura
de ensueño, y todo se aparecía corrido
de su justa dimensión.

Martín Prieto (Rosario, 1961), Los temas de peso, Ediciones Vox, Bahía Blanca, 2009

Foto: Prieto anuncia una actividad del Centro Cultural Parque de España, 2009 Club de Fun, Rosario

miércoles, enero 20, 2010

Francisco Urondo / Gaviotas

Gaviotas

Estas pequeñas aves marinas se reúnen a veces en las playas, en no muy grandes cantidades, a descansar quizás. Permanecen paradas sobre sus finas y ágiles patas dando cara al mar, mirándolo fijamente como viejos marineros que añoran, desde el sosiego de los malecones, quién sabe qué puertos. De pronto, pareciera que algo las inquieta y, como buscando la salvación, vuelan desesperadamente hacia su verde magnitud.

Pese a estar siempre en grupos, permanecen ocluidas en su soledad pues, al menos aparentemente, ignoran la presencia de sus compañeras, y es así como tan solo cambian algunas pocas palabras entre ellas. Todo hace suponer que existe una sola verdad y una sola preocupación en su mundo.

Remontan, de tanto en tanto, pequeños vuelos sobre el grupo, para luego posarse nuevamente y terminar así con lo que esto tuvo de desconcertante, siempre con la mirada detenida en su sentido magnífico. A veces vuelan en dirección contraria, pero estos vuelos son intrascendentes. De inmediato todas, a pasos cortos y donosos, se acercan hasta la proximidad mayor que las olas les permiten, cerciorándose de que el mar no las ha abandonada aún.

Cuando divisan o presienten -pues aún no se ve- algún barco en el horizonte, se lanzan en un vuelo irreductible.

Indudablemente, la costa es circunstancial para ellas.

Francisco Urondo (Santa Fe, 1930-Mendoza, 1976), "Historia antigua", 1950-1957, Obra poética, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2006

martes, enero 19, 2010

Delmore Schwartz / Caverna



En el lecho desnudo, en la caverna de Platón

En el lecho desnudo, en la caverna de Platón,
Reflejos de focos resbalaron lentamente por el muro,
Carpinteros martillaron debajo de la ventana en sombras,
Toda la noche el viento agitó las cortinas,
Una flota de camiones se esforzó cuesta arriba, rechinando,
Sus cargas cubiertas, como de costumbre.
El cielorraso se iluminó de nuevo, el oblicuo diagrama
Resbaló lentamente hacia adelante.

Al oír las pisadas del lechero,
Su esforzada subida por la escalera, el tintineo de la botella,
Me levanté de la cama, encendí un cigarrillo
Y caminé hacia la ventana. La calle empedrada
Revelaba la inmovilidad en la que se yerguen los edificios,
La vigilia del foco de la calle y la paciencia del caballo.
El puro capital del cielo de invierno
Me hizo volver al lecho con los ojos exhaustos.

Lo inusitado creció en el aire inmóvil, la floja
Película se volvió gris. Carros trepidantes y cataratas de cascos
Sonaban a lo lejos, cada vez más fuerte y más cerca.
Al ponerse en marcha, un automóvil tosió. La mañana disolviendo
Suavemente el aire, elevó desde el fondo del mar
La silla semicubierta, iluminó el espejo,
Hizo distinguible el aparador y el blanco muro.
El pájaro intentó llamar, silbó, llamó;
Trinó y silbó, ¡eso es!, perplejo, todavía húmedo
De sueño, afectuoso, hambriento y con frío. Así, así,
Oh hijo del hombre, la noche ignorante, los afanes
De la madrugada, el misterio de comenzar
Una y otra vez, en tanto que la Historia no es perdonada.

Delmore Schwartz (Nueva York, 1913-1966), William Shand y Alberto Girri, Poesía norteamericana contemporánea, Distribuidora Mexicana de Libros, Ciudad de México, 1976


In the Naked Bed, in Plato’s Cave
In the naked bed, in Plato’s cave, / Reflected headlights slowly slid the wall, / Carpenters hammered under the shaded window, / Wind troubled the window curtains all night long, / A fleet of trucks strained uphill, grinding, / Their freights covered, as usual. / The ceiling lightened again, the slanting diagram / Slid slowly forth. // Hearing the milkman’s chop,/ His striving up the stair, the bottle’s chink, / I rose from bed, lit a cigarette, / And walked to the window. The stony street / Displayed the stillness in which buildings stand, / The street-lamp’s vigil and the horse’s patience./ The winter sky’s pure capital / Turned me back to bed with exhausted eyes. // Strangeness grew in the motionless air. The loose / Film grayed. Shaking wagons, hooves’ waterfalls, / Sounded far off, increasing, louder and nearer. / A car coughed, starting. Morning, softly / Melting the air, lifted the half-covered chair / From underseas, kindled the looking-glass,/ Distinguished the dresser and the white wall. / The bird called tentatively, whistled, called, / Bubbled and whistled, so! Perplexed, still wet / With sleep, affectionate, hungry and cold. So, so, / O son of man, the ignorant night, the travail / Of early morning, the mystery of beginning / Again and again, / while History is unforgiven.

Foto: Schwartz Poet and Beinecke Library / U. de Yale

lunes, enero 18, 2010

Pier Paolo Pasolini / de "El ruiseñor de la Iglesia Católica"


La misa

¡Domingos de los vivos!

El alba de la fiesta
hace temblar en el seno
del fresco jovencito
una brizna de hierba fresca.

¡Domingos del alma!

Qué fiebre, qué dolor
ser vivos y mostrarse
al sol que resplandece
sobre los frescos cabellos.

¡Domingos de amor!

El es todo vergüenza
por el amor descubierto
en la blanca camisa
y las pupilas ardientes.

¡Domingos de Dios!



Hymnus ad nocturnum

Tengo la calma de un muerto:
miro la cama que espera
mis miembros, y el espejo
que me refleja absorto.

No sé quebrar el hielo
de la angustia, llorando,
como antes, en el corazón
de la tierra y del cielo.

No sé fingirme calma
o indiferencia u otras
juveniles proezas,
coronas de mirto o palmas.

Oh Dios inmóvil que odio,
haz que emane todavía
vida de mi vida,
no me importa ya el modo.



Dies Irae
No, con mi honesto corazón no me alío.
Es muy puro, tiene el frío de la muerte,
y ustedes, que no explotaron su ardor
ingenuo, sus reclamos perentorios,
tienen la esperanza de que lo escuche
este ladrón de sí mismo que yo soy...

¡Ese día, vencido, escucharé mi llanto,
pero tendré en la mano el ciprés, no el olivo!
Ustedes saben, oh ángeles, que tienta
mi voz el bárbaro que estuvo
ante una tierra de albas y de gemas:
era la tierra que yo vi sobre Livenza,

sobre el Po, sobre Reno, cuando un hacha
de dos filos de oro pueril en la mano
agitaba dichoso sobre el padano
paisaje: allí, mi familia, indemne
verde tribu, vivía en lo creado.
Pero ESTABA ya mi condena en mí.

Y se desencadenará si los dulces hilos
de la alegría he perdido... Oh Dios, está
ya en mí mi fantasma, mi autómata,
que me suplantará en el viejo aroma
de mi cuarto, de mi tierra, y ay de mí,
del mundo, casi increado todavía,

por el que el muerto ya no se apasiona.

Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922-Ostia, 1975), "L' usignolo della Chiesa Cattolica" (El ruiseñor de la Iglesia Católica), 1943-1949, Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 2003

Versiones de Jorge Aulicino


La messa
Domeniche dei vivi! // L' alba della festa / fa tremare nel seno / del fresco giovinetto / un filo de' erba fresca. // Domeniche dell' anima! // Che febbre, che dolore / esser vivi e mostrarsi / al sole che risplende / sopra i freschi capelli. // Domeniche d' amore! // Egli è tutto vergogna / per l' amore scoperto / nella bianca camicia / e le pupille ardenti. // Domeniche di Dio!

Hymnus ad nocturnum
Ho la calma de un morto: / guardo il letto che attende / le mie membra e lo specchio / che mi riflette assorto. // Non so vincere il gelo / dell' angoscia, piangendo / come un tempo, nel cuore / della terra e del cielo. // No son fingermi calme / o indifferenze o altre / giovanili prodezze, / serti di mirto o palme. // O inmoto Dio che odio / fa che emani ancora / vita dalla mia vita / non m' importa più il modo.

Dies Irae
No, col mio onesto cuore non mi alleo. / È troppo puro, ha il freddo della morte, / e voi, che non sfruttate il suo ardore / ingenuo, i suoi richiami perentori, / avete la speranza che lo ascolti / questo ladro di sè che io sono... // Quel giorno, vinto, ascolterò il mio pianto, / ma in mano avrò il cipresso, non l' ulivo! / Voi lo sapete, o angeli, che tenta / la mia voce il barbaro che stette / dinanzi ad una terra d' albe e gemme: / fue la terra ch' io vidi sul Livenza // sul Po, sul Reno quando una bipenne / di oro fanciullesco nella mano / agitavo gioioso sul padano / paesaggio: lì la mia famiglia, indenne / verde tribù, viveva nel creato. / Ma ERA già la mia condanna in me. // E si scatenerà se i dolci fili / della gioia avrò perso... O Dio, c' è / già in me il mio fantasma, il mio automa, / che mi soppianterà, nel vecchio aroma / della mia stanza, del paese, e ahimè, / del mondo, quasi increato ancora, // a cui il morto, ormai, non si appassiona.

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Ilustración: Miniatura del siglo XIII, Biblioteca de Francia