viernes, julio 31, 2009

Patrick Kavanagh / Una épica



He vivido en sitios importantes, tiempos
en que grandes cuestiones se dirimían, de quién era
aquel octavo de acre pedregoso, una tierra de nadie
rodeada por reclamos defendidos con horquetas.
“Maldita sea tu alma” —escuché gritar a los Duffy—
y vi al viejo McCabe, desnudo hasta la cintura
pisar el terreno desafiando el acero:
“La marca son estas piedras rojizas”.
Ese era el año del asunto de Munich *. ¿Cuál era más trascendente?
Me inclinaba a perder la fe en Ballyrush y Gortin **
cuando llegó el espectro de Homero, susurrando a mi conciencia.
“Hice la Ilíada de una riña local
como esa”, me dijo. Los dioses crean su propia importancia.

Patrick Kavanagh (Inniskeen, condado de Monaghan, 1904-Dublin, 1967), Poesía Irlandesa Contemporánea, selección, prólogo, traducción y notas: Jorge Fondebrider y Gerardo Gambolini, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1999
Traducción: Gerardo Gambolini

* En la semana del 24 al 30 de septiembre de 1938, Hitler, Mussolini, Chamberlain y Daladier se reunieron en Munich para considerar las pretensiones alemanas de anexión del territorio de los Sudetes, región perteneciente a la antigua Checoslovaquia.
** Dos pueblos de la parroquia de Inniskeen.

Epic
I have lived in important places, times/ When great events were decided, who owned/ That half a rood of rock, a no-man’s land/ Surrounded by our pitchfork-armed claims./ I heard th Duffy’s shouting ‘Damn your soul’/ And old McCabe Stripped to the waist, seen/ Step the Plot defying blue-cast steel-/’Here is the marcha long these iron stones’./ That was the year of the Munich bother. Which/ Was more important? I inclined/ To lose my faith in Ballyrush and Gortin/ Till Homer’s ghost came whispering to my mind./ He said: I made the Iliad from such/ A local row. Gods make their own importance.

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Foto: Kavanagh, 1951 UCC

jueves, julio 30, 2009

Camillo Sbarbaro / Pianissimo
















Siempre absorto...

Siempre absorto en mí mismo y en mi mundo,
como en sueño me muevo entre los hombres.
En quien me choca con el brazo no me fijo,
y si alguna cosa miro agudamente
casi nunca veo lo que miro.
Cólera me toma contra quien me saca
de mí mismo. Toda voz me importuna.
Amo sólo las voces de las cosas.
Me irrita todo lo que es necesario
y habitual, todo lo que es vida,
como irrita la brizna al caracol
y como él, en mí mismo me repliego.

Porque la vida que basta a los otros hombres
no me bastaría a mí.
Y realmente
si otro mundo no tuviese, mío,
en el cual refugiarme de la vida,
si más allá de mis miserias y las tristezas
y las necesidades y las costumbres
a mí mismo no quedara yo mismo,
¡oh como querría no existir!
Pero una impresión extraña me acompaña
siempre en cada paso y me consuela:
me parece pasar como al acaso
por este mundo...

Camillo Sbàrbaro (Santa Margherita Ligure, 1888-Savona, 1967), Pianissimo, 1914, Neri Pozza, Venecia, 1954
Versión de J. Aulicino

Sempre assorto in me stesso e nel mio mondo/ come in sonno tra gli uomini mi muovo./ Di chi m'urta col braccio non m'accorgo,/ e se ogni cosa guardo acutamente/ quasi sempre non vedo ciò che guardo./ Stizza mi prende contro chi mi toglie/ a me stesso. Ogni voce m'importuna./ Amo solo la voce delle cose./ M'irrita tutto ciò che è necessario/ e consueto, tutto ciò che è vita,/ com'irrita il fuscello la lumaca/ e com'essa in me stesso mi ritiro.// Ché la vita che basta agli altri uomini/ non basterebbe a me./ E veramente/ se un altro mondo non avessi, mio,/ nel quale dalla vita rifugiarmi,/ se oltre me miserie e le tristezze/ e le necessità e le consuetudini/ a me stesso non rimanessi io stesso,/ oh come non esistere vorrei!/ Ma un'impressione strana m'accompagna/ sempre in ogni mio passo e mi conforta:/ mi pare di passar come per caso/ da questo mondo...


Foto: Sbàrbaro Comune di Spotorno
Del autor en este blog:

Padre, aunque no fueses... / A veces, mientras camino...

miércoles, julio 29, 2009

Rafael Felipe Oteriño / Corredor


Yo corría

Era el delicioso '83,
claro que en él no tenía
esta tendencia barrosa
a volver sobre los pasos; yo corría,
y la mañana corría conmigo: perros en la plaza,
un chico y su bicicleta,
la señora que se apartó para que yo pasara.

Como una música ordenada,
todo tendría que haber continuado su marcha
hasta la consumación:
cada perro encontrar a su amo,
el chico llegar a grande,
y el árbol, que nos cubría a todos,
perder su flor azul y ser un bosque.

Pero ninguno se ha movido: aún no.
Suspendidos en su arrobo,
los hechos pierden una cualidad
que les es propia: la transitoriedad;
vistos al trasluz, persisten como cristales:
son punzaduras, caligrafías,
dorado sílex en tierra carpida.

Y como la fotografía
sólo captó que yo corría,
esa mañana no miente ni ha cesado:
los perros husmean papeles en el viento,
el chico cruza veloz entre las hojas,
la señora apura el paso,
y yo, más liviano que el aire,
no he dejado de correr y tampoco he llegado.

Rafael Felipe Oteriño (La Plata, 1945), "Agora", 2005, En la mesa desnuda. Poemas escogidos 1966-2008, Ediciones al Margen, La Plata, 2008

Ilustración: Antonio Seguí, Personaje, 1961 Centro Pompidou, París

De Oteriño en este blog:
Ahab

martes, julio 28, 2009

A.E. Housman / Campo


Mis sueños son de un campo muy lejano

Mis sueños son de un campo muy lejano
entre la sangre, el humo y los disparos:
allí están mis amigos en sus tumbas
pero yo en mi sepulcro no me encuentro.

Conocí los oficios de los hombres,
Yo también aprendí la lección simple:
Mas cuando olvidé y corrí, ellos
rememoraron y permanecieron.

A.E. Housman (Bromsgrove, 1859-Cambridge, 1936), versión de Silvina Ocampo en Antología de Poetas Ingleses Modernos, introducción de Dámaso Alonso, Antología Hispánica, Editorial Gredos, Madrid, 1962

My dreams are of a field afar
My dreams are of a field afar/ And blood and smoke and shot./ There in their graves my cofrades are,/ In my grave I am not.// I too was taught the trade of man/ And spelt the lesson plain:/ But they, when I forgot and ran,/ Remembered and remain.

Foto: Housman EO Hoppe/Corbis/The Guardian

lunes, julio 27, 2009

Laura Witner / Lluvias


Paseo
Buscando recuperar el estado de flotación
que existió una, dos veces como mucho
en cada relación o actividad
la persona sale de su casa,
testea el aire, elige la postura y se lanza hacia delante
para un rato después encontrarse circulando
entre escenarios de los que espera demasiado:
muy verdes hojas de hiedra sobrecrecida
como trapos colgando de un alambrado de uno treinta,
luces amarillas de un fulgor desconcertante
que en su disposición son molde
de lo que se llama planetario,
graffitis modernos con pintura plateada
y el tren que justo entonces pasa por encima,
en fin,
todo tipo de cosas sugerentes
que algo tendrían que entregar
si el cable de este razonamiento
no se hubiera cortado en algún punto.


Respondiéndole a Carver diez años después

El cuerpo no pesa lo suficiente sobre el colchón
y el deseo de dormir se diluye
en el deseo de todo. Este hartazgo
no se puede glosar.
Ni siquiera es hartazgo.
Para que el cuerpo logre algún reposo
la mente tiene que salir al aire gélido
en estampida, pero estampida silenciosa
como todo lo iluminado por la luna.

Laura Wittner (Buenos Aires, 1967), Lluvias, Editorial Bajo la Luna, Buenos Aires, 2009

Foto: XVII Festival Internacional de Poesía Rosario

domingo, julio 26, 2009

Ezra Pound / El jardín



El jardín
En robe de parade. 
Samain

Como madeja de seda suelta que el viento arrastra rozando un muro
camina junto a la barandilla de un sendero en Kensington Gardens,
y se muere poco a poco
de una especie de anemia emocional.

Y por ahí anda una chusma
de los hijos mugrientos, robustos, indestructibles de los muy pobres.
Ellos heredarán la tierra.

En ella se termina la estirpe.
Su aburrimiento es exquisito y excesivo.
Le gustaría que alguien le hablase,
Y casi teme que yo
cometa esa indiscreción.

Ezra Pound (Hailey, 1885-Venecia, 1972), versión de Jorge Fondebrider en Argentarium. Antología de los poemas cortos de Ezra Loomis Pound, traducidos por autores argentinos, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2009

The Garden En robe de parade. Samain
Like a skein of loose silk blown against a wall/ She walks by the railing of a path in Kensington Gardens,/ And she is dying piece-meal of a sort /of emotion anaemia.// And round about there is a rabble/ Of the filthy, sturdy, unkillable infants of the very poor./ They shall inherit the earth.// In her is the end of breeding./ Her boredom is exquisite and excessive./ She would like some one to speak to her,/ And is almost afraid that I/ will commit that indiscretion.

de Lustra, 1916-1917
---
Ilustración: Safo y Erina en un jardín de Mitilene, Simeon Solomon, 1864

Víctor Manuel Gaviria / Pensamientos


A ustedes pensamientos…

A ustedes pensamientos, agradezco
que no me hayan traicionado,
y que se hayan escondido tan hondo
detrás de mi cara,
que yo haya estado con tanta gente
en las fiestas y en la reuniones de trabajo,
y ustedes hayan permanecido silenciosos,
sin hacer huir a nadie de mí,
y no hayan hecho ruido involuntario como
lo hacen algunos vasos o sillas que se caen
de extraña inquietud...
A ustedes, pensamientos, agradezco
haber esperado tanto tiempo en la última pieza honda
de mi vida,
sobre todo porque han hecho que algunos me amen
por escucharlos sin decirles nada,
por estar ahí como una compañía
que tanto necesitan las cosas,
por estar ahí en las largas noches
en que no éramos nadie, por favor, no éramos
nadie,
y el viento nos barría...

Víctor Manuel Gaviria (Medellín, 1955), Palabra rodante, inédito

Texto y foto: XVII Festival Internacional de Poesía Rosario

sábado, julio 25, 2009

Miguel Gaya /De "Lo efímero y otros poemas inestables"


Lo clásico

Abierto a la mañana el hombre distingue
en el canto de los pájaros la armonía,
y la atribuye a esa parcela afable
de la naturaleza que arbitrario demarca.

Así descansa del áspero desconcierto
de escucharlo todo. Y sin embargo
algo repta en él, acaso el registro
del corrosivo tiempo que puntúa,

entre uno y otro canto del ave
oculta en la espesura,
el transcurrir del bosque

que acaba en el silencio.
Nadie escucha inocente,
luminoso u oscuro el vivir.

Miguel Gaya (Ayacucho,  Argentina, 1953), Lo efímero y otros poemas inestables, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2009

Foto: Gaya, 1996 Daniel Grad/AutorExus

viernes, julio 24, 2009

Olga Orozco / Ventana


Mujer en su ventana

Ella está sumergida en su ventana
contemplando las brasas del anochecer, posible todavía.
Todo fue consumado en su destino, definitivamente inalterable desde ahora
como el mar en un cuadro,
y sin embargo el cielo continúa pasando con sus angelicales procesiones.
Ningún pato salvaje interrumpió su vuelo hacia el oeste;
allá lejos seguirán floreciendo los ciruelos, blancos, como si nada,
y alguien en cualquier parte levantará su casa
sobre el humo y el polvo de otra casa.
Inhóspito este mundo.
Aspero este lugar de nunca más.
Por una fisura del corazón sale un pájaro negro y es la noche
-¿o acaso será un dios que cae agonizando sobre el mundo?-,
pero nadie lo ha visto, nadie sabe,
ni el que se va creyendo que de los lazos rotos nacen preciosas alas,
los instantáneos nudos del azar, la inmortal aventura,
aunque cada pisada clausure con un sello todos los paraísos prometidos.
Ella oyó en cada paso la condena.
Y ahora ya no es más que una remota, inmóvil mujer en su ventana,
la simple arquitectura de la sombra asilada en su piel,
como si alguna vez una frontera, un muro, un silencio, un adiós,
hubieran sido el verdadero límite,
el abismo final entre una mujer y un hombre.

Olga Orozco (Toay, 1920-Buenos Aires, 1999), "Con esta boca en este mundo", 1994, Relámpagos de lo invisible. Antología, selección y prólogo de Horacio Zabaljáuregui, Fondo de Cultura Económica, segunda edición, Buenos Aires, 2009

Foto: Orozco, 1997 Graciela García Romero / Fondo de Cultura Económica

De Olga Orozco en este blog:
Para hacer un talismán / Quiero pensar que no eras la cría repudiada...

jueves, julio 23, 2009

Wallace Stevens / Nieve



El hombre de nieve

Uno debe tener un ánimo de invierno
Para considerar la escarcha y las ramas
De los pinos encostrados por la nieve;

Y haber tenido frío un largo tiempo
Para contemplar los enebros enmarañados con hielo,
Los abetos, agrestes en el brillo lejano

Del sol de enero; y no pensar
En ninguna aflicción en el sonido del viento,
En el sonido de unas pocas hojas,

Que es el sonido de la tierra
Llena de ese mismo viento
Que sopla en el mismo desnudo lugar

Para el oyente, el que escucha en la nieve,
Y, en sí mismo nada, contempla
La nada que no está allí y la nada que está.

Wallace Stevens (Reading, Pennsylvania, 1879 - Hartford, Connecticut, 1955), “Harmonium”, 1923, Collected Poetry & Prose, The Library of America, Nueva York, 1997
Versión de J. Aulicino

The Snow Man
One must have a mind of winter/ To regard the frost and the boughs / Of the pine-trees crusted with snow; // And have been cold a long time/ To behold the junipers shagged with ice, /The spruces rough in the distant glitter // Of the January sun; and not to think / Of any misery in the sound of the wind, /In the sound of a few leaves, /Which is the sound of the land /Full of the same wind /That is blowing in the same bare place // For the listener, who listens in the snow,/ And, nothing himself, beholds /Nothing that is not there and the nothing that is.


---
Ilustración: Paisaje de nieve, también llamado Gran invierno, Cuno Amiet, 1904 Museo de Orsay, París

Manuel Rivas / de "La desaparición de la nieve"


Hierba de ciego

A Pussin, el normando,
le pidieron el regalo más hermoso
del mundo antiguo
para un museo de Roma.
No perdió ni una hora.
Eligió un puñado de tierra.
Esa materia extraña,
esa masa de sombras
que fermenta con la aurora.
Un puñado de tierra,
una costra de sangre,
una pútrida alma
salada
con el polvo de mármol de las estatuas.
Un puñado de tierra,
rescoldo de los inviernos,
un mundo antiguo soñando
con la elevación de la ortiga,
de la hierba de ciego,
en el molde de una mano.

Cántiga de amor

Se moverán los cuerpos
como maquis
por lo límites de la noche.
Entrarán nadando el uno en el otro,
Ma Senhor,
como entraba el hambre en Galicia.

Manuel Rivas (A Coruña, 1957), La desaparición de la nieve (A desaparición da neve / La desaparició de la neu / Elurraren urtzea); versión al castellano: Manuel Rivas; al catalán, Biel Mesquida; al euskera: Jon Cortazar; Alfaguara, Madrid, 2009

Herba do cego

A Pussin, o normando,
pedíronlle o agasallo máis fermoso
do mundo antigo
para un museo de Roma.
Non perdeu unha hora.
Elixiu unha presa de terra.
Esa materia estraña,
esa masa de sombras
que leveda coa aurora.
Un puñado de terra,
unha cotra de sangue,
unha pútrida alma
salgada
co po de mármore das estatuas.
Unha presa de terra,
un rescaldo de invernos,
o mundo antigo a soñar
na elevación da estruga,
da herba de cego,
no molde dunha man.

Cantiga de amor

Moveranse os corpos
como maquis
polos lindes da noite.
Entrarán nadando o un no outro,
Mia Senhor,
como outrora entrou a fame na Galiza.

Foto: Rivas, 2007 Gabriel Tizón / El País, Madrid

martes, julio 21, 2009

Ricardo Zelarayán / El hombre de poncho blanco


El hombre de poncho blanco

El hombre de poncho blanco se asoma
el día que rompieron el espejo
cuando yo estaba buscando
los gérmenes del olvido
las huellas de tu ausencia
El hombre de poncho blanco
piropea
baja descolorido
y sube con la siesta deslumbrante sobre los hombros
Las topadoras engullen su ración de escombros, y enormes
terrones de tierra negra
Pero el hombre de poncho blanco dice que vive en las nubes
y siempre demora en asomarse
ausente, descolorido
presente, descuajeringado
armado y desarmado al mismo tiempo
Los fósforos se acorralan en la sombra de la caja
y las patas del catre fabrican monedas de sombra
monedas de rostros para la demora
Pero una cara se borra
comenzando por los ojos
que traen como gotas de lluvia en la boca del tiempo
El tiempo desvanece luego los labios y el resto
y todo queda blanco
y flotante
sobre los hombros
sobre el rostro descolorido
del hombre de poncho blanco
Las oleadas de silencio mienten un tiempo dormido
El hombre de poncho blanco se asoma
Trizas
trazas
rumores
La subida para abajo
La bajada para arriba
el hombre cabeza abajo
Y los diarios vuelan con sus noticias por los cerros de cobre.

El hombre de poncho blanco
(segunda versión)

La subida para abajo se hace a pulso blanco
La bajada para arriba a pulso negro
El hombre de poncho blanco
acecha la sombra negra
Las oleadas de silencio chocan con blanco estrépito
El hombre de poncho blanco vive sobre el gran rostro,
el gran rostro de sombra,
gotas secas,
llamas apagadas,
miradas muertas
Las oleadas de silencio chocan con blanco estrépito.

El hombre de poncho blanco
(tercera versión)

Los fósforos acorralados,
dormían la noche de la caja cerrada,
y de la bomba olvidada
el olvido es el tiempo que estalla continuamente
y los gérmenes de la ausencia devoran todos
todos los espejos
Las oleadas de silencio chocan con blanco estrépito
Y los diarios de la mañana volaban con el viento silencioso
sobre las verdes solapas de la siesta
El hombre de poncho blanco vive asomado...
El hombre de poncho blanco
ausente descolorido
mira volar los diarios de la mañana en el viento
El hombre de poncho blanco
se posa en la Gran Sombra
el gran rostro inmenso y aplanado
que se desvanece de noche
el rostro de gotas secas,
de llama apagada
de miradas muertas
enorme y calcinado.

El hombre de poncho blanco
(cuarta versión)

La subida para abajo se hace a pulso negro
La bajada para ariba a pulso blanco
Los ojos, caen, los primeros,
como dos gotas de agua sobre la ardiente plancha del tiempo.
Las oleadas de silencio chocan con blanco estrépito.
Los diarios de la mañana vuelan en el viento silencioso
sobre las verdes solapas de la siesta.
Y los fósforos duermen la noche de la caja cerrada,
y de la bomba olvidada.
Los gérmenes de la ausencia, siguen devorando el espejo.
El hombre de poncho blanco camina sobre la Gran Sombra
La Gran Sombra acostada, interminable.
El hombre de poncho blanco vive posado en la gran
sombra que muere de noche y renace de día.
El hombre de poncho blanco busca el límite
pero la sombra se ennegrece
para unirse con la noche.
¡Oh inmensa sombra del gran rostro apagado!

Ricardo Zelarayán (Paraná, 1922-Buenos Aires, 2010), "Poesía inédita", Ahora o nunca. Poesía reunida, Editorial Argonauta, Buenos Aires, 2009

Foto: Bécquer Casaballe / Editorial Argonauta

De Zelarayán en este blog:

Dos (segunda versión)
La Gran Salina, en Antología votada de poesía argentina


Leer y escuchar a Zelarayán en Autores de Concordia

lunes, julio 20, 2009

Gloria Fuertes / Tres poemas
















Mi poeta

Mi poeta es Unamuno,
el que a Cristo llama Hermano
y a Dios Padre Cirujano
-porque te corta la vida por lo sano-.
Unamuno
me confesó de verdad:
-No me puedo enamorar ni de una ni de dos;
ando siempre trabajando,
creando a Dios.

Para mí, Dios no es problema,
Dios para mí es un paisaje sin niebla
-a la hora del Amanecer-
entre rojos y azules,
Dios es un paisaje sin niebla;
para mí
está claro.


El guía de la abadía

-Y ahora, pasen al salón
vean las tres reliquias
de San Palemón;
aquí en el Sacristorio
se conservan
limpias de polvo y paja
-niño abre la caja-;
vean las tres calaveras
del Santo Patrón,
calavera de San Palemón niño,
calavera de San Palemón adolescente
y aquí, la calavera de San Palemón ya anciano en el martirio
-niño sujeta el cirio-.
(Las estampitas benditas
y pasadas por sus cuencas
valen a treinta.)


Al dolor no le huyas

No le huyas,
se pone más furioso.

Entrégate al dolor hasta que se harte.
Concéntrate en él
y en el que todo nada dura;
y no hagas aspavientos.

Así el dolor se enfriará asqueado
ante tu indiferente misticismo.

Gloria Fuertes (Madrid, 1917-1998), Obras incompletas, Ediciones Cátedra, 18° edición, Madrid 2008

Yanko González / Ponte en mi lugar


paremia

pero ponte en mi lugar pero
es que ponte en mi lugar es
lo que te digo ponte en mi
lugar encuentras justo que
no se ponga en mi lugar y
me pida a mi solamente que
haga el esfuerzo de ponerme
en su lugar sin molestarse
siquiera en ponerse en mi
lugar y pedir y pedir y pedir
que sólo se pongan en su lugar
dios mío que lío quien fuera
blanco aunque fuese catalán
.

Yanko González (Santiago de Chile, 1971)

Texto y foto: XVII Festival Internacional de Poesía Rosario

domingo, julio 19, 2009

Niall Binns / Carroñeros


Gyps fulvus

El rebaño sigue avanzando. El pastor
le descuelga el cencerro a la vaca moribunda
que apenas oye cómo se aleja el tintineo
Los buitres leonados se la comen

Una oveja descarriada, menos
inteligente, quizá, que sus congéneres
miraba un paisaje sin ver el precipicio a sus pies
Los buitres leonados se la comen

Quién iba a pensar que un caballo salvaje
que gozó galopando por las anchas praderas del valle
resbalaría al cruzar un río
Los buitres leonados se lo comen

Un cazador sale al monte y dispara
El ciervo malherido se pierde entre los árboles
Está lleno de fragmentos de bala, se desangra
Los buitres leonados se lo comen

Un zorro ladrón ha muerto
envenenado por un cebo de conejo
que dejaron en la puerta de su guarida
Los buitres leonados se lo comen

Un alpinista poco previsor
se pierde en la niebla, se rompe una pierna
nadie sabe dónde está; ni saben que subió al monte
Los buitres leonados se lo comen

Un buitre leonado aletea
débilmente en el suelo. Ha comido
la carne de un zorro envenenado
los fragmentos de plomo de un ciervo mal cazado
Los buitres leonados se lo comen

Niall Binns (Londres, 1965), Oficio de carroñero, Fundación Editorial el perro y la rana, Caracas, 2006

Nota: Binns estudió en Oxford y en Santiago de Chile; reside en Madrid, es profesor de literatura hispanoamericana en la Universidad Complutense y escribe en español

Foto: Binns Revista Almiar Margen Cero

Lowry / Trueno, otra versión



El trueno detrás de Popocatépetl

Negras nubes de tormenta se amontonan
contra el viento apiladas detrás de Popocatépetl;
entonces con la misma fuerza, contra su henchido metal
el viento de la razón tiene sujeto con fuerza al corazón
hasta que es inundado por la locura, escindiendo la mente…
o vagando sin razón, ved al pétalo de la mente
arrancado de un buen árbol, pero ¿dónde se posará
sino en la última oscuridad o en el final?
Ustedes, salmistas de la desesperación, del consentido usufructo del hombre,
que no toman las armas como defensores del buen viento,
la razón permanece aunque vuestras mentes la traicionen;
y los blancos pájaros vuelan aún más alto contra el trueno
de lo que jamás volaron las vuestras, allí donde Chejov dijo que había paz,
cuando el corazón cambia y el trueno estalla.

Malcolm Lowry (Birkenhead, 1909-Ripe, 1957)
Versión de Silvia Camerotto
Ver la versión de Juan Luis Panero

Thunder beyond Popocatépetl
Black thunderclouds mass up against the wind,/ High-piled beyond Popocatépetl;/ So with force, against whose swollen metal/ The wind of reason has heart pinned/ Till overbulged by madness, splitting mind.../ Or, dirfting withhout reason, see mind's petal/ Torn from a good tree, but where shall it settle/ But in the last darkness and the end?/ Who take no arms as the good wind's defender/ You psalmists of despair, of man's approved lease,/ Reason remains although your mind forsakes/ It; and white birds higher fly against the thunder/ Than ever flew yours, where Chekhov said was peace,/ When the heart changes and the thunder breaks.
El trueno más allá del Popocatépetl, Marginales Tusquets, Barcelona, 2009

Ilustración: El Popocatépetl EFE/El Mundo.es

sábado, julio 18, 2009

Estela Figueroa / Tragedia griega













A veces la confusión se produce
al elegir un rol equivocado.

Algunos sólo servimos
para estar en el Coro
diciendo parlamentos y canciones
que aclaren las pasiones de la Obra.

Cuando la vanidad
la euforia o simplemente
la grandeza del tema
nos convierte en actores
paralizados
olvidamos el texto
quedando en un ridículo silencio.

Estela Figueroa (Santa Fe, 1946-2022)

Texto y foto: XVII Festival Internacional de Poesía Rosario

viernes, julio 17, 2009

Un poema de Malcolm Lowry



El trueno más allá del Popocatépetl

Negros nubarrones de tormenta
combaten contra el viento
más allá del Popocatépetl,
del mismo modo que el viento de la razón
tiene el corazón crucificado
hasta que llega el excesivo peso de la locura,
la grieta en el cerebro.
Torbellino sin razón, el pétalo de la inteligencia
desgajado del tronco, en dónde puede caer
sino en la última oscuridad, en la tierra final.
Tomar las armas para defender el viento,
salmos de la desesperación, de la destruida razón.
Blancos pájaros vuelan contra el trueno
y aún más alto, donde Chejov
dijo que se encontraba la paz,
allí donde se transforma el corazón
y al fin retumba el trueno.

Malcolm Lowry (Birkenhead, 1909-Ripe, 1957), El trueno más allá del Popocatépetl. Poemas escogidos. Selección y traducción de Juan Luis Panero, Marginales Tusquets, Barcelona, 2009

Thunder beyond Popocatépetl
Black thunderclouds mass up against the wind,/ High-piled beyond Popocatépetl;/ So with force, against whose swollen metal/ The wind of reason has heart pinned/ Till overbulged by madness, splitting mind.../ Or, dirfting withhout reason, see mind's petal/ Torn from a good tree, but where shall it settle/ But in the last darkness and the end?/ Who take no arms as the good wind's defender/ You psalmists of despair, of man's approved lease,/ Reason remains although your mind forsakes/ It; and white birds higher fly against the thunder/ Than ever flew yours, where Chekhov said was peace,/ When the heart changes and the thunder breaks.


Foto: Lowry a los 37 años Answers.com

jueves, julio 16, 2009

Ramos Sucre / De "El cielo de esmalte"



El disidente


San Francisco de Sales aconsejaba dirigir invectivas al demonio, para alejarlo de nuestra presencia. Yo había leído en otro escritor ascético la costumbre saludable de arrojarse de bruces sobre la tierra desnuda.

La muchedumbre de los posesos había molestado la atención de Bodin, el probo jurisconsulto francés, y motivado largos trabajos de su pluma.

Los suplicios difundían el terror y contristaban el ánimo. Se multiplicaban los casos de enajenación y el padre de un ahorcado se declaró igual a Jesucristo y salió de noche a quejarse con voz sepulcral.

No me avine jamás con el arte lúgubre de aquellos hechizados y pude esperar a mansalva el fin de las hogueras de la represión.

En medio de la amenaza constante, quise expiar mis culpas ignoradas y despistar los satélites de un poder asombradizo. Recordé la ceremonia de los israelitas con el cabrío emisario y la usé con un ave nocturna.

José Antonio Ramos Sucre (Cumaná, 1890-Ginebra, 1930) "El cielo de esmalte", 1929; Obra poética, Colección Archivos, n° 52, Barcelona, 2001

De Ramos Sucre en este blog:

La salva / El niño
La redención de Fausto
---
Ilustración: Paisaje con las tentaciones de San Antonio (detalle), Joachim Patinir , 1520

miércoles, julio 15, 2009

Garrison Chapin / Retrato


Retrato en invierno

Hay mucho que decir acerca del retrato pintado en invierno,
invierno de la edad, e invierno de la estación.
La luz de las nubes de nieve no es más fuerte
que la del sol de primavera. Es más clara.
Los colores sostienen sus derechos, las formas definen su razón,
los valores no aumentan ni cambian.

El invierno del tiempo ha marcado las sienes y el cabello,
ha congelado una pequeña nariz, ha ahuecado los ojos,
cincelado una historia final en la boca
ya no más curvada por la perplejidad o la sorpresa.
El invierno llegó demasiado tarde para alterar lo que hay allí.

En el cuarto, la tibieza del hogar centellea
contra el vestido fucsia. Debajo de una silla
el perro negro suspira de contento.
Contra una ventana que mira al norte
sopla la barbada cellisca.

Y el pintor, moviéndose de manera sinuosa,
mezcla pensamiento y color, línea y percepción.
Su pincel, instrumento sutilmente afilado,
cae sobre el hueso, o con delicadeza encuentra
su pulso secreto. De la cromática paleta
crea carne y peso, movimiento en equilibrio,
en reposo; forma dominada
por la perspectiva mental.
Eliminado el ambiente de antaño
-el aire suave del verano o los otoños llenos de manzanas-
en la dispersa luz del invierno
pinta para un futuro valioso.

Katherine Garrison Chapin (Waterford, Connecticut, 1890-Devon, Pennsylvania, 1977), Alberto Girri, Versiones, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1974

Ilustración: Rembrandt, Autorretrato, 1669

lunes, julio 13, 2009

Luis Bravo / Refutación de Horacio Quiroga

A René Fuentes, que dejó de fumar
y aún escribe y pesca, poemas y cuentos



desde el río soplaba un viento frío *
y mientras sopla el muy deslenguado
al lenguado nombrar no puede

esa es tarea de quien pesca o escribe
sin hablar, fumando
cuando un viento frío sopla desde el río;

pero no
porque nadie lo dice,
piensa y vigila el pescador:

"H.Q. usó el lugar común de la metáfora
afirmó que no había en lengua humana
más palabras que ésas para expresar esa circunstancia
y que una vez dueño de las palabras
no importa si éstas son entre sí
consonantes o asonantes".

Frente al río el pescador sintió frío
(esa rima le molestó).

Tras la última pitada, encajada
la gorra en la mollera, el cierre de la cazadora
hasta la garganta, firme la tanza
en diagonal al horizonte, agrega:

desde el río sopla mudo un viento frío
(y no utiliza el pretérito imperfecto
sino el presente inactual de la voz).

Esa noche al verso cenó.

* Punto VI del "Decálogo del perfecto cuentista". (N. del A.)

Luis Bravo (Montevideo, 1957), Algo pasa por la voz., Estuario Editora, Montevideo, 2008
---
Foto: Bravo mahmag.org

sábado, julio 11, 2009

Jude Nutter / Dar nombre


Dar nombre al mundo

Recuerdo la sensación de dar nombre
al mundo, apoyar con cuidado la base de cada
palabra sobre los tenues renglones azules
de la página; la forma en que los brazos
de la O se unían, como una puerta
cerrándose, como un corazón apagándose; la forma en que la
g minúscula podía liberarme, con un firulete,
en el gancho de su cola, como los brazos
de mi padre elevándome hacia el cielo al hamacarme,
piernas delgadas y zapatos gastados por encima de
mi cabeza, un súbito puzzle de hojas
y cielo y pichones lanzándose
al parque con un firme batir de
alas. Después el repliegue, hacia el suelo,
hacia esos brazos. Recuerdo

el milagro de construir, con mi propia
mano, el techo de una letra —bóveda
del esqueleto de un pájaro, pátina de luz sobre el hueso mojado.
En aquel entonces pensaba que dios
había creado los nombres de los animales
en el polvo una y otra vez. Hasta
que cobraran vida. Y él los dejaría en libertad. A mí
me avergonzaba el vacío de
mi nombre, la modulación
de cada trazo, la facilidad con que
podía ser borrado por la tetina
de goma en la punta del lápiz.
Pónganlo en palabras nos decían,
como si el lenguaje fuera un balde, una boca,
una camisa celeste. Puño. Tintero. Caja
de sorpresas. Todo el blanco
fuego del cuerpo de un cisne
en los juncos del río.

Relicario, cartuchera, el verde lámpara
de una hoja. O esas habitaciones en el interior de la lluvia
que atravesábamos a lo largo del día sin entrar.
¿Por qué, aún a pesar de que hay tan poca vida
que recorrer, nos quedamos sin lugares
donde guardarla? y ¿qué más podríamos hacer
con las palabras que arrancamos de las corrientes
de un poema que dejarlas ir? Esa delicadeza
y generosidad puedo manejarla; veamos,
hay sentimientos acerca de la muerte
que he perseguido hasta el alféizar
de una ventana abierta; y he dejado a la deriva
el matadero cerrado del corazón
en un bote sin remos, en donde
flotará, desapercibido, entre
las fauces del muelle. Llevaré
ese frágil, brillante deseo en el que
flotamos
hacia el bosque y lo devolveré
a la tierra; y, por si acaso,

el animal que se enciende en el cuerpo
no me separaré del cuerpo. Por si acaso,
los llevaré juntos hacia adelante.

Jude Nutter, North Yorkshire, Inglaterra. Actualmente, vive en los Estados Unidos.
The curator of silence, University of Notre Dame, Indiana, 2007.

Versión © Silvia Camerotto

Naming the World
I remember what if felt like naming/ the world, setting the feet of each/ word carefully on the faint blue lines/ of the page; how the arms/ of an O came together, like a door/ closing, like a heart shutting down; how lower-/ case g could release me, with a flourish,/ from the hook of its tail, like my father’s/ arms sending me skyward on a swing,/ thing legs and scuffed shoes over/ my head, a sudden jigsaw of leaves/ and sky and pigeons launching out/ over the park on a firm applause/ of wings. Then the fall back, earthward,/ into those same arms. I remember// the miracle of building, with my own/ hand, the roof of a letter—dome/ of a bird’s skull, patina of light on wet bone./ Back then I thought god/ had formed the names of the animals/ over and over in the dirt. Until/ they had risen up. And he’d let them go. I/ was shamed by the emptiness/ inside my own name, by the headstone/ of each downstroke, by how easily I/ could be debrided by that pale pink nipple/ of rubber on the end of a pencil./
Put it into words we were told, / as if a language were a bucket, a mouth,/ a light-blue shirt. Fist. Inkwell. Bag/ of tricks. The complete, white/ fire that was the body of a swan/ down in the reeds by the river. / / Locket, pencil case, the green lamp/ of a leaf. Or those rooms inside the rain/ we walked through all day without entering./ Why, when there is so little life/ to go around, do we still run out of places/ to keep it and what else should we do/ with the words we tear from the currents/ of a poem but let them go? Such tenderness/ and generosity even I can manage: see,/ there are sentiments about death/ that I have chased to the sill/ of an open window; and the locked /slaughterhouse of the heart I have set adrift/ in a rowboat without any oars, in which/ it will float, unnoticed, out/ between the jaws of the harbour. I will carry/ that brittle, bright hunger on which/ we float out into the forest and release it/ back into the earth; and, just in case, // the animal that ignites within the body/ I will not separate from the body. Just in case,/ I will send them forward together.

Foto: Nutter Winning Writers

viernes, julio 10, 2009

Federica Rosenfeld / Matinée


La matinée danzante

Cuando los pies y los vestidos bailan
En la matinée temprana
Los corazones juntos
Enterrados bajo el musgo.
Las sesiones fragmentan manos
Carnes, pelo, vidrio, labios
Pudiera el alma asir un trompo
En su movimiento solo
Pero en la sesión no hay juego.
Las parejas se mueren a la vera
Los niños no quieren tiempo.



Baudilio el cabrero

Nadie sabe el color
Que diluye sus ojos
Ni por qué
No hacen ruido sus manos
Cuando bate las palmas
Pero se desconfía
Del espacio que toca
Y del signo
De su paso incierto
Sobre la ancha sombra.
Sin embargo
Nunca lleva Baudilio
Cuchillo ni
Pedruzco afilado
Ni conoce otro tacto
Que el de cosas redondas
Como cerros o uvas
Corazón de avestruces
O de cabras.

Federica Rosenfeld (Buenos Aires, 1914-1998), Desde el cerco, selección de Javier Cófreces, inédito (Ediciones en Danza, Buenos Aires )

La poeta Federica Rosenfeld era arquitecta y fue profesora aquí en San juan en la Universidad nacional. La conocí en aquellos años y fuimos amigos. Jubilada ya se trasladó a Buenos Aires y la visité en la Capital Federal. Vivía sola y falleció allí en soledad, según me informó un amigo común.
(...)
Su fuerza está en la estructura, en la orientación excéntrica de las palabras respecto de la realidad común, algo como decir: plenitud fuera de toda vejez significativa. Su poesía elimina enlaces en su aspiración de síntesis, y recuperar esos enlaces es abandonarse al movimiento, su movimiento. En la poesía de Federica Rosenfeld hay un tránsito de visiones vía directa que han sido trasladadas al orden intelectual, a lo vivencial llevado a lo estético. Es el diario de una mujer que viajó por el mundo nuestro donde no se reconocen los lugares familiares. La poesía se edifica sobre las ruinas.

Jorge Leónidas Escudero, para Desde el cerco, inédito

Imagen: Pintura prehistórica, Abrigo de la Roca dels Moros, Cogul, Lérida, España, 6.500 a 5.000 aC. arteHistoria

En este blog: Federica Rosenfeld / Tres poemas

miércoles, julio 08, 2009

Samuel Taylor Coleridge / Kubla Khan



















En Xanadú ordenó Kubla Khan
Un majestuoso domo de placer:
Donde Alfa, el río sacro, corre
Entre cavernas no sondeadas por un hombre
Para caer en un mar sin sol.
Entonces, dos veces cinco millas de tierra fértil,
Con murallas y torres fueron ceñidas en redondo:
Y allí había jardines con brillos de sinuosos riachuelos,
En los que florecía abundante el árbol del incienso;
Y allí selvas antiguas como las colinas
Abrazaban soleadas manchas de verdor.

Pero ¡ese profundo abismo romántico en declive
Bajo la verde colina cubierta de cedros!
¡Un lugar salvaje! ¡Tan sacro y encantado
Como el que nunca fue rondado bajo luna menguante
Por la mujer que llora su demonio amante!
Y de ese abismo, en perpetuo tumulto hirviendo,
Como si esa tierra respirara en rápido jadeo,
Una poderosa fuente de pronto fue impelida:
En medio de cuyo imprevisto estallido intermitente
Enormes fragmentos saltaban como granizo repiqueteante
O como paja de trigo bajo los golpes del mayal:
Y en medio de esas rocas danzantes, una vez para siempre,
Se lanzó de un salto el río sacro.
Cinco millas serpenteando en laberíntico movimiento,
Por bosques y valles el sacro río corrió,
Y alcanzó las cavernas no sondeadas por un hombre
Y se hundió tumultuoso en un océano sin vida:
¡Y en medio del tumulto Kubla escuchó 
Lejanas voces ancestrales que profetizaban guerra!

La sombra del domo del placer
Flotaba en medio de las olas;
Donde se oía la mezclada melodía
De las grutas y la fuente.
¡Era un milagro de raro ingenio
El soleado domo con las cuevas de hielo!

Una joven dama con un dulcémele
En un ensueño vi una vez:
Era una doncella abisinia
Y sonaba en su instrumento
El canto del Monte Abora.
Si pudiese revivir en mí
La sinfonía y la canción,
Tan honda delicia me ganaría
Que con música sostenida y elevada
Podría construir esa cúpula en el aire,
¡Ese soleado domo! ¡Esas cuevas heladas!
Y todos los que oyeran los verían,
Y podrían gritar: ¡Cuidado, cuidado!
¡Sus ojos destellantes, su pelo flotante!
Tracen a su alrededor un círculo tres veces,
Y cierren sus ojos con sagrado pavor
Porque él ha probado la ambrosía
Y bebió la leche del Edén.

[c. 1797]

Samuel Taylor Coleridge (Ottery St. Mary, Inglaterra, 1772 - Londres, 1834) 
Versión de J. Aulicino

Kubla Khan
In Xanadu did Kubla Khan/ A stately pleasure-dome decree:/ Where Alph, the sacred river, ran/ Through caverns measureless to man/ Down to a sunless sea./ So twice five miles of fertile ground/ With walls and towers were girdled round:/ And there were gardens bright with sinuous rills,/ Where blossomed many an incense-bearing tree;/ And here were forests ancient as the hills,/ Enfolding sunny spots of greenery. // But oh! that deep romantic chasm which slanted / Down the green hill athwart a cedarn cover!/ A savage place! as holy and enchanted/ As e'er beneath a waning moon was haunted/ By woman wailing for her demon-lover!/ And from this chasm, with ceaseless turmoil seething,/ As if this earth in fast thick pants were breathing,/ A mighty fountain momently was forced:/ Amid whose swift half-intermitted burst/ Huge fragments vaulted like rebounding hail,/ Or chaffy grain beneath the thresher's flail:/ And 'mid these dancing rocks at once and ever/ It flung up momently the sacred river./ Five miles meandering with a mazy motion/ Through wood and dale the sacred river ran,/ Then reached the caverns measureless to man,/ And sank in tumult to a lifeless ocean:/ And 'mid this tumult Kubla heard from far/ Ancestral voices prophesying war! // The shadow of the dome of pleasure/ Floated midway on the waves;/ Where was heard the mingled measure/ From the fountain and the caves.// It was a miracle of rare device,/ A sunny pleasure-dome with caves of ice! /A damsel with a dulcimer/ In a vision once I saw:/ It was an Abyssinian maid,/ And on her dulcimer she played,/ Singing of Mount Abora./ Could I revive within me/ Her symphony and song,/ To such a deep delight 'twould win me,/ That with music loud and long,/ I would build that dome in air,/ That sunny dome! those caves of ice!/ And all who heard should see them there,/ And all should cry, Beware! Beware!/ His flashing eyes, his floating hair!/ Weave a circle round him thrice,/ And close your eyes with holy dread,/ For he on honey-dew hath fed,/ And drunk the milk of Paradise.
Biblioteca de la Universidad de Virginia
---
Retrato: Samuel Taylor Coleridge, por Peter Vandyke, 1795 (detalle) National Portrait Gallery, Londres

martes, julio 07, 2009

Raquel Garzón / Plan de escape















Plan de escape

Hay una plazoleta pequeña en el Jardín Botánico
donde juego a perderme
como en un cuadro de El Bosco.

Elijo siempre el mismo banco.
Respiro hondo,
me desdigo de los zapatos
y les presto a mis pies
algo de humanidad sobre la tierra.

Por dos minutos,
soy el bicho más feliz
de ese bosque artificial
y entiendo
qué siente el diccionario
cuando dice lejanía:

Un olor verde
labrado por la lluvia,
huída mineral del agua despeinada.

Vértigo raro,
frescura peligrosa,
se puede levitar en esos ratos.

Raquel Garzón (Córdoba, Argentina, 1970)

Foto: Raquel Garzón CCEBA

Lucas Soares / Mudanza


con mi skate naranja
bajando a toda velocidad
por una rampa de la Plaza Francia
cierro los ojos, el viento corta
mi cara en dos, abro los ojos
me entero de que mi primer, único perro
se había ahorcado
al revolcarse
con el cable del teléfono

*

un diálogo interior y silencioso
cotinentes de espuma
en una habitación recién pintada
contruye y destruye
sus puntos de vista
en cada ola


Lucas Soares (Buenos Aires, 1974), Mudanza, Paradiso Ediciones, Buenos Aires, 2009

Foto: Soares Las afinidades electivas.Las elecciones afectivas

lunes, julio 06, 2009

J.R.R. Tolkien / Poema


Todo lo que no brilla es oro

Todo lo que es oro no brilla,
No todos los que vagan están perdidos;
Lo viejo que es fuerte no se marchita,
Raíces profundas no alcanza la helada.
De las cenizas un fuego despertará,
Una luz surgirá desde las sombras;
Será renovada la rota hoja del cuchillo,
El que no tiene corona será de nuevo rey.

John Ronald Reuel Tolkien (Bloemfontein, Sudáfrica, 1892-Bournemouth, Inglaterra, 1972)
Versión de J. Aulicino

Foto: Tolkien Bilbo Hobbit

All That is Gold Does Not Glitte
All that is gold does not glitter,/Not all those who wander are lost;/ The old that is strong does not wither,/ Deep roots are not reached by the frost./ From the ashes a fire shall be woken,/ A light from the shadows shall spring;/ Renewed shall be blade that was broken,/ The crownless again shall be king.
PoemHunter

domingo, julio 05, 2009

Javier Sologuren/ El dardo



El río sensible como cuello de mujer al peso de las joyas nocturnas.
El lujo terrenal de las tinieblas sobre los muros vegetales.
La inclinada mitad de la tierra que se ilumina al paso de 
     / una pantera.
La luna de encrespadas cañas en las heladas orillas fluviales.
La melanólica continuidad de las olas
desplegadas con silencioso impacto en la distancia.
Los lechos murmurantes de la luz en el follaje último del cielo.
El país amurallado por el lápiz tenaz de los planetas.
La habitación, los alimentos henchidos de mortal palidez.
La mano que gira las invisibles poleas del sueño.
La pluma donde no corre sino la sombra del mundo.
El ojo humano, el frío humano, la captación del olvido.

Javier Sologuren (Lima, 1921-2004), Jorge Rodríguez Padrón, Antología de poesía hispanoamericana (1915-1980), Espasa Calpe, Madrid, 1984

Foto: Sologuren Identidades

sábado, julio 04, 2009

Amy Lowell / Figuras de marfil / Década




Pequeñas figuras de marfil tiradas con cuerdas

¿Es el tintineo de las mandolinas lo que te disturba?
¿O el caer de pétalos de naranja amarga entre tazas de café?
¿O el lento arrastrarse de la luz de luna entre los olivos?

¡Gotea! ¡gotea! la lluvia
Sobre los finos platos de mi corazón.

Afina el encordado de tu sangre con esta música.
Mueve tus talones sobre las piedras al ritmo de una melodía de danza.
Ellas tienen delgados muslos y brazos de plata.
Afuera la luna lava sus prendas.
Hacen un diseño de huidizos pies en las sombras de las ramas.
Y las verdes uvas anudadas a su alrededor
Revientan cuando se estrechan unas a otras.

La lluvia golpea sobre los finos platos de mi corazón,
estremecidos por su rápido latido.

¿Beberías sólo de tu cerebro, Viejo?
Mira, la luz de la luna ha alcanzado tus rodillas.
Cae sobre tu cabeza como en un espaldarazo de plata.
Levántate en la música.
Arrójate contra el flujo de la luna en un espiral de jóvenes cuerpos ligeros:
Racimos de uva saltarines,
Hojas de parra arrancadas de un muro gris.
Correrás risueño en un trenzado de mujeres,
Y tejerás flores con las púas heladas de los espinos.
¿Por qué miras fijamente en tu vaso
Y crispas las cucharas con el repiqueteo de tus dedos?

La lluvia cae rígida sobre los platos de mi corazón.
Es fuerte, fuerte su murmullo.



Una década

Cuando llegaste, eras como vino tinto y miel,
Y tu sabor quemaba mi boca con su dulzura.
Ahora eres como el pan de la mañana,
Suave y agradable.
Apenas te pruebo para conocer tu sabor,
Pero estoy completamente alimentada.

(Brookline, Massachusetts, 1874-1925), The complete poetical works, Cambridge Edition, USA
Versiones: J. Aulicino

Little ivory figures pulled with string
Is it the tinkling of mandolins which disturbs you? /Or the dropping of bitter-orange petals among the coffee-cups? /Or the slow creeping of the moonlight between the olive-trees?//
 Drop! drop! the rain /Upon the thin plates of my heart.// String your blood to chord with this music, /Stir your heels upon the cobbles to the rhythm of a dance-tune. / They have slim thighs and arms of silver; /The moon washes away their garments;/ They make a pattern of fleeing feet in the branch shadows, /And the green grapes knotted about them /Burst as they press against one another.// The rain knocks upon the plates of my heart, /They are crumpled with its beating.// Would you drink only from your brains, Old Man ? /See, the moonlight has reached your knees, /It falls upon your head in an accolade of silver. /Rise up on the music, /Fling against the moon-drifts in a whorl of young light bodies: /Leaping grape-clusters,/Vine leaves tearing from a grey wall./ You shall run, laughing, in a braid of women, /And weave flowers with the frosty spines of thorns. /Why do you gaze into your glass, /And jar the spoons with your finger-tapping ?// The rain is rigid on the plates of my heart. /The murmur of it is loud loud.

A Decade
When you came, you were like red wine and honey,/ And the taste of you burnt my mouth with its sweetness. /Now you are like morning bread, /Smooth and pleasant./ I hardly taste you at all for I know your savour, /But I am completely nourished.

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Ilustración: Ninfas y sátiro, William Adolphe Bouguereau, 1873