lunes, agosto 31, 2020

William Carlos Williams / De "Paterson"

                                     



















Libro III

La biblioteca
                                                     III

(Fragmento)


                                      En el que se interpone
un amargo tufo a brasas. Así sea. La lluvia
cae y satura las partes más altas del río,
amontonándose lentas. Así sea. Une
arroyo con arroyo. Así sea. Un remo roto
encontrado en las aguas minuciosas. Suelto,
comienza a moverse. Así sea. Viejas maderas
suspiran — y ceden. El pozo que daba agua dulce
se embarra. Así sea. Y los lirios que flotaban
serenos en los bajos, anclados, tiran como
un pez en la tanza. Así sea. Y son arrastrados
        por sus tallos hacia abajo, ahogados en el flujo del fango.
        La cigüeña blanca vuela hacia el bosque.
        Así sea. Los hombres permanecen en el puente, callados,
        observando. Así sea. Así sea.
Y allí se levanta
        un equivalente, de la lectura, despacio, abrumando
la mente; lo ancla a la silla. Así 
sea. Se da vuelta    •       ¡O Paradiso! El arroyo
se vuelve pesado en su interior, sus lirios arrastran. Así
sea. Los textos aumentan y se compli-
        can, llevando a otros textos y estos
        a sinopsis, resúmenes y correcciones. Así sea.
Hasta que las palabras se liberen o —tristemente
se resistan, impasibles. ¡Impasibles! Así sea. Mediante 
        los arcos se sostienen, el agua amontona la basura
        contra ella que permanece impasible. Se reúnen
en el puente y miran hacia abajo, impasibles.
Así sea. Así sea. Así sea.

William Carlos Williams (Rutherford, Estados Unidos, 1883-1963)

Paterson
,
traducción de Silvia Camerotto,
Ediciones en Danza,
Buenos Aires, 2020










Foto: Xwhos?

domingo, agosto 30, 2020

Horacio Castillo / Arriba y abajo

                                             

                                                     





















                                                            a Hölderlin

Arriba nada ha cambiado en todos estos años:
la luna sobre el álamo,
la cresta de los techos,
el altillo donde el señor Scardanelli
reverencia cada día a sus huéspedes.

Abajo crecieron y tuvieron hijos,
van y vienen por vituallas y noticias,
o vuelven como ahora de enterrar algún muerto
y saludan de paso al carpintero vecino
que tiene como inquilino a un dios.

Horacio Castillo (Ensenada, Buenos Aires, Argentina, 1934-La Plata, Argentina, 2010), "Materia acre", 1974, Mitografías*, Ernesto Girard Editor, La Plata, 2009

* Se trata del número 11 de los Cuadernos Orquestados, colección de poesía dirigida por Abel Robino


Foto: Poeticus

sábado, agosto 29, 2020

Max Blecher / Dos poemas



















En la orilla

Esto es lo que verás en el mar
Buques como cabezas de ahogados con el cigarrillo aún en la boca
Soñando y fumando navegan a Estambul
En la orilla hombres como suicidas que se han librado de la muerte
Soñando y fumando pasean al atardecer.


Materializaciones

Ojalá me dejara el día una piedra en una caja
Y una mariposa de oro en un cristal de vidriera
Ojalá de carámbanos de fiebre me dejara la noche
Un puñado de cristales, de sueños una muñeca
Ojalá tuviera objetos con vida en el corazón
Y pensamientos de seda y recuerdos de cristal
De tus visitas querría pulseras de sangre
El collar de una sonrisa y el anillo de un momento.

Max Blecher (Botosani, Rumania, 1909-Roman, Rumania, 1938), Cuerpo transparente, Ediciones de la Rosa Cúbica, Barcelona, 2008
Traducción de Joaquín Garrigós
Envío de Jonio González


viernes, agosto 28, 2020

Julián Axat / Los cosmonautas como anillos de Saturno


















Todos los cosmonautas serán los futuros cráteres de la luna
                                       
                           /pensó un burócrata del espacio/ 
                                        & Así fue decretado

Porque de ese modo se vence a la muerte… 

¿& Cuándo no queden cráteres por nombrar?

Serán bautizados como anillos de Saturno 
                                    /pensó otro burócrata espacial/

Porque de ese modo se vence al olvido…


& Los hombres nuevos que vayan naciendo
                            /serán identificados con formas del cielo/

& Todos los cosmonautas 
                           /serán las futuras constelaciones 

Porque la revolución es /también 
                           /un lugar en el firmamento decretado por el Partido

Para que vivan los cosmonautas & los hijos de sus hijos
& Así los recuerde el pueblo 

Como los griegos recordaban a sus dioses
Levantando la cabeza en la nube de polvo de la noche

Un cometa 
un anillo 
un asteroide 
un cráter un sol & así… 

Sin que exista el ostracismo

Julián Axat (La Plata, Argentina, 1976)

Perros del cosmos
,
Ediciones en Danza,
Buenos Aires, 2020











jueves, agosto 27, 2020

Giovanni Giudici / De "Il ristorante dei morti", 6




El orden

I El hombre que reía durmiendo 

En el corazón de algún sueño me habrán visto
Bien tendido castamente sobre el lecho
Y comentando - Mira cómo ríe
Él, que siempre está preocupado por sus cosas

En el flujo de los pensamientos que acariciándome
Colmaban de delicia la espalda
A través de la boca del cerebro más allá de la frente
Volaba una brisa de barrilete

Imagino como podría
Darse la hermosa visión
Cerrada a los obscenos con sus risotadas
Vaya a saber qué les pasa por la cabeza

Ven a poblarme fabricante de sorpresas
Que de repente transmutas lágrimas
Tú que de una ramita
Sacas flautas

Descubridor de nidos prestidigitador sombra
Que en las paredes de la tarde habla del lobo
Tú que finges trinos y el aullido de la sirena
Anunciador de la nieve sobre la puerta

Separa el agua del vino en un mismo vaso
Dime un pensamiento que me habita
Canta para la lechuza que te responde desde afuera
Cuéntame el futuro del mañana que es pasado

Principio de todo amor
Bien compuesto castamente sobre la cama
Mira cómo río mientras te espero
Oh mi tardío visitante.

Giovanni Giudici (Le Grazie, Italia, 1924-La Spezia, Italia, 2011), "L'ordine", Il ristorante dei morti, Mondadori, Milán, 1981
Versión de Jorge Aulicino


Foto: Giovani Giudici en la portada de I versi della vita, Mondadori, 2000

L'ordine

I  L'uomo che dormendo rideva

Nel cuore di un qualche sogno che mi vedessero
Ben disteso castamente sul letto
E commentando - guardalo come ride
Lui che da sveglio sta sempre così sulle sue

Nel flusso dei pensieri che carezzandomi
Colmi di letizia alle spalle
Attraverso la buca del cervello oltre la fronte
Volassero una brezza di aquilone

Lo immagino come potrebbe
Darsi la bella visione
Chiusa agli osceni che sghignazzano intorno
Vattelappesca cosa gli naviga in testa

Vieni tu a popolarmi fabbricatore di sorprese
Che all'improvviso tramuti le lacrime
Tu che da un rametto
Ricavi zufoli

Scopritore di nidi mago de mani ombra
Che alle pareti della sera parlano il lupo
Tu che fai treno e l'urlo della sirena
Tu annunciatore della neve sulla porta

Separa acqua da vino nel medesimo bicchiere
Dimmi un pensiero che mi abita dentro
Fa il verso alla civetta che da fuori ti risponde
Raccontami il futuro del domani che è passato

Principio di tutto l'amore
Ben composto castamente sul letto
Guardami come rido mentre ti aspetto
O mio tardo visitatore.

miércoles, agosto 26, 2020

János Pilinszky / Plegaria de Van Gogh






















Una batalla perdida en los trigales
y en el cielo una victoria.
Pájaros, y cielo y pájaros de nuevo.

Por la noche, ¿qué quedará de mí?
Por la noche, sólo una hilera de lámparas,
una pared de greda amarilla que resplandece,
y más abajo del jardín, por entre los árboles,
como velas en hilera, los cristales;

allí viví una vez y ya no vivo:
no puedo vivir donde viví una vez, aunque
el techo allí me protegía.
Señor, hace mucho tiempo me protegías.

János Pilinszky (Budapest, 1921-1981), Poetry, vol. 191, nº 6, marzo de 2008 / Passio: Fourteen Poems, Worple Press, Tornbridge, Kent, RU, 2011
Traducción de húngaro al inglés: George Gömöri y Clive Wilmer
Versión del inglés al castellano: Jonio González


Foto: János Pilinszky, c.1980 Országos Széchényi Könyvtár


VAN GOGH'S PRAYER

A battle lost in the cornfields
and in the sky a victory.
Birds, the sun and birds again.
By night, what will be left of me?

By night, only a row of lamps,
a wall of yellow clay that shines,
and down the garden, through the trees,
like candles in a row, the panes;

there I dwelt once and dwell no longer—
I can't live where I once lived, though
the roof there used to cover me.
Lord, you covered me long ago.

martes, agosto 25, 2020

Gerald Stern / En mi pobre camino





















En mi pobre camino sólo hay zarigüeyas y marmotas,
los dos vegetales del reino animal;
nada de mofetas, ciervos, castores... ni siquiera una pequeña víbora
para romper el equilibrio;
sólo cavar tranquilamente y masticar con suavidad y mirar el cielo.
En mi pobre camino un hombre vive como una babosa;
se pasea por la tierra igual que una rueda vieja, 
dejando una huella de plata, 
y hace su casa en la hierba húmeda y las flores. 
Es por fin libre de todos los otros misterios 
que ha aceptado 
y de pronto se ve a sí mismo yaciendo allí abrigado y feliz.  
Por la noche bebe su agua junto a la oscura estufa
mientras la pequeña radio gime
y el corazón se parte en dos ante las letras de viejas canciones
y el recuerdo de otras radios pequeñas en otros jardines.

Gerald Stern (Pittsburgh, Estados Unidos, 1925-Nueva York, Estados Unidos, 2022), The American Poetry Review, vol. 3, n.º 5, septiembre-octubre de 1974
Versión de Jonio González


Foto: Gerald Stern en la Feria del Libro de Miami, Estados Unidos, 2011 Wikimedia Commons

ON MY POOR ROAD

On my poor road there is nothing but opossum and groundhog,
the two vegetables of the animal kingdom;
no skunk, no deer, no beaver- not even a small snake
to ruin the balance;
only easy digging, and soft chewing, and staring at the sky.
On my poor road a man lives like a slug;
he rides along the soil like an old wheel,
leaving a trail of silver,
and makes his home in the wet grass and the flowers.
He is finally free of all the other mysteries
he had accepted
and sees himself suddenly lying there warm and happy.
At night he drinks his water by the dark stove
while the small radio moans
and the heart breaks in two to the words of old songs
and the memory of other small radios in other gardens.


Act. 2023

lunes, agosto 24, 2020

Leonardo Sinisgalli / Dos poemas





















El señor Descartes

Hace mucho, el señor Descartes
estaba retirado en Holanda,
cuando leyó el opúsculo de Pascal
sobre las cónicas. No podía creer
que el autor fuese un muchacho
de 16 años. Y se dirigió 
al padre de aquel, el señor Esteban,
buen algebrista, para agradecerle
y por haber puesto algunas luces
en aquella cabeza melancólica.


Las hormigas de los Parioli 

Dan vueltas sobrevivientes
por las habitaciones del condominio,
asoman donde menos las esperas,
entre las cerdas de un cepillo de dientes,
en una mota de algodón, en los libros.
Mi hijo las sorprendió en la cocina,
sobre la rejilla del pico de gas;
el príncipe Battilocchi las ha visto
entre las pestañas;
               la condesita
de Stermaria sobre el borde
de una taza de té.

Leonardo Sinisgalli (Montemurro, Lucania, Italia, 1908-Roma, 1981), Mosche in bottiglia, Mondadori, 1975
Versiones de Jorge Aulicino




Il signor Descartes

Il signor Descartes
da un tempo si era ritirato in Olanda
quando lesse l'opuscolo di Pascal
sulle coniche. Non volle credere
che l'autore fosse un ragazzo
di 16 anni. E si rivolse
al padre di lui, il signor Stefano
buon algebrista, per ringraziarlo
e per avere qualche lume
su quella testa malinconica.


Le formiche dei Parioli

Girano superstiti
per le stanze del condominio,
spuntano dove meno te le aspetti,
fra le setole di un spazzolino,
in un batuffolo di bambagia, nei libri.
Mio figlio le ha sorprese
sulla griglia del becco a gas;
il principe Battilocchi le ha viste
tra le ciglia;
             la contessina
di Stermaria sull'orlo
di una tazza di tè.

domingo, agosto 23, 2020

Malú Urriola / De "Bracea"





















de Tres Piernas

Yo no puedo hablar de mi corazón, porque ése órgano y yo estamos contrapuestos.
El ama cualquier cosa. La más mínima hormiga, la más tonta nube.
Los álamos meciéndose contra el viento lo aturden.
Unos ojos de perro que lo miren dulcemente.
Las nubes trepando las montañas.
Una aguilucha surcando el cielo lo hace planear. 


Cuando la vi supe con esa certeza incierta que era un reflejo de esta vida que he sobrevivido, escuchando risotadas a mis espaldas, mientras me alejo caminando con mis tres piernas. 


Siempre creí que tener tres piernas era un regalo extraordinario.
Puedo correr velozmente como un chita.
Soy -aunque se rían de mí- el mejor corredor que hayan visto en este pueblo.
Yo le gano a los perros, a las liebres. Al tren.


de Nuestra madre

Nuestra madre, como nosotras, tiene dos polos. Uno alegre y otro más depresivo.
Uno que dice que sí a todo, y otro que le contesta que no.

Nuestra madre cocina, lava, plancha. La otra lee, va a la peluquería y mientras le arreglan el pelo, se lo lavan, se lo peinan, cierra los ojos y se abandona a unas manos desconocidas, que de vez en cuando por el trabajo que realizan, se confunden con una caricia. Entonces mi madre cierra los ojos y su boca se destensa y una lágrima desciende de su ojo cerrado por su mejilla hasta quedar colgando de su rostro, temblorosa, tomándose el tiempo necesario para soltarse y caer hasta las baldosas negras y blancas cubiertas de pelos. 

Nuestra madre va siempre a la misma peluquería porque tienen sillas Triumph de Barcelona…donde alguna vez decía nuestra madre, ella se iría.  

El dueño del corazón de nuestra madre tal vez vive en Barcelona. Y por eso ella quisiera irse allí. De él guarda unas viejas y amarillentas cartas que relee cuando atardece. Así no siente que sea un peso vivir la vida de nuestra madre.


de El viaje

Jamás aprendí a bracear.

No logro sostener el rostro bajo el agua y los brazos afuera al mismo tiempo. Aunque trate.

La desesperación que se anida secretamente, sale desbordada y entonces trago agua y toso.

Miramos las estrellas refulgir y apagarse y volver a refulgir, y
algo dentro se enciende y se apaga como si fuese besado fugaz por la
intermitente luz de un faro.

En mi rocoso corazón se golpean espumosos los recuerdos.

Todo huele a mar. Mi hermana y yo una ola. 

Ni estos brazos, ni estas piernas logran concentrar un movimiento tan simple y monocorde.  Por eso dejamos que el agua nos lleve. Flotamos la mayor parte del tiempo. 

Nuestro cuerpo es como un corcho abandonado a los requerimientos sensibles de las aguas.

Nada tan desconocido, tampoco. La vida en tierra también me hacia flotar como una hoja abandonada a los requerimientos de la vida. Sólo que yo la hallo hermosa. Sé que ocurren cosas implacables. Pero la hallo hermosa.  

Cuando le digo al viento que deje de soplar, el viento deja de soplar y el mar se aquieta. Entonces nos quedamos flotando a la deriva. Imaginando que somos la cabeza bicéfala del mar, cuyo cuerpo de agua infinita rebosa lejos de nuestros ojos. 

Nada -dice mi hermana-

Y nado.

Malú Urriola (Santiago, Chile, 1967), Bracea, Lom, Santiago de Chile, 2007


Foto: Malú Urriola en la Fundación Pablo Neruda, Santiago de Chile, mayo de 2019. Web de la Fundación

sábado, agosto 22, 2020

Joaquín Giannuzzi / Tres poemas






















Desapariciones

Con aplicación desganada
perfeccioné un desorden a mi medida
en esta habitación, año tras año.
Ahora, lo único claro
es que me llamo fulano de tal
(pero cada vez menos).
Por buscar sin esperanza
(así terminan estas cosas)
no encuentro nada en ningún sitio
y de paso compruebo
lo vulnerable que puede ser un lápiz
antes de perderse. Me cansé
de recoger objetos
que pesaban como muertos. La materia
me es infiel. Y qué notable confusión
es capaz de lograr el mundo
en un cuarto pequeño. Dejo caer mi mano
y desaparece
como agua sorbida por la oscuridad.

Señales de una causa personal, 1977


Memoria de Dinu Lipatti 

Hoy recordé tus manos sobre el teclado
tan melodramáticas en su apariencia ondulante,
tan individuales frente a las múltiples certidumbres de Scarlatti
que desde entonces ninguna música fue concebible
sin esos movimientos que creabas
a partir de una sabia articulación
y la tregua que imponías
a la disolución de la materia accidental.

Principios de incertidumbre, 1980


Fábula

En la pálida pista de una rodilla
el aterrizaje instantáneo de una mosca:
magnífico el efecto visual
de ese rápido negro sobre blanco,
La mosca se frota las manos
y mide la consistencia de la luz
regocijados sus ojos ante la posibilidad
de dibujar un autorretrato que la sobreviva.
Pero un cosquilleo en la piel
estremece la rótula
y el terremoto espanta a la mosca.
La tela queda en blanco y a la espera
de otro artista dispuesto
a correr el riesgo que supone
el acto creativo
con su terror ante el desierto.

¿Hay alguien ahí?, 2003

Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires, 1924-Campo Quijano, Salta, Argentina, 2004), Obra completa, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2014


viernes, agosto 21, 2020

Nicolás Olivari / La aventura de la pantalla


















¡Claro!, ahora no vale la pena recordar...
Ahora tengo un alma aviesa de malandrín
-medio comerciante, medio grumete-
pero a veces conviene rascar el violín
del verbo amar
en pasado ya, grácil midinette.
   Estoy en la ventana del recuerdo
-viejo lobo de mar-.
¿Qué añejo amargor enverdece el espejo
en la desolada taberna del arrabal?
Eran crepúsculos abiertos como heridas
que enconaba mi nostalgia de ver el mar
-yo fumaba un tabaco exótico de capitán-
y corría la aventura contigo por querida
por las huecas tabernas que a veces desfilan
en la solitaria sábana del cinema del arrabal...
La taberna, el mar y quizás tu carne eran de utilería-,
¿Y la melancolía?
¿Esa vieja provinciana,
beguina enana,
con la poesía pasadista por capuchón?
¿Y la embriaguez acre que agarré junto al depósito?
¡Cómo me emborrachaba el olor a pescado!
y te llevaba a propósito
por los muelles... por los muelles...
                                      Mi corazón
-vieja barcaza que hace agua-
rolaba por el borde de tu enagua
que a veces era blanca como la espuma del mar.
¿Quién como yo gozó en poesía de la sinecura
de fumar en la pipa de la real aventura?
Y en su humo, países, países en toda la oscura
sentina musgosa del cinema del arrabal...
Después vino la lógica del pan
nuestro de cada día,
vos te fuiste al hospital,  
yo iré algún día,
y mientras tanto
¿para qué el llanto
si me calafateo con la brea de la melancolía?
¡Ahora amo a las mujeres de ojos grises
como el acero que domina en la ciudad!
¡La ciudad!, ¡la ciudad!, la ciudad
tiene en sus calles a todos los países
de mi sensualidad.
Nicolás Olivari (Buenos Aires, 1900-1966), La musa de la mala pata, Editorial Martín Fierro, Buenos Aires, 1926


Foto: Nicolás Olivari en la portada de El hombre de la baraja y la puñalada y otros escritos sobre cine, Adriana Hidalgo, 2017

jueves, agosto 20, 2020

Jorge Enrique Ramponi / Mediodía

















Meridiano:
vértice cabal del día.
Mi patio calza una baldosa de oro.

En el columpio fácil de una caña
cuelgan su vuelo brusco los gorriones,
bajo el baño de sombra del alero.

El ángulo de pico mide granos de asfixia
y aventan el cansancio, abanicos las alas.

De una cuenca del muro, dos bocas pedigüeñas
tiritan la llorosa sonaja de sus voces,
salpicando el silencio con sus gotas de música.

Jorge Enrique Ramponi (Mendoza, Argentina, 1907-1977), Los mejores poemas de la poesía argentina, selección y notas de Juan Carlos Martini Real, Corregidor, Buenos Aires, 1974


Foto: (De izq. a der.) Abelardo Vázquez, Graciela de Sola, Alfonso Sola González y Jorge Enrique Ramponi La Quinta Pata

miércoles, agosto 19, 2020

Rokhl Korn / Al otro lado del poema




















Al otro lado del poema hay un huerto,
y en el huerto una casa con techo de paja
y tres pinos,
tres centinelas que nunca hablan, montando guardia.
Al otro lado del poema hay un pájaro,
amarillo y marrón con el pecho rojo,
y regresa cada invierno
y se posa como un pimpollo en el arbusto desnudo.
Al otro lado del poema hay un sendero
tan estrecho como una raya del pelo,
y alguien perdido en el tiempo
avanza descalzo por él, sin hacer ruido.
Al otro lado del poema pueden ocurrir cosas sorprendentes,
incluso en este día nublado,
esta hora herida
que suspira de anhelo febril en la ventana.
Al otro lado del poema puede aparecer mi madre
y detenerse un instante en el vano de la puerta perdida en sus pensamientos
y después decirme que entre en casa, como solía hacer hace mucho tiempo:
Ya has jugado bastante, Rokhl. ¿No ves que es de noche?

Rachel (Rokhl) Korn (Pidlisky, Galitzia, actual Ucrania, 1898-Montreal, Canadá, 1982), Selected Poems, Aya Press, Toronto, 1985
Traducción del idish al inglés, Seymour Levitan 
Versión del inglés al castellano, Jonio González. 




ON THE OTHER SIDE OF THE POEM

On the other side of the poem there is an orchard,
and in the orchard, a house with a roof of straw,
and three pine trees,
three watchmen who never speak, standing guard.
On the other side of the poem there is a bird,
yellow brown with a red breast,
and every winter he returns
and hangs like a bud in the naked bush.
On the other side of the poem there is a path
as thin as a hairline cut,
and someone lost in time
is treading the path barefoot, without a sound.
On the other side of the poem amazing things may happen,
even on this overcast day,
this wounded hour
that breathes its fevered longing in the windowpane.
On the other side of the poem my mother may appear
and stand in the doorway for a while lost in thought
and then call me home as she used to call me home long ago:
Enough play, Rokhl. Don’t you see it’s night?

martes, agosto 18, 2020

Juan Manuel Inchauspe / Cuatro poemas





















Casi haiku de invierno

De golpe la estridencia inesperada y cálida de esos pájaros
ocultos y alegres entre las ramas, arriba,
¿en medio de la seca y fría mañana invernal?


Aquí

En el infinito espacio de la memoria
en el contacto inhallable de un día y otro
en el rostro de mis semejantes
en el no saber qué hacer
o de qué lado estar
me muevo

apenas resisto


Cuando no demos más

Algún día novia nuestra,canto posible,flor perfecta de la orilla.
Cuando agotemos el recurso de la trampa premeditada
y el asombro persista hasta nuestras últimas fomas.
Algún día entonces,nos reuniremos aquí para que tú dispongas.


Poema

La noche traspuso los umbrales del horizonte
la vida transcurre ahora má lentamente
El silencio traza surcos de soledad
sobre la tierra desnuda
y el tiempo,
más detenido que nunca
golpea aún nuestro cuerpo.

Juan Manuel Inchauspe (Santa Fe, Argentina, 1940-1991), Trabajo nocturno, poemas completos, Editorial Municipal de Rosario/Universidad  Nacional del Litoral, 2010

Envío de Jorge Isaías


Foto: El Ortiba s/d

lunes, agosto 17, 2020

Roberto Medina / Pucherito de gallina


 










[Tango]

Con veinte abriles me vine para el centro,
mi debut fue en Corrientes y Maipú;
del brazo de hombres jugados y con vento,
allí quise quemar mi juventud...
Allí aprendí lo que es ser un calavera,
me enseñaron que nunca hay que fallar.
Me hice una vida mistonga y sensiblera
y, entre otras cosas, me daba por cantar.

Cabaret... Tropezón...,
era la eterna rutina.
Pucherito de gallina, con viejo vino carlón.
Cabaret... metejón...
un amor en cada esquina;
unos esperan la mina
pa' tomar el chocolate;
otros facturas con mate
o el raje para el convoy.

Canté en el viejo varieté del Parque Goal,
y en los dancings del viejo Leandro Alem;
donde llegaban "chicas mal de casas bien",
con esas otras "chicas bien de casas mal"...
Con veinte abriles me vine para el centro;
mi debut fue en Corrientes y Maipú.
Hoy han pasado los años y no encuentro,
calor de hogar, familia y juventud.

[1953]

Roberto Medina (Lanús, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1923-Buenos Aires, 2000)

Nota del Ad.:
El Tropezón es un restaurante de la avenida Callao, en Buenos Aires, recientemente reabierto. Carlos Gardel solía reservar allí la mesa 48. (Fuente: Mario Bellocchio, Desde Boedo ). Sin embargo, el costumbrismo, que suele inflamarse con este tango, es solo la apariencia de su letra original. La primera estrofa fue modificada por el propio Medina en 1953 cuando se le sugirió en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC) que era demasiado cruda. Esto parece haber obligado a otros ajustes en la letra definitiva. Quedaba más claro en la versión censurada que la primera persona que sostenía el relato era una mujer prostituida. Decía la estrofa: “Con 15 abriles me vine para el centro, / mi debut fue en El Cairo y Cotton Club./ Por un muchacho que supo hacerme el cuento / fui 'la doce'  en el viejo Marabú. / Allí aprendí lo que es ser langostera, /que el amigo que ayuda es el mishé, / que cualquier cosa es la mina canera / y en ese ambiente aprendí lo que hoy yo sé”. (Fuentes: Antonio Rodríguez Villar, citado en Catalina Pantuso, y Orlando Navarro en Diario de Cuyo). Asumida la voz que habla en estos versos, el Tropezón revela mejor su doble sentido de refugio en la madrugada porteña -con mayúscula- y yerro o pecado, con minúsculas.


domingo, agosto 16, 2020

Russell Edson / Ángeles


















Tienen pocos usos. Sirven sobre todo como objeto de martirio.
A ningún gobierno le preocupa lo que haces con ellos.

Como pájaros, y sin embargo tan humanos…
Se aparean mirándose mutuamente por un instante.
Sus huevos son como caramelos de goma blancos.

A veces se dice de ellos que impulsan al hombre 
a hacer con su vida más de lo que esperaba.
Pero ¿qué es lo que tiene que hacer un hombre con su vida?

… Arden maravillosamente con una llama azul.
Su llanto es como el chirriar de un gozne diminuto;
como el grito de un murciélago. Nadie lo oye.

Russell Edson (Connecticut, Estados Unidos, 1935-2014), The Tunnel. Selected Poems, Oberlin College Press, Oberlin, 1994
Versión de Jonio González



ANGELS

They have little use. They are best as objects of torment.
No government cares what you do with them.

Like birds, and yet so human...
They mate by briefly looking at the other.
Their eggs are like white jellybeans.

Sometimes they have been said to inspire a man
to do more with his life than he might have.
But what is there for a man to do with his life?

...They burn beautifully with a blue flame.

When they cry out it is like the screech of a tiny hinge;
the cry of a bat. No one hears it.

sábado, agosto 15, 2020

Bernardo Uchitel / Tres poemas




Junio

La luz tiene
vaivén de nubes y viento 

Los paraísos sin fragancia
y el campo
sin pasto
se refugian
al calor
de la cueva de lechuza


Una pieza frente a la plaza
 
Por la ventana el resplandor
sobre la mesa y las sillas
en la calle
la sombra inquieta de las bandadas 

Huir de estas casas umbrías
hacia los pastos dorados
la flor de la alfalfa
azul
y amadas
que se recogen en cuartos blancos


Temor ancestral 

Cuando suceda en mí la eclosión de los cielos
seré
como los antiguos
temeroso
En un verano propicio
de pasto amarillo manchado
mojaré los pies en el arroyo del sol 

El aromo esparcirá
la sombra
donde ronda la mosca verde 

El pozo más hondo llamará
cerrando su boca negra
 
Sin luz
como los antiguos
imploraré

Un espacio euclidiano para las dudas
Con Abril y la noche giramos
rondamos el sol en giro general
Círculos
esferas
Sobre el pedregullo caminando a la largo del camino
todo es un giro general
 
Se ha levantado el manto
por la senda del monte
se pierde la risa 

Volverán los pájaros
sobre los techos
Vendrán
con un poco del gris
que les impregna el alba

Bernardo Uchitel (Basavilbaso, Argentina, 1942), Poemas (1966-70), La Ventana, Rosario, 1977, vía 


viernes, agosto 14, 2020

César Moro / La leche del éter




















La leche de éter violeta traicionado
siniestro líquido de la toilette de las bodas
donde el incesto conduce a la cerveza
que niega los insectos voraces
los horizontes serios
la noción de los arrozales

César Moro (Lima, 1903-1956), Breton, Char, Éluard, Péret et al., Violette Nozières, Éditions Nicolas Flamel, Bruselas, 1933; Edition Sirene, Berlín, 1986
Versión de J. G. 

Envío de Jonio González

A Media Voz - UNAM - Vallejo & Co. - Escritores - Poemas del Alma - Gatopardo- La Poesía Alcanza para Todos
 
Foto: Verboser

Le lait d’éther violet trait
le sinistre liquide de toilette des noces
où l’inceste mène à la bière
qui nie les insectes dévorants
les sérieux horizons
la notion des rizières

jueves, agosto 13, 2020

Carolina Soria / De "El infierno prometido"


















Miércoles 22:56 

 real que retumba en las maneras de ver 

donde verse se hace carne 
donde la carne se ciñe 

 y no hay más real que un adiós

San Martín

leguleyo corazón
soliloquio corroído
saldan lazos los retenes
se arrastra la brisa

y afuera solo calma
solo noche

embebido de lamentos
otra huida

ahora corazón
ya no alcanza el saber
ni el hacer

Carolina Soria (Buenos Aires, 1977)

El infierno prometido
,
Barnacle, 
Buenos Aires, 2020









miércoles, agosto 12, 2020

Antonella Anedda / De "El catálogo de la alegría"


















Silencio nocturno. Cuando nos levantamos en la oscuridad estival
y los árboles se quedan sin viento más allá de la puerta abierta.
Cuando los cuartos respiran lento y el mar se une a los geranios. Rojo y
                                                                  /cobalto y de nuevo rojo
en las luces del puerto
en los transbordadores que parpadean y esperan.
Silencio matutino. Una calidad de los pasos sobre el empedrado
de las voces. Es el sonido de las persianas metálicas
que se levantan sobre las tiendas intactas; una señal de paz
el anuncio del shofar en el día.
Sol silencioso sobre las cubiertas, sobre los pisos
sobre las tazas del desayuno y el esmalte de la bandeja.
Sí. No lo bastante bendecido en cada despertar silencioso y vivo
no todavía enfermo no todavía esclavo.



Adorar (las imágenes).
la belleza de los huertos y de los bosques
una silla apoyada en la pared y el vaho de las hayas
Echando una mirada a los balcones donde un mantel ondea
por un instante parece
que se mete en el corazón
colmándolo de azul, aplacándolo
con su rumor en el viento.
Y adorar los cuadros que los seres humanos han pintado, los mundos
                                                                                       /sin viento
que respiran tranquilos en los museos
esas tempestades sin espuma, aquella sangre sin grito
y los animales mil veces benditos parados junto a los troncos.
Asnos y conejos, charcos en los que cintila el cielo
pastores que adoran junto a su rebaño
con las espaldas estriadas de lluvia y luz verde.
hemos existido de veras frente a esos colores
en un tiempo perfecto, la gran tela de entonces, pintada con amor
plena de azul y púrpura, de bosques, de plegarias...

(*)

... tela que todavía dura, pero no pintada, tejida
cardada con cuidado y ahora de nuevo
tal vez, lista para el color.


 (* con un tono más bajo)

Antonella Anedda (Roma, 1958), "El catálogo de la alegría", 2003, Antología, traducción de Jorge Aulicino, Hilos Editora, Buenos Aires, 2014               




Silenzio notturno. Quando ci si alza nel buio estivo
e gli alberi restano senza vento oltre la porta spalancata.
Quando le stanze respirano piano e il mare si unisce ai gerani. Rosso e
                                                                      /cobalto e ancora rosso
nei fari del porto
nei traghetti che sfavillano e aspettano.
Silenzio mattutino. Una qualità dei passi sul selciato
delle voci. E’ il suono delle saracinesche
che si sollevano sui negozi intatti: un segnale di pace
l’annuncio dello shofar nel giorno.
Sole silenzioso sulle coperte, sui pavimenti
sulle tazze della colazione e lo smalto del vassoio.
Sì. Non benedetto abbastanza ogni risveglio silenzioso e vivo
non ancora malato non ancora schiavo


Adorare (le immagini).
la bellezza degli orti e dei boschi
una sedia appoggiata alla parete e il vapore dei faggi
Gettando lo sguardo sui balconi dove una tovaglia ondeggia
per un attimo sembra
ci si metta sul cuore
colmandolo di azzurro, placandolo
col suo tonfo nel vento.
E adorare i quadri che gli esseri umani hanno dipinto, i mondi senza
                                                                                             /vento
che respirano quieti nei musei
quelle tempeste senza schiume, quel sangue senza grido
e le bestie mille volte benedette ferme vicino ai tronchi.
Asini e conigli, pozzanghere dentro cui scintilla il cielo
pastori che adorano vicino al loro gregge
con i dorsi striati di pioggia e luce verde.
siamo esistiti davvero davanti a quei colori
in un tempo perfetto, la grande tela di allora, dipinta con amore
piena di azzurro e porpora, di boschi, di preghiere…

(*)

… tela che ancora dura, soltanto non dipinta, tessuta
cardata con cautela e ora di nuovo
forse, pronta per il colore.

 (* con un tono più basso)