Carlos Battilana
(Paso de los Libres, 1964)
Abril, de Estela Figueroa
Me gusta la poesía de Estela Figueroa. Elijo un poema: “Abril”. Podría haber elegido algunos otros: “Motivos”, “Sol de otoño”, “Caminando bajo la llovizna en una noche de junio”. ¿Qué me gusta de la poesía de Figueroa, la poeta argentina de una obra breve, no demasiado difundida, pero que, inevitablemente, va a expandirse por imperio de su contundencia? Me gusta su transparencia. ¿Qué significa transparencia en poesía? Un lenguaje instrumental que designa objetos, personas, que cuenta historias y que, al mismo tiempo, habla de sí mismo. Los poemas de Figueroa narran una historia, generalmente ínfima, que se asocia a una anécdota personal. Por ejemplo, una caminata nocturna, una visita a un amigo, un recorrido por un álbum de viejas fotografías, la preparación de su hija para salir (un poema que nos recuerda un famoso texto de Giannuzzi). Sin embargo, en ese relato de historias mínimas, las palabras del poema no dejan de interrogarse sobre sus condiciones de posibilidad en relación con el sentido. Es cierto que varios de sus poemas hablan del oficio poético. Pero no es por eso que las palabras adquieren registro autónomo, no es por eso que, al mismo tiempo que hablan de un referente, se designan a sí mismas. En la poesía de Figueroa cada vocablo se usa en función de la pequeña historia que se cuenta, de eso no hay dudas. Pero al leer sus poemas se percibe -casi de manera física- el peso de cada palabra, como si ellas fueran leves materias, o como si los vocablos del poema no sólo nombraran una anédota, sino que la acompañaran a través de su propia proyección como signos. Los poemas de Figueroa son una suerte de acústica tenuemente rumorosa que va desencadenando, de manera inesperada, una reflexión tremenda, objetiva y atroz. A la manera de una luz oscura y un poco insondable, estos poemas remiten a la sencillez de los vocablos (lo que acaso se podría llamar el artificio de la sencillez), una categoría estética que se construye cuando los vocablos han pasado por un potente grado de combustión y, finalmente, regresan a su carácter comunicativo.
Vuelvo al poema “Abril”. La mayoría de los verbos del poema se hallan en pretérito, verbos muy característicos del género narrativo. El poema cuenta una historia sobre un bolso que se rompió y sobre su contenido (recibos de sueldo, monedas, documentos, boletos de ómnibus, una carta de ultramar, etc). Progresivamente percibimos que el bolso del que se habla -“el bolso viejo”- se transforma en el “bolso de la vida”. Allí descubrimos que la sucesión de hechos que se narra, en su parca precisión, va desmadejando una suerte de plegaria final, casi una oración profana en modo imperativo que tiene mucho de ternura y de piedad: “sé benévolo”. En función de ese final, inesperado, el poema transita por acontecimientos, en apariencia, menores y, al mismo tiempo, los va sorteando. Los pequeños acontecimientos -advertimos- tan exactos son el sustento de ese final, su condición necesaria. El poema designa un objeto concreto que resulta significativo para el sujeto poético y, a través de él, quiere decirnos algo más. Es paradójica la escritura de Estela Figueroa: el sentido se expande y, sin embargo, las palabras afirman su precisión y exactitud en esa especie de arco oscilante entre la acepción literal y la metáfora que construyen.
Abril
El año pasado
por este mes
me compré un bolso
que tenía muchos compartimientos.
Me acompañó un año.
El año más atroz de mi vida.
Pero para qué extenderse
en una descripción de situaciones
que reclaman olvido.
Este año el cierre se rompió
y compré otro.
Ya sin compartimientos
y del mismo color.
Pasaron unos días
hasta que llegó el momento de la ceremonia.
Sobre la colcha floreada de mi cama
vacié el bolso viejo.
Todos sus compartimientos.
Aparecieron recibos de sueldo
propagandas de distintos comercios
remedios
boletos de ómnibus
una libreta en blanco
mi documento de identidad
monedas
y una carta enviada desde Madrid
donde un joven me escribe
que momentáneamente está allí
que todas las noches
piensa en mí que
fue una pena que
sabré de él por
otra carta o…
He orado
por él
por mí.
Bolso de la vida:
sé benévolo.
Estela Figueroa (Santa Fe, 1946)
Foto: Carlos Battilana en FB
Sobre Poemas elegidos 78, 79, 80, 81: el enamoramiento es el común denominador de estas parejas consteladas por la poesía:enamorados no recíprocos, amantes en lo amado confundidos.
ResponderBorrarNada mejor.