Mario Arteca
(La Plata, 1960)
La tricomona, de Antonio Cisneros
Este poema del gran autor peruano lo leí en el número de abril de 1974, en la célebre revista Crisis, N° 12. Más allá de las razones sobre por qué Antonio Cisneros no incluyó ese texto en libro (la poética de estos breves versos están cercanas a Aguas que no has de beber, o Como higuera en un campo de golf), el poema concentra mucho de lo que un adolescente buscaba si quería ser escritor por aquella época. 1) El yo puesto en escena, interpelando a su manera, ya no en forma celebratoria; pero además, un yo en conjunto con una especie de alegoría estatal, la empresa del país a un mismo nivel de enfrentamiento, o de desconfianza, en donde cierta utopía quitaba espacio entre una empresa, y el poeta quien escribe; 2) Esa facilidad para movilizar y volver joven el poema, por momentos apelando a metáforas zoológicas (típicas de Cisneros, o matemáticas, también parte del diccionario del peruano); 3) La soledad del ciudadano medio, quemándose por una suerte de enfermedad sexual, pero que recorre lo mismo un pasaje de desolación que lo contiene. No hay queja, hay apelación a convalidar los pactos de sociabilidad de la errancia urbana; 4) En esa vagancia (de tarde o noche, más bien atardecer), el poeta describe los colores del aislamiento, en medio de una ciudad que parece cambiar de eje, de perspectiva histórica, y de actores (ese “Lima Town”, como un lenguaje del consumo, aparece en el estallido de un micro-código, un argot de determinado rango que marca desde dónde se dice, se transcribe, y se padece corporalmente). Si hay algo que siempre me gustó de este texto, es que funciona lo suficientemente críptico como para no obviarlo, jamás pasarlo de la largo, y nos da para siempre esa imagen de un escritor que comprendió su lengua, y que además, la pudo desenrollar in extenso en el resto de su obra.
La tricomona
Petroperú y yo nos ignoramos,
paso por el zanjón (de sur a norte)
y miro al cielo (azul de flamencos surcado),
en sus 3.000 ventanas no hay humano
que guarde rosa o sapo para mí,
estamos a mano, babalú,
ni pío, ni qué tal, ni por tu casa,
y yo como las huevas,
bonzo sin gasolina (tricomona)
por la escondida senda
de los pocos sabios
que en el mundo han sido
(jacarandá poblado de unicornios,
crepúsculo de almendras
a un cuarto pa las cuatro
en Lima Town).
Antonio Cisneros (Lima, 1942-2012)
Mario Arteca describe, me parece, los propósitos de su propia poesía, en el espejo del poema elegido.
ResponderBorrarArteca, Mario, es un poeta que trabaja el entorno -estatal, urbano, sexual, textual, paratextual- como contorno sin relleno; horror vacui; barroco pero como producto de la escritura desde un fuera de campo de la lengua. Podría decirse que ex nihilo se escribe y que esta escritura, la de M.A., da cuenta de ello –con su libra de carne en la letra; es decir, con algo del orden de la materialidad del cuerpo de quien la escribe, sacrificado al lenguaje-.
Encuentro coincidencias de propósitos con el poema de A. Cisneros, al menos en la espejada lectura de M.Arteca. Me gustó.