Roberto Malatesta
(Santa Fe, Argentina, 1961)
Con pálida y absorta somnolencia, de Eugenio Montale
Me suena tan familiar este poema de Montale, aunque para mí el mar esté a una distancia inaudita. Me resulta familiar ese sopor de la siesta, esos huertos cerrados con tapiales, costumbre italiana, rematados con vidrios de botella. Ese clima misterioso, su microcosmos que los hace infinitos, y por lo tanto, por su infinitud el mar bien puede caber en sus alrededores. Es esa humedad, tan de mi región litoraleña, ese cerrarse del aire, y, aquí llegamos a uno de los puntos clave: ese silencio hace que se perciban presencias: pájaro, culebra; nótese que no se oye al pájaro ni a la culebra, la tranquilidad es tal que nos hace “sentir la presencia”… sólo la chicharra con su sonido de fondo se impone, tanto que ya bien puede tratarse del silencio mismo, en otra vibración. Estamos en el verano, la estación más que propicia para sestear en el patio, tumbado contra el tapial o un árbol, y en duermevela observar lo mínimo, “curiosear la labor de las hormigas”: todo es significativo, desde esos insectos que se mueven por momento casi sin sentido, parábola quizás de la locura humana, se apiñan en la cima de una ínfima gavilla, y todo esto nos retrotrae a la infancia, o para mejor expresarlo: nos trae la infancia. Nadie mejor que el niño para fijar la atención, para sentir. Me trae mi propia infancia en mi patio paterno o el de mis abuelos, ese placer del silencio donde todo, nos dirá Montale, está a punto de revelar un íntimo secreto…no importa que no resulte, no importa develar, importa esa sensación, también infinita de inminencia.
Llegamos a un verso que me gusta destacar como ejemplo de traducción, en italiano dice “lontano di scaglie di mare” los acentos en las a, las consonantes n d l, las i, toda una reproducción sonora del oleaje del mar, traducirlo literalmente en “lejano de escamas de mar” es una destrucción del sonido, por lo tanto del verso. Qué elige el traductor, para mí espléndido: “las lejanas escamas del oleaje”, dónde los golpes de las l y las j, los acentos también en las a, nos devuelven el mar del verso original, repito, espléndido. No el único acierto, desde ya, pues si el poema en castellano cautiva también se lo debemos al traductor, quien trae el jardín italiano y lo trasplanta, como aquel girasol Montaliano “enloquecido de luz” en nuestros jardines.
Y el final, esa triste maravilla de Montale en otro oxímoron, “sentirnos deslumbrados por la pena” esa pena que deslumbra en nuestras pequeñas tristezas, en nuestros reductos de percepción, y esa muralla que recorremos y, todavía nos lo recuerda el poeta, como denotando ausencia de opciones, recordemos el sufrido silencio que operó el fascismo sobre Montale, “rematada con vidrios de botella”. Creo que la triste maravilla, y es esto una opinión personal, puede remplazar la tan remanida “felicidad”; ¿qué es feliz entre muros rematados con vidrios de botellas?
Con pálida y absorta somnolencia
Con pálida y absorta somnolencia
recostarme en el muro de una huerta,
sentir en los arbustos la presencia
del pájaro escondido y la culebra.
Por la senda o encima de la hierba
curiosear la labor de las hormigas,
ya sea que se dispersen o se apiñen
en la cima de su ínfima gavilla.
Al observar a través del follaje
las lejanas escamas del oleaje
escuchar la cigarra que se obstina
con su chirrido en la árida colina.
Y al alejarnos, bajo el sol que ciega
sentirnos deslumbrados por la pena
de saber que esta vida y su faena
es como recorrer una muralla
rematada con vidrios de botella.
Eugenio Montale (Génova, 1896-Milán, 1981)
Versión de Ricardo Herrera
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Foto: Roberto Malatesta por Beatriz Leguiza en FB
Nuevamente, el poema, sencillo, permite a su lector teorizar agudamente en torno a él.
ResponderBorrarAh, lector omnisciente y tan humilde y perecedero e inquietante como "las lejanas escamas del oleaje",
ese verso, frase que el lector, Roberto Malatesta y el traductor,Ricardo Herrera, atribuyen a Montale.
Gran comienzo, me parece, de la segunda parte de la Serie "Poemas elegidos".Gracias.