lunes, junio 29, 2020

Diego L. García / De "Las calles nevadas"

















hay una fotografía en el reverso de los actos
que todavía se representan como nuestros.
la escena de una película americana.
siempre de posguerra. es decir. latente
entre las decisiones de sujetos y gobiernos
entidades que regulan los matrimonios
las salidas de sábados regulares para mirar
las estrellas desde el capó de un auto turquesa
las vallas blancas de las casas. madera por
todos lados. y las postales de todos esos mundos
que compramos acá. es como un supermercado
de grandes sueños. una serie de soldados
desertores mirando televisión en las madrugadas
y levantándose a las 6 para construir pirámides
con botellas de coca-cola. esas medallas son
las nuestras. nos quedamos dormidos en los
pantanos de una telenovela sin fin. la
cena está servida! los niños corren escaleras abajo.
una navidad interminable. la nieve en los deseos
aunque haga 40 grados y nuestras baldosas
se resquebrajen. nuestras baldosas mentales
por donde desfilan los impulsos y las apuestas
que hacemos en el último casino de la frontera

*

las calles nevadas son siempre un lugar para volver.
la postal y su reverso en blanco: me dirás la verdad?
un empapelado de 1945. un cóctel en manos
de una espía rusa. la lista de todos los errores
en una carpeta sin título. es mejor que las
palabras se agrupen solas. el automatismo
funciona muy bien en la pintura. qué podría
encarecer nuestro plan? en algún punto tras la muerte
la casa y el fresno en el jardín podrán corroborar
que las mejores legiones renunciaron al sentido
de la vista mucho antes de redactar sus promesas

*

la oficina del predicador. saco bordó. sillones de cuero.
un perro de bronce. todas las facturas pagas.
un gordo al día. servilletas de pizzería
y las bendiciones en alza. 

no es el asunto que se haya hecho rico
con su salsa espiritual
sino cómo sostiene una verdad de época:
el orden de unos zapatos lustrados como espejos
en los que se reflejan los mejores soldados del pueblo. 

calles nevadas. poco tránsito. una fila de árboles. 

historias que nadie cuenta mientras lava los platos.
no hay buen gusto ni nada de eso que madruga
sin café ni periódico. 

es la lengua de dios. sí.
y un perfecto silencio inflamable en los carteles. 

incluso puede devolverte la vista
o darte unas entradas para que ya no vuelvas

Diego L. García (Berazategui, Argentina, 1983)

Las calles nevadas,
Barnacle,
Buenos Aires, 2020










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