Al dejar atrás ajena y extraña la ciudad de Dublín,
Mi padre condujo toda la noche en un viejo Ford Anglia,
Su hijo de cinco años en el asiento de al lado,
El asiento de cuerina roja sintética,
Y una luna amarilla que miraba por el parabrisas.
“Papi, Papi -grité-, deja atrás la luna”,
Pero, por muy rápido que condujera, no podía dejar atrás la luna.
Cada pueblo por el que pasábamos era otro hito
Y sus nombres contraseñas mágicas a la eternidad:
Kilcock, Kinnegad, Strokestown, Elphin,
Tarmonbarry, Tulsk, Ballaghaderreen, Ballavarry;
Ahora estábamos en Mayo y la próxima parada era Turlough,
El pueblo de Turlough en el corazón de Mayo,
Y la casa de la madre de mi padre, toda lámparas de aceite y mujeres,
Y mi cuarto sobre el pub de abajo,
Y por la mañana gritos de ganado y cantos de gallo:
La vida aparentemente es una prenda sin costuras magnificamente rasgada
Por sus chillidos y bramidos. Y por las tardes
Caminaba con mi padre en el pasto alto junto al río
Hablando con él, algo inaudito en la ciudad.
Pero el hogar no era el hogar y la luna no podía ser más rebasada
Que la pesadilla de la ciudad de Dublín a la luz del día:
De vuelta a lo largo del canal nos metimos en la ciudad
Y cada esclusa era el peaje de nuestra mutua condena;
Y rejas, vallados, asfalto y semáforos,
Y cuadras y cuadras de las llamadas “nuevas” viviendas –
Miles de cruces de soledad plantadas
En la estrecha tumba de la vida del padre;
En el amplio, amplio cementerio de la infancia del niño.
Paul Durcan (Dublín, 1944)
Traducción de Jorge Fondebrider
Nota del Ad.: El poema se refiere al condado de Mayo, en la costa oeste de Irlanda
British Council - Outstanding Poems - 746 Books - PoemHunter - The Irish Times - The Independent - The Guardian - HoCoPoLitSo/YouTube - News Four - Poetas Siglo XXI - Interno Poesia
Foto: Cyril Byrne/The Irish Times
Going Home to Mayo, Winter 1949
Leaving behind us the alien, foreign city of Dublin
My father drove through the night in an old Ford Anglia,
His five-year-old son in the seat beside him,
The rexine seat of red leatherette,
And a yellow moon peered in through the windscreen.
'Daddy, Daddy,' I cried, 'Pass out the moon,'
But no matter how hard he drove he could not pass out the moon.
Each town we passed through was another milestone
And their names were magic passwords into eternity:
Kilcock, Kinnegad, Strokestown, Elphin,
Tarmonbarry, Tulsk, Ballaghaderreen, Ballavarry;
Now we were in Mayo and the next stop was Turlough,
The village of Turlough in the heartland of Mayo,
And my father's mother's house, all oil-lamps and women,
And my bedroom over the public bar below,
And in the morning cattle-cries and cock-crows:
Life's seemingly seamless garment gorgeously rent
By their screeches and bellowings. And in the evenings
I walked with my father in the high grass down by the river
Talking with him – an unheard-of thing in the city.
But home was not home and the moon could be no more outflanked
Than the daylight nightmare of Dublin city:
Back down along the canal we chugged into the city
And each lock-gate tolled our mutual doom;
And railings an palings and asphalt and traffic lights,
And blocks after blocks of so-called “new” tenements –
Thousand of crosses of loneliness planted
In the narrowing grave of the life of the father;
In the wide, wide cemetery of the boy’s childhood.
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