jueves, agosto 29, 2019

Sandro Barrella / De "Villa Santa Rita o el libro de los pasajes"















III

El bosque cercano donde vivo
provee a la parroquia, dicho esto
en el sentido de comunidad,
no de feligresía,
de leña, sombra, pájaros, castañas,
agua clara, paseos junto al río.
La parroquia, mis hermanos geográficos,
de ellos hablo. Los miembros aleatorios
que por azar nacieron en la tierra
donde fui a dar, por el azar
de mis antepasados.
Nosotros,
como decimos cuando nos cruzamos
las miradas en la feria los domingos
de comienzo de mes,
la kermés, le llamamos;
nosotros que,
acodados en la barra
de la taberna apuramos un trago,
mientras alrededor los niños corren.

De tanto en tanto el municipio trae
una pantalla para darnos cine.
Recuerdo una ocasión, en blanco y negro,
vimos pasar escenas de provincia,
nuestras vidas deslizándose en la cinta.
Reunidas las familias, los paseos,
el carrusel, la iglesia, los que beben,
como en espejo, y además un bosque.
Imágenes movientes, mirábamos estáticos.

(La camarera decide por su cuerpo,
y la pequeña Mouchette
se ve feliz
por un par de minutos,
-las hebillas del pelo resplandecen,
¿o eran cintas de tela?-
los autos chocadores,
empujones mecánicos la llevan
al reino de la risa y la ilusión
del amor juvenil,
-puro, carnal, concreto, ileso-
como en Asís, el de Clara y Francisco.
Luego, la bofetada de su padre
pone otra vez las cosas en su sitio,
como en la vía campesina el palo
en el lomo de un burro,
o una rama en las barbas de las cabras
lleva otra vez las bestias al corral.
La vida condenada de los santos inocentes)

Y yo que hablo de una casa
en el linde del bosque,
no vivo en una casa
en el linde del bosque.


El Ñandú

Se dice del avestruz americano aunque
se dice mal, explican los que saben. El tamaño,
y las patas y más, las diferencias
abundan, entre uno y otro,
por eso es un decir y no otra cosa.
En la tierra anterior a la llamada Argentina,
le daban caza con sus boleadoras,
los que estaban.
El ñandú como nombre obedece a una voz guaraní;
Piyo, lo llaman en Bolivia, y surí es el vocablo natural en lengua quechua.
El ñandú corre y no vuela. Nada, dicen que bien,
y es notable su ansia omnívora.
Puede verse en diversos formatos de video
dispuestos por la Era, la carrera alocada
de ñandúes al modo desgarbado de Emil Zátopek,
y lo mismo que aquel que fue llamado,
la locomotora checa, es imposible asimilar esa figura
a la idea de gloria deportiva.
Es comestible su carne aunque en el tiempo
que nos toca, no está bien visto hacer de él
nuestro alimento.
Los niños que juegan con sus autos
de plástico, a ver quién llega más lejos,
los niños, puedo verlos en cuadro, en la ochava
que el pasaje El Ñandú forma con Cuenca,
viven ese momento de máxima tensión,
ajenos al catastro, a la especulación inmobiliaria,
a los pasos de este falso flâneur
que en la mañana de Villa Santa Rita,
se pasea y escribe, sin garbo y al descuido,
el libro de los pasajes.

Sandro Barrella (Buenos Aires, 1967)

Villa Santa Rita o el libro de los pasajes,
Caleta Olivia,
Buenos Aires, 2019









Ref.:
Buenos Aires Poetry
Vallejo & Co.
Clarín
Vuelo de Noche
Otra Iglesia Es Imposible

Foto: Sandro Barrella en Facebook

1 comentario:

  1. Dulce, amoroso, sencillo, como quisiera la misma vida ser, sila dejáramos

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