la biblioteca
los 300, 000 libros & yo nos conocimos en el invierno de 1993
fue un amor ambarino a primera vista
me rateaba de las clases de matemática y lengua (tedium vitae)
con señalador en mano –“I love my Library”- me perdía entre
sus pasillos angostos, silenciosos
el tiempo se tomaba su tiempo/ no discurría
olor a historia secreta, a datos irrefutables que se ofrecían
/generosos
a mi inquietud PANTAGRUÉLICA
fui deletreando el mundo,
página x página,
siguiendo mi curiosidad
instintiva
saltarina
como el conejo de Alicia
un diccionario de referencia/ me remitía
a una novela rosa/ ésta, a cierta biografía de Einstein, /
poesía isabelina, / novelas de Pierre Boulle…
así cobré enormes tesoros, compilé paisajes fantásticos,
lecturas góticas, científicas, tomos de numismática, geografía;
acopié datos sobre presidentes yanquis como pocos adolescentes,
(Washington-Lincoln-Wilson-Eisenhower-J.F. Kennedy-Carter)
y héroes de guerra,
Patton,
McArthur
Custer y sus chapas largas
en la masacre de Little Bighorn
insomne, muchas mañanas escondía mi desamparo
entre las páginas de la
Britannica
su rumor del papel biblia,
entre
mis dedos,
-música para mis oídos
recuerdo en particular unos tomos
lujosamente encuadernados sobre la
conquista del Oeste
barbudos
leñadores talando
sequoias gigantes,
el daguerrotipo de
Buffalo Bill con
Toro sentado
(¿no es cierto que el cazador de bisontes estadounidense
tiene un cierto aire a julio
Argentino Roca? -me preguntaba en silencio
de misa)
mi rincón:
ante una luminosa ventana escondida,
al fondo, cerca de la entrada trasera,
allí podía acurrucarme por varias
horas hojeando el mundo sin
ser jamás interrumpido
si la profesora de Historia
a primera hora de la mañana
hacía referencia de la
Batalla del Somme,
esa misma tarde,
a las 3 en punto
(apenas sonaba el timbre)
ya estaba consultando a
Hart &
Middlebrook
era un modo de asaltar aquel tiempo perdido
aquellos días antes de mi nacimiento (excesivamente amplios y complejos)
pero que me fascinaban porque habían sido –a pesar de mí
fue allí donde recité “Mending Wall” de Frost, my favorite american poet
“The Raven” de Poe, y “O Captain! My Captain!” del níveo Whitman
(llegué a analizar verso por verso aquella metáfora sobre Lincoln)
en esa biblioteca comprendí la magia
& fatalidad
del verbo
Augusto Munaro (Morón, Argentina, 1980)
Incrustaciones dubaitíes,
Editorial Lisboa,
Buenos Aires, 2019
Augusto Munaro - Vallejo & Co.- Caína Bella - La Voz - Tuerto Rey
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Foto: Merece una Reseña
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