El río Niágara
Como si
el río fuera
un suelo, colocamos
la mesa y las sillas
en él, comemos
y charlamos.
Conforme su curso avanza
nos damos cuenta –tan
sosegadamente como si
estuvieran cambiando
los cuadros del comedor−
de las escenas que se suceden
en la orilla. Lo
sabemos, sabemos que este es el
río Niágara, pero
resulta difícil recordar
lo que eso significa.
Pentimenti
Pueden observarse los pentimenti de una anterior posición del brazo.
Frick Museum
No se trata solo
de que la imagen de arriba
desaparezca o
se vuelva translúcida:
las cosas de debajo
salen de nuevo a la luz
después de haber disfrutado de
un merecido descanso.
Esa es la parte más difícil
de soportar, cómo
las opciones que descartamos
emergen de la capa inferior,
ajenas a los tanteos
que requieren las decisiones finales.
En este cuadro,
por ejemplo, fíjate en cómo
se revela
un tercer brazo −
hace mucho tiempo borrado
por el artista−,
abriendo un hueco
en la superficie
por el que quién sabe qué
gato exiliado o
niño perdido
podría colarse.
Kay Ryan (San José, Estados Unidos, 1945), Cinco poemas de The Best of It *, La Pecera, Mar del Plata, Argentina
Traducción de Luis Bagué Quílez
* The Best of it, Grove Press, Nueva York, 2010
Poetry Foundation - Jámpster - Poetas Siglo XXI - Líneas conectadas
Foto: Kay Ryan, 2015 Nathaniel Y. Downes/San Francisco Chronicle
THE NIAGARA RIVER
As though
the river were
a floor, we position
our table and chairs
upon it, eat, and
have conversation.
As it moves along,
we notice −as
calmly as though
dining room paintings
were being replaced−
the changing scenes
along the shore. We
do know, we do
know this is the
Niagara River, but
it is hard to remember
what that means.
PENTIMENTI
Pentimenti of an earlier position of the arm may be seen.
Frick Museum
It’s not simply
that the top image
wears off or
goes translucent;
things underneath
come back up,
having enjoyed the
advantages of rest.
That’s the hardest
part to bear, how
the decided-against
fattens one larger down,
free of the tests
applied to final choices.
In this painting,
for instance, see how
a third arm −
long ago repented
by the artist−
is revealed,
working a flap
into the surface
through which
who knows what
exiled cat or
extra child
might steal.
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