sábado, octubre 20, 2018

Leonardo Sciascia / Dos poemas
















Sicilia, su corazón

Como Chagall, querría capturar esta tierra
dentro del inmóvil ojo del buey.
No una lenta calesita de imágenes,
una corona radiante de nostalgias: sólo
este cielo cuajado de nubes,
los cuervos que bajan lentamente;
los rastrojos quemados, los árboles pelados
que se graban como filigranas.
Un miope espejo de pena, un pesado destino
de lluvias: muy lejos está el verano
que aquí extendió su cálida desnudez,
escamosa de luz -y muy distinto es
el anuncio del otoño,
sin voces de la vendimia.
Voraz el silencio sobre las cosas.
Se quiebra, si la flauta de caña
intenta hacer un sonido,
y un miedo profundo derrama.
Los antiguos no rieron de esta luz,
estrangulada por las nubes, que gime
sobre los prados fatigados, sobre guijarros ásperos,
en el ojo fangoso de las fuentes;
las ninfas perseguidas
no se escondieron aquí de los dioses; los árboles
no dieron frutos a los héroes.
Aquí Sicilia escucha su vida.


Fin del verano

Terminada la cosecha, chicos descalzos invaden
los almendros, cetros de miseria
las largas cañas cimbreantes.
Sus ojos agudos
pasan entre las ramas, descubren
la desnuda almendra abandonada.
Escucho el golpe de las cañas,
el leve ruido sobre los terrones:
sonidos del verano que muere,
del otoño de las lluvias y de los pobres.

Leonardo Sciascia (Racalmuto, Italia, 1921-Palermo, Italia, 1989), La Sicilia, il suo cuore, Bardi Editore, Roma, 1952, vía Gianluca D'Andrea
Versiones de Jorge Aulicino

Ref:
Leonardo Sciascia Web
La Repubblica
El País

Foto: Leonardo Sciascia, 1988 Ricardo Gutiérrez/El País


LA SICILIA, IL SUO CUORE

Come Chagall, vorrei cogliere questa terra
dentro l’immobile occhio del bue.
Non un lento carosello di immagini,
una raggiera di nostalgie: soltanto
queste nuvole accagliate,
i corvi che discendono lenti;
e le stoppie bruciate, i radi alberi,
che s’incidono come filigrane.
Un miope specchio di pena, un greve destino
di piogge: tanto lontana è l’estate
che qui distese la sua calda nudità
squamosa di luce – e tanto diverso
l’annuncio dell’autunno,
senza le voci della vendemmia.
Il silenzio è vorace sulle cose.
S’incrina, se il flauto di canna
tenta vena di suono: e una fonda paura dirama.
Gli antichi a questa luce non risero,
strozzata dalle nuvole, che geme
sui prati stenti, sui greti aspri,
nell’occhio melmoso delle fonti;
le ninfe inseguite
qui non si nascosero agli dèi; gli alberi
non nutrirono frutti agli eroi.
Qui la Sicilia ascolta la sua vita.


FINE DELL’ESTATE

Dopo la raccolta, ragazzi scalzi invadono
i mandorleti: scettri di miseria
le lunghe canne tentennanti.
I loro occhi acuti
s’incrunano tra le rame, scoprono
la nuda mandorla lasciata.
Mi giunge il picchio delle canne,
il lieve tonfo sulla zolla: suoni
dell’estate che muore, dell’autunno
delle piogge e dei poveri.

1 comentario:

  1. Tanta belleza que duele, por que a veces, porque sí, la belleza duele y por el contenido implicito en los versos. Un poeta extraordinario. Gracias por traerlo.

    Clelia Bercovich

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