domingo, marzo 16, 2025

Lucas Peralta/ De "Cenizar"




XV

Queríamos hacer tradición, donde no existía;
queríamos hacer también profecía para
diseñar la gracia y el destino de
nuestras próximas ciudades.
                                             José Lezama Lima

Un hueco en el milagro, ahí calla su huésped.

Ahí donde nadie mira lo insólito de las rúbricas,
donde lo concreto del mundo parece declinar
aquel ruidoso graznido que nada refleja, y que
manifiesta el desarrollo de las grietas y su destino.
Polvo sin sacrificio, piedra y polvo en este devenir.
Sin eco para ser oído, ni lugar para el testimonio.

Ahí cada cosa es una neblina de piedras donde se
oyen latir y correr aquellas viejas gotas de sudor
que brotaron de frentes cansadas y que tan sólo 
lograron humedecer lo que no se concretó en la
realidad. Un nuevo intento estéril de verse en el 
espejo, de alcanzar la entrelínea de las súplicas.

Ahí levantamos nuestras voces. Sin acaso saber
nombrar y antes que comience a secarse aquella
soledad en la boca del que poco dice, se insiste
en la tarea. A tientas buscamos aquel inamistoso
salmo con fe de que lo nombrado se corporice,
con esas ganas de hacer hablar a los objetos.


Ahí nada está para ser leído. Un espacio sin sol,
astroso, pisoteado por aquel deseo ardiente que,
no por imaginar plegarias, sino por fomentarlas,
se desmorona. Sin opciones. Indiferencia para el
ojo y sin sustituto para los vocablos. Tal es la fiel
e intacta costumbre: hacer tradición en el vacío.


Ahí se asentó la palabra y también su silencio.


XVII
Ya no ampara aquel icono, ya no basta. Se redujo
solo a un nombre, a una intención. Y su simple
presencia cuestiona aquellas palabras que, según
entendían, eran para siempre. Ahora lo que ellas
signifi can serán otro escenario propicio y ajeno
en disputa. Huellas apenas divisadas; trozos de
algo que muestra; un rezo que, de afónico, viene a
acoplar aquellos murmullos ajenos a toda última fe.

Se abandonó la tarea de los profetas que tan solo 
pueden predicar lo asido de los escombros. Hay 
veces que se ven como sombras de sueños, como
sonidos lejanos producto de aquel eco vacío en que
se convirtió la historia. Ya es escaso lo que los aúna.
Ciertas hilachas en sus gargantas y poco más. Y así,
con la labor roída, encumbran lo que queda de sus
restos y guardan lo poco que les queda de presencia.

Como cubiertos, todos, por el manto del silencio
y el olvido, el polvo alcanzó a tapar sus caminos.
Siempre alivia cierto estrago, alcanza para evocar
lo mismo siempre necesario. Recomenzar, una y 
otra vez. Antiguas y nuevas tumbas encierran los
rostros, lo mismo sucede con el cenizal de quien
queda y retorna con los labios cansados, los pies
desnudos y la boca seca, inconclusa, aplazada.

No hay reino: sólo el harapo, silencioso, el enigma
de ceniza que vino a empapar a esta tierra y a todo
su desastre. Vladímir Ilich Uliánov encastrado en
mi penúltima voluntad de silencio; en la ausencia
profunda, en los fi eles momentos perdurables de
los rezagados de la historia. Vuelve a hacer estallar
los iconos, límpiate de aquello que ciertos profetas
olvidaron. Y empieza, nuevamente, a nacer o morir.

Lucas Peraltaa (Avellaneda, Argentina, 1977) Cenizar, publicará Barnacle

---
Foto: Carla Meza / Facebook

No hay comentarios.:

Publicar un comentario