sábado, junio 02, 2018

Luis de Góngora / Ciego que apuntas y atinas





















Ciego que apuntas y atinas,
caduco dios, y rapaz,
vendado que me has vendido
y niño mayor de edad:
por el alma de tu madre,
que murió, siendo inmortal,
de invidia de mi señora,
que no me persigas más.
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz.

Baste el tiempo mal gastado
que he seguido, a mi pesar,
tus inquïetas banderas,
forajido capitán;
perdóname, Amor, aquí,
pues yo te perdono allá,
cuatro escudos de paciencia,
diez de ventaja en amar.
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz.

Amadores desdichados,
que seguís milicia tal,
decidme, ¿qué buena guía
podéis de un ciego sacar?
De un pájaro, ¿qué firmeza?
¿Qué esperanza, de un rapaz?
¿Qué galardón, de un desnudo?
De un tirano, ¿qué piedad?
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz.

Diez años desperdicié,
los mejores de mi edad,
en ser labrador de Amor
a costa de mi caudal;
como aré y sembré, cogí:
aré un alterado mar,
sembré una estéril arena,
cogí vergüenza y afán.
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz.

Una torre fabriqué,
del viento en la raridad,
mayor que la de Nembroth
y de confusión igual;
gloria llamaba a la pena,
a la cárcel, libertad,
miel dulce al amargo acíbar,
principio al fin, bien al mal.
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz.

 Luis de Góngora (Córdoba, España, 1561-1627), Romances, Antonio Carreño, Cátedra, Madrid, 1982
Envío de Jonio González
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Ilustración: Luis de Góngora por Pablo Picasso (variaciones del retrato de Diego de Velázquez), 1947 EPPH

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