ya no había párpados que dominar cuando te cerraste por fin y quedaron atascados (y toscos) en el último invierno (y fue mi mano la que te dejó salir) te retiraste con lentitud y nieve el cuerpo largo y distraído combatía contra el cansancio la espera fue un refugio una llama lenta y tóxica olíamos la tensión de la tristeza la deseábamos hasta el dulzor amargo no era cuestión de revolcarnos sino dejar que tus ojos se adelanten y nos hieran
era cuestión de herir y desanimar cada segundo un latido menos (una denuncia de tu partida) él apretó tu huella y derrapó hacia dentro mis ojos y yo desteñimos sobre los tuyos amplios rugosidad de almendra tanta mirada (alienación proeza) tanta humanidad de fondo tu desazón tus garras tanta animalidad de fiera nuestro sufrir a partos el final
nadie cierra los ojos cuando muere es el impulso de querer quedarse a ciegas redoblando la apuesta: la luz cae brutal sobre las heridas es el impulso de dejar los párpados sobre la mesa recogerlos como a papeles de caramelos y ordenar el lenguaje de los restos sobre una toalla de algodón y otoño en sus esquinas
ahí está el poema: donde no están las palabras para señalar lo indómito de tus ojos (tan abiertos de tan adormecidos) donde no aseguran las palabras que el cielo de la enfermedad te lo darán mis manos cuando desplomes y desordenes el viento
María Malusardi (Buenos Aires, 1966)
El descenso de Jaqueline du Pre,
Ediciones en Danza,
Buenos Aires, 2018
Ref.:
Buenos Aires Poetry
Página 12
Télam
Vallejo & Co.
Escritores Org
Genia
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