Del tiempo en que mi hermano y yo
crecíamos al sol, abandonados
y desbordantes como frutas salvajes,
quedó en mi pecho un viento
crudo y antiguo que no dejará de agitarse
ni aun en medio del día más apacible,
más hermoso del verano.
Nunca consumé
separación alguna. Unida
a cada brizna de hierba tanto
como a mi madre, soy una cuerda
de luz que desciende del aire
y se anuda a la sombra que dejan
todas las cosas al irse.
Descanso de mí como ciertas flores del desierto,
arrancadas del tallo, descansan en la arena:
sin esperar nada, ni la lluvia ni la muerte.
Claudia Masin (Resistencia, Argentina, 1972)
Abrigo,
El Vendedor de Tierra,
Florida, Buenos Aires, 2019
Ref.:
El Vendedor de Tierra
El Placard
Foto: Claudia Masín en Facebook
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