V
Sí, qué tejado, qué sombra de madera sobre
el último día.
Cantaba el mar en playas de níquel, el mar
Lleno de sudor,
Siempre el mar.
Yo estaba desesperado como si ya no quedara
otra vida,
como si el mundo fuera plano
y mi sueño estuviera colgado de una pared
llagada.
Sí; el amor, la carne, el triste sueño. Yo no
quería morir,
no quise llevar una flor transparente sobre el
hombro pasajero;
dejar de ser un pobre árbol sin jacintos.
(Mañana, cuando esté sereno, todo se me ha
de volver tonto; ya estoy sordo
de llevar mis ríos a un corredor;
de dirigirme a una frase viviente entre montañas,
a un vaso de café, a una canción, a toda una
noche sin dormir).
Pero el amor es el amor,
Y yo tolero lo que me ayuda a ser diferente:
silencio entre dos hojas, espacio entre los
hombres.
Ricardo Molinari (Buenos Aires, 1898-1996), El tabernáculo [1934], Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2001
Ref.:
Clarín/Otra Iglesia Es Imposible
La Nación
Biblioteca Digital Ciudad Seva
Poemas del Alma
Poesía en Español
Foto: Zenda s/d
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