jueves, octubre 08, 2020

Thomas Lux / Dos poemas






















Tarántulas en el salvavidas

Por algún motivo semitropical
cuando llueve
implacablemente caen

en las piscinas, estos por otra parte
brillantes y terroríficos
arácnidos. Pueden nadar
un poco, no por mucho tiempo

y no pueden subir por la escalera para escapar.
Por lo general se ahogan, pero
si quieres su favor,
si crees que existe la justicia,
una recompensa por no querer

la muerte de desagradables
y aun peligrosas (anguilas, serpientes nariz de cerdo,
ratas) criaturas, si

crees estas cosas, entonces
tendrías que dejar un salvavidas
o dos en tu piscina por la noche.

Y por la mañana
arrastrarías fuera
las acurrucadas, peludas supervivientes

y las acompañarías
de nuevo al matorral y, ¿sabes?,
te asegurarías de que al menos las que se han salvado,
como individuos, no aparecerán

de nuevo un día
en tu sombrero, un cajón
o el enmarañado inframundo

de tus calcetines, y que incluso—
cuando tu confianza en la justicia
se une a tu confianza en los sueños—
pueden comunicar a las otras

mediante un lenguaje de signos
cuatro veces más ingenioso
y complejo que el del hombre

que eres bueno,
que las amas
que las salvarías de nuevo.

New and Selected Poems: 1975-1995, Houghton Mifflin, Nueva York, 1997


Víctimas de la plaga lanzadas por encima 
de los muros de la ciudad sitiada

Primera guerra
biológica.
La muerte
así lanzada semeja ruedas
en el cielo.
Mira: ahí va
Larry el Zapatero, descalzo, por encima del muro,
y Mary la Salchichera, mira cómo vuela,
y los mellizos Sombrerero, los dos a la vez, sobrevolando
el parapeto, el codo del pequeño Tommy doblado
como si saludara,
y su hermana, Mathilda, detrás de él,
con los brazos extendidos, a través del aire,
igual que hacía
en la tierra.

The Streets of Clocks, Houghton Mifflin, Nueva York, 2001

Thomas Lux (Northampton, Estados Unidos, 1946-Atlanta, Estados Unidos, 2017)
Versiones de Jonio González



TARANTULAS ON THE LIFEBUOY

For some semitropical reason 
when the rains fall 
relentlessly they fall

into swimming pools, these otherwise 
bright and scary
arachnids. They can swim
a little, but not for long

and they can’t climb the ladder out.
They usually drown—but 
if you want their favor,
if you believe there is justice, 
a reward for not loving

the death of ugly
and even dangerous (the eel, hog snake, 
rats) creatures, if

you believe these things, then 
you would leave a lifebuoy
or two in your swimming pool at night.

And in the morning 
you would haul ashore
the huddled, hairy survivors

and escort them
back to the bush, and know,
be assured that at least these saved, 
as individuals, would not turn up

again someday
in your hat, drawer,
or the tangled underworld


of your socks, and that even—
when your belief in justice
merges with your belief in dreams—
they may tell the others

in a sign language 
four times as subtle
and complicated as man’s

that you are good, 
that you love them,
that you would save them again.


PLAGUE VICTIMS CATAPULTED OVER WALLS INTO BESIEGED CITY

Early germ
warfare.
 The dead
hurled this way look like wheels
in the sky.
 Look: there goes
Larry the Shoemaker, barefoot, over the wall,
and Mary Sausage Stuffer, see how she flies,
and the Hatter twins, both at once, soar
over the parapet, little Tommy's elbow bent
as if in a salute,
and his sister, Mathilde, she follows him,
arms outstretched, through the air,
just as she did
on earth.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario