Nací en Belfast entre la montaña y las grúas
al ulular de sirenas perdidas y el estruendo de tranvías;
de ahí al Smoky Carric en el Condado de Antrim
donde el puerto de cuello de botella acumula el barro que obstruye
a los pequeños botes debajo del castillo normando,
el muelle que brilla con trozos de sal cristalina;
el Barrio Escocés era una hilera de casas residenciales
pero el Barrio Irlandés era un tugurio para ciegos y tullidos.
El arroyo corría amarillo desde la fábrica apestando a cloro,
la hilandería lanzaba su grito fúnebre al mediodía;
nuestras luces se detenían sobre el lago en las luces de Bangor
bajo el aura de pavo real de una luna que se ahogaba.
El normando amuralló esta ciudad contra el país
para que no oyeran sus oídos los gritos de su esclavo
y construyó una iglesia en forma de cruz, pero denotando
la inclinación de Cristo en la cruz, en el ángulo de la nave.
Yo era el hijo del rector, nacido en la orden anglicana,
para siempre prohibido de las velas de los pobres irlandeses.
Los Chichester se arrodillaron en mármol al final del transepto
con gorgueras en el cuello, su porción garantizada.
Llegó la guerra y un enorme campamento de soldados
salió del suelo a la vista de nuestra casa con largos
muñecos que colgaban de horcas para practicar la bayoneta
y el alto ahí del centinela resonando todo el día;
un Yorkshire terrier entraba y salía corriendo de la garita
prohibida a los civiles, ladrando como si fuera una afrenta:
marchando relajados y cantando “¿Quién mató a Cock Robin?”,
las tropas pasaron por el albergue y se dirigieron al Frente.
Se camufló el vapor que me llevó a Inglaterra –
sudor y caqui en el tren Carlisle;
pensé que la guerra iba a durar para siempre
y que el azúcar estaría siempre racionada
y que en los semanarios nunca más habría fotos de las bolsas de arena
y que mi institutriz ya no haría más vendas con musgo
y que la gente no tendría mapas sobre la chimenea
con banderas en alfileres de uno y otro lado –
Del otro lado del seto de espinos se oía el sonido de las cornetas,
/a través de la noche, llamaradas,
en algún lugar del lago había un barco prisión para los alemanes,
una jaula una jaula a través de su vista.
Fui a la escuela en Dorset, el mundo de los padres
reducido a un mundo de mentira para hijos
lejos de las niñas del molino, el olor a cerveza, las minas de sal
y los soldados con sus armas.
1937
Louis MacNeice (Belfast, Reino Unido, 1907-Londres, 1963), Collected Poems, Faber & Faber, 1979
Traducción de Jorge Fondebrider
N. del Ad.: Carrickfergus es una localidad de Irlanda del Norte, 18 kilómetros al norte de Belfast. Su nombre deriva de Fergus Mó, que significa Fergus el Grande en idioma gaélico, en honor del rey legendario cuya nave, se cree, encalló en una roca cercana a la orilla. El castillo normando que domina el mar fue construido en el siglo XII, después de que John de Courcy invadiera el Ulster (Irlanda del Norte).
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Foto: Louis MacNeice en la Universidad de Oxford c.1926 Writer Pictures/The Guardian
Carrickfergus
I was born in Belfast between the mountain and the gantries/ To the hooting of lost sirens and the clang of trams:/ Thence to Smoky Carrick in County Antrim/ Where the bottle-neck harbour collects the mud which jams// The little boats beneath the Norman castle,/ The pier shining with lumps of crystal salt;/ The Scotch Quarter was a line of residential houses/ But the Irish Quarter was a slum for the blind and halt.// The brook ran yellow from the factory stinking of chlorine,/The yarn-milled called its funeral cry at noon;/ Our lights looked over the Lough to the lights of Bangor/ Under the peacock aura of a drowning moon.// The Norman walled this town against the country/ To stop his ears to the yelping of his slave/ And built a church in the form of a cross but denoting/ The List of Christ on the cross, in the angle of the nave.// I was the rector's son, born to the Anglican order,/ Banned for ever from the candles of the Irish poor;/ The Chichesters knelt in marble at the end of a transept/ With ruffs about their necks, their portion sure.// The war came and a huge camp of soldiers/ Grew from the ground in sight of our house with long/ Dummies hanging from gibbets for bayonet practice/ And the sentry's challenge echoing all day long.// A Yorkshire terrier ran in and out by the gate-lodge/ Barred to civilians, yapping as if taking affront:/ Marching at ease and singing ‘Who Killed Cock Robin?’//The troops went out by the lodge and off to the Front./ The steamer was camouflaged that took me to England –/Sweat and khaki in the Carlisle train;/ I thought that the war would last for ever and sugar/ Be always rationed and that never again// Would the weekly papers not have photos of sandbags/ And my governess not make bandages from moss/ And people not have maps above the fireplace/ With flags on pins moving across and across –//Across the hawthorn hedge the noise of bugles,/ Flares across the night,/ Somewhere on the lough was a prison ship for Germans, /A cage across their sight.// I went to school in Dorset, the world of parents/ Contracted into a puppet world of sons/ Far from the mill girls, the smell of porter, the salt mines/ And the soldiers with their guns.
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