sábado, junio 19, 2021

Darío Canton / De "La mesa"














IX. ETIMOLOGÍA 

La antigüedad
de esta palabra
cuyos orígenes
se confunden
con el principio
del mundo
puede rastrearse
en compuestos
de los que
forma parte
como la voz
Mesopotamia
cuna de la
civilización
que nos habla
de una mesa río
simbolizando
el eterno
fluir de las cosas
tan bien captado
por Heráclito de Efeso
el oscuro
al sentenciar
que nunca
nos sentamos
dos veces
a la misma mesa;
o en mesías
con que se
representa
al salvador
y descendiente
de David
prometido
por los profetas
al pueblo hebreo.
En un tono menor
meseta
nos la muestra
en una etapa
más tardía
con el valor
de accidente
geográfico
visto a través
de sus ojos;
anteriormente a ella
sin embargo
el mundo
era una mesa
plano
que luego se curvó
y cerró
para convertirse
en el globo
que hoy nos es familiar
decididamente
una decadencia
con respecto
a aquella forma
primigenia.
La mesa
además
tiene valor de cambio
de dinero
como se ve
en mesada
donde
su antigua acepción
subyace inadvertida
para deleite
de filólogos;
y mes
para dar
un ejemplo
flagrante
¿qué es sino
apócope
de mesa
la medida
que corta
los años de
nuestra vida
en doce partes?
Más aún
la misma idea
se refleja
en mensura
poniendo
en evidencia
lo básico
que resultaba
la mesa
como unidad
de medida.
Pasando
a otro aspecto
señalaremos
que el diminutivo
de mesa es
banco o banquito
-no mesita
con leve matiz
peyorativo-
corno lo saben
los enanos
que en ellos
almuerzan
e ignoran
los guitarristas
y bandoneonistas
que desaprensivamente
apoyan sus pies
en los mismos.
Aumentativo
de mesa es
mesón
originalmente
la mesa comunal
cuna de la ciudad
con todo lo que ella
significa
como salto adelante
para la vida del hombre
en sociedad
y más modernamente
en física nuclear
y como índice
del creciente reconocimiento
de la importancia
de la mesa
una partícula
que asegura
la existencia del átomo.
Como forma verbal
perdura
en la expresión
mesarse los cabellos
con la que se alude
al deseo de hacer
de la cabeza
una tabula rasa
o sea mostrar
su verdadera faz.
Algo de esto
pervive
en ciertas zonas
de los continentes expoliados
donde hombres y mujeres
usan la cabeza
como mesas ambulantes;
en otro contexto
puede verse
en lo que hizo
Guillermo Tell
al colocar
una manzana
sobre la cabeza
de su hijo
convirtiéndose
en precursor
involuntariamente
de las naturalezas muertas.
Se reconoce también
la presencia
de la mesa
en una supuesta
incorrección
del habla rioplatense
acerca de la que insisten
muchos autores
poco versados
en historia de la lengua.
Nos referimos
al llamado vicio de inversión
-mesismo según nosotros-
de los pronombres personales
en expresiones como
"me se cayó la tuerca
debajo del camión".
Se trata
de un caso más
simplemente
del mantenimiento
entre las clases populares
tradicionalmente piadosas
de antiguas fórmulas
de invocación religiosa
pre-colombinas
que comenzaban
con el vocativo Mesa
-o la divinidad-
repetido
en numerosas ocasiones
y tonos
según la importancia
de lo solicitado
que luego
ante el choque
con la cultura española
católica y dominante
se enmascaró
en una
alteración
de la fórmula
de los conquistadores
para mejor sobrevivir.
(Ejemplos recientes
frente a nuevos colonizadores
han tenido menos éxito:
la antigua palabra
mesología
o el estudio integral
de la relación
entre las mesas
y el medio que las circunda
ha sido reemplazada
por ecología
de uso común
en el área
de habla inglesa).
La mesa aparece
finalmente
en muchos apellidos
diversos
según las peculiaridades
de cada idioma
y evoluciones
sufridas por las lenguas.
Entre nosotros
pueden mencionarse
Lamesa
que es la versión madre
y alternativas
que se apartan
progresivamente de ella
como Salame
Samela
o Lezama
que además es un parque
de la ciudad de Buenos Aires.
Formas
algo más complejas
incluyen Chemes
con el argentinismo che
proclítico y confianzudo
y caída de la a final
Caramés
con la triple acepción
de rostro, costosa y querida
como lo recuerda el dicho
"al que quiera celeste
que le cueste"
Amézaga
o mesa
radicada en el Uruguay
que alcanzó la presidencia
y Cantamesa
o Cantalamesa
(con una o dos eses)
testimonio
de que alguna vez
las mesas tuvieron voz
y cantaban
siendo
para los antiguos
se sabe
lo que para los poetas
del siglo diecinueve
era el ruiseñor.

Darío Canton (9 de Julio, Buenos Aires, Argentina, 1928)

La mesa
,
Zindo & Gafuri,
Buenos Aires, 2020










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