Nadie nos amasa nuevamente de tierra y barro,
nadie bendice nuestro polvo.
Nadie.
Loado seas, nadie.
Por agradecerte queremos
florecer.
A tu
encuentro.
Una nada
éramos, somos,
permaneceremos, floreciendo:
la rosa-nada, la
rosa-nadie.
Con
el pistilo de alma luminosa.
el estambre de cielo yermo,
la roja corona
de la palabra purpùrea que cantábamos
encima, oh encima
de la espina.
Paul Celan (Czernowitz, Rumania, hoy Ucrania, 1920-París, 1970), Poesía alemana de hoy (1945-1966), Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1967
Traducción de Rodolfo Alonso y Klaus Dieter Vervuert
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Foto: El Cultural
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