miércoles, noviembre 06, 2019

Dana Gioia / Piedras del mar: una elegía











Amor, cómo el tiempo hace que brille la dureza.
Hay de todos colores, puros o desiguales:
basalto verde, jaspe ensangrentado, cuarzo,
granito y feldespato —hasta piezas de vidrio—,
pulidas por el paciente orfebre de las mareas.

Nacidas de volcanes, temblores y glaciares,
talladas y esculpidas por el viento y el calor,
veteadas, manchadas, brillantes en la espuma.
No hay dos que se parezcan. Hijas de tierra firme,
lanzadas por millones a una costa vacía.

Cuán pequeña la muerte en las rocas. Ligera,
como un hueso astillado que entrega la marea,
un destello entre conchas destruidas y abatidas
por las gaviotas, por la sal y el sol desteñidas:
la vajilla rota de las cosas vivas.

Los cormoranes planean por el callado golfo.
Desde el risco, un halcón me observa, indiferente
a los problemas que he cargado hasta aquí.
Es absurdo ir más lejos, entonces me detengo:
hueco como un madero, muerto como una piedra.

Dana Gioia (Los Ángeles, Estados Unidos, 1950), Periódico de Poesía, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 7 de octubre de 2019
Traducción de Gustavo Solórzano-Alfaro

Ref:
Dana Gioia Web Site
Poetry Foundation
San Francisco Chronicle
America /The Jesuit Review of Faith & Culture
Dana Gioia/Facebook
Círculo de Poesía

Foto: Dana Gioia Web Site


Sea Pebbles: An Elegy

My love, how time makes hardness shine.
They come in every color, pure or mixed
gray-green of basalt, blood-soaked jasper, quartz,
granite and feldspar, even bits of glass,
smoothed by the patient jeweller of the tides.

Volcano-born, earthquake-quarried,
shaven by glaciers, wind-carved, heat-cracked,
stratified, speckled, bright in the wet surf—
no two alike, all torn from the dry land
tossed up in millions on this empty shore.

How small death seems among the rocks. It drifts
light as a splintered bone the tide uncovers.
It glints among the shattered oyster shells,
gutted by gulls, bleached by salt and sun—
the broken crockery of living things.

Cormorants glide across the quiet bay.
A falcon watches from the ridge, indifferent
to the burdens I have carried here.
No point in walking farther, so I sit,
hollow as driftwood, dead as any stone.

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