¿En qué escena quisieras estar
que no sea esta,
una noche cualquiera sentado a la mesa,
el empapelado con flores cayéndose encima,
armarios blancos repletos de vidrio,
el teléfono en silencio,
sosteniendo una lapicera en la mano?
Me da tiempo para pensar
en todo lo que pasa afuera -
hojas acumulándose en los rincones,
el liquen enverdeciendo las altas piedras grises,
mientras el mundo navega sobre las dunas,
enorme, oceánico, la historia burbujeando en su estela.
Pero más allá de esta mesa
no hay nada que necesite,
ni siquiera un oficio que me permita remar al trabajo,
ni un Aston Martin DB4 color café
con agrietados asientos de cuero verde.
No, todo está acá,
los nítidos óvalos de un vaso de agua,
un pequeño cajón de naranjas, un libro sobre Stalin,
por no hablar del extraño pez
enmarcado en la pared,
y el modo en que estas tres velas
-cada una de distinta altura-
cantan en perfecta armonía.
Discúlpenme
si inclino mi cabeza, ahora y escucho
al bajo de la vela corta hacer su solo
mientras mi corazón
repica bajo la camisa
-rana al borde del estanque-
y mis pensamientos vuelan a una provincia
hecha de un cielo enorme
y casi un millón de ramas vacías.
Billy Collins (Nueva York, Estados Unidos, 1941), The Trouble With Poetry and Other Poems, Random House, Nueva York, 2005
Versión © Silvia Camerotto
una noche cualquiera sentado a la mesa,
el empapelado con flores cayéndose encima,
armarios blancos repletos de vidrio,
el teléfono en silencio,
sosteniendo una lapicera en la mano?
Me da tiempo para pensar
en todo lo que pasa afuera -
hojas acumulándose en los rincones,
el liquen enverdeciendo las altas piedras grises,
mientras el mundo navega sobre las dunas,
enorme, oceánico, la historia burbujeando en su estela.
Pero más allá de esta mesa
no hay nada que necesite,
ni siquiera un oficio que me permita remar al trabajo,
ni un Aston Martin DB4 color café
con agrietados asientos de cuero verde.
No, todo está acá,
los nítidos óvalos de un vaso de agua,
un pequeño cajón de naranjas, un libro sobre Stalin,
por no hablar del extraño pez
enmarcado en la pared,
y el modo en que estas tres velas
-cada una de distinta altura-
cantan en perfecta armonía.
Discúlpenme
si inclino mi cabeza, ahora y escucho
al bajo de la vela corta hacer su solo
mientras mi corazón
repica bajo la camisa
-rana al borde del estanque-
y mis pensamientos vuelan a una provincia
hecha de un cielo enorme
y casi un millón de ramas vacías.
Billy Collins (Nueva York, Estados Unidos, 1941), The Trouble With Poetry and Other Poems, Random House, Nueva York, 2005
Versión © Silvia Camerotto
Otra Iglesia Es Imposible - Poetry Foundation - Random House - Buenos Aires Poetry - Círculo de Poesía - Revista Ping Pong - Adamar - ViceVersa - Literal Magazine
I Ask You
What scene would I want to be enveloped in
more than this one,
an ordinary night at the kitchen table,
floral wallpaper pressing in,
white cabinets full of glass,
the telephone silent,
a pen tilted back in my hand?
It gives me time to think
about all that is going on outside-
leaves gathering in corners,
lichen greening the high grey rocks,
while over the dunes the world sails on,
huge, ocean-going, history bubbling in its wake.
But beyond this table
there is nothing that I need,
not even a job that would allow me to row to work,
or a coffee-colored Aston Martin DB4
with cracked green leather seats.
No, it's all here,
the clear ovals of a glass of water,
a small crate of oranges, a book on Stalin,
not to mention the odd snarling fish
in a frame on the wall,
and the way these three candles-
each a different height-
are singing in perfect harmony.
So forgive me
if I lower my head now and listen
to the short bass candle as he takes a solo
while my heart
thrums under my shirt-
frog at the edge of a pond-
and my thoughts fly off to a province
made of one enormous sky
and about a million empty branches.
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