sábado, enero 09, 2021

Natalia Litvinova / De "La nostalgia es un sello ardiente"
















Nací en septiembre,
faltaba un mes
para que floreciera el azafrán
pero nací y papá susurró
“No es un varón”.
Septiembre se abre
a la nostalgia:
en Europa del Este,
los árboles se deshojan
y los fantasmas
de los grandes novelistas
se pasean por los parques.
Mamá y yo
hacemos fila
en un supermercado
para comprar leche.
El charco diluye
el color alegre de mi ropa,
mis ojos son dos lobelias
y mamá un floripondio vencido.




Tengo 6 años,
me escondo detrás
de la cortina de seda,
una amiga de mamá
viene a tomar café,
usa pulseras de nácar,
tiene la piel bronceada,
huelo su perfume,
estoy en bombacha,
si ella me ve
pensará que soy una nena tonta.
Trato de no moverme
pero me aburro
y acerco los labios a la seda,
la succiono,
es algo que vi en una película de terror:
encontraban a una chica
con la cabeza envuelta en una bolsa.
Mamá dice que las películas
no son la realidad,
que nuestra vida es más complicada.
Como yo en ropa interior
cerca de su amiga,
una mujer de mundo.

Natalia Litvinova (Gómel, Bielorrusia, 1986)

La nostalgia es un sello ardiente
Llantén, 
Buenos Aires, 2020










Foto: Natalia Litvinova, Minsk, 2019 Facebook/Natalia Litvinova

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