Llaman incomprensible a su estilo tardío,
una bofetada en el rostro de un público
entusiasta como un par de zapatos gastados.
Pero la música está cansada de conciliación
y busca un hogar en su ira.
Deja que rechine, deja que raspe.
Como cuando la existencia se encoge de dolor
en torno a su hígado que se marchita.
Quizá estén planeando una zancadilla más.
No ha olvidado cómo sus tempranas obras maestras,
la música en memoria del emperador Josef,
fueron canceladas sin previo aviso.
¡Lo que merece el mundo es desconfianza!
La sordera son sólo los primeros pasos
de entrada en un silencio más severo —
el que él ha tomado a su servicio.
Sí, él arroja al público al silencio.
No ve sus asustados aplausos
hasta que lo vuelven hacia el salón:
bravos mudos salen de bocas desencajadas
como si despedazasen el cuerpo fieras salvajes.
Y los labios de los amigos forman las palabras:
Ahora Beethoven se ha vuelto loco.
Pero al mismo tiempo el silencio aclara la existencia:
se ve cómo los árboles se elevan con raíces extraviadas
y cómo la ciudad ralea hasta quedar reducida a un grabado.
Aquí busca la música el verdadero peso.
Las cuerdas exploran insobornables el territorio
en el límite de lo que no existe.
En las notas no se deja entrar nada prescindible.
Finalmente cada media nota pesa una libra.
¿No estuvo él toda su vida
en camino hacia el cuarteto en do sostenido menor,
el dolor del decenio condensado en cuatro
instrumentos de cuerda hasta formar un destierro final?
El cuarteto
que siempre será de su tiempo.
Kjell Espmark (Strömsund, Suecia, 1930), La libertad del ocaso, Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019
Traducción de Francisco J. Uriz
Envío de Jonio González
Libros del Innombrable - Literatura Nórdica - El Cuaderno - Heraldo - VI Festival de Poesía Latinoamericana en Viena - Letras Libres - La Maja Desnuda
Foto: El Cuaderno
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