[Tango]
Con veinte abriles me vine para el centro,
mi debut fue en Corrientes y Maipú;
del brazo de hombres jugados y con vento,
allí quise quemar mi juventud...
Allí aprendí lo que es ser un calavera,
me enseñaron que nunca hay que fallar.
Me hice una vida mistonga y sensiblera
y, entre otras cosas, me daba por cantar.
Cabaret... Tropezón...,
era la eterna rutina.
Pucherito de gallina, con viejo vino carlón.
Cabaret... metejón...
un amor en cada esquina;
unos esperan la mina
pa' tomar el chocolate;
otros facturas con mate
o el raje para el convoy.
Canté en el viejo varieté del Parque Goal,
y en los dancings del viejo Leandro Alem;
donde llegaban "chicas mal de casas bien",
con esas otras "chicas bien de casas mal"...
Con veinte abriles me vine para el centro;
mi debut fue en Corrientes y Maipú.
Hoy han pasado los años y no encuentro,
calor de hogar, familia y juventud.
[1953]
Roberto Medina (Lanús, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1923-Buenos Aires, 2000)
Nota del Ad.:
El Tropezón es un restaurante de la avenida Callao, en Buenos Aires, recientemente reabierto. Carlos Gardel solía reservar allí la mesa 48. (Fuente: Mario Bellocchio, Desde Boedo ). Sin embargo, el costumbrismo, que suele inflamarse con este tango, es solo la apariencia de su letra original. La primera estrofa fue modificada por el propio Medina en 1953 cuando se le sugirió en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC) que era demasiado cruda. Esto parece haber obligado a otros ajustes en la letra definitiva. Quedaba más claro en la versión censurada que la primera persona que sostenía el relato era una mujer prostituida. Decía la estrofa: “Con 15 abriles me vine para el centro, / mi debut fue en El Cairo y Cotton Club./ Por un muchacho que supo hacerme el cuento / fui 'la doce' en el viejo Marabú. / Allí aprendí lo que es ser langostera, /que el amigo que ayuda es el mishé, / que cualquier cosa es la mina canera / y en ese ambiente aprendí lo que hoy yo sé”. (Fuentes: Antonio Rodríguez Villar, citado en Catalina Pantuso, y Orlando Navarro en Diario de Cuyo). Asumida la voz que habla en estos versos, el Tropezón revela mejor su doble sentido de refugio en la madrugada porteña -con mayúscula- y yerro o pecado, con minúsculas.
Foto: Catalina Pantuso
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