Silencio nocturno. Cuando nos levantamos en la oscuridad estival
y los árboles se quedan sin viento más allá de la puerta abierta.
Cuando los cuartos respiran lento y el mar se une a los geranios. Rojo y
/cobalto y de nuevo rojo
en las luces del puerto
en los transbordadores que parpadean y esperan.
Silencio matutino. Una calidad de los pasos sobre el empedrado
de las voces. Es el sonido de las persianas metálicas
que se levantan sobre las tiendas intactas; una señal de paz
el anuncio del shofar en el día.
Sol silencioso sobre las cubiertas, sobre los pisos
sobre las tazas del desayuno y el esmalte de la bandeja.
Sí. No lo bastante bendecido en cada despertar silencioso y vivo
no todavía enfermo no todavía esclavo.
Adorar (las imágenes).
la belleza de los huertos y de los bosques
una silla apoyada en la pared y el vaho de las hayas
Echando una mirada a los balcones donde un mantel ondea
por un instante parece
que se mete en el corazón
colmándolo de azul, aplacándolo
con su rumor en el viento.
Y adorar los cuadros que los seres humanos han pintado, los mundos
/sin viento
que respiran tranquilos en los museos
esas tempestades sin espuma, aquella sangre sin grito
y los animales mil veces benditos parados junto a los troncos.
Asnos y conejos, charcos en los que cintila el cielo
pastores que adoran junto a su rebaño
con las espaldas estriadas de lluvia y luz verde.
hemos existido de veras frente a esos colores
en un tiempo perfecto, la gran tela de entonces, pintada con amor
plena de azul y púrpura, de bosques, de plegarias...
(*)
... tela que todavía dura, pero no pintada, tejida
cardada con cuidado y ahora de nuevo
tal vez, lista para el color.
(* con un tono más bajo)
Antonella Anedda (Roma, 1958), "El catálogo de la alegría", 2003, Antología, traducción de Jorge Aulicino, Hilos Editora, Buenos Aires, 2014
Otra Iglesia Es Imposible - Hilos Editora - Eterna Cadencia - Altazor - Círculo de Poesía - L'Altrove - Pangea - La Mia Poesia - Disgrafie - Serbatoio Poesia
Foto: Wikimedia Commons
Silenzio notturno. Quando ci si alza nel buio estivo
e gli alberi restano senza vento oltre la porta spalancata.
Quando le stanze respirano piano e il mare si unisce ai gerani. Rosso e
/cobalto e ancora rosso
nei fari del porto
nei traghetti che sfavillano e aspettano.
Silenzio mattutino. Una qualità dei passi sul selciato
delle voci. E’ il suono delle saracinesche
che si sollevano sui negozi intatti: un segnale di pace
l’annuncio dello shofar nel giorno.
Sole silenzioso sulle coperte, sui pavimenti
sulle tazze della colazione e lo smalto del vassoio.
Sì. Non benedetto abbastanza ogni risveglio silenzioso e vivo
non ancora malato non ancora schiavo
Adorare (le immagini).
la bellezza degli orti e dei boschi
una sedia appoggiata alla parete e il vapore dei faggi
Gettando lo sguardo sui balconi dove una tovaglia ondeggia
per un attimo sembra
ci si metta sul cuore
colmandolo di azzurro, placandolo
col suo tonfo nel vento.
E adorare i quadri che gli esseri umani hanno dipinto, i mondi senza
/vento
che respirano quieti nei musei
quelle tempeste senza schiume, quel sangue senza grido
e le bestie mille volte benedette ferme vicino ai tronchi.
Asini e conigli, pozzanghere dentro cui scintilla il cielo
pastori che adorano vicino al loro gregge
con i dorsi striati di pioggia e luce verde.
siamo esistiti davvero davanti a quei colori
in un tempo perfetto, la grande tela di allora, dipinta con amore
piena di azzurro e porpora, di boschi, di preghiere…
(*)
… tela che ancora dura, soltanto non dipinta, tessuta
cardata con cautela e ora di nuovo
forse, pronta per il colore.
(* con un tono più basso)
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