miércoles, julio 31, 2019

Manuel Alemian / Dos poemas















A ver

Me doy cuenta de que ahora
escribo sin la mínima expectativa,
lo siento.

Escribo, cuándo no,
para que avance el tiempo:

Enrique, la bomba no funciona
y mis músculos tiemblan tanto
que temo un desgarro.

Gaviotas, ustedes coman
los ojos de las focas.

Osos, ustedes coman
la miel dorada y espesa y pegajosa
y dulce y empalagosa,
sana, moderna y clásica.


The answer is:

Rechazamos:
la odontología sin anestesia.
Rechazamos:
cualquier oferta por humillante.
Rechazamos:
los actuales requisitos para la contratación del gaucho.

Manuel Alemian (Buenos Aires, 1971), "Ejercicios de desbaste", Op. Cit., junio 30, 2019

Ref.:
Editorial Municipal de Rosario
Plástico Sagrado
Palabras Amarillas
Ñ
Eterna Cadencia
Indie Hoy
1 Poeta 10 Preguntas

Foto: Archivo de Manuel Alemian

martes, julio 30, 2019

Arturo Carrera / Crepúsculo argentino



     









                                               


                                a Elina y Alejandro Carrafancq


El campo,

un espacio donde los niños
confunden la belleza con la felicidad;

la luz los atonta, el flash doméstico
y natural los oculta en catacumbas, agujeros
negros, blancos conventos insonorizados,
sin follaje...
oh pequeños religiosos de la exigencia:

una sonrisita fosforescente y acústica
y un abracito afectado que se conoce
en esa especie de Vacío Mundo

en otra más lejana galáctica
insaciable risita que lucha.

Todas las astillas cósmicas.
Todos los hilos agámicos.
Todas las taciturnas
vocecitas en la luz amarilla,
intensa, de azufre fosforescente
y de luciérnaga que agoniza.

nosotros en ese campo expulsado
donde la fatiga es imprevista
con sus misteriosos eclipses...

La insistencia de un pánico silvestre
y los diminutivos con que Arturito recorre
su paciencia, su olvido en todo lo que se
afinca como parpadeo.

Las cajas del sueño donde el poder dormir
como volver a morir se precipita; el aire
se funde con la luz oscura y el agua con
los desplazamientos del rumor acuático

imanes, imanes de felicidades remotas mímicas
en los estados de belleza pura, y variaciones
mágicas con dedos de reptil, pero ese reptil

de miniatura africana
que salta continuamente en el hirviente
desierto de arena para no escaldarse y
vivir al unísono,

para que el día entre en él por todas sus
semejantes, ínfimas, innumerables huellas
para que la presencia insaciable del día
no lo adormezca;

sin embargo,
a ellos otros espero, anhelo,
anillo sus múltiples exigencias.

Puedo envejecer esperándolos en otra humanidad
y puedo otra vez nacer; estar como un fruto
en corona, esperando el picotazo de otros
mundos,

la vida de cada minúscula noche hacia el mar.

Ellos,
bienes dormidos bajo estatuas de olmos, gnomos,
tesoros en cofres de pirotecnias perpetuas,
aún en el vacío insonoro, atraídos como ranas
En la inquietud de los estanques o el mar,

sobre la vasta ola roma, sin cresta, alzándose
silenciosa sobre el amor:

minutos sin ley ni astros
tiempos sin cuerpo ni deseo
espacios donde se cortan los afectos
a cada exiguo pie de un hombre.

Son niños siempre y
niños en un festín donde
se desconocen los nombres

Niños arrancados del cuerpo y
del corazón, como raicillas que
ya hubieran echado en otros niños
su ligazón; en otros pensamientos
su dolorosa espesura.

Niños explosiones acústicas
Niños ortigas del verano; a un punto
en la seda
vienen a mirar faisanes;

un círculo luminoso donde caen
todas las remotas ideologías naturales
y todas nuestras cósmicas huellas
estrelladas: los niños.

Duelo de no pertenecer
duelo de las sabidurías desconocidas
sin órganos
sin ostentación y sin goces

duelo de apartarse dudando del patio
de la dicha: donde allí todo nos
sosegaba como sofocado dolor

aquí todo nos despierta
aquí somos el sobresalto del lince
aquí el sueño oculta
la alegría del secreto

Aquí la verdad solitaria derrumba
el placer
y el placer no sostiene
el secreto no sostiene
el despertar no me sostiene,
su realidad,
es más devastadora que el deseo

¿Qué es?

Es la desesperación
que nos impone como un sueño
el vacío, el campo...

Vaho amarillo y los diablitos
riéndose. Arrastran un perrito,
escriben una eme majestuosa;
las brujas-lolita con sus mechones
eléctricos y sus malcriadas muñecas,

la voz del perrito; los dientes de las cosas;
la acústica estirpe china del súbito día

(el té).

Los niños.
Sus rasos borran la única fiesta,
la única mentira, la única verdad,
la única risa.

No te alejes más.
No te alejes más.

¿Qué haré sin los ojillos de tu faisán?
Sin tus gestos como picotazos dorados.

Mi desesperación clavada en el deseo
como un colibrí salvaje en la

gigantesca flor acuática. La hipertrófica
magnolia del deseo:

un limón escarlata y óxido de hierro la van
centrando con sus suavísimos ganchos:
la abeja allí se empolva, los zánganos
conocen y reconocen: desconocen

El campo, la noche y
sus caretas de olores
que no enmascaran, los
mensajes cortados y los
gritos suntuosos;
la noche con sus señales
de amores de alfalfas y
alfabetos de sapos y
telarañas.

Magnolia del zorrino
con su chorro de humos acres

¿Nada sostendría?
¿Nada consentiría en su risa de chaparrones
de blancos y agrios fuegos
luminosos?

Es la madrugada: ¿pero cómo...?

Los niños se duermen:
fácilmente se duermen sobre estos clavos
de azúcar, fakires del infinito turbulento.

El campo tiembla.
El campo nuestro. (...el delirio, los surcos
de la lava del alba. El agua donde amanecemos.

Los terrores poderosos giran en torno a
objetos sin valor. ¿Te acordás? Fase del
desprecio, incluso por el no...

El No de un amarillo vibratorio,
los girasoles en el vozarrón del día
y el humo del atardecer, los ojos
en la cabeza leñosa
en el espumoso anaranjado del sol.

No te alejes más.
No te alejes más.

el deseo desdibuja en su plumosa tierra
un espacio: "que no te despierten todavía,
y que no hiervan la leche todavía".

Multiplicidades. Multiplicidades
secretas

Lo que pasa durante la tarde
como los pequeños frutos de las intensidades
se abre, como un último frutillo
en las fogatas anaranjadas

Deja que bajo nuestra incertidumbre
croe lo incierto: el agro de la espera,
la niñita que baila... la patria de San Juan
y esas inquisitorias cartas que quemaste
para cocer la langosta y las habas:

La pintura es la extensión más sutil

Arturo Carrera (Coronel Pringles, Argentina, 1948), Arturo y yo, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1984

lunes, julio 29, 2019

Severo Sarduy / Morandi















Una lámpara. Un vaso. Una botella.
Sin más utilidad ni pertinencia
que estar ahí, que dar a la consciencia
un soporte casual. Mas no la huella
del hombre que la enciende o que los usa
para beber: todo ha sido blanqueado
o cubierto de cal y nada acusa
abandono, descuido ni cuidado.
Sólo la luz es familiar y escueta
el relieve eficaz; la sombra neta
se alarga en el mantel. El día quedo
sigue el paso del tiempo con su vaga
irrealidad. La tarde ya se apaga.
Los objetos se abrazan: tienen miedo.

Severo Sarduy (Camagüey, Cuba, 1937-París, 1993), Un testigo fugaz y disfrazado, Hiperión, Madrid, 1993
Envío de Jonio González

Escritores - A Media Voz - Círculo de Poesía - Revue Noire - La Silla Prestada - Otra Iglesia Es Imposible
---
Foto: Revue Noire

domingo, julio 28, 2019

Juan Fernando Bermeo / De "Metrópolis. Cementerio de espadas"














Uróboros

Las cruces que caen del cielo presagian el burdo extinguirse del alba
el poema se convierte en el beso de las flores al caer en el suelo
un niño se transforma en una metáfora de sí mismo
los álbumes de fotos son evidencias del crimen que todos cometen:

la apuesta por perdurar en un universo donde la entropía viene desde dentro

Un vacío que se complementa con el silencio
un vestido que no vive sin una oferta en la tienda
un camino de piedra que resalta cuando causa un accidente
una carestía provocada por la usura y la caridad

Así, poco a poco, en un círculo interminable
nos comemos a nosotros mismos
condenados a sentirnos inadaptados en nuestra propia casa
condenados irremediablemente
a girar en cualquier dirección mordiéndonos la cola

como el Uróboros
o el logotipo del reciclaje


Metrópolis es un abismo

Nosotros no nos realizamos nunca.
Somos un abismo que va hacia otro abismo -un pozo que mira al Cielo.
Letanía; Fernando Pessoa

A pesar de lo que te han contado
el encierro nunca depende de lugares
una prisión se construye con fechas
las cárceles se miden en segundos
yo puedo sentirme atrapado entre flores
y tú puedes decirte libre mientras aún puedas masturbarte a oscuras

no pienso que la vida sea un rompecabezas
pero mientras más fragmentos y cortes veo entre los juegos
me doy cuenta de que no se puede vivir sin uno aceptarse cojudo

el mundo nos hace cojudos mientras pensamos que no lo somos
y el primer paso para ver la realidad propiamente
es creer con firmeza en que uno es libre en encierros
y es prisionero también de una libertad que se nos muestra
tal como la vimos en la TV

Mientras aprovechemos el cine para los besos, los terrenos baldíos para un rápido episodio sexual
mientras sonriamos solo para las fotos y bailemos solo cuando ponen esa canción deseada
mientras nos enamoremos por internet y nos suicidemos por un mensaje de texto

seguiremos siendo unos pendejos taciturnos y miopes
seguros de nosotros mismos por tener un control remoto
u orgullosos por llevar una camiseta hecha de material reciclado

pero si en vez de eso, aceptamos la pendejada como un credo irrevocable
nos será más fácil digerir el mal trago
de esta realidad repetitiva e irresoluta

Pero estoy volando muy alto, de antemano sabemos que no lo aceptaremos
porque el orgullo del hombre es lo que nos motiva como especie
ese orgullo que nos hace usar la palabra ‘superiores’ como onomástico
ese orgullo que nos hace ser buenos samaritanos para contarlo al que no lo vio
ese orgullo que nos atrapa en el libre albedrío y nos libera en un claustro mental
ese orgullo que nos hace creer que escribimos poesía

Juan Fernando Bermeo (Cuenca, Ecuador, 1989), Metrópolis. Cementerio de espadas, La Caída, Cuenca, Ecuador, 2018, Cráneo de Pangea, julio 2, 2019

Liberoamérica - Eternidad - Cráneo de Pangea
---
Foto: Cráneo de Pangea

sábado, julio 27, 2019

Osvaldo Baigorria / Poesía estatal














I

Esta noche voy a leer
un poema que no se sostiene
en el papel.
Un poema para ser leído en voz alta
y escuchado en voz baja
o leído en voz baja
y no escuchado
porque ¿quién va a escuchar un poema leído en voz baja?
Cómo decirlo… A propósito, ad hoc, por encargo.
Un poema escrito especialmente para esta noche
tan especial
para vos.
Sí, a vos te hablo,
oh Noche de los Museos
(acá empieza el poema, más o menos).
Yo quiero ser museo
para seducirte y que entres
por las várices abiertas de mis piernas latinoamericanas:
así, a mansalva.
Que me penetres con tu luz oscura, sol de noche,
luz que se drapea, que se pliega,
noche de la estola y del strass,
como diría la Rosa de la patria
internacional de los trabajadores.
Que entres y recorras mis entrañas,
mis bifes de costilla, mi tripa gorda, mis vísceras, mis grasitas.
Que contemples mi interior extasiada,
y digas: ”Ah, ah, ah”,
como en la poesía
mala
y a coro entre miles de visitantes de dos, tres, muchos museos.
El Museo de Arte Barroso Rioplatense y Neo-Litoraleño.
El Museo de Literatura Post-Infra-Multi-Trans-Retro autónoma.
El museo de Cultura Popular y Más-Iva
El Museo de los Tadeys.
El Museo del 7-D y
el Museo del 8-N.
¿Se acuerdan?
El Museo de la Memoria Selectiva del Proletariado.
El Museo del Tricentenario
de la Revolución Cubana.
¿Dónde estaremos entonces, compañeros, camaradas?
¿Qué será de todo esto?
¿Habrá Facebook?
El Museo del Consumo Popular Ilimitado
de Recursos Naturales no Renovables.
El Museo de las Esperanzas y Expectativas de Vida en la Tierra
El Museo de la Súper-Tierra a 42 años luz,
acá cerquita.
En fin: Museo de la Novela de la Eterna,
Museo de las Musas, silabeo:
millones de visitantes de millones de museos
cada año y en esta noche,
Yeah! To night, con ustedes:
Las mejores mentes de mi generación
-por qué seremos tan hermosas-
destruídas por la locura, histéricas, desnudas
-la murga, los polacos, los cadáveres-
arrastrándose  por los barrios negros a la madrugada
en busca de una droga
curiosa.
Los rebeldes amaestrados y alguna bestia rock
de Adorno
El insecto gordo volador que arroja flechas
envenenadas.
El terrorista del último terror que arrasó con las redes
sociales, individuales.
Aquella que mató al marido antes que él la quemara viva
Aquel que abrió una cuenta bancaria en Uruguay
para las investigaciones del espíritu
extranjero… que pasaba.
Y la chica embarazada que espera la asignación final del universo.
El bombo
y la cacerola:
la noche es una sola, ¡aprovechen!
¡Y que se vengan todos!
Shhh… Acá ya no se puede hablar de política.
Pero esto no es hablar de política.
Esto es solo un poema
que no se sostiene
en el papel
ni sobre el papel.

II

El pelpa, sí: el documento, el…
sobre-cito: cartón pintado.
Pulpa y contenido.
Árbol y pastera.
Hoy es más fácil publicar,
hay aspiración de sobra:
dosis masivas de inspiración por vía aérea,
microdosis por vía endovenosa
e incluso rectal.
Sirve para curar el chancro blando,
el llanto de la bacteria,
el granuloma inguinal,
la vaginosis transgénica,
las verrugas externas y también las internas.
Ahora dicen que la poesía
también es de ayuda en terapia intensiva.
Pero ayer fui al hospital a visitar a un amigo
que hace medio siglo se fue a California
y hace un año volvió a la Argentina
porque allá empezó la crisis y acá, la cosa, divina.
Resulta que se amargó, le cambió todo:
vino a descubrir que tenía un cáncer
en la segunda porción del duodeno.
En la primera sección de islas del Tigre
una vez le pregunté, me acuerdo,
cómo se traducía “beat the reaper”.
Me contestó “esquivar la guadaña”
Ahora yo leo y él está internado
a la espera de un filo, de una cita
de corte pero no de verso.
Asi que no le leí
nada
y menos
de este nocturno insostenible.
Porque además, ojo:
este es un poema que ya se fue con el viento
por las ventanas abiertas de mis esfínteres norteamericanos.

III

Un museo de open doors,
eso quiero ser.
Un museo administrado por drogodependientes.
Ayahuasqueros, santo daime,
místicos vengadores del rock y de la militancia.
Un museo lleno de cuadros
del Partido Peronista Soviético XXIII Congreso.
Cuadros dirigentes y cuadros dirigidos.
Un verdadero museo
de luchas intestinas, de guerras ácidas,
clorhídricas.
Choques no de ideas sino de moléculas,
rizomas y tubérculos
cuadrigéminos
debatiéndose en el acueducto de Silvio,
en la formación gris propia del pedúnculo:
a la vanguardia, el “Locus niger”;
en retaguardia, el cuerpo estriado.
Todo micro, nada macro.
Un museo de revueltas imperceptibles:
la insurrección de las cándidas,
los microbios, las lombrices
solitarias y las acompañadas.
Quiero ser ese museo.
Con un cartel que diga:
“Hoy como ayer
y más que nunca:
No matar la palabra,
no dejarse matar por Ella”.
Y explicar en mesa de entradas a las visitas
que aunque yo aquí lea un poema
que no se sostiene,
o presente un ciclo de lecturas en Plaza de la Lengua,
no tengo la más pinche idea,
no tengo la más parietal, puñetera, fucking idea
de si esto es o no es… poesía
en el papel o fuera de él.

IV

Very well, fandango! dijo el rimero
y se fue de joda a la noche de los museos.
Una de esas noches conocí a un muchacho
que me ofreció su amor
pero no pude corresponderle porque yo ya estaba casado
con una muchacha
que me ofreció su amor
pero no pude corresponderle porque yo ya estaba casado
con un muchacho que…
Cha-cha-cha! Very well, fandango!
Por eso esta noche no voy a leer un poema
de amor:
solo quiero leer un poema
que quizá ya esté leyendo.
-¿Cuánto cobrás por una lectura?
-¿Acá, de parado?
No sé si tengo uña, guitarrero.
No sé si soy capaz, mi capataz.
Puedo intentarlo, tengo referencias, le muestro mi a-cv
Alguna mala lengua me atacará por twitter,
dirá que soy un chantapufi,
un pedo al aire: puf! y…
Ya es un hashtag.
Como un pelo en el pedo,
que se vuela,
algo inútil,
que no sirve para nada,
más que para anunciar un poema que…
la verdad, te cuento, la posta, entre nos:
no existe.
Y la única verdad es la realidad.
O las únicas 20 verdades son las únicas 20 realidades.
Alguien del público ya empieza a gritar:
“¡Esto no es arte, es una estafa!”
Como si el arte…
Sigo leyendo.
Otra que vino con la banderita dice:
“¡Basta de robar con la cultura!”
Como si la cultura…
Sigo leyendo.
Otro, más borracho, me encara:
“¡Terminá de una vez, payaso!”
Como si esto realmente no fuera a terminar
como todo,
de una vez:
La noche, los museos, las várices, las drogas,
los proletarios, la masa, la multitud, el pueblo,
el público, el privado, el dirigente, el dirigido,
los rizomas, las raíces, los tubérculos, los árboles,
las patrias, los soviets, los cuadros, las lenguas,
incluso este poema que nunca fue leído
porque nada,
pero nada,
se sostiene en el papel.

Osvaldo Baigorria (Buenos Aires, 1948), Paseo Esquizo, 2012, Poesía estatal, Iván Rosado, 2017

Ref.:
Plaza de la Lengua/YouTube
Iván  Rosado
Escritores
Paseo Esquizo
Música Rara
Eterna Cadencia

Foto: La Voz

jueves, julio 25, 2019

Russell Edson / Dos poemas
















Una piedra no es nadie

Un hombre tendió una trampa a una piedra. La atrapó. La hizo prisionera. La metió en una habitación a oscuras y la vigiló durante el resto de su vida.
Su madre le preguntó por qué.
El respondió, porque está en cautividad, porque es la prisionera.
Mira, la piedra duerme, dijo ella, lo cual hace que no sepa si está en un jardín o no. La eternidad y la piedra son madre e hija; eres tú el que envejece. La piedra sólo está durmiendo.
Pero la atrapé, madre, es mía por derecho de conquista, dijo él.
Una piedra no es de nadie, ni siquiera de sí misma. Tú eres el conquistado; eres tú quien tiene que ocuparse del prisionero, que eres tú mismo, porque tienes miedo de salir, dijo ella.
Sí, sí, tengo miedo, porque nunca me has amado, dijo él.
Es verdad, porque siempre has sido para mí lo mismo que la piedra es para ti, dijo ella.


Antimateria

Al otro lado de un espejo hay un mundo inverso, donde el loco se vuelve cuerdo; donde los huesos surgen de la tierra y se alejan hacia el primer légamo del amor.
Y por la tarde el sol recién está saliendo.
Los amantes lloran porque son un día más jóvenes, y pronto la infancia les arrebata el placer.
En semejante mundo hay mucha tristeza, la cual, por supuesto, es alegría...

Russell Edson (Connecticut, Estados Unidos, 1935-2014), The Tunnel. Selected Poems, Oberlin College Press, Oberlin, 1994
Versiones de Jonio González

Otra Iglesia es Imposible - Poetry Foundation - Letras Libres - Le Monocle de mon Oncle - New York State Writers Institute /YouTube


A STONE IS NOBODY'S

A man ambushed a stone. Caught it. Made it a prisoner. Put it in a dark room and stood guard over it for the rest of his life.
His mother asked why.
He said, because it's held captive, because it is captured.
Look, the stone is asleep, she said, it does not know whether it's in a garden or not. Eternity and the stone are mother and daughter; it is you who are getting old. The stone is only sleeping.
But I caught it, mother, it is mine by conquest, he said.
A stone is nobody's, not even its own. It is you who are conquered; you are minding the prisoner, which is yourself, because you are afraid to go out, she said.
Yes yes, I am afraid, because you have never loved me, he said.
Which is true, because you have always been to me as the stone is to you, she said.


ANTIMATTER

On the other side of a mirror there's an inverse world, where the insane go sane; where bones climb out of the earth and recede to the first slime of love.
And in the evening the sun is just rising.
Lovers cry because they are a day younger, and soon childhood robs them of their pleasure.
In such a world there is much sadness which, of course, is joy...
---

Juan José Saer / Aldo

















La boca cumple un enorme papel: toma
el vino tinto, de a poco, a lo largo de la noche,
y devuelve, incansablemente, iluminándose, el verbo.
Y cuando está en silencio, los labios se mueven todavía,
se estiran, se entreabren porque los dientes, sin motivo,
sin ninguna pasión, por pura costumbre, se aprietan.
Es, se ve bien, un reflejo que viene desde el fondo, o mejor
dicho desde el principio. La calvicie
no alcanza más que la coronilla, la frente,
y en la nuca, y a los costados, el pelo grisáceo termina
humildemente, escarolado, insumiso.
En el conjunto, la cabeza vendría a ser
de un gris ceniza evanescente, la cara
rojiza, a causa quizás del vino, y los hombros,
cubiertos por el saco azul marino, resaltan,
como contra un infinito, contra el afiche amarillo pegado a la pared.
Está todo aureolado, si se quiere, de grafismos negros.
La mesa del bar, al lado de la vidriera, es, entre todos,
el mejor lugar; sobre la mesa
el vaso de vino, medio lleno, que la mano,
negligentemente, toca: de esas manos, se ha sabido decir
que, como las de Borges, son blandas, evasivas. Las ha ocultado
parece, a medias, desde siempre: ¿un complejo? Y a veces
sin embargo, pueden moverse, elegantes, en el aire,
diciendo un alegato mudo en favor, por ejemplo de Baudelaire,
y en ellas, entonces, todo lo qué le queda de pasión se concentra.
Pero no es, propiamente, una pasión:
son como unas señales, rápidas, que le llegan, de vez en cuando, desde
lejos, desde el fondo, probablemente, o desde el principio,
y alrededor de cuyo centelleo, todos sus días,
que él se dice vivir, inútilmente, en dispersión,
como un milagro austero, para el oyente, se reúnen.

Juan José Saer (Serodino, Argentina, 1937-París, 2005), El arte de narrar, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina, 1988

Otra Iglesia Es Imposible - Revista de Lengua y Literatura - Otra Parte - Eterna Cadencia
---
Foto: Ulf Andersen/AURIMAGES/AFP/Arcadia

miércoles, julio 24, 2019

Marina Serrano / De "Variaciones Argerich"














Los ciclos y el uso de la barra de repetición

Nunca pude reconocer tu juego,
entender
aquellas reglas propias de los trastornados.
Quizá lo más preciso
fue conjeturar un azaroso ciclo en donde alternabas tres fases:
indiferencia, maltrato y éxtasis.
La indiferencia la jugabas con los ojos,
fijando tu negra opacidad sobre los míos
y, una vez captado el hilván,
lo girabas hacia el no me importa.
Para el maltrato tenías herramientas más vulgares,
las escenas públicas, tu voz destrozada
casi siempre capaz de nuevos aires al insultarme.
Y el pico del amor eran tus manos,
tu cuerpo y el derrumbe
de todo lo demás, sobre las mías.


El amor a la música

Ríos azules entran en la boca,
extienden sus hojas en el interior cardúmenes plateados.
Porque el amor hace callar
a la carne
y es su propia forma de autocompasión,
un trébol de crines llevadas al sol, al hueco
de un espacio cerrado e inmenso,
lleno hasta la garganta
de caballos.


Pánico escénico

Entre sombras aquello que observa,
filos de dientes, brillos, toses, ataques
grabados en una isla sumergida,
ciegan, despiertan
la refleja parálisis,
en el oscuro fondo, negro sobre negro, sala saturada
por el olor a bocas, perfumes, hospital, presidio, gente
grave, llama el nombre que se lleva,
entre pasos vacilantes, y aprietan
para ir y hacer
lo hay que hacer, como hay que hacerlo,
como se hacen tantas cosas, sin explicación,
con urgencia,
llevando en el seno, entre máscaras, oculta
una cara de otro tiempo, un insecto
que solo puede salvarse
si alcanza a clavar las uñas, a entrar
en algún hueco
antes del temporal, del diluvio.


Enlaces

Ensimismada en una partitura
con clavos largos y acéfalos entre los metacarpianos
es posible creer
en el amor,
en la presencia
de un tiempo lento,
muy regular, largo y lento, que no perdona,
deshilvana,
engancha los plegados velámenes del cerebelo,
ahora
que el amor, sin palabras, llega a la carne,
y se instala
en esta casa, en este sillón,
en tus manos arponeadas.


La femme argentina

Una mujer argentina
ante todo, parece
un adjetivo
en la boca, objeto, palabra,
una sombra.

Marina Serrano (Quequén, Argentina, 1973)

Variaciones Argerich,
Ediciones del Dock,
Buenos Aires, 2019









Otra Iglesia Es Imposible - Literatura Viva - El Infinito Viajar - 1 Poeta 10 Preguntas

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Foto: Marina Serrano, Santiago de Chile, 2016 JA

martes, julio 23, 2019

Santiago Sylvester / De "Llaman a la puerta"















                                                  (la ley de los grandes números)

Un alivio la ley de los grandes números,
nos permite saber que hay una secuencia y también
este descubrimiento: lo que ocurre
no es universal ni simultáneo.

                             Por la ley de los grandes números
no morirán al mismo tiempo todos nuestros amigos,
no se secarán de golpe los ceibos del planeta;
no será éste el año de todos los incendios, los volcanes en
       erupción, los derrumbes de las cordilleras;
no nacerán sabios todos los niños, ni rubios, ni todos serán
       jugadores de fútbol;
no todos andaremos en bicicleta, ni escribiremos una marcha
       fúnebre, ni seremos abandonados en una isla;
no es cierto que todos los jóvenes estudiarán latín.

La proporción consiste en que las cosas no sucedan todas juntas,
hay gradación:
un precursor suele ser el que ha llegado antes de tiempo,
un plagiario el que ha llegado tarde;
la reiteración existe y por ella sabemos cómo es el mundo;
unas veces ocurre esto y otras lo contrario: es un alivio que no
       suceda en una hora
lo que corresponde a medio siglo.

Gracias a las variantes aleatorias esta noche
unos dormirán
otros tendremos insomnio:
ambas cosas según el promedio.



                                                  (el sitio donde vivimos)


Un verano con 40ºC a la sombra
y alguien muere de frío en algún lugar:
consecuencias de vivir en un planeta en construcción.

El que tenga hambre
y el que esté saciado,
el que vea, el que no quiera ver;
el que habla o calla para siempre;
tienen un sitio en este planeta en construcción;

viajar o no viajar,
los estados intermedios: claroscuro, entreacto, mientras tanto:
pruebas de un planeta en construcción;
madrugar o anochecer son variantes del mismo verbo en un
       planeta en construcción.

Nosotros: nuestro paso rápido, nuestro intento de tener un
       porvenir; los recuerdos que amamos, los que
       sobrellevamos, los sentimientos que no debiéramos tener;
la utopía del éxito, el prestigio del fracaso,
la aceptación de lo que venga,
la propensión por el engaño:
                              no alcanza la sabiduría del mundo
para que éste deje de ser un planeta en construcción.

Los que hablan por teléfono, consultan su correo, y siempre
       quieren estar en otra parte;
los que gastan un presupuesto en avisos fúnebres;
¿y la magia? ¿el ocultismo? ¿los trasmundos de este mundo?

                     Los lugares
cambian de lugar, nosotros con ellos,
y aquí terminan las constataciones
que podrían seguir:
más pruebas de que estamos en un planeta en construcción.

Santiago Sylvester (Salta, Argentina, 1942)

Llaman a la puerta,
Ediciones del Dock,
Buenos Aires, 2019









Bibliografía
Academia Argentina de Letras

Poemas
Otra Iglesia Es Imposible
Buenos Aires Poetry
Círculo de Poesía

Reportajes
Los Andes
El Faro
---
Foto: Francisco Manzano/El Vendedor de Tierra

lunes, julio 22, 2019

Luisa Futoransky / Capricornio - Vía Dolorosa 1969














Señor de mi signo,
triste Señor del Saturno regente;
hoy degusté piedra a piedra
el sabroso calor de la iluminación
o la demencia.

Vine por el monte donde Abraham
estuvo a punto de sacrificar su hijo muy querido;
deambulé por aldeas árabes
junto a los pastores y los cencerros de las cabras,
descansé en cuevas estrechísimas
construidas en la roca viva
a la medida de un beduino, un santo,
un criminal
o una fiera a punto de parir.
Sentí resbalar sobre mi cuerpo
el mismo ardor del sol, el deseo y el odio
que recorrieron en tu cuerpo
las miradas de los otros.

Estoy segura,
hermoso y taciturno joven de la Galilea
que, como yo, también fuiste a la casa
donde duermen los gusanos de Absalón
—hermano de infortunio—
y tropezaste con los negrísimos ciempiés,
las pequeñas iguanas
y esa rana monstruosa que continúa mirándonos
desde las terribles esmeraldas de sus ojos.

Hice tu camino, señor de Capricornio
—sin orden y con bastante desconcierto—
desde Belén, Cafarnaum, Caná, Hebrón, Gólgota,
a esta calleja estrecha donde una inscripción latina
me señala el sitio exacto en que un oficinista romano
de segunda categoría y relativa influencia
entró en la historia
por el solo hecho de prenderte.

Mientras me apoyo
para orar con disimulo en esa piedra
te acercas, como todos los días
por esta angosta, ruidosa vía de la ciudad más ciudad
al menos de esta tierra y este tiempo.
Y quizás estás entre los jóvenes o ancianos
que divagan su haschich en el narguile
a la puerta de comercios y salones,
o tal vez revoloteamos como algún pájaro
que en ocasiones se aventura por estos recovecos asesinos
aspirando el olor del oriente
hasta que la imaginación puede corporizarse
en un dedal o en la cruz de Bizancio
que me obsequió Mohammed, el vendedor de helados
y antigüedades del barrio de Silwán.

Hoy, cuando bajé al túnel milagroso
de uno de los reyes de Israel
para refrescarme un tanto de las heridas,
el sol y las horas de caminar
por los precipicios de mi vida,
dejé correr agua en el cuenco de mi mano
también por ustedes, nosotros
y los señores de Capricornio que están en camino,
los que por nuestras calles
—carreteras del cielo y del infierno—
vendrán desnudos o vestidos con su Vía dolorosa,
un cometa, un pan bajo el brazo,
un manto de la dicha o una tienda de souvenirs
a remover las cenizas
que construyen y destruyen sus laboriosos hermanos
porque nadie duda
que Suyo es el Reino.

Luisa Futoransky (Buenos Aires, 1939)

"Lo regado por lo seco", 1972
Los años argentinos (1963-1972),
edición de Mariano Rolando Andrade,
Leviatán,
Buenos Aires, 2019







---
Foto: Jordi Batallé/RFI

domingo, julio 21, 2019

Cesare Pavese / Revuelta















Aquel muerto fue tumbado y no mira las estrellas:
tiene los cabellos pegados al pavimento. La noche es más fría.
Los vivos regresan a casa estremecidos.
Es difícil andar con ellos; se desbandan todos
y uno sube una escalera, otro baja a un sótano.
Hay alguno que sigue hasta el alba y se tira en un prado,
bajo el sol. Mañana, alguno reirá burlonamente,
desesperado, en el trabajo. Después, pasa también esto.

Cuando duermen, parecen el muerto: si hay una mujer,
es más pesado el olor, pero parecen muertos.
Cada cuerpo tumbado se aprieta a su cama,
como al pavimento rojo: la larga fatiga,
desde el alba, bien vale una breve agonía.
Sobre cada cuerpo coagula una suciedad oscura.
Solamente aquel muerto está tendido bajo las estrellas.

Parece muerto también el montón de andrajos que el sol
calienta fuerte, apoyado en una parecita. Dormir
en la calle demuestra fe en el mundo.
Hay una barba entre los andrajos y la recorren moscas
que tienen trabajo; los que pasan se mueven en la calle
como moscas; el andrajoso es una parte de la calle.
La miseria recubre de barba la risa burlona,
como una hierba, y da un aire tranquilo. Este viejo
que podría morir tumbado, ensangrentado,
parece en cambio una cosa y está vivo. Así,
menos la sangre, cada cosa es una parte de la calle.
Y en la calle las estrellas han visto la sangre.

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908-Turín, 1950), "Lavorare stanca" (1936, 1943), Trabajar cansa. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, Griselda García Editora, Del Dock, Cartografías, Buenos Aires, 2018
Versión de Jorge Aulicino


Foto: Cesare Pavese  en la entrega de los premios Stegra, 1950 La Stampa


Rivolta

Quello morto è stravolto e non guarda le stelle:
ha i capelli incollati al selcitato. La notte è più fredda.
Quelli vivi ritornano a casa, tremandoci sopra.
È dificile andare con loro; si sbandano tutti
e chi sale una scala, chi scende in cantina.
C'è qualcuno che va fino all'alba e si butta in un prato
sotto il sole. Domani qualcuno sogghigna
disperato, al lavoro. Poi, passa anche questa.

Quando dormono, sembrano il morto: se c'è anche una donna,
è più greve il sentore, ma paiono morti.
Ogni corpo si stringe stravolto al suo letto
come al rosso selciato: la lunga fatica
fin dell'alba, val bene una breve agonia.
Su ogni corpo coagula un sudicio buio.
Solamente, quel morto è disteso alle stelle.

Pare morto anche il mucchio di cenci, che il sole
scalda forte, appoggiato al muretto. Dormire
per la strada dimostra fiducia nel mondo.
C'è una barba tra i cenci e vi scorrono mosche
che han da fare; i passanti si muovono in strada
come mosche; il pezzente è una parte di strada.
La miseria ricopre di barba i sogghigni
come un'erba, e dà un aria pacata. Sto vecchio
che poteva morire stravolto, nel sangue,
pare invece una cosa ed è vivo. Così
tranne il sangue, ogni cosa è una parte di strada.
Pure, in strada le stelle hanno visto del sangue.

Lavorare stanca, Einaudi, 1952

sábado, julio 20, 2019

Silvia Rosa / Algo que no sé decir















Escuchá, yo también te hablo de los objetos
te cuento que en esta pieza había una cama
donde ahora hay una pared blanca desnuda
donde mañana -o algún otro día- colgará la foto
enmarcada en plata que nos sacaremos juntos
cuando vengas, cuando la madera seca de mi puerta
se despinte de a poco al toque de tu mano que golpea
lento

Mirá, yo también pruebo hablar de la escalera
que no subí nunca saltando sus últimos escalones
y de la silla mórbida roja que gira fija
junto al borde tenso de mi escritorio y luego, sí,
de la ventana donde te querría encontrar reflejado
de lejos, una silueta apenas, no vos
-por la avenida a pasos rápidos- sino el rostro desnudo
     de la ausencia
que se confunde en la espera con el tuyo

(y no te quiero a vos en esa foto
no sos el que se sienta en mi silla y escribo
y no sos el que salta el último escalón
hacia la puerta cerrada y la cama, la cama
se la llevó otro hombre
y queda -una palabra- el sueño denso de la infancia
que astilla de improviso los ojos en la oscuridad)

Escuchá, yo también (no) duermo
como algo que no sé decir
como un objeto olvidado roto -en pedazos, muchos-

ayudame a contarlos, en voz baja, uno por uno.

Silvia Rosa (Turín, Italia, 1976), Genealogia imperfetta, La Vita Felice, Milán, 2014
Traducción de Jorge Aulicino

Ref.:
Laboratori Poesia
Poesia del Nostro Tempo
Poetas Siglo XXI
Periferia Letteraria
Otra Iglesia Es Imposible

Foto: Silvia Rosa, Turín, 2016

UNA COSA CHE NON SO DIRE

Ascolta, ecco, anch'io ti parlo degli oggetti
ti racconto che in questa stanza c'era un letto 
dove ora c'è una parete bianca spoglia 
dove domani - o un altro giorno - appenderò la foto 
incorniciata argento che scatteremo insieme
quando verrai, quando il legno secco della mia porta
scolorirà piano piano al tocco della tua mano lento
nel bussare

Vedi, ecco, anch'io ci provo a dire della scala
che non ho mai saltato i suoi gradini in cima
e della sedia morbida di rosso che gira fissa 
al bordo teso della mia scrivania e poi, sì,
della finestra che ti vorrei incontrare di lontano 
riflesso, una sagoma appena, non tu
- nel viale a passi svelti - ma il volto nudo dell'assenza
che si confonde nell'attesa al tuo

(e non sei tu che voglio in quella foto
e non sei tu che siedi la mia sedia e scrivo
e non sei tu che sali l'ultimo gradino
fino alla porta chiusa e al letto, il letto
un altro uomo se l'è portato via
e resta - una parola - il sonno denso dell'infanzia
che schiaccia all'improvviso gli occhi al buio)

Guarda, ecco, anch'io (non) dormo 
come una cosa che non so dire 
come un oggetto dimenticato rotto - in pezzi, quanti -

e tu aiutami a contarli, sottovoce, ad uno ad uno

viernes, julio 19, 2019

Adélia Prado / Linaje















Mi árbol ginecológico
me trasmitió hidalguías:
gestos marmorizables:
mi padre, en el día de su casamiento,
dejó sola a mi madre y se fue al baile.
¡Mi madre tenía un vestido solo, pero
qué porte, qué piernas, qué medias de seda mereció!
Mi abuelo paterno negociaba con tomates verdes,
no le fue bien. Taló el bosque para hacer carbón,
hasta el final de su vida, los poros negros de ceniza:
"No me entierren en Jaguara, en Jaguara, no."
Mi abuelo materno tuvo un pequeño almacén,
una piedra en el riñón,
sintió cólicos y demasiado frío,
en un cofre de madera guardaba queso y monedas.
Jamás pensaron en escribir un libro.
Todos extremadamente pecadores, arrepentidos
hasta la pública confesión de sus pecados
que uno de ellos pronunció como si fuese todos:
"Todo hombre se equivoca. No sirve decir yo
porque yo. Todo hombre se equivoca."
Esta sentencia sin pulir, cargada
de los sollozos propios de la hora en que fue llorada,
permaneció inédita hasta que yo,
cuya madre y abuelos murieron temprano,
de parto, sin discursos,
la trasmitiera a mis futuros,
enormemente admirada
de un dolor tan alto,
de un dolor tan hondo,
de un dolor tan bello,
entre tomates verdes y carbón,
moho de queso y cólicos.

Adélia Prado (Divinópolis, Brasil, 1935), "El corazón disparado", 1978, Poemas reunidos, Griselda García Editora, Buenos Aires, 2019
Versiones de José Ioskin

Escritas - Protestante - Criterio - Blog del Amasijo - Aromito
---
Foto: Adélia Prado en Facebook

jueves, julio 18, 2019

Florencia Fragasso / De "Melliza"













Cáscaras

Los cuadraditos laminados en oro
están ahí para quedarse:
no se descascara el dorado a la hoja
de Viena fin de siglo
diecinueve,
no se despegan las piezas
porque, aunque cueste creerlo,
no es un rompecabezas lo que forman.

En ese fondo móvil de oro y ondinas
estaba ambientado el cuento
que mi papá nos contaba cada sábado
–o sábado por medio–
en el living de Bánfield
–mis piernas cortas
despatarradas
en el sillón–


Oracular

Habitábamos un jardín de las delicias
todo pilchas todo
accesorios en miniatura
de la femineidad universal
cultivada en el microcosmos bonaerense

Jugar era preparar
el juego, acomodar, poner en orden
los objetos, decir lo que iba a suceder
clasificar

Mientras la vida se estaba haciendo
a gran velocidad
vos, tu mente de niña en patineta,
te ibas yendo
diciéndote lo que iba a suceder
dándote letra
armando urgente la valija

Florencia Fragasso (Lomas de Zamora, Argentina, 1975) Op. Cit. junio 30, 2019

Melliza,
Gog y Magog,
Buenos Aires, 2018









Ref.:
Gog y Magog
Espacio Murena
El Infinito Viajar
Solo Tempestad
1 Poeta 10 Preguntas

Foto: Florencia Fragasso por Gog y Magog Facebook

miércoles, julio 17, 2019

Niki Ladaki-Filippou / Le gustaba mucho la geografía















Dijo que iba a sacudir la tierra de los zapatos
y a cambiar de vida
a cambiar de costumbres
a cambiar de maneras.
También dijo que se iba a marchar
a lugares extraños
allá donde los hombres se multiplican
en el corazón
y disminuyen en el amor.
Dijo que iba a seguir el rumbo
que trazan la ola y los delfines.
Dijo que iba a navegar como otro Ulises
o a lanzarse como otro Robinson Crusoe
o como don Quijote
para que la historia hablara de él
y para que los niños supieran de él
por los cuentos.
Y contrató albañiles
cegó su puerta
abrió una nueva entrada a su casa
desde la calle contigua
y también se mandó hacer un nuevo
traje rojo...

Niki Ladaki-Filippou (Nicosia, 1935-Atenas, 2003), Hacia Kerini y otros poemas, La Cabra Ediciones, Ciudad de México, 2006
Traducción del griego de Guadalupe Flores Liera
Envío de Jonio González

---

martes, julio 16, 2019

Martín Armada / De "La gran meseta"














[Cierro los ojos…]

Cierro los ojos y camino por la casa,
me topo con los tesoros que acumulamos.
Llenamos nuestro mundo sin hablar,
somos una tribu decidida a meterse en el desierto.
Con delicadeza para seguir,
me repito:
no hay que avergonzarse de amar las cosas,
los hombres libres deben sentir orgullo de lo que necesitan.


[La verdad se me revela…]

La verdad se me revela en un sueño:
no voy a alcanzar la luz
que veo crecer del otro lado del monte.

Tengo que conformarme con despertar,
el primer sol en los árboles,
acacias que ensombrecen un volquete:
alrededor las moscas se disuelven
verdes, azules, un poco rojas.

Martín Armada (Buenos Aires, 1979) Op. Cit., junio 30, 2019


La gran meseta,
Caleta Olivia,
Buenos Aires, 2019









Ref.:
Espacio Murena
Otra Parte
Infobae
Ñ
Eterna Cadencia
Círculo de Poesía
1 Poeta 10 Preguntas
Otra Iglesia Es Imposible

Foto: Círculo de Poesía

lunes, julio 15, 2019

Charles Simic / Castillo de naipes




















Os extraño, tardes de invierno
con vuestras luces tenues.
Los labios cerrados de mi madre
y nuestra respiración contenida
cuando nos sentábamos a la mesa del comedor.

Los largos y finos dedos de ella
apilando los naipes,
después esperando que cayesen.
El sonido de botas en la calle
hacía que nos quedáramos quietos por un instante.

No hay mucho más que contar.
La puerta está cerrada con llave,
y en una ventana coloreada de rojo
un único árbol en el jardín,
sin hojas y contrahecho.

Charles Simic (Belgrado, 1938), Virginia Quarterly Review, vol. 81, nº 3, verano de 2005; New and Selected Poems 1962-2012, Houghton Mifflin Harcourt, Boston, 2013
Versión de Jonio González

Nota del Traductor: Acerca de este poema, ha explicado el propio Simic: "Es un recuerdo temprano. Nací en Belgrado, Yugoslavia, en 1938, y viví allí durante la ocupación nazi. Por la noche había detenciones, bombas que estallaban y largos, tensos momentos en los que oíamos pasos en la calle. No queríamos hacer el mínimo ruido, de modo que leíamos o jugábamos a cartas..." (en The Best American Poetry 2006, Billy Collins, ed., Scribner Poetry, Nueva York, 2006).

Otra Iglesia Es Imposible - Universidad de Chile - Perros en la Playa - Esta Forma de Viajar sobre la Tierra - Idiomas Olvidados


HOUSE OF CARDS

I miss you winter evenings
With your dim lights.
The shut lips of my mother
And our held-breaths
As we sat at a dining room table.

Her long, thin fingers
Stacking the cards,
Then waiting for them to fall.
The sound of boots in the street
Making us still for a moment.

There’s no more to tell.
The door is locked, 
And in one red-tinted window,
A single tree in the yard,
Leafless and misshapen.

---
Foto: Foto: Autograf Hr

domingo, julio 14, 2019

Vicente Quirarte / Razones del samurai














A las tres de la tarde
de aquel trece de marzo,
la voz de mi hermano Ignacio en el teléfono:
"¿Puedes regresar?"
Y yo que quería contarle
del alba en California;
del cartel de la ballena jorobada
-cuarenta toneladas de energía
saltando en algún lugar de Alaska-;
del libro sobre la ballena spermacetti,
la Moby Dick que acometió al Pequod
y echó a pique los sueños
de su capitán alucinado;
del café que estrenaba las mañanas
con su campana oscura;
de las rubias empleadas de las tiendas
que en mi sed de comprar reconocían
las huellas del amor recién nacido.

¿Padre, hubieras querido que tu primer hijo
diera la mala nueva de que ya éramos menos?
En tus treinta minutos de agonía,
con el pie en el estribo de otro tren,
¿te acordaste de sus primeros pasos
cuando al pie de las sillas de montar
posaba como un pequeño Buda,
grave y solemne como los niños tristes?

"¿Puedes regresar?" Me dijo Ignacio.
Debajo de sus palabras se anunciaba
el valeroso miedo de ser débil,
la rabia por no soltar la brida del caballo.

Era, como en los Viernes Santos,
la hora en que llegó la quinta herida,
en aquel cuarto oscuro de Los Ángeles
donde Ignacio quería decirme, dijo, me decía
que a la tribu por ti capitaneada
la diezmaban de tajo,
que te ibas de plano, y nosotros contigo.
Y mientras yo pensaba que la vida
era para mi sed un mar pequeño,
te tirabas -sereno- de aquel puente
para dar comienzo a las preguntas.

Vicente Quirarte (Ciudad de México, 1954), "El ángel es vampiro" [1991], Material de Lectura n° 197, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2013

El Placard - Poemas del Alma - Cultura Colectiva - Excelsior - Página 66

Foto: Informador/El Universal

sábado, julio 13, 2019

Alice Oswald / De "Memorial"





















[Fragmentos] *

El primero en morir fue Protesilao
un hombre concentrado que se precipitó a la oscuridad
dejando atrás la tierra con cuarenta barcos negros
con él fueron los hombres desde esos riscos encendidos por las flores
donde el pasto deja que todo crezca
Píraso  Itón Pteleo  Antrón
murió en el aire, cuando saltó para encabezar la lucha
su casa quedó a medio hacer
de ella su esposa salió corriendo y arañándose la cara
su hermano Podarco mucho menos valeroso y decidido
tomó el mando pero eso fue hace mucho tiempo
ahora ya ha estado en la negra tierra durante miles de años

        Como un murmullo de viento
        empieza un rumor de olas
        una larga nota se hace más fuerte
        el agua exhala un profundo suspiro
        como tierra que ondula cuando el viento oeste atraviesa un campo
        deseando y buscando
        nada que encontrar
        los tallos de maíz mecen sus cabezas verdes

        Como un murmullo de viento
        empieza un rumor de olas
        una larga nota se hace más fuerte
        el agua exhala un profundo suspiro
        como tierra que ondula cuando el viento oeste atraviesa un campo
        deseando y buscando
        nada que encontrar
        los tallos de maíz mecen sus cabezas verdes

Simoesio nacido en las orillas del Simoente
hijo de Antemion su madre una pastora
que aún seguía a las ovejas cuando dio a luz
un joven soltero ágil y promisorio
fue enfrentado por Ajax en el noveno año de la guerra
y murió mientras corría atravesándose sobre su lanza
la punta pasó limpia a través del pezón
y salió por el omóplato
se derrumbó al instante un indecible dolor para sus padres

Como un hombre da un paso atrás
al ver una serpiente casi bajo su pie
en un zanjón de brezo
el miedo le estremece las rodillas
lo deja pálido da un paso atrás

Como un hombre da un paso atrás
al ver una serpiente casi bajo su pie
en un zanjón de brezo
el miedo le estremece las rodillas
lo deja pálido da un paso atrás

El sacerdote de Hefesto
con la cara caliente de mirar las llamas
rezaba cada mañana el mismo rezo
por favor Dios respeta mi rango
protege a mis hijos fegeo e ideo
calma sus caballos álzalos
fuera de la lucha livianos como cenizas
Hefesto lo escuchó pero no pudo
retener a esos muchachos audaces
que cabalgaban demasiado rápido por el campo de batalla
se toparon con una lanza en vuelo
y como una puerta levadiza que se cierra
el inexplicable Hefesto
arrancó de allí a uno
y el otro murió

Como nieve que cae como nieve
cuando los vivos vientos agitan las nubes en pedazos
como aleteos de silencio que se apuran
a poner fin al follaje con que la tierra se decora
Como nieve que cae como nieve
cuando los vivos vientos agitan las nubes en pedazos
como aleteos de silencio que se apuran
a poner fin al follaje con que la tierra se decora

Pándaro hijo de Licaón tenía una esposa en su casa
en su alta casa en las colinas de Ida
era capitán de Zelea y con sus hombres
solían beber el agua negra y cruda del río
era un hombre rico maestro arquero
en sus establos once carros de guerra recién hechos bellamente
con tapetes y caballos pura sangre
no podía arriesgarlos en la Guerra
fue a Troya a pie tan solo con su arco
pero de nada le sirvió
sus flechas seguían sin darle a nada
si alguna vez vuelvo a casa dijo
y veo a mi esposa y los altos techos de mi casa
que un extranjero me corte la cabeza
si no destrozo este arco y con mis propias manos lo arrojo
al fuego ha demostrado ser tremenda nada
pero no obstante montó junto a Eneas
atacó a Diomedes y una lanza
arrojada por Diomedes que Atenea impulsó con fuerza
le dio entre los ojos y en un segundo
le astilló los dientes le cortó la lengua le rompió la mandíbula
y limpiamente salió por el mentón
Como un roble golpeado por el rayo
alza los brazos y se quema
aterrador para un hombre que ande caminando
oler ese olor a azufre
y ver los campos centellear delante de él
encendidos de azul por la extrañeza de dios

        Como un roble golpeado por el rayo
        alza los brazos y se quema
        aterrador para un hombre que ande caminando
        oler ese olor a azufre
        y ver los campos centellear delante de él
        encendidos de azul por la extrañeza de dios

Hay un estanque azul que amaba de ella
la soledad con que yacía sobre las piedras con sus ojos claros mirando los árboles
su nombre era Abarbarea
un joven la encontró en las colinas
miró una vez su temblorosa frescura
y se quitó la ropa
en medio de sus atónitas ovejas
saltó de una roca directo a sus brazos
y de esa veloz zambullida hubo dos niños
pedaso y esepo
murieron en Troya el mismo día

        Como cuando un cavador de zanjas lleva una azada al agua
        para liberarla de sus terrones al principio
        es solo un secreto goteo bajo las ortigas
        pero después los guijarros gritan agua
        y el agua corre cuesta abajo llamando a sus cosechas y sus huertos
        y lo dejan mirando

        Como cuando un cavador de zanjas lleva una azada al agua
        para liberarla de sus terrones al principio
        es solo un secreto goteo bajo las ortigas
        pero después los guijarros gritan agua
        y el agua corre cuesta abajo llamando a sus cosechas y sus huertos
        y lo dejan mirando

Qué era ese estridente sonido
cinco hermanas que llamando
en la tumba al fantasma de Dolón
recuerdan un a hombre feo pero rápido
en una grieta de luz en el destello de dulce aroma antes del alba
lo atraparon trepándose a los barcos
camuflado con una piel de comadreja era blando
deshonesto miedoso encorvado recordaron
cómo bajo el ojo de la lanza ofreció todo
todo el dinero de sus padres todo el propio
cada debilidad troyana cada esperanza de sus aliados
hasta la posición exacta de los tracios
y el color y tamaño y precio de los caballos de Reso
siguieron preguntándole por qué por qué
soltó llorando cada secreto de su cuerpo
y rogaba aún por su cabeza
cuando su cabeza rodó sobre el barro

        Como el mosquito el temerario mosquito
        al que espantan
        pero regresa insiste
        el mosquito lunático que ama lamer
        y es capaz de seguir al hombre todo el día
        por una gota de sangre

        Como el mosquito el temerario mosquito
        al que espantan
        pero regresa insiste
        el mosquito lunático que ama lamer
        y es capaz de seguir al hombre todo el día
        por una gota de sangre

Recién llegados y acampando aparte de todos
con armas limpias y dispuestas como cubiertos
esto es horrible esto es una especie de fiesta de sangre
y junto a cada hombre su caballo
doce tracios anónimos fueron asesinados mientras dormían
antes de que sus espectros tuvieran tiempo de conservar sus nombres
fue tan súbito
el olor a carne cruda de sus cuerpos despertó a los perros
y eran hombres ricos
tenían largo pelo liso pero Diomedes
con la cara roja en silencio como un carnicero que se mantiene al día con su pedido
se deshizo de ellos
y el último Reso era un rey
no debería haber venido nunca
trayendo sobre el agua esos enormes caballos blancos
con sus cadenas y sus bridas pintadas
criaturas extraordinarias casi de mármol pero móviles

        Como lobos que siempre quieren algo
        formas delgadas que siempre patrullan las colinas
        cuando un pastor deja que vaguen sus rebaños
        y los más débiles balan su miedo
        en segundos aparecerán los lobos

        Como lobos que siempre quieren algo
        formas delgadas que siempre patrullan las colinas
        cuando un pastor deja que vaguen sus rebaños
        y los más débiles balan su miedo
        en segundos aparecerán los lobos

El dolor es negro está hecho de tierra
se mete por las grietas de los ojos
atasca su nudo en la garganta
cuando un hombre ve a su hermano en la tierra
enloquece viene corriendo de la nada
fustigando sin mirar y así fue como murió Coon
primero hirió a Agamenón
luego agarró el pie tieso de su hermano
y trató de arrastrarlo a casa vociferando
ayuda por dios este es Ifidamante
que alguien me ayude por favor  pero Agamenón
le cortó la cabeza y eso fue todo
dos hermanos asesinados en la misma mañana por el mismo hombre
ese fue su día aquí terminó
y su largo viaje nocturno por el inframundo acababa de comenzar

Como cuando dos vientos desean un bosque
el viento sur y el viento este
ambos tiran de los brazos de los árboles
y el sonido del cornejo de suave piel batiéndose de aquí para allá
y roble y fresno golpeando sus largas ramas entre sí
es una palabra de otro mundo

        Como cuando dos vientos desean un bosque
        el viento sur y el viento este
        ambos tiran de los brazos de los árboles
        y el sonido del cornejo de suave piel batiéndose de aquí para allá
        y roble y fresno golpeando sus largas ramas entre sí
        es una palabra de otro mundo

Sarpedón el hijo de Zeus
llegó a esta tierra estéril sin cultivos
llegó de sus maizales de su arbolado río
de su reino de senderos y bosquecillos de manzanos
y lo mató una lanza
quedó por largo tiempo arrugado como lino
hasta que dos sirvientes de voz suave Sueño y Muerte
lo llevaron nuevamente a casa lo dejaron
doblado en la hierba y una brisa del cielo
casi lo levanta casi lo sacude
y lo hizo suspirar y susurrar pero nadie
ni siquiera un gran hombre ni siquiera un hijo de Zeus
puede comprar o robar o pedir que le devuelvan su último aliento
una vez que lo ha soltado siseando
a través del enrejado de sus dientes

Como la flor azul del mar
es magullada por el viento
como cuando llueve y el viento
hostiga al cálido viento
golpeando las grandes suaves nubes soleadas
profundas cucharadas de viento
trabajan el mar en una ola
y la espuma sigue las ráfagas errantes
a trescientos metros de altura

Como la flor azul del mar
es magullada por el viento
como cuando llueve y el viento
hostiga al cálido viento
golpeando las grandes suaves nubes soleadas
profundas cucharadas de viento
trabajan el mar en una ola
y la espuma sigue las ráfagas errantes
a trescientos metros de altura

Cerca de la vieja higuera el camino de los carros
que corre cuesta abajo desde la ventosa Troya
pasa por dos fuentes donde Escamandro
burbujea sobre las piedras la primera caliente
la segunda fría como hielo aun en el verano
la gente de la ciudad viene y lava su ropa
en esas lisas ollas de agua excavadas en las rocas
el río conoce sus voces
pero Aquiles mató a tantos hombres
de pie corriente abajo con su ruda espada
estalló de ira levantando una cresta de olas
ahora todo el río es una tumba
las mujeres que lavan en los estanques
cuando escuchan al río correr
gritando como un humano por sus curvas
recuerdan a Tersíloco yaciendo
en una oscuridad que fluye rápido y nunca acaba
entre empinados escalones de rocas resonantes
recuerdan a Midón ese rostro aterrado
que se dejó de ver cuando cayó bajo los tamariscos
y Astípilo bloqueando el canal
Mneso rodó por la arena Trasio perdido en el lodo
Enio girando mortalmente en un estanque negro
dando vueltas entre los peces que lo lamen
y Ofelestes su último suspiro
plateando la superficie
todas esas bellas armaduras bajo el agua
todos esos blancos huesos hundidos en el lodo
y en vez de sepultura una pajarita de las nieves
sorbiendo la profanación sin darse cuenta

Y Héctor murió como todos los demás
estaba a cargo de los troyanos
pero una lanza encontró el pequeño pedazo blanco
entre la clavícula y la garganta
justo donde se asienta el alma de un hombre
y espera que se abra la boca
siempre supo que ocurriría
él que era tan presumido y ansioso
y acostumbrado a ir corriendo a casa ensordecido por las armas
para erguirse con toda su armadura en el umbral
como un hombre que corre al dejar su moto en marcha
todas las mujeres lo amaban
su mujer era Andrómaca
un día la miró en calma
dijo sé qué ocurrirá
y una imagen de sí mismo muerto lo miró con fijeza
y de ella en Argos tejiendo para alguna extranjera
él parpadeó y volvió a sus tareas
Héctor amaba a Andrómaca
pero al final dejó que el rostro de ella se borrara de su mente
regresó a ella ciego
sin fuerza sin expresión
pidiendo tan sólo que lo lavaran y quemaran
y que sus huesos se envolvieran en telas suaves
y volvieran a la tierra

Como tribus de abejas de verano
subiendo del otro mundo por la grieta de una roca
millones de obreras volando a cumplir con su puesto entre las flores
naciendo y renaciendo y relumbrando por los campos

Como lobos inquietos que nunca se quedan sin hambre
pueden comerse un ciervo entero
pueden beberse la entera superficie de un estanque
lamiendo su negrura con delgadas lenguas
y eructándola de nuevo como sangre
y aún así siguen matando y matando
con el estómago que roza sus costados
acosado por el hambre

Como cuando dios lanza una estrella
y todo el mundo mira para arriba
para ver ese látigo de chispas
y entonces ya no está

[2011]

Alice Oswald (Reading, Inglaterra, 1966), Hablar de Poesía, n° 38, Buenos Aires
Traducción de Mirta Rosenberg y Daniel Lipara
Hablar de Poesía, web

* Este libro, Memorial, escrito en 2011, es una suerte de cementerio oral lleno de muertos no protagónicos de la Ilíada de Homero. Después de cada muerte, un símil repetido trae el eco de la lírica pastoral. Esos símiles son también un eco del terror de la batalla y subrayan la violencia constante de la naturaleza. El símil cumple una función coral, mientras que las pequeñas biografías recuerdan el carácter vocativo, o mejor aún invocativo, de la Ilíada. (De la nota de los traductores)


Más poemas de Alice Oswald en Otra Iglesia Es Imposible


[Memorial]
The first to die was Protesilaus/ A focused man who hurried to darkness/ With forty black ships leaving the land behind/ Men sailed with him from those flower-lit cliffs/ Where the grass gives growth to everything/ Pyrasus   Iton    Pteleus   Antron/ He died in mid-air jumping to be first ashore/ There was his house half-built/ His wife rushed out clawing her face/ Podarcus his altogether less impressive brother/ Took over command but that was long ago/ He’s been in the black earth now for thousands of years

Like a wind-murmur/ Begins a rumour of waves/ One long note getting louder/ The water breathes a deep sigh/ Like a land-ripple/ When the west wind runs through a field/ Wishing and searching

Like a wind-murmur/ Begins a rumour of waves/ One long note getting louder/ The water breathes a deep sigh/ Like a land-ripple/ When the west wind runs through a field/ Wishing and searching 

Simoisius born on the banks of the Simois/ Son of Anthemion his mother a shepherdess/ Still following the sheep when she gave birth/ A lithe and promising young man unmarried/ Was met/ by Ajax in the ninth year of the war/ And died full tilt running onto his spear/ The point passed clean through the nipple/ And came out through the shoulderblade/ He collapsed instantly an unspeakable sorrow to his parents

Like a man steps back/ Seeing a snake almost under his foot/ In a heathery hollow/ The fear flutters his knees it/ Sucks him white he steps back 

Like a man steps back/ Seeing a snake almost under his foot/ In a heathery hollow/ The fear flutters his knees it/ Sucks him white he steps back

The priest of Hephaestus/ Hot-faced from staring at flames/ Prayed every morning the same prayer/ Please god respect my status/ Protect my sons Phegeus and Idaeus/ Calm down their horses lift them/ Out of the fight as light as ash/ Hephaestus heard him but he couldn’t/ Hold those bold boys back/ Riding over the battlefield too fast/ They met a flying spear/ And like a lift door closing/ Inexplicable Hephaestus/ Whisked one of them away/ And the other died 

Like snow falling like snow/ When the living winds shake the clouds into pieces/ Like flutters of silence hurrying down/ To put a stop to the earth at her leafwork

Like snow falling like snow/ When the living winds shake the clouds into pieces/ Like flutters of silence hurrying down/ To put a stop to the earth at her leafwork 

Pandar son of Lycaon had a wife at home/ In his high-roofed house in the foothills of Ida/ He was captain of Zelea and he and his men/ Used to drink the black raw water from the river/ He was a rich man a master bowman/ Eleven war cars in his stables brand new beautifully made/ With rugs and thoroughbred horses/ He couldn’t bear to risk them in the War/ He went on foot to Troy with nothing but his bow/ But that was no good to him/ The arrows kept flying off at angles/ If I ever get home he said/ And see my wife and my high-roofed house/ May a stranger cut off my head if I don’t/ Smash this bow and throw it with my own hands/ Into the fire it has proved such a nothingness/ But he climbed up nevertheless next to Aeneas/ He charged at Diomedes and a spear/ Thrown by Diomedes pushed hard in by Athene/ Hit him between the eyes it split-second/ Splintered his teeth cut through his tongue broke off his jaw/ And came out clean through the chin

Like an oak tree struck by lightning/ Throws up its arms and burns/ Terrifying for a man out walking/ To smell that sulphur smell/ And see the fields flickering ahead of him/ Lit up blue by the strangeness of god

Like an oak tree struck by lightning/ Throws up its arms and burns/ Terrifying for a man out walking/ To smell that sulphur smell/ And see the fields flickering ahead of him/ Lit up blue by the strangeness of god

There was a blue pool who loved her loneliness/ Lay on her stones clear-eyed staring at tres/ Her name was Abarbarea/ A young man found her in the hills/ He took one look at her shivering freshness/ And stripped off his clothes/ In the middle of his astonished sheep/ He jumped off a rock right into her arms/ And from that quick fling there were two children/ Pedasus and Aesepus/ They died at Troy on the same day

Like when a ditch-maker takes a mattock to wáter/ To cut it loose from its clods at first/ It’s just a secret trickle under nettles/ But then the pebbles shout out wáter/ And it runs downhill calling to his crops and orchards/ Leaving him staring 

Like when a ditch-maker takes a mattock to wáter/ To cut it loose from its clods at first/ It’s just a secret trickle under nettles/ But then the pebbles shout out wáter/ And it runs downhill calling to his crops and orchards/ Leaving him staring 

What was that shrill sound/ Five sisters at the grave/ Calling the ghost of Dolon/ They remember an ugly man but quick/ In a crack of light in the sweet smelling glimmer before dawn/ He was caught creeping to the ships/ He wore a weasel cap he was soft/ Dishonest scared stooped they remember/ How under a spear’s eye he offered everything/ All his father’s money all his own/ Every Trojan weakness every hope of their allies/ Even the exact position of the Thracians/ And the colour and size and price of the horses of Rhesus/ They keep asking him why why/ He gave away groaning every secret in his body/ And was still pleading for his head/ When his head rolled onto the mud

Like the fly the daredevil fly/ Being brushed away/ But busying back/ The lunatic fly who loves Licking/ And will follow a man all day/ For a nip of his blood

Like the fly the daredevil fly/ Being brushed away/ But busying back/ The lunatic fly who loves Licking/ And will follow a man all day/ For a nip of his blood

Recently arrived and camping apart from everyone/ With weapons cleaned and layed down like cutlery/ This is horrible this is some kind of bloodfeast/ And beside each man his horses/ Twelve anonymous Thracians were killed in their sleep/ Before their ghosts had time to keep hold of their names/ It was so sudden/ The raw meat smell of their bodies woke up the dogs/ And these were rich men/ They had long smooth hair but Diomedes/ Red-faced quietly like a butcher keeping up with his order/ Got rid of them/ And the last one RHESUS was a King/ He should never have come here/ Bringing over the water those huge white horses/ With their chains and painted cheek guards/ Extraordinary creatures almost marble but moving

Like wolves always wanting something/ Thin shapes always working the hills/ When a shepherd lets his flocks wander/ And the weaklings bleat their fear/ Within seconds wolves will appear

Like wolves always wanting something/ Thin shapes always working the hills/ When a shepherd lets his flocks wander/ And the weaklings bleat their fear/ Within seconds wolves will appear 

Grief is black it is made of earth/ It gets into the cracks in the eyes/ It lodges its lump in the throat/ When a man sees his brother on the ground/ He goes mad he comes running out of nowhere/ Lashing without looking and that was how COON died/ First he wounded Agamemnon/ Then he grabbed his brother’s stiffened foot/ And tried to drag him home shouting/ Help for god’s sake this is Iphidamas/ Someone please help but Agamemnon/ Cut off his head and that was That/ Two brothers killed on the same morning by the same man/ That was their daylight here finished/ And their long nightshift in the underworld just beginning 

Like when two winds want a Wood/ The south wind and the east wind/ Both pull at the trees’ arms/ And the sound of smooth-skinned cornel whipping to and fro/ And oak and ash batting long sticks together/ Is a word from another world

Like when two winds want a Wood/ The south wind and the east wind/ Both pull at the trees’ arms/ And the sound of smooth-skinned cornel whipping to and fro/ And oak and ash batting long sticks together/ Is a word from another world

Sarpedon the son of Zeus/ Came to this ungreen ungrowing ground/ Came from his cornfields from his leafy river/ From his kingdom of paths and apple groves/ And was killed by a spear/ Then for a long time he lay crumpled as linen/ Until two soft-voiced servants Sleep and Death/ Carried him home again they left him/ Folded on the grass and a breeze from heaven/ Almost lifted him up almost shook him out/ And set him sighing and whispering but no one/ Not even a great man not even a son of Zeus/ Can buy or steal or borrow back his own last breath/ Once he has hissed it out/ Through the shutter of his teeth

Like the blue flower of the sea/ Being bruised by the wind/ Like when the rain-wind / Bullies the warm wind/ Battering the great soft sunlit clouds/ Deep scoops of wind/ Work the sea into a wave/ And foam follows wandering gusts/ A thousand feet high

Like the blue flower of the sea/ Being bruised by the wind/ Like when the rain-wind / Bullies the warm wind/ Battering the great soft sunlit clouds/ Deep scoops of wind/ Work the sea into a wave/ And foam follows wandering gusts/ A thousand feet high

Near the old fig tree the cart track/ That runs downhill from windy Troy/ Passes two springs where the Scamander/ Bubbles over stones the first one warm/ The second one ice cold even in summer/ Town people come and wash their clothes/ In those smooth rock-scooped pools/ The river knows their voices/ But Achilles killed so many men/ Standing downstream with his rude sword/ Hacking off heads until the wáter/ Burst out in anger lifting up a ridge of waves/ That now this whole river is a grave/ Women at the washing pools/ When they hear the river running/ Crying like a human through its chambers/ They remember Thersilochus lying/ In a quick-moving never-ending darkness/ Between steep steps of echoing rocks/ They remember Mydon that frightened face/ Falling out of sight under the tamarisks/ And Astypylos blocking the cannel/ Mnessius rolled in sand Thrasius lost in silt/ Ainios turning somersaults in a black pool/ Upside down among the licking fishes/ And Ophelestes his last breath silvering the Surface/ All that beautiful armour underwater/ All those white bones sunk in mud/ And instead of a burial a wagtail/ Sipping the desecration unaware

And Hector died like everyone else/ He was in charge of the Trojans/ But a spear found out the little patch of White/ Between his collarbone and his throat/ Just exactly where a man’s soul sits/ Waiting for the mouth to open/ He always knew it would happen/ He who was so boastful and anxious/ And used to nip home deafened by weapons/ To stand in full armour in the doorway/ Like a man rushing in leaving his motorbike running/ All women loved him/ His wife was Andromache/ One day he looked at her quietly/ He said I know what will happen/ And an image stared at him of himself dead/ And her in Argos weaving for some foreign woman/ He blinked and went back to his work/ Hector loved Andromache/ But in the end he let her face slide from his mind/ He came back to her sightless/ Strengthless expressionless/ Asking only to be washed and burned/ And his bones wrapped in soft cloths/ And returned to the ground

Like tribes of summer bees/ Coming up from the underworld out of a crack in a rock/ A billion factory women flying to their flower work/ Being born and reborn and shimmering over fields 

Like restless wolves never run out of hunger/ Can eat a whole stag/ Can drink the whole surface off a pool/ Lapping away its blackness with thin tongues/ And belching it back as blood/ And still go on killing and killing/ With their stomachs rubbing their sides/ Haunted by hunger

Like when god throes a star/ And everyone looks up/ To see that whip of sparks/ And then it´s gone

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