A las tres de la tarde
de aquel trece de marzo,
la voz de mi hermano Ignacio en el teléfono:
"¿Puedes regresar?"
Y yo que quería contarle
del alba en California;
del cartel de la ballena jorobada
-cuarenta toneladas de energía
saltando en algún lugar de Alaska-;
del libro sobre la ballena spermacetti,
la Moby Dick que acometió al Pequod
y echó a pique los sueños
de su capitán alucinado;
del café que estrenaba las mañanas
con su campana oscura;
de las rubias empleadas de las tiendas
que en mi sed de comprar reconocían
las huellas del amor recién nacido.
¿Padre, hubieras querido que tu primer hijo
diera la mala nueva de que ya éramos menos?
En tus treinta minutos de agonía,
con el pie en el estribo de otro tren,
¿te acordaste de sus primeros pasos
cuando al pie de las sillas de montar
posaba como un pequeño Buda,
grave y solemne como los niños tristes?
"¿Puedes regresar?" Me dijo Ignacio.
Debajo de sus palabras se anunciaba
el valeroso miedo de ser débil,
la rabia por no soltar la brida del caballo.
Era, como en los Viernes Santos,
la hora en que llegó la quinta herida,
en aquel cuarto oscuro de Los Ángeles
donde Ignacio quería decirme, dijo, me decía
que a la tribu por ti capitaneada
la diezmaban de tajo,
que te ibas de plano, y nosotros contigo.
Y mientras yo pensaba que la vida
era para mi sed un mar pequeño,
te tirabas -sereno- de aquel puente
para dar comienzo a las preguntas.
Vicente Quirarte (Ciudad de México, 1954), "El ángel es vampiro" [1991], Material de Lectura n° 197, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2013
El Placard - Poemas del Alma - Cultura Colectiva - Excelsior - Página 66
Foto: Informador/El Universal
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