En aquel país los animales
tienen rostros de personas:
los gatos
ceremoniales toman las calles
el zorro corre
amable hacia la tierra, los cazadores
lo cercan, siguiendo
el tapiz de sus costumbres
el toro, bordado
en sangre tiene
una muerte elegante, trompetas, su nombre
impreso en la piel, una marca de heráldica
porque
(cuando se revolcó
sobre la arena, espada al corazón, los dientes
en la boca azul eran humanos)
en realidad es un hombre
como los lobos, que tienen
conversaciones sonoras en sus
bosques llenos de leyenda.
En este país los animales
tienen rostros de
animales.
Una vez sola
sus ojos brillan frente a los faros del auto
y desaparecen.
No hay elegancia en su muerte.
Tienen los rostros
de nadie.
Margaret Atwood (Ottawa, Canadá, 1939), Hablar de Poesía n° 37, Buenos Aires, agosto de 2018
Traducción de Eleonora González Capria
Uno - Universidad Complutense de Madrid - El Placard - Letras Libres
Foto: Glimmerglass Festival
The animals in that country// In that country the animals/ have the faces of people:// the ceremonial/ cats possessing the streets// the fox run/ politely to earth, the huntsmen/ standing around him, fixed/ in their tapestry of manners// the bull, embroidered/ with blood and given/ an elegant death, trumpets, his name/ stamped on him, heraldic brand/ because// (when he rolled/ on the sand, sword in his heart, the teeth/ in his blue mouth were human)// he is really a man// even the wolves, holding resonant/ conversations in their/ forests thickened with legend.// In this country the animals/ have the faces of/ animals.// Their eyes/ flash once in car headlights/ and are gone.// Their deaths are not elegant.// They have the faces of/ no-one.
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