Durante toda la mañana
Durante toda la mañana discurrieron en la luz,
“pequeñas gracias”
que en correspondencia acaso con las sombras
se hacían como de un milagro
sobre los sueños de los paseantes
entre las calles de la ciudad.
La música
que la noche inclina
descansa
llevada en aires por las “pequeñas gracias”
y en asomos de
delicadísimos instantes
inaugura sus tonos y encantos
y el salmista
que mirando al cielo pregunta
o discurre sus visiones al aire
mientras más abre su silencio
a que lo invada
en esa hora
una, algo así, precisión, se diría,
algo cierto tal vez hoy.
Llegan al redil
las “pequeñas gracias”
tocan liras de aire los ojos
cuando se destellan en la luz
y algo de lo que siempre ha sido
se revela en este tiempo hoy
y entre los intersticios
de la manera en que descansa y se recorta la luz
a lo largo del día
se arrojan de músicas
las “pequeñas gracias”
dispuestas…dispuestas.
Es de estas liras del aire
Es de estas liras del aire
o sobre ellas
o entre ellas
que discurre como en secreto
dulce melodía
y tenebrosa presencia, acaso…
Deslías
en qué posibles aciertos
o mudas ráfagas,
un ramillar de extrañas delicadezas
en la copa abierta del salmista
sobre su corazón herido de luz
del vértice mismo de la luz.
Es de estas liras del aire
que alcanzan las fibras
a dar tu melodía?
Es así que se desesperan, salmista,
tu mano y tu corazón
sobre la hoja a escribir?
acaso qué músicas?
acaso qué impresión de aire apenas
sobre el desliz del minuto?
acaso qué perdido amor de tan antiguo?
Ya vienen en el aire
aquellos lirios abiertos
a tu amor cristalino
a tu presencia
y sobre la luz
entre la luz
la más delicada de las ausencias
llena tu copa, salmista,
llénala de cada una de las presencias que se esfuman
en el correr de la luz
en el silencio.
Es en una oración de campanillas
Es en una oración de campanillas
o apenas luciérnagas en la noche
que se abre, diríamos así, se abre,
al silencio
el corazón del salmista
mientras hila
y de qué finísimas maneras hila
unas alusiones, unos indicios,
que se derraman silentes
sobre el sueño de todos aquí,
aquí,
donde la piedra es piedra
y el agua canto.
Se inclina al silencio el salmista
y si acaso fuera, a la hoja,
al blanco de la hoja
y se brindaran así como en un vértice
destellos del cielo o apenas recuerdos
que son nubes
lirios que abren sobre un sinfín de amaneceres.
Cruzan el cielo
las aves de mi sueño
y se figuran de espanto
ante la miseria y el horror
mas hilan,
y lo ves,
hilan desde allá
unas casi
delicadezas a decir aquí
y es un apremio
que al salmista recoge
en una zozobra
en una ilación transparente de músicas sobre su nombre
dando así
quién sabe qué figuras
o un corro de luces
mas
dando así
unos apuros
unas urgencias
de delicada acentuación
de ilusiones precisas
y amores que son
las dichas
que resplandecen
al correr lento de la tarde
y en el descanso también, sí,
del cielo
sobre los ojos del salmista
y tú
que aquí
abres su nombre
con tanto amor
que das, en brotes tan tiernos,
unos cariños ciertos
a decir…a decir.
Sergio Leandro (Cienfuegos, Cuba, 1981)
Buenos Aires, 2025
Más poemas de Sergio Leandro en Otra Iglesia Es Imposible, Sergio Leandro, Biblioteca Ignoria, Revista Kametsa
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Foto: Sergio Leandro/Barnacle
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