Epístola sobre el suicidio
Matarse uno mismo
es un asunto trivial.
Se puede charlar de eso con la lavandera.
Discutir con un amigo los pros y los contras.
Un convencido patetismo, que emocione,
debería evitarse.
Aunque tampoco es preciso que esto sea dogma en absoluto.
Pero me parece mejor
un poco de trampa, como de costumbre:
Que ya está uno harto de mudarse de ropa; o mejor aún:
Que la mujer le ha sido infiel a uno
(esto convence a los que se admiran de tales cosas
y no es demasiado grandioso).
En todo caso
no debería parecer
que uno se ha dado
demasiada importancia.
Nacido después
Lo confieso: yo
no tengo esperanza.
Los ciegos hablan de una salida.
Yo veo.
Cuando se agotan los errores,
queda, como última compañía,
sentada frente a nosotros, la Nada.
Epístola
Puede llegar alguien de Ulm y matarme.
Entonces palidece un día en el aire,
el temblor de unas briznas de hierba que observé en otro tiempo
se detiene ahora al fin.
Un hombre que era amigo mío y murió
ya no tiene a nadie que sepa cómo era.
Mi humo de tabaco,
que ha subido mientras tanto a través de millones de cielos,
pierde su fe en Dios
y sigue subiendo.
Bertolt Brecht (Augsburgo, Alemania, 1898 - Berlín, Alemania, 1956), "Poesías juveniles (1914-1926)", Poesías, selección y traducción de José María Valverde [1973], Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2017
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Foto: Retrato juvenil de Bertolt Brecht Roger Viollet/ Getty Images
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