lunes, febrero 15, 2021

Tomás Antônio Gonzaga / ¿No ves aquel anciano respetable...?


XXXVIII

¿No ves aquel anciano respetable
    que en muleta apoyado,
apenas se mueve y mal se arrastra?
¡Oh! cuánto estrago no le hizo el tiempo,
    el tiempo arrebatado,
que al mismo bronce gasta!

Se arrugaron las faces y perdieron
    sus ojos la viveza;
tornóse su cabello en blanca nieve;
ya tiembla su cabeza, mano y barba,
    ni tiene una belleza
    de las que antes tuvo.

Así también seré, Marilia mía,
    de aquí a pocos años,
que el tiempo impío para todos corre:
los dientes caerán y mis cabellos.
    ¡Ah! sentiré los daños,
    que evita aquel que muere.

Mas siempre pasaré una vejez
    mucho menos penosa.
No traeré la muleta recargada,
descansaré el ya encorvado cuerpo
    en tu mano piadosa,
    en tu mano nevada.

Las frías tardes, en que negra nube
    los chubascos no lance,
iré contigo al prado floreciente:
aquí me buscarás un sitio ameno,
    de los miembros descanse
    y al blando sol me entibie.

Apenas me siente, entonces, moviendo
    los ojos por aquella
vistosa parte, que quedar frontera,
apuntando diré: -Ahí hablamos,
    ahí, oh bella mía,
    te vi por vez primera.

Han de verter mis ojos dos fuentes,
    nacidas de alegría;
harán tus ojos tiernos otro tanto;
daré entonces, Marilia, fríos besos
    en la mano piadosa
    que me limpiare el llanto.

Así irá, Marilia, dulcemente
    mi cuerpo soportando
del tiempo deshumano dura guerra.
Contento moriré, por ser Marilia
    quien, sentida, llorando,
    mis bajos ojos cierre.

Tomás Antônio Gonzaga  (Miragaia, Portugal, 1744 - Isla de Mozambique, Mozambique, 1810), Marilia de Dirceo, Universidad de San Pablo y Fondo de Cultura Económica, México, 2002
Traducción de Jorge Ruedas de la Serna 

Nota del Ad.: Gonzaga fue hijo de un funcionario (juez y oidor) de la Corona portuguesa y funcionario él mismo. Nacido en Portugal, pero educado en Bahía, Brasil, a sus 38 años fue nombrado oidor en Villa Rica (hoy Ouro Preto), en Mina Gerais, donde se produjeron tres hechos fundamentales de su vida: se unió al grupo de poetas "de la Arcadia", que procuraba una poesía de tono intimista y pastoril neoclásico; se enamoró de una mujer de 17 años y fue encarcelado bajo el cargo de conspiración. Después de seis años lo liberaron y enviaron a Mozambique, como juez de asuntos comerciales. Es considerado poeta brasileño, a lo que se opone que mientras vivió no existía el Brasil como nación independiente. Por sus ideas, que lo llevaron a participar de la llamada Conspiración Minera, contra la Corona, su impulso prerromántico y el reflejo del entorno en su literatura, fue precursor sin embargo de la poesía brasileña


Imagen: Tomás Antônio Gonzaga en la cárcel. Grabado de 1843 siguiendo el óleo de J. M. Mafra (detalle). En la edición de la Universidad de San Pablo y el Fondo de Cultura Económica


XXXVIII

Não vês aquele velho respeitável
    Que à muleta encostado
Apenas mal se move, e mal se arrasta?
Oh! quanto estrago não lhe fez o tempo!
    O tempo arrebatado,
    Que o mesmo bronze gasta.

Enrugaram-se as faces, e perderam
    Seus olhos a viveza;
Voltou-se o seu cabelo em branca neve:
Já lhe treme a cabeça, a mão, o queixo,
    Não tem uma beleza
    Das belezas, que teve.

Assim também serei, minha Marília,
    Daqui a poucos anos;
Que o impio tempo para todos corre.
Os dentes cairão, e os meus cabelos,
    Ah! sentirei os danos,
    Que evita só quem morre.

Mas sempre passarei uma velhice
    Muito menos penosa.
Não trarei a muleta carregada:
Descansarei o já vergado corpo
    Na tua mão piedosa,
    Na tua mão nevada.

Nas frias tardes, em que negra nuvem
    Os chuveiros não lance,
Irei contigo ao prado florescente:
Aqui me buscarás um sítio ameno;
    Onde os membros descanse,
    E o brando sol me aquente.

Apenas me sentar, então movendo
    Os olhos por aquela
Vistosa parte, que ficar fronteira;
Apontando direi: “Ali falamos,
    “Ali, ó minha bela,
    “Te vi a vez primeira.”

Verterão os meus olhos duas fontes,
    Nascidas de alegria:
Farão teus olhos ternos outro tanto:
Então darei, Marília, frios beijos
    Na mão formosa, e pia,
    Que me limpar o pranto.

Assim irá, Marília, docemente
    Meu corpo suportando
Do tempo desumano a dura guerra.
Contente morrerei, por ser Marília
    Quem sentida chorando
    Meus baços olhos cerra.

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