Solo de batería
La orquesta de Count Basie era escuchada todas las noches
en un boliche de Kansas City (Missouri), ciudad precursora de
Las Vegas, que atraía y estimulaba diversas deformaciones del
vicio. La motivación nocturna de Parker consistía en concurrir al
Reno Club y admirar al magnífico saxofonista Lester Young.
No se conformó con ese privilegio. Quiso probarse, ignorante
de tonos, semitonos y cualquier otro fundamento musical.
Conocía de oído dos temas y creyó que soplando su saxo alto
tenía garantido un diploma de músico. No advirtió sus
limitaciones. Tampoco preguntó. Se largó a tocar delante
de maduros instrumentistas. El gran baterista Jo Jones no
lo perdonó arrojando uno de sus platillos que cayó de manera
poco gentil delante de sus pies. Ese gesto y la humillación
que provocó cambiaron la vida de Parker y de buena parte de la
historia de la música. Encerrado durante ocho meses aprendió
todos los ejercicios, todos los tonos y semitonos, incluso
aquellos que nunca se usan. Cuando regresó a la luz para
especial alegría de sus vecinos, que amenazaban echarlo,
despidió a un inocente despistado y devino un genio, que
apenas fue el mejor saxofonista.
Persuasiones
Charlie vivió corriendo, casi siempre fundido y pedía prestado
dinero que raras veces devolvía. Otro recurso repetido
fue la visita a casas de empeño donde liquidaba su saxo alto
para financiar sus adicciones. Algunos se sintieron dichosos
de haber sido estafados. Charlie Mingus fue
más pragmático. Lo amenazó: "Si no me devolvés lo que te di,
te cago a patadas."
Hermenegildo Sábat (Montevideo, 1933 - Buenos Aires, 2018), El pájaro murió de risa. Una interpretación gráfica de Charlie Parker, Universidad de Quilmes, 2007
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Foto: Argent Jazz/EFE
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