Coriolano mi perro leyó en el Times
la muerte de Nureyev. Como lleva tanto tiempo
viviendo con nosotros el bailarín -un poster
de su imagen encubre la astilladura
de un cristal en la puerta del baño-
Coriolano se echó a llorar desconsoladamente.
Lloraba al estilo gentil de los perros bien educados:
lloraba hacia adentro, sin lágrimas, sin suspiros.
Para aquietarle el corazón acudí a llenar la casa
de bailetes melodiosos: El lago de los cisnes, El espectro
de la rosa, La valse de Ravel. Pero Coriolano
seguía petrificado a la puerta del baño, meditante,
tragándose en silencio su dolor sin gritos.
Rebusqué
hasta pescar en los viejos libros la Receta Universal
de Tycho Brahe para curar penas del corazón y quebrantos del amor,
receta que hallé por pura serendipity. ¡Remedio santo!
¡mano de santo!, bálsamo de Fierabrás, ¡parche de copal
contra el dolor más fiero! Coriolano
apartó al fin sus ojos del bailarín y de su danza;
y pudimos esa mañana salir, como todas las mañanas,
en busca del sol, de los niños felices, de la engañosa vida.
(1994)
Gastón Baquero (Banes, Cuba, 1914-Madrid, 1997), Periódico de Poesía n° 10, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México, 1995
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Foto: Gastón Baquero, Salamanca, 1992 Chema Guzón/Crear en Salamanca
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