Hombre invisible
Mi amigo murió y fue enterrado en la llanura de Chulwon.
Cayó una gran nevada, la llanura se cubrió de nieve densa
y no pudimos encontrar la sepultura
aunque buscamos entre la nieve.
Murmura la nevada que nuestro amigo muerto
se ha convertido en alma,
un ánima que vaga por este mundo
porque ya no tiene nada que enseñarnos.
Sigue nevando y sé que, en un futuro no muy lejano,
nos convertiremos en hombres de nieve,
hombre invisible, con el corazón y los ojos blancos y puros,
alma transparente que vive junto a los seres amados.
Estábamos de pie en una colina de la llanura de Chulwon
mirando cómo la nieve borra el camino de regreso,
dejando un sendero nuevo, transparente.
La nieve nos lavaba el corazón ardiente de impurezas y la piel cubierta de sudor,
cuando vimos, de repente, a nuestro amigo,
hombre invisible, que volvía con premura
por el camino nevado.
Mil caminos
Eso de convertirse en una vaca es cosa de poca monta.
¿Te muestro, por ejemplo, cómo me transformo
en mil figuras diferentes?
¿Cómo pongo mil nombres en otros tantos rostros?
El arco iris es mi padre.
El dragón es mi padre.
El espíritu es mi padre.
El huevo es mi padre.
La huella del gigante es mi padre.
Mi padre se encuentra en todas partes.
¿Mato de una vez a todos mis padres?
Levanto el azote divino,
golpeo dos veces la cabeza de la vaca
y digo:
Abandona la barca cuando llegues a la orilla.
¿Para qué tantas preguntas acerca de mil caminos?
Park Je-chun (Seúl, 1945), La canción del dragón y otros poemas, Verbum, Madrid, 2007
Tradución de Min Yong-tae, revisada por Lee Hye-kyung y José Catalán
Envío de Jonio González
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Foto: World Korean
Mi amigo murió y fue enterrado en la llanura de Chulwon.
Cayó una gran nevada, la llanura se cubrió de nieve densa
y no pudimos encontrar la sepultura
aunque buscamos entre la nieve.
Murmura la nevada que nuestro amigo muerto
se ha convertido en alma,
un ánima que vaga por este mundo
porque ya no tiene nada que enseñarnos.
Sigue nevando y sé que, en un futuro no muy lejano,
nos convertiremos en hombres de nieve,
hombre invisible, con el corazón y los ojos blancos y puros,
alma transparente que vive junto a los seres amados.
Estábamos de pie en una colina de la llanura de Chulwon
mirando cómo la nieve borra el camino de regreso,
dejando un sendero nuevo, transparente.
La nieve nos lavaba el corazón ardiente de impurezas y la piel cubierta de sudor,
cuando vimos, de repente, a nuestro amigo,
hombre invisible, que volvía con premura
por el camino nevado.
Mil caminos
Eso de convertirse en una vaca es cosa de poca monta.
¿Te muestro, por ejemplo, cómo me transformo
en mil figuras diferentes?
¿Cómo pongo mil nombres en otros tantos rostros?
El arco iris es mi padre.
El dragón es mi padre.
El espíritu es mi padre.
El huevo es mi padre.
La huella del gigante es mi padre.
Mi padre se encuentra en todas partes.
¿Mato de una vez a todos mis padres?
Levanto el azote divino,
golpeo dos veces la cabeza de la vaca
y digo:
Abandona la barca cuando llegues a la orilla.
¿Para qué tantas preguntas acerca de mil caminos?
Park Je-chun (Seúl, 1945), La canción del dragón y otros poemas, Verbum, Madrid, 2007
Tradución de Min Yong-tae, revisada por Lee Hye-kyung y José Catalán
Envío de Jonio González
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Foto: World Korean
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