viernes, noviembre 04, 2016

Jacqueline Goldberg / Dos poemas













La piedad del mueblecillo

Acaso hay algo más importante
que reparar y lustrar un mueblecillo de madera.

La madera es importante,
el brillo es importante.

No todo aceite da lumbre.
Y no cualquier luminosa ficción
sirve al despropósito de alcanzar el miedo.

Están por acabar las vastas edades.
Dije covacha, no sutura.

Puede revertirse la saciedad,
incluso después de una cansina andanza.

Importan los duelos inclinados,
aquellos deberes grieta adentro.

Lijar, pintar, retroceder.
Admitir derribos y demoliciones.

Dicen que la madera recuperada
aleja hostilidades.

Lo rústico y lo sobrio
es ya parte de nuestra semblanza.

Deben observarse también
pisos, escaleras, barcos.
Todo alcanza en la jauría de las vetas.

El ruido nos ha hecho cautelosos.

La gracia acaece como antídoto
a la doble tristeza de los diluvios.

Es importante pues la madera, su brillo,
los pequeños muebles,
la pequeña piedad de las cosas.



Dublín
(Fragmento)

He comprado una guía turística de Dublín.
Habla de su centro histórico
y de sobrecogedores parajes alrededor de la bahía.
Cuenta de leyendas celtas, inviernos tranquilos,
siglos en un vistazo.

Se sabe, nunca iré a Dublín.

Tampoco habrá tiempo para volver a Viena,
al cementerio judío de Praga,
a la Villa Savoye, en Poissy.

Bram Stoker era de Dublín.
Oscar Wilde era de Dublín.
James Joyce era de Dublín.
Handel estrenó su Mesías en el Music Hall de Fishamble Street.
Samuel Beckett nació en el sur de Dublín.

Son imanes, aunque jamás comprenda Dublín.

No quedan aviones que partan desde mi cama.
La cárcel es el país.
El país lo incesante.

Llevo garganta de espinas,
manos sísmicas e incurables.

Ahora mismo escribo un libro sobre mi temblor.
La enfermedad es un género literario:
gustan tanto los padecimientos,
la transparencia de los jarabes amargos.

La guía habla de un paseo de noventa minutos
por el Dublín literario y georgiano.
Atraviesa plazas, recorre un tramo del Grand Canal.
No veo hospitales.

—Mauricio, ¿cuánto vale un pasaje a Irlanda?
—No sé, es engorroso averiguarlo hoy domingo.
—Déjalo. Nunca iré a Dublín.

No basta amanecer con un libro entre las piernas.
Mejor leerse en sólido.

El mediodía barre papeles en mi escritorio.
Acopio lo absurdo, lo templado, cierto ruido.

Alguien llora.
Quizá el niño con cáncer un piso más arriba.
Tal vez el pianista dos pisos más abajo.
Estamos en cautiverio,
cada quien en su naturaleza muerta.

«Todo de antes. Nada más jamás. Pero jamás tan fracasado. Peor
fracasado. Con cuidado jamás peor fracasado», escribe Samuel
Beckett en Rumbo a peor.

Detesto lo maravilloso que puede ser Beckett.
Yo merecía ser de su Dublín de castillos y faros,
pero nací en ciudad de tierra negra.

Tenue es la dicha.

Salgo, emprendo lo que puedo.
Luzco normal, tengo una muela fracturada.
Es tanto lo que no se sabe de mí.

Así los improperios.

(…)

Jacqueline Goldberg (Maracaibo, Venezuela, 1966), Periódico de Poesía de la Universidad Autónoma de México, N° 91, julio-agosto 2016

 Foto: Alexandra Blanco/Ficción Breve

2 comentarios:

  1. me encantaron los dos poemas, hermosos!!!!

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  2. Lo terrible de esta vida es nunca llegar a la tierra y el paisaje donde nacimos y saber que de ellos sólo tenemos una vaga intuición prenatal.

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