Jotaele Andrade
(La lira Argentina suena muy monocorde y cursi)
“… lo literario es distinto y quizás lo contrario de literal: es necesario introducir una oblicuidad para dar significación y rango poético a los datos de la historia y la realidad”
José Donoso, del prólogo a la edición de La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, Biblioteca Básica Salvat, 1971.
En gran parte de la poesía actual, sobre todo en aquella cuyas edades oscilan desde los 45 hacia abajo, aunque también hay las excepciones que exceden este rango etario, sucede una tendencia de escritura que bien podría denominarse del realismo emocional o como de una lírica de cabotaje, que se construye al abrevar en aquello que le sucede al poeta en la vida cotidiana y exponerlo de modo cursi, sin pudor, apelando a diversos lenguajes populares: tal el de la canción melódica de los años, 70´s, 80´s, (también el uso naïf de la palabra en la canción pop de los últimos años) y la textura emocional del lenguaje de las telenovelas, entre otros. Esto denota en la carga simbólica del uso de palabras como corazón, muchacha/o, novia/o, alma. Un uso pegado al modo cotidiano, como si las palabras no contuvieran o estuvieran reñidas con los recursos poéticos, y que da una poesía chata, cursi y monocorde.
Sucede entonces una vertiente de escritura que establece la anécdota apenas corrida de los matices de la realidad; en ella el yo lírico no se ha despegado del yo al que le ha acontecido eso que cuenta. Quiero significar un tono de quien se encuentra en un consultorio psicológico donde todo deviene confesional y con fines terapéuticos, o fines afectivos- reflexivos: buscar conmover al lector desde la narración como si éste se mirara en un espejo emocional y viera que lo que se cuenta es lo que le pasa a él también, ya que lo dicho se ha realizado con el rango de la palabra que nomina la cotidianidad; lo que lleva a que se inscriba en una misma carga semántica lo que se cuenta, de tal modo que los temas tratados -la muerte del abuelo, de la madre, del perro, de un amigo, del amor o el regalo de una cintita- lleven el mismo espesor que cuando se cuenta que uno ha ingerido un sanguche de morcilla.
Toda poesía tiene un componente confesional, es la dicción subjetiva de un espíritu que mira al mundo y es mirado a su vez. Ejercer la crítica fuera del tallerismo, gru(o)pi(e)smo, de las relaciones de poder que se construye en los ciclos de lectura, los blogs, las revistas virtuales quizás contribuya a reconfigurar la lírica hacia otros modos de decir, diversos, plurales, como es el caso de la poesía de Laura García del Castaño, Rita González Hesaynes, Gabriel Pantoja, María Belén Aguirre, Damián Lamanna Guiñazú, Luciana Jazmín Coronado, Daniel Chao, entre otrxs, todos poetas inscriptos en la franja etaria mencionada.
Jotaele Andrade (La Plata, provincia de Buenos Aires, 1974). Poeta. Publicó: El salto de los antílopes (El Mono armado, Caba, 2012), El oleaje del mundo (Editorial Azul, ciudad de Azul, 2013), La mano del verdugo (Ediciones de la Eterna, Tucumán, 2014), Los metales terrestres (Añosluz, CABA, 2014), El psicólogo de dios (Qué Diría Víctor Hugo, CABA, 2016) y La Rosa orgiástica (Editorial Añosluz, CABA, 2016).
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