Pablo Anadón
Cuando leí el título de esta convocatoria, recordé a Vittorio Sereni, en un campo de prisioneros británico en Argelia, cuando anotaba: “Hoy la música es ésta: / las lonas que golpean en los postes. / No es música de ángeles, / pero es mi sola música, y me basta.” Lo decía, es cierto, aunque no fuera música angélica, en versos de excelente música verbal humana. Si tuviera que dar, como gentilmente nos solicita Jorge Aulicino, una impresión general sobre la poesía actual argentina, observaría que aquí también domina esa cruda sonoridad “delle tende che sbattono sui pali”, como si los poetas vivieran asimismo en un campo de reclusión, o tuvieran ―tuviéramos― la sensibilidad aprisionada en un perímetro semejante de alambres de púas. Ahora bien, me temo que la música resultante no sólo no es angélica, sino tampoco tan excelente, tan modulada, como la del poeta de Diario d’Argelia. Vale decir: la lira argentina ha perdido casi toda resonancia lírica, más allá de la crudeza o la rugosidad de la experiencia tratada. Predomina, pues, la prosa en versos de mayor o menor extensión, que a menudo no extrañarían la condición de versos si fueran yuxtapuestos en un texto que ocupara todo el renglón. Eso no quita, sin embargo, que esas prosas, cortadas con criterios menos rítmicos que sintácticos o visuales, puedan captar experiencias poéticas, pensamientos poéticos, descripciones poéticas, sentimientos poéticos, etc. El lirismo, así, se ha convertido más en un factor de “sentido” ―se me permita la didáctica distinción― que de “forma” (esa “forma que es el supremo contenido”, según Staiger, recordado por Benn y Klee). No se trata de una cuestión de verso medido o verso libre, sino de atención a la sonoridad del verso, entre otras dimensiones estilísticas. Hay excepciones, claro: muy raras en mi generación y la precedente a la mía, menos en las anteriores (pero ya van quedando pocos poetas vivos de ellas), y algunas, esperanzadoras, en las nuevas.
Pablo Anadón (Villa Dolores, provincia de Córdoba, 1963). Poeta, traductor, ensayista y docente. Sus dos últimos libros de poesía son El trabajo de las horas (Ediciones del Copista, Córdoba, 2006) y Estudios de la luz (Pre-textos, Valencia, 2010). Es autor de las antologías críticas Poetesse argentine (Plural Poesia, Acquaviva Picena, 1994); El astro disperso. Últimas transformaciones de la poesía en Italia. 1971-2001 (Ediciones del Copista, Córdoba, 2001) y Señales de la nueva poesía argentina (Llibros del Pexe, Gijón, 2004), así como del libro de crítica literaria La poesía en el país de los monólogos paralelos (Editorial Brujas, Córdoba, 2014). Ha publicado traducciones de Dante Alighieri, Giuseppe Ungaretti (El Dolor, Alción, Córdoba, 1994, en colaboración con Esteban Nicotra), Vittorio Sereni, Alfonso Gatto, Mario Luzi, Giorgio Caproni, Robert Frost, T. S. Eliot, W. S. Merwin, Boris Pasternak, Serguiei Esenin, entre otros.
Doctor en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba, hizo estudios de especialización en la Universidad de Florencia y fue docente en la Universidad de Calabria. Vive actualmente en Córdoba, y trabaja en la docencia secundaria y universitaria. Ha fundado y dirige desde 1997 la revista de poesía y crítica Fénix y la colección de libros del mismo nombre. Es aficionado a los cafés, la noche, el tabaco de pipa, los gatos y la contemplación de la belleza femenina, en especial la de una, “igual a las demás, pero que es ella”.
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