No camines por la
noche como si no te perteneciera, como si no estuviera
/ todo el tiempo en tu cuerpo, horadando.
No camines a través del silencio como si justamente tú
/ pudieras quebrarlo.
Está la noche extendida con sus medallas. No puedes blasfemar.
Está la joya caliente bebiendo de tu sed.
Bello traidor, perteneces a la noche.
No puedes soltar amarras y huir como siempre. Hablas
/ de un cuerpo, repítelo.
Recuerda qué fuiste tú en ese paraíso, recuerda cómo
/ hablabas, de qué reías.
No eres nadie,
aniquilado como la salvación.
EL FIN YA SUCEDIÓ.
Vampiro estelar, tridente, todos tus rostros hablan al
/ mismo tiempo,
(Circe, maga encantada, desaparece!)
deja decir: Chicago, 1925, White Horse sucio, engrasado
/ y brillante,
Robert Mitchum con barba de tres días y maloliente
acorralado entre edificios
aguardando que llegue la respuesta a su señal.
(Ah, es muy bondadoso el lenguaje,
nos deja crear lo que deseamos.)
Ambrosia. Castillo de los Halfonzehn,
sino a su bella hija Ambrosia, dueña del castillo
y propietaria del sueño.
Todo es así, tal vez,
¿cayendo continuamente entre la realidad y el sueño?
–humor pésimo–
o Venecia, Piazza San Marco,
caminando con Helena,
con una sombrilla en las
manos
viendo caer el día entre la sangre y el viento.
(Un reloj antiguo de bolsillo, con un aguja y el vidrio deshecho
que habla de Austria, narra amor y batallas
Ah, si pudiéramos renegar de tanta bazofia, un cartel: odi et amo.)
Valentino y Visconti son la pareja perfecta. Hollywood,
/ 1940, 1950, Taylor Chandler.
No había asaltos porque hasta los ladrones eran ricos.
Depara el cuadro de soledad hambrienta que separa al
/ perseguidor de sí mismo. ¿Habrá aquí una duda,
una pregunta dispuesta?
Víctor Redondo (Buenos Aires, 1953), 70 poemas, Hilos Editora, Buenos Aires, 2014
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