No sé si los viejos viven lo inmediato
Sé que quieren huir
como borrachos
y que
agachados
o de pie
advienen distintos
y ocurren puntuales
a la gran cita
en un mar
a la orilla del mar
tampoco duermen
ni están solos
sin embargo
hállanse siempre
están siempre ahí
aguardan calmos
bebiendo leche de cabra
entre amplios
corredores
más arriba de los techos
en una aldea que
pertenece a la luna
o en un hotel de Liverpool
no hay sino instantes
no vengan a contradecirme
mis pensamientos
vanos
hay eso
que sobra
nos falta
y
zozobra
aquello que tú echas de menos
que arde
es joven
y es antiguo
pero
ninguna madre nos habla ya
sino
la puta madre muerte
que come
umbelas umbrales
cerezos rojos en el patio
cantarían los viejos
pero ellos ocupan un nombre extranjero
sin lugar en el mapa ni en la
geografía
por eso cuando me pesan y
degüellan
a causa del tiempo
también soy de otro rumbo
doy un paso al frente
pruebo el norte con mi nuca
y me asalta abajo
o en medio
del agua que mana sed
el espíritu en vela
de los viejos
que
descorren la enorme cortina
o
quieren trepar
la muralla
hipando rabiosos
guturales o naturales
los jalones sucesivos de una historia
verídica
real
que transcurrió
hablarían o cantarían entonces
si tuvieran timbre de voz
para hacernos humano el nombre.
Juan Sánchez Peláez (Altagracia de Orituco, Venezuela, 1922 - Caracas, 2004), Aire sobre el aire, Pequeña Venecia, Caracas, 1989
Envío de Victoria De Stefano y Gustavo Valle
Foto: s/d
El gran maestro.
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