Todas las habitaciones de mi vida
Me habrán estrangulado entre sus muros
Aquí los murmullos se ahogan
Los gritos se rompen
Aquellas en las que viví solo
Con grandes pasos vacíos
Aquellas
Que guardaban sus espectros antiguos
Las habitaciones de la indiferencia
Las habitaciones de la fiebre y aquella que
Había yo instalado con el fin de morir en ella fríamente
El placer alquilado Las noches extranjeras
Hay habitaciones hermosas como heridas
Hay habitaciones que os parecerían triviales
Hay habitaciones de súplicas
Habitaciones de luz baja
Habitaciones dispuestas para todo salvo para la dicha
Hay habitaciones que para mí estarán siempre de mi sangre
Salpicadas
En todas la habitaciones llega un día en que el hombre en ellas se
Desuella vivo
En que cae de rodillas pide piedad
Balbucea y se vuelca como un vaso
Y sufre el espantoso suplicio del tiempo
Derviche lento es el redondo tiempo que sobre sí mismo gira
Que observa con ojo circular
El descuartizamiento de su destino
Y el ruido mínimo de angustia que precede a las
Horas las medias
No sé jamás si lo que va a anunciar es mi muerte
Todas las habitaciones son salas de justicia
Aquí conozco mi medida y el espejo
No me perdona
Todas las habitaciones cuando finalmente me duermo
Han lanzado sobre mí el castigo de los sueños
Pues no sé qué es peor si soñar o vivir.
Louis Aragon (París, 1897-1982), Habitaciones, traducción de Gabriel Albiac, Hiperión, Madrid, 1996
Envío de Jonio González
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