jueves, agosto 10, 2023

Juan Gustavo Cobo Borda / Tres poemas



Rey en el exilio
                
                A José Luis Díaz-Granados

Sus huestes se pasan en tropel al enemigo;
las tácticas que él utilizara
se emplean en su contra
y no queda ni el consuelo
de un sobrio epitafio.
Hay, en todo ello, una justicia exacta,
implícita en su decisión de servir a la patria.
(Ahhh, las grandes palabras).
La política era pues esta infamia,
Y sus memorias, pasto del gorgojo y la ignorancia.

Casa de citas, Centro Colombo-Americano, Bogotá, 1980


Rue de Matignon, 3

El viejo judío enfermo -su oficio eran mirar-
levanta con el índice el párpado paralizado:
allí están los polvorientos estandartes del Emperador.
Las leyendas del liberalismo
no han logrado enturbiar su gesto aristocrático.
Además, renegar de Yahvé, mendigar unos francos
no era, en verdad, asunto grave,
Quedaba el idioma, y el antiguo oficio de Dios
que es perdonar. Pero el desterrado no es hombre práctico:
desdicha y aflicción, como en toda biografía respetable.
Mientras Matilde cotorrea,
Heine, aburrido, se demora en morir.

Salón de Té, Centro Colombo-Americano, Bogotá, 1979


Leyendo a Conrad

Las aspas del ventilador
apenas remueven el aire
y en algún remoto cuarto de este hotel,
destartalado pero noble,
una mujer se demora bajo el agua.
Fue entonces cuando el capitán comenzó
a narrarnos su historia.
Transcurría en el Oriente,
entre islas secretas
y radas de blancura deslumbrante.
Aparecía un hombre,
traficante de armas, y culpas innominadas.
También el piadoso consuelo de una mulata.
Eso fue todo. Y sin embargo,
luego de que los huéspedes nos dispersamos,
fatigados por un día de playa,
ella siguió resonando, de modo inolvidable.

Ofrenda en el altar del bolero, Golpe de Dados, Bogotá, 1979

Juan Gustavo Cobo Borda (Bogotá, 1947 - 2022), José Rodríguez Padrón, Antología de poesía hispanoamericana, Selecciones Austral, Espasa-Calpe, Madrid, 1984


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