martes, marzo 31, 2020

Charles Baudelaire / Toda entera / A una mendiga pelirroja
























Toda entera

El demonio a mi altillo
esta mañana subió a verme,
y procurando sorprenderme
en falta, me dijo: "Yo quisiera saber,

entre todas las cosas bonitas
de qué está hecho su encanto,
de las partes negras y rosadas
que componen su cuerpo adorable,

cuál es la más dulce." - Mi alma,
tú respondiste al Aborrecido:
"Puesto que en ella todo es díctamo, [1]
nada puedo preferir.

Como todo me arrebata, yo ignoro
si alguna cosa me seduce más que otra.
Ella deslumbra como la Aurora
y como la Noche consuela;

la armonía que gobierna su cuerpo entero
es demasiado exquisita
para que el impotente análisis
separe sus innumerables acordes.

Oh, mística metamorfosis,
todos mis sentidos en uno fusionados:
su aliento hace la música
como su voz el perfume."


A una mendiga pelirroja

Blanca niña de cabellos rojos,
tu ropa, por sus agujeros,
deja ver la miseria
y la belleza,

A mí, poeta y pobre,
tu joven cuerpo enfermizo,
lleno de pecas,
me es dulce.

Con más gracia
que una reina novelesca
sus coturnos aterciopelados
llevas tus bastos zuecos.

En vez de harapos cortos,
que un soberbio vestido cortesano
caiga en largos y siseantes pliegues
sobre tus talones;

que en lugar de una media agujereada,
y contra las miradas malignas,
en tu pierna un dorado puñal
reluzca siempre;

que esos mal atados nudos
descubran a nuestros pecados
tus bellos pechos, brillantes
como dos ojos;

que para desvestirte
se hagan rogar tus brazos
y detengan los asaltos atrevidos
tus dedos vivaces.

Perlas del agua más bella,
sonetos del maestro Belleau [2]
tus cautivos galanes
te ofrecen sin cesar,

y una corte de escribidores
te dedica sus primicias.
Contemplado tus zapatos
desde el pie de la escalera

más de un paje, de azar ansioso,
más de un señor y más de un Ronsard [3]
espiarían con placer
tu fresco sexo.

Contarías en tu lecho
más besos que flores de lis
y someterías a tus leyes
a más de un Valois.

- Mientras vas levantando
uno que otro desperdicio
en los umbrales
de algún céntrico Véfour. [4]

vas codiciando
esas joyas de veintinueve centavos
que yo no puedo, oh, perdón,
regalarte.

Vete, entonces, sin más adorno,
perfume, perla, diamante,
que tu magra desnudez,
oh, mi belleza.

Charles Baudelaire (París, 1821-1867), Poemas eróticos. Antología de 'Las flores del mal', colección Traducciones, dirigida por Javier Adúriz, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2000
Versiones de Daniel Fara

Notas del traductor:

1) Díctamo: Hierba a la que antiguamente se le atribuían extraordinarias propiedades balsámicas e hipnóticas;
2) Rémy Belleau: Poeta cortesano del siglo XVI, protegido de Pierre de Ronsard, miembro de la famosa Pleiáde. Llamaba "perlas" sus versos. Nótese además el juego belleau/Belleau;
3) Pierre de Ronsard (1524-1585). Famoso poeta del Renacimiento francés, junto con Joachim Du Bellay y Lazare de Baïf lideró el grupo poético llamado Pleiáde;
4) Véfour: Famoso restaurante de lujo parisino, ubicado en el barrio de Palais Royal.

Fleurs du Male Org - Otra Iglesia Es Imposible - Trianarts - Cultura Genial - A Media Voz - El Boomeran(g)

Foto: Charles Baudelaire por Nadar, 1855 Drouot Paris

Tout entière

Le Démon, dans ma chambre haute
Ce matin est venu me voir,
Et, tâchant à me prendre en faute
Me dit: «Je voudrais bien savoir

Parmi toutes les belles choses
Dont est fait son enchantement,
Parmi les objets noirs ou roses
Qui composent son corps charmant,

Quel est le plus doux.» — Ô mon âme!
Tu répondis à l'Abhorré:
«Puisqu'en Elle tout est dictame
Rien ne peut être préféré.

Lorsque tout me ravit, j'ignore
Si quelque chose me séduit.
Elle éblouit comme l'Aurore
Et console comme la Nuit;

Et l'harmonie est trop exquise,
Qui gouverne tout son beau corps,
Pour que l'impuissante analyse
En note les nombreux accords.

Ô métamorphose mystique
De tous mes sens fondus en un!
Son haleine fait la musique,
Comme sa voix fait le parfum!»


À une Mendiante rousse

Blanche fille aux cheveux roux,
Dont la robe par ses trous
Laisse voir la pauvreté
Et la beauté,

Pour moi, poète chétif,
Ton jeune corps maladif,
Plein de taches de rousseur,
À sa douceur.

Tu portes plus galamment
Qu'une reine de roman
Ses cothurnes de velours
Tes sabots lourds.

Au lieu d'un haillon trop court,
Qu'un superbe habit de cour
Traîne à plis bruyants et longs
Sur tes talons;

En place de bas troués
Que pour les yeux des roués
Sur ta jambe un poignard d'or
Reluise encor;

Que des noeuds mal attachés
Dévoilent pour nos péchés
Tes deux beaux seins, radieux
Comme des yeux;

Que pour te déshabiller
Tes bras se fassent prier
Et chassent à coups mutins
Les doigts lutins,

Perles de la plus belle eau,
Sonnets de maître Belleau
Par tes galants mis aux fers
Sans cesse offerts,

Valetaille de rimeurs
Te dédiant leurs primeurs
Et contemplant ton soulier
Sous l'escalier,

Maint page épris du hasard,
Maint seigneur et maint Ronsard
Epieraient pour le déduit
Ton frais réduit!

Tu compterais dans tes lits
Plus de baisers que de lis
Et rangerais sous tes lois
Plus d'un Valois!

— Cependant tu vas gueusant
Quelque vieux débris gisant
Au seuil de quelque Véfour
De carrefour;

Tu vas lorgnant en dessous
Des bijoux de vingt-neuf sous
Dont je ne puis, oh! Pardon!
Te faire don.

Va donc, sans autre ornement,
Parfum, perles, diamant,
Que ta maigre nudité,
Ô ma beauté!

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