Leonardo da Vinci y su león
en esa ermita
de muros derrocados,
comparten refugio para un sabio
-marco idóneo para el apasionado y lúcido
Jerónimo versado en el lenguaje-
y para un león pariente de aquel en cuya piel
no dejó huella el garrote de Hércules.
La bestia, recibida como un huésped,
aunque algunos monjes huyeran
-con su pata curada
que una espina del desierto había enrojecido-
guardaba el asno del monasterio…
que desapareció –según Jerónimo pensó-
devorado por el guardián. Así el huésped, como un asno,
sin ofrecer resistencia, fue encargado de transportar la leña;
pero, poco después, el león reconoció
al asno y entregó toda la caravana de camellos
de sus aterrorizados
ladrones al afligido
san Jerónimo. La bestia absuelta y
el santo quedaron de esa suerte hermanados;
y desde entonces su similar aspecto y comportamiento
estableció su parentesco leonino.
Pacífico, aunque apasionado
-porque de no ser ambas cosas,
¿cómo podría ser grande?-
Jerónimo –debilitado por las pruebas sufridas-
la cintura afilada comiera lo que comiera,
nos dejó la Vulgata. Bajo el signo de Leo,
la crecida del Nilo ponía fin a la hambruna, lo que hizo
de la boca del león un elemento apropiado para las fuentes,
un emblema que si no es universal
al menos no es oscuro.
Y aquí, aunque solo sea un esbozo, la astronomía
o los pálidos colores hacen que la dorada pareja
en el dibujo de Leonardo da Vinci parezca
bronceada por el sol. Resplandece, cuadro,
santo, animal; y tú, León Haile Selassie, con tu escolta
de leones símbolo de soberanía.
[O To Be a Dragon, 1959]
Marianne Moore (Kirkwood, Misuri, Estados Unidos, 1887-Nueva York, Estados Unidos, 1972), Poesía completa, Lumen, Barcelona, 2010 The Barcelona Review, n° 74
© de los poemas: Marianne Craig Moore/Random House Mondadori
© de la traducción: Olivia de Miguel Crespo
Leonardo da Vinci’s
Saint Jerome and his lion
in that hermitage
of walls half gone,
share sanctuary of a sage—
joint frame for impassioned ingenious
Jerome versed in language
and for a lion like the one on the skin of which
Hercules’ club made no impression.
The beast, received as a guest,
although some monks fled—
with its paw dressed
that a desert thorn had made red—
stayed as guard of the monastery ass . . .
which vanished, having fed
its guard, Jerome assumed. The guest then, like an ass,
was made carry wood and did not resist,
but before long, recognized
the ass and consigned
its terrorized
thieves’ whole camel train to chagrinned
Saint Jerome. The vindicated beast and
saint somehow became twinned;
and now, since they behaved and also looked alike,
their lionship seems officialized.
Pacific yet passionate—
for if not both, how
could he be great?
Jerome—reduced by what he’d been through—
with tapering waist no matter what he ate,
left us the Vulgate. That in Leo,
the Nile’s rise grew food that checked famine,
made lion’s-mouth-fountains appropriate,
if not universally,
at least not obscure.
And here, though hardly a summary, astronomy—
or pale paint—makes the golden pair
in Leonardo da Vinci’s sketch seem
sun-dyed. Blaze on, picture,
saint, beast; and Lion Haile Selassie, with household
lions as symbol of sovereignty.
-Complete Poems, © Marianne Moore/Penguin, Nueva York, 1994
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Foto: Ezra Pound y Marianne Moore, Nueva York, 1969 Poets Org
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