viernes, enero 05, 2018

Pier Paolo Pasolini / ¡El PCI para los jóvenes!

















Es triste. La polémica
contra el PCI debería haberse hecho
en la primera mitad de la década pasada. Están retrasados, hijos.
Y no importa si entonces ustedes aún no habían nacido…
Ahora los periodistas de todo el mundo (incluidos
los de la televisión)
les lamen (como creo que aún se diga en el lenguaje
de las universidades) el culo. Yo no, amigos.
Tienen caras de hijos de papá.
Buena raza no miente.
Tienen el mismo ojo ruin.
Son miedosos, ambiguos, desesperados
(¡muy bien!) pero también saben como ser
prepotentes, chantajistas y seguros:
prerrogativas pequeño-burguesas, amigos.
Cuando ayer en Valle Giulia pelearon
con los policías,
¡yo simpatizaba con los policías!
Porque los policías son hijos de pobres.
Vienen de las periferias, campesinas o urbanas.
En cuanto a mí, conozco muy bien
su vida desde niños a muchachos,
las inestimables mil liras, el padre un muchacho también,
a causa de la miseria, que no da autoridad.
La madre encallecida como un changador, o tierna,
a causa de alguna enfermedad, como un canarito;
y tantos hermanos; la casucha
entre los huertos con la salvia roja (en terrenos
de otros, loteados); los bajos fondos
sobre las cloacas; o los departamentos en los grandes
conglomerados populares, etc.
Y además, miren cómo los visten: como a payasos,
con esa tela rústica que apesta a rancho,
galpones y pueblo. Lo peor de todo es, por supuesto,
el estado psicológico al que los reducen
(por unas cuarenta liras al mes):
sin sonreír ya nunca más,
sin más amistad con el mundo,
separados, excluidos (en una exclusión incomparable);
humillados por su pérdida de calidad de hombres
por la de policías (ser odiados lleva a odiar).
Tienen veinte años, la edad de ustedes, queridos y queridas.
Estamos obviamente de acuerdo contra la institución policial.
¡Pero agárrenselas contra el Poder Judicial, y verán!
Los muchachos policías
que ustedes por sacro vandalismo (de selecta tradición
resurgimental)
de hijos de papá, han apaleado,
pertenecen a la otra clase social.
En Valle Giulia, ayer, hemos tenido un fragmento
de lucha de clase: y ustedes, amigos (aunque de la parte
de la razón) eran los ricos,
mientras que los policías (que estaban de la parte
equivocada) eran los pobres. ¡Linda victoria, entonces,
la de ustedes! En estos casos,
a los policías se les dan flores, amigos.
Popolo y Corriere della Sera, Newsweek y Monde
les lamen el culo. Son sus hijos,
su esperanza, su futuro: si les recriminan
¡no se preparan por cierto a una lucha de clase
contra ustedes! Cuanto más,
a la vieja lucha intestina.
Para quien, intelectual u obrero,
está fuera de esta lucha de ustedes, es muy divertida la idea
de que un joven burgués muela a palos a un viejo
burgués, y que un viejo burgués mande a la cárcel
a un joven burgués. Suavemente
los tiempos de Hitler retornan: la burguesía
ama castigarse con sus propias armas.
Pido perdón a aquellos mil o dos mil jóvenes hermanos míos
que operan en Trento o en Turín,
en Pavía o en Pisa,
en Florencia y un poco también en Roma,
pero tengo que decir: el Movimiento Estudiantil
no frecuenta los evangelios cuya lectura
sus aduladores de mediana edad les atribuyen,
para sentirse jóvenes y crearse inocencias chantajistas.
Sólo una cosa los estudiantes realmente conocen:
el moralismo del padre magistrado o profesional,
la violencia conformista del hermano mayor
(naturalmente encaminado por la vía del padre),
el odio a la cultura de su madre, de orígenes
campesinos, aunque ya lejanos.
Esto, queridos hijos, es lo que ustedes saben.
Y lo aplican a través de dos inderogables sentimientos:
la conciencia de vuestros derechos (se sabe, la democracia
los toma en consideración sólo a ustedes) y la aspiración
al poder.
Sí, sus slogans mencionan siempre
la toma del poder.
Leo en sus barbas ambiciones impotentes,
en sus palideces snobismos desesperados,
en sus ojos huidizos disociaciones sexuales,
en su rebosante salud prepotencia, en su escasa salud desprecio
(sólo en aquellos pocos entre ustedes que viene de la burguesía
ínfima, o de alguna familia obrera,
estos defectos tienen cierta nobleza:
¡conócete a ti mismo y a la escuela de Barbiana!).
Ustedes ocupan las universidades
pero digan que la misma idea la realicen
los jóvenes obreros.
Y entonces:
¿Corriere della Sera y Popolo, Newsweek y Monde
tendrán tanto interés
en tratar de comprender sus problemas?
¿La policía se limitará a recibir algunos golpes
dentro de la fábrica ocupada?
Es una observación banal;
y chantajista. Pero sobre todo vana:
porque ustedes son burgueses
y, por lo tanto, anticomunistas. Los obreros, ellos,
han quedado en 1950 y más atrás incluso.
Una idea antigua como la de la Resistencia
(que debía ser contestada hace veinte años,
y peor para ustedes si no habían nacido)
vive todavía en los pechos populares, en la periferia.
Será que los obreros no hablan ni el francés ni el inglés,
y sólo alguno, pobrecito, por la noche, en la sede del Partido,
se afana en aprender un poco de ruso.
Acábenla con seguir pensando en sus derechos,
acábenla con pedir el poder.
Un burgués redimido debe renunciar a todos sus derechos,
y erradicar de su alma, de una vez por todas,
la idea del poder. Todo eso es liberalismo:
déjenselo a Bob Kennedy.
Maestros se hacen ocupando fábricas,
no en las universidades, sus aduladores (también comunistas)
no les dicen la sencilla verdad: que son una nueva
especie idealista de “qualunquistas” como sus padres,
como sus padres, todavía, hijos.
En efecto,
¡los estadounidenses, vuestros adorables coetáneos,
con sus insensatas flores, se están inventando,
ellos mismos, un lenguaje revolucionario “nuevo”!
¡Se lo inventan cada día!
Pero ustedes no pueden hacerlo porque en Europa ya tienen uno:
¿lo pueden ignorar?
Sí, ustedes quieren ignorarlo (con gran satisfacción
del Times y del Tempo).
Lo ignoran yendo, con el moralismo de las profundas provincias,
“más a la izquierda”. Es extraño,
abandonando el lenguaje revolucionario
del pobre, del viejo, togliattiano, oficial
Partido Comunista,
han adoptado una variante herética
pero en base a la jerga más baja
de los sociólogos sin ideología (o de los papis burócratas).
Hablando así,
piden todo de palabra,
mientras, en los hechos, piden sólo eso
a lo cual tienen derecho (como buenos hijos burgueses):
una serie de improrrogables reformas,
la aplicación de nuevos métodos pedagógicos,
la renovación de un organismo estatal.
¡Buenos! ¡Santos sentimientos!
¡Que la buena estrella de la burguesía los asista!
Embriagados por la victoria contra los jovencitos
de la policía constreñidos por la pobreza a ser siervos,
(y emborrachados por el interés de la opinión pública
burguesa, con la que se comportan como mujeres
sin amor, que ignoran y maltratan
al pretendiente rico)
ponen a un lado el único instrumento verdaderamente peligroso
para combatir contra sus padres:
es decir, el comunismo.
Espero que hayan comprendido
que comportarse como puritanos
es un modo de impedirse
una acción revolucionaria verdadera.
¡Pero vayan, más bien, hijos, a tomar Federaciones!
¡Vayan a invadir Sedes!
¡Vayan a ocupar las oficinas
del Comité Central! ¡Vayan, vayan
a acampar en Via delle Botteghe Oscure!*
Si quieren el poder, apodérense, al menos, del poder
de un Partido que está todavía en la oposición
(aunque un poco golpeado, por la autoridad de señores
en modestos sacos cruzados, bochófilos, amantes de la litotes,
burgueses coetáneos de sus estúpidos padres)
y tiene como objetivo teórico la destrucción del Poder.
Que él se decida a destruir, mientras tanto,
lo que de burgués hay en él,
lo dudo mucho, incluso con el aporte de ustedes,
si, como decía, buena raza no miente…
De todos modos: ¡¡el PCI para los jóvenes!!


Pero, ay, ¿qué les estoy sugiriendo? ¿Qué les estoy
aconsejando? ¿A qué los estoy incitando?
¡Me arrepiento, me arrepiento!
He tomado el camino que conduce al mal menor
que Dios me maldiga. No me escuchen.
¡Ay, ay, ay,
extorsionado extorsionador
estaba dando aliento a las trompetas del buen sentido!
Me he detenido justo a tiempo,
salvando al mismo tiempo,
el dualismo fanático y la ambigüedad…
Pero he llegado al borde de la vergüenza…
(¡Oh Dios! ¿debo tomar en consideración
la eventualidad de hacer junto a ustedes la Guerra Civil
dejando a un lado mi vieja idea de Revolución?)

[Nuovi Argomenti, nº 10, abril-junio de 1968]

* La calle, en Roma, donde se encontraba la sede del Comité Central del Partido Comunista Italiano (PCI) (N. del Ad.)

Pier Paolo Pasolini (Bolonia, Italia, 1922-Ostia, Italia,1975), Empirismo herético, introducción, traducción y notas de Esteban Nicotra, Editorial Brujas, Córdoba, Argentina, 2005. Transatlántico, n° 5

Foto: s/d


Pci ai giovani!

I versi sugli scontri di Valle Giulia che hanno scatenato dure repliche fra gli studenti
Mi dispiace. La polemica contro 
il Pci andava fatta nella prima metà 
del decennio passato. Siete in ritardo, cari. 
Non ha nessuna importanza se allora non eravate ancora nati: 
peggio per voi.

Adesso i giornalisti di tutto il mondo (compresi 
quelli delle televisioni) 
vi leccano (come ancora si dice nel linguaggio 
goliardico) il culo. Io no, cari.

Avete facce di figli di papà. 
Vi odio come odio i vostri papà. 
Buona razza non mente. 
Avete lo stesso occhio cattivo. 
Siete pavidi, incerti, disperati 
(benissimo!) ma sapete anche come essere 
prepotenti, ricattatori, sicuri e sfacciati: 
prerogative piccolo-borghesi, cari.

Quando ieri a Valle Giulia avete fatto a botte
coi poliziotti, 
io simpatizzavo coi poliziotti. 
Perché i poliziotti sono figli di poveri. 
Vengono da subtopie, contadine o urbane che siano. 
Quanto a me, conosco assai bene 
il loro modo di esser stati bambini e ragazzi, 
le preziose mille lire, il padre rimasto ragazzo anche lui, 
a causa della miseria, che non dà autorità.

La madre incallita come un facchino, o tenera 
per qualche malattia, come un uccellino; 
i tanti fratelli; la casupola 
tra gli orti con la salvia rossa (in terreni 
altrui, lottizzati); i bassi 
sulle cloache; o gli appartamenti nei grandi 
caseggiati popolari, ecc. ecc.

E poi, guardateli come li vestono: come pagliacci, 
con quella stoffa ruvida, che puzza di rancio 
furerie e popolo. Peggio di tutto, naturalmente, 
è lo stato psicologico cui sono ridotti 
(per una quarantina di mille lire al mese): 
senza più sorriso, 
senza più amicizia col mondo, 
separati, 
esclusi (in un tipo d’esclusione che non ha uguali);
umiliati dalla perdita della qualità di uomini 
per quella di poliziotti (l’essere odiati fa odiare).

Hanno vent’anni, la vostra età, cari e care. 
Siamo ovviamente d’accordo contro l’istituzione della polizia. 
Ma prendetevela contro la Magistratura, e vedrete! 
I ragazzi poliziotti 
che voi per sacro teppismo (di eletta tradizione 
risorgimentale) 
di figli di papà, avete bastonato, 
appartengono all’altra classe sociale. 
A Valle Giulia, ieri, si è così avuto un frammento 
di lotta di classe: e voi, cari (benché dalla parte 
della ragione) eravate i ricchi, 
mentre i poliziotti (che erano dalla parte 
del torto) erano i poveri. Bella vittoria, dunque, 
la vostra! In questi casi, 
ai poliziotti si danno i fiori, cari. Stampa e Corriere della Sera, Newsweek e Monde 
vi leccano il culo. Siete i loro figli, 
la loro speranza, il loro futuro: se vi rimproverano 
non si preparano certo a una lotta di classe 
contro di voi! Se mai, 
si tratta di una lotta intestina.

Per chi, intellettuale o operaio, 
è fuori da questa vostra lotta, è molto divertente la idea 
che un giovane borghese riempia di botte un vecchio 
borghese, e che un vecchio borghese mandi in galera 
un giovane borghese. Blandamente 
i tempi di Hitler ritornano: la borghesia 
ama punirsi con le sue proprie mani. 
Chiedo perdono a quei mille o duemila giovani miei fratelli 
che operano a Trento o a Torino, 
a Pavia o a Pisa, /a Firenze e un po’ anche a Roma, 
ma devo dire: il movimento studentesco (?) 
non frequenta i vangeli la cui lettura 
i suoi adulatori di mezza età gli attribuiscono 
per sentirsi giovani e crearsi verginità ricattatrici; 
una sola cosa gli studenti realmente conoscono: 
il moralismo del padre magistrato o professionista, 
il teppismo conformista del fratello maggiore 
(naturalmente avviato per la strada del padre), 
l’odio per la cultura che ha la loro madre, di origini 
contadine anche se già lontane.

Questo, cari figli, sapete. 
E lo applicate attraverso due inderogabili sentimenti: 
la coscienza dei vostri diritti (si sa, la democrazia 
prende in considerazione solo voi) e l’aspirazione 
al potere.

Sì, i vostri orribili slogan vertono sempre 
sulla presa di potere. 
Leggo nelle vostre barbe ambizioni impotenti, 
nei vostri pallori snobismi disperati, 
nei vostri occhi sfuggenti dissociazioni sessuali, 
nella troppa salute prepotenza, nella poca salute disprezzo 
(solo per quei pochi di voi che vengono dalla borghesia 
infima, o da qualche famiglia operaia 
questi difetti hanno qualche nobiltà: 
conosci te stesso e la scuola di Barbiana!) 
Riformisti! 
Reificatori! 
Occupate le università 
ma dite che la stessa idea venga 
a dei giovani operai.

E allora: Corriere della Sera e Stampa, Newsweek e Monde 
avranno tanta sollecitudine 
nel cercar di comprendere i loro problemi? 
La polizia si limiterà a prendere un po’ di botte 
dentro una fabbrica occupata? 
Ma, soprattutto, come potrebbe concedersi 
un giovane operaio di occupare una fabbrica 
senza morire di fame dopo tre giorni? 
e andate a occupare le università, cari figli, 
ma date metà dei vostri emolumenti paterni sia pur scarsi 
a dei giovani operai perché possano occupare, 
insieme a voi, le loro fabbriche. Mi dispiace.

È un suggerimento banale; 
e ricattatorio. Ma soprattutto inutile: 
perché voi siete borghesi 
e quindi anticomunisti. Gli operai, loro, 
sono rimasti al 1950 e più indietro. 
Un’idea archeologica come quella della Resistenza 
(che andava contestata venti anni fa, 
e peggio per voi se non eravate ancora nati) 
alligna ancora nei petti popolari, in periferia. 
Sarà che gli operai non parlano né il francese né l’inglese, 
e solo qualcuno, poveretto, la sera, in cellula, 
si è dato da fare per imparare un po’ di russo. 
Smettetela di pensare ai vostri diritti, 
smettetela di chiedere il potere.

Un borghese redento deve rinunciare a tutti i suoi diritti, 
a bandire dalla sua anima, una volta per sempre, 
l’idea del potere. 
Se il Gran Lama sa di essere il Gran Lama 
vuol dire che non è il Gran Lama (Artaud): 
quindi, i Maestri 
- che sapranno sempre di essere Maestri - 
non saranno mai Maestri: né Gui né voi 
riuscirete mai a fare dei Maestri.

I Maestri si fanno occupando le Fabbriche 
non le università: i vostri adulatori (anche Comunisti) 
non vi dicono la banale verità: che siete una nuova 
specie idealista di qualunquisti: come i vostri padri, 
come i vostri padri, ancora, cari! Ecco, 
gli Americani, vostri odorabili coetanei, 
coi loro sciocchi fiori, si stanno inventando, 
loro, un nuovo linguaggio rivoluzionario! 
Se lo inventano giorno per giorno! 
Ma voi non potete farlo perché in Europa ce n’è già uno: 
potreste ignorarlo? 
Sì, voi volete ignorarlo (con grande soddisfazione 
del Times e del Tempo). 
Lo ignorate andando, con moralismo provinciale, 
“più a sinistra”. Strano, 
abbandonando il linguaggio rivoluzionario 
del povero, vecchio, togliattiano, ufficiale 
Partito Comunista, 
ne avete adottato una variante ereticale 
ma sulla base del più basso idioma referenziale 
dei sociologi senza ideologia.

Così parlando, 
chiedete tutto a parole, 
mentre, coi fatti, chiedete solo ciò 
a cui avete diritto (da bravi figli borghesi): 
una serie di improrogabili riforme 
l’applicazione di nuovi metodi pedagogici 
e il rinnovamento di un organismo statale. I Bravi! Santi sentimenti! 
Che la buona stella della borghesia vi assista! 
Inebriati dalla vittoria contro i giovanotti 
della polizia costretti dalla povertà a essere servi, 
e ubriacati dell’interesse dell’opinione pubblica 
borghese (con cui voi vi comportate come donne 
non innamorate, che ignorano e maltrattano 
lo spasimante ricco) 
mettete da parte l’unico strumento davvero pericoloso 
per combattere contro i vostri padri: 
ossia il comunismo.

Spero che l’abbiate capito 
che fare del puritanesimo 
è un modo per impedirsi 
la noia di un’azione rivoluzionaria vera. 
Ma andate, piuttosto, pazzi, ad assalire Federazioni! 
Andate a invadere Cellule! 
andate ad occupare gli usci 
del Comitato Centrale: Andate, andate 
ad accamparvi in Via delle Botteghe Oscure! 
Se volete il potere, impadronitevi, almeno, del potere 
di un Partito che è tuttavia all’opposizione 
(anche se malconcio, per la presenza di signori 
in modesto doppiopetto, bocciofili, amanti della litote, 
borghesi coetanei dei vostri schifosi papà) 
ed ha come obiettivo teorico la distruzione del Potere. 
Che esso si decide a distruggere, intanto, 
ciò che un borghese ha in sé, 
dubito molto, anche col vostro apporto, 
se, come dicevo, buona razza non mente...

Ad ogni modo: il Pci ai giovani, ostia!

Ma, ahi, cosa vi sto suggerendo? Cosa vi sto 
consigliando? A cosa vi sto sospingendo? 
Mi pento, mi pento! 
Ho perso la strada che porta al minor male, 
che Dio mi maledica. Non ascoltatemi. 
Ahi, ahi, ahi, 
ricattato ricattatore, 
davo fiato alle trombe del buon senso. 
Ma, mi son fermato in tempo, 
salvando insieme, 
il dualismo fanatico e l’ambiguità... 
Ma son giunto sull’orlo della vergogna.

Oh Dio! che debba prendere in considerazione 
l’eventualità di fare al vostro fianco la Guerra Civile 
accantonando la mia vecchia idea di Rivoluzione?


http://temi.repubblica.it/espresso-il68/1968/06/16/il-pci-ai-giovani/

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