sábado, septiembre 30, 2017

William Carlos Williams / Paterson, 30


Libro Tres
La biblioteca
I (cont.)


                 







                         

                        Cosa hermosa:
                          —una llama oscura,
     un viento, una inundación— argumento contra toda falta de originalidad.

Los sueños de los muertos, confinados entre estos muros, levantados,
buscan una salida. El espíritu languidece,
incapaz, incapaz no por falta de habilidad innata—

                       (evitando una muerte segura)

sino por aquello que los encierra apiñados aquí
junto a sus compañeros, para tener un respiro       •

Volando hacia el frío o  hacia la noche
(la luz los atraía)
           buscaban seguridad (en los libros)
pero terminaron chocando contra el vidrio
                      de las altas ventanas

La Biblioteca es desolación, tiene un olor propio
a estancamiento y muerte       •


¡Cosa hermosa!

—el precio de los sueños.
       donde buscamos, después de una intervención
a la razón y que debemos traducir, rápido
paso a paso o será destruida— bajo un hechizo
para permanecer castrados (un velo que desciende lento
cerrándose sobre la mente
                  aislando la mente    •

¡SILENCIO!

     Despierto, dormita en un golpe de fiebre,
las mejillas ardiendo          •           •          prestando sangre
al pasado, azorado           •          arriesgando la vida.

Y mientras su mente se disipa, uniéndose a los otros, él
trata de regresarla— pero lo
elude, palpita otra vez y vuela y
se aleja una vez más          •

                       ¡Oh Thalassa, Thalassa!
                     el látigo y el silbido del agua

                                 ¡El mar!

                        ¡Qué cerca estaba de ellos!

                                     ¡Pronto!

                                           Demasiado pronto          •

—y él aun lo regresa, chocando
con el resto, contra los respiraderos y las altas ventanas

(No se rinden pero chillan
                       como furias,
chillan y maldicen la imaginación, la impotente,
mujer contra mujer, tratando de destruirla
pero no pueden, la vida no brotará de ella)         •

Una biblioteca —¡de libros! condenando todos los libros
que debiliten los propósitos de la mente

¡Cosa hermosa!

Los indios fueron acusados de matar dos o tres cerdos—esto no era verdad, como fue demostrado más tarde, porque los cerdos fueron carneados por los mismos hombres blancos. El incidente a continuación es sobre dos de los indios que habían sido capturados por los soldados de Kieft debido a las acusaciones. Los guerreros fueron entregados por Kieft a los soldados para que hicieran lo que quisieran.
El primero de estos salvajes, habiendo sido herido gravemente, deseaba que le permitieran bailar el Tinte Kaye, una costumbre religiosa antes de morir; de todos modos, le infligieron tantas heridas que cayó muerto. Los soldados entonces cortaron el cuerpo del otro en lonjas
• • • •
Mientras esto ocurría, el director Kieft, con su consejero (en primer médico experimentado en la colonia) Jan de la Montagne, un francés, se reía con ganas del juego, y se frotaba su brazo derecho, del placer que le producían estas escenas. Luego ordenó que lo sacaran (al guerrero indio) del fuerte, y lo soldados que lo llevaban hasta el Paso de Beaver, mientras él danzaba el Tinte Kaye sin parar, lo mutilaron, y finalmente le cortaron la cabeza.
Al mismo tiempo se encontraban allí 24 o 25 mujeres indias que habían sido tomadas prisioneras, en la esquina noroeste del fuerte; llevaban los brazos en alto, y en su lengua exclamaban: “¡Vergüenza! ¡Vergüenza! Crueldad tan inaudita jamás fue vista o siquiera imaginada entre nosotros”.
Hacían dinero con las conchas. Plumas de pájaro. Pieles de castor. Cuando un sacerdote moría y era enterrado lo recubrían con todas sus riquezas. Los holandeses desenterraron el cuerpo, robaron las pieles y dejaron la carcasa a los lobos que merodeaban por el bosque.

     Doc, mire — cincuentona, una mano sucia
     tirando la gorra hacia atrás: En oro —
          Voluntarios de América
                           tengo
una mujer afuera con la que quiero casarme, ¿le
harían un análisis de sangre?

Entre 1869 y 1879 muchos cruzaron las cataratas por medio de una cuerda tensada (en  las viejas fotos la multitud abajo, en las rocas secas en mangas cortas y vestidos veraniegos parecían más lirios acuáticos o pingüinos que hombres y mujeres observándolos): De Lave, Harry Leslie y Geo.Dobbs— este último llevando un niño en los hombros. Fleetwood Miles, un cuasi—lunático, anunciaba que él también habría de realizar la hazaña, pero no pudieron encontrarlo cuando la multitud se congregó.

   El lugar apesta a rancidez y podredumbre
   tufo a letrina    •     •   tufo
   a biblioteca

   ¡Es verano! apestoso verano

   Huye de él—pero no corriendo.
   No por “composición”. Abraza lo
   repugnante

              —el ser tenso, balanceado entre
eternidades

Un espectador en la montaña Morris, cuando Leslie se fue con un hornillo atado a la espalda —tiró de una de las cuerdas guía,  ya sea por maldad o por pereza, y casi se cae. Habiendo movido el hornillo hasta el centro de la cuerda, encendió el fuego, cocinó una omelet  y se lo comió. Esa noche llovió por lo que la última función debió posponerse.

Pero el lunes representó El jolgorio de la lavandera, con ropa de mujer, tambaleándose como un borracho en el abismo, retrocediendo, saltando en un pie y cuando llegó al centro de la cuerda se cayó de costado. Se retiró, luego de haber “magullado” sus calzas— a la cabaña de arriba para arreglarlas.

El avance de los eventos fue transmitido a la ciudad a través del nuevo teléfono desde la torre de las obras hidráulicas. El chico, Tommy Walker, era el verdadero héroe de estas aventuras.

   Mientras el sueño crece y
                 tus articulaciones ceden
                 ¡el truco se termina!
   El día se encapota y te vemos—
                ¡pero no solo!
   borracho y desaliñado para liberar

   la rigurosidad de la belleza
   bajo un cielo cubierto de estrellas
                         Cosa hermosa
   y una luna lenta —
                               El auto
                   se había detenido hace rato
                   cuando llegaron
   los otros y arrastraron a los
                  que te mantenían
                  indiferente
   a cualquier clase de anestesia
                    Cosa hermosa
   que pudiera empobrecer los bares—

   ¡Esto apesta!
         ¿Qué importa?
         puede liberar
   solo la única cosa—

   ¡Pero tú!
   —en tu vestido de encaje blanco

    •     •      •   

     Embrujado por tu belleza (dije),
   exaltado y sin que sea fácil de alcanzar, toda
   la escena está embrujada:
                  quítate la ropa,
   (dije)
         Embrujado, la calma de tu rostro
   es un calma real
          no de libro.

   Tu ropa (dije) rápido, mientras
   tu belleza es alcanzable.

      Ponla en la silla.
   (Dije. Luego enfurecido, de lo que me
   avergüenzo)
         Hueles como si necesitaras
   un baño. Quítate la ropa y purifícate
  •      •
   Y deja que yo me purifique
                    —al mirarte,
                    al mirarte (dije)

(Luego, con mi furia creciendo) ¡QUÍTATE LA
ROPA! No te pedí
que te quitaras la piel•  • dije tu
ropa, tu ropa.  Hueles
a puta. Te pido que te bañes en mis
opiniones, la asombrosa virtud de tu
cuerpo perdido (dije)  •

                        —que puedas
lanzarme a la luna
•    •   déjame mirarte (dije,
llorando)

William Carlos Williams(Rutherford, Estados Unindos, 1883-1963), Paterson, New Directions, New York, 1963
Versión © Silvia Camerotto



Book Three
The library I

Beautiful thing: 

— a dark flame, 
a wind, a flood — counter to all staleness. 

Dead men's dreams, confined by these walls, risen, 
seek an outlet. The spirit languishes, 
unable, unable not from lack of innate ability — 

(barring alone sure death) 

but from that which immures them pressed here 
together with their fellows, for respite     •

Flown in from before the cold or nightbound 
(the light attracted them) 
they sought safety (in books) 
but ended battering against glass 
at the high windows 

The Library is desolation, it has a smell of its own 
of stagnation and death        •


Beautiful Thing! 
— the cost of dreams. 
in which we search, after a surgery 
of the wits and must translate, quickly 
step by step or be destroyed — under a s\ 
to remain a cástrate (a slowly descending veil
closing about the mind
cutting the mind away    •

SILENCE! 

Awake, he dozes in a fever heat, 
cheeks burning  •       •          loaning blood 
to the past, amazed   •        risking life 

And as his mind fades, joining the others, he 
seeks to bring it back — but it 
eludes him, flutters again and flies off and 
again away    •

O Thalassa, Thalassa!
the lash and hiss of water 

The sea! 
How near it was to them! 

Soon! 

Too soon        •

— and still he brings it back, battering 
with the rest against vents and high windows

(They do not yield but shriek 
as furies, 

shriek and execrate the imagination, the impotent, 
a woman against a woman, seeking to destroy 
it but cannot, the life will not out of it)    •

A library — of books! decrying all books 
that enfeeble the mind's intent 

Beautiful thing! 

The Indians were accused of killing two or three pigs — this was 
untrue, as afterward proved, because the pigs had been butchered 
by the white men themselves. The following incident is concerned 
with two of the Indians who had been captured by Kieft's soldiers 
because of the accusations: The braves had been turned over to the 
soldiers, by Kieft, to do with as they pleased. 

The first of these savages, having received a frightful wound, 
desired them to permit him to dance the Kinte Kaye, a religious use 
among them before death; he received, however, so many wounds 
that he dropped dead. The soldiers then cut strips down the other's 
body. . . . While this was going forward Director Kieft, with his 
Councillor (the first trained physician in the colony) Jan de la 
Montagne, a Frenchman, stood laughing heartily at the fun, and 
rubbing his right arm, so much delight he took in such scenes. He 
then ordered him (the brave) to be taken out of the fort, and the 
soldiers bringing him to the Beaver's Path, he dancing the Kinte 
Kaye all the time, mutilated him, and at last cut off his head. 

There stood at the same time, 24 or 25 female savages, who had 
been taken prisoners, at the north-west corner of the fort: they held 
up their arms, and in their language exclaimed, "For shame! for 
shame! such unheard of cruelty was never known, or even thought 
of* among us." 

They made money of sea-shells. Bird feathers. Beaver skins. When 
a priest died and was buried they encased him with such wealth as 
he possessed. The Dutch dug up the body, stole the furs and left the 
carcass to the wolves that roamed the woods. 

Doc, listen — fiftyish, a grimy hand 
pushing back the cap: In gold — 
Volunteers of America 
I got 

a woman outside I want to marry, will 
you give her a blood test? 

From 1869 to 1879 several crossed the falls on a tight rope (in the 
old pictures the crowd, below, on the dry rocks in their short sleeves 
and summer dresses look more like water-lilies or penguins than men 
and women staring up at them) : De Lave, Harry Leslie and Geo. 
Dobbs— the last carrying a boy upon his shoulders. Fleetwood Miles, 
a semi-lunatic, announced that he too would perform the feat but 
could not be found when the crowd had assembled. 

The place sweats of staleness and of rot 
a back-house stench . a 
library stench 

It is summer! stinking summer 

Escape from it — but not by running 

away. Not by "composition." Embrace the 

foulness 

— the being taut, balanced between 
eternities 

A spectator on Morris Mountain, when Leslie had gone out with 
a cookstove strapped to his back — tugged at one of the guy-ropes, 
either out of malice or idleness, so that he almost fell off. Having 
carried the stove to the center of the rope he kindled a fire in it, 
cooked an omelet and ate it. It rained that night so that the later 
performance had to be postponed. , 

But on Monday he did the Washerwoman's Frolic, in female attire, 
staggering drunkenly across the chasm, going backward, hopping on 
one foot and at the rope's center lay down on his side. He retired 
after that having "busted" his tights — to the cottage above for re- 
pairs. 

The progress of the events was transmitted over the new telephone 
to the city from the tower of the water works. The boy, Tommy 
Walker, was the real hero of these adventures. 


And as reverie gains and
your joints loosen
the trick's done!
Day is covered and we see you—
but not alone!
drunk and bedraggled to release

the strictness of beauty
under a sky full of stars
Beautiful thing
and a slow moon —

The car
had stopped long since
when the others
came and dragged those out
who had you there
indifferent
to whatever the anesthetic
Beautiful Thing
might slum away the bars—

Reek of it!
What does it matter?
could set free
only the one thing—

But you!

—in your white lace dress
    •       • 

Haunted by your beauty (I said), 
exalted and not easily to be attained, the 
whole scene is haunted: 

Take off your clothes, 

(I said) 
Haunted, the quietness of your face 
is a quietness, real 
out of no book. 

Your clothes (I said) quickly, while 
your beauty is attainable. 

Put them on the chair 
(I said. Then in a fury, for which I am 
ashamed) 
You smell as though you need 
a bath. Take off your clothes and purify 
yourself  .    .
And let me purify myself 
— to look at you, 
to look at you (I said) 

(Then, my anger rising) TAKE OFF YOUR 
CLOTHES! I didn't ask you 
to take off your skin . I said your 
clothes, your clothes. You smell 
like a whore. I ask you to bathe in my 
opinions, the astonishing virtue of your 
lost body (I said) 

—that you might 
send me hurtling to the moon 
.     .      let me look at you (I 
said, weeping) 

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